Tom Clancy - Los dientes del tigre

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"Si le vas a patear el trasero al tigre, más vale que tengas un plan para enfrentarte a sus dientes."
Tom Clancy. Durante la era del terrorismo global, donde cualquiera puede acceder tanto a un fusil Kalashnikov como a algunas fatales nociones de química, o simplemente está dispuesto a morir por una "causa justa", las antiguas reglas ya no corren.
Por más organizaciones gubernamentales creadas ad hoc, las únicas efectivas son las rápidas y ágiles, libres de supervisión y restricciones y fuera del sistema.
En un anónimo edificio suburbano, una empresa invierte con éxito en acciones, bonos y divisas pero, tras la fachada financiera, de lo que se ocupa en realidad es de identificar y localizar amenazas terroristas para eliminarlas del modo que sea.
Instalado con la venia del presidente norteamericano, "el Campus" recluta a tres nuevos talentos: el agente del FBI Dominic Caruso, su hermano Brian, combatiente en Afganistán, y Jack Ryan Jr., que ha crecido rodeado de intrigas mientras su padre llegaba a la Casa Blanca.
La frenética trama de Los dientes del tigre obligará a Jack a deshacerse de sus conocimientos sobre espionaje y operaciones de inteligencia para enfrentarse a un mundo que se ha vuelto mucho más peligroso, poblado por fanáticos islámicos y narcotraficantes colombianos.
El genio de Tom Clancy para las historias amplias y absorbentes lo ha convertido en uno de los narradores más destacados de la actualidad. Su nueva novela supera las marcas anteriores.

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Dominic quedó frente al otro, que estaba con su arma alzada, apuntando. Disparó otra vez, apuntando, como le enseñaron, al centro del bulto, con su Smith, que, en posición de disparo individual, ladró dos veces. Apuntó tan bien que su primera bala impactó en el arma de su objetivo…

La Ingram saltó en las manos de Mustafá. Apenas si consiguió retenerla, pero luego vio quién lo había atacado, le apuntó cuidadosamente y apretó el gatillo -pero nada ocurrió. Miró y vio un agujero de bala en el costado de acero de la Ingram, donde debía haber estado el cerrojo. Tardó uno o dos segundos más en darse cuenta de que ahora estaba desarmado. Pero su enemigo aún estaba ahí y corrió hacia él con la esperanza de, al menos, emplear su arma como maza.

Dominic estaba atónito. Había visto que al menos uno de sus disparos alcanzaba al sujeto en el pecho y que el otro le rompía el arma. Por algún motivo, no volvió a disparar, en lugar de eso, le pegó en la cara al bastardo con su Smith y avanzó hacia el lugar desde donde se oían mas disparos.

Mustafá sintió que se le aflojaban las piernas. El golpe en la cara dolía, pero los cinco balazos no. Trató de volverse otra vez, pero su pierna izquierda no sostenía su peso y cayó, girando para caer de espaldas, sintiendo que respirar era muy difícil. Trató de sentarse o de rodar, pero, como sus piernas, el costado izquierdo de su cuerpo no le respondió.

"Van dos caídos", dijo Brian. "¿Y ahora qué?"

Había menos gritos, aunque no mucho. Pero los disparos continuaban, aunque sonaban de otra manera…

Abdulá bendijo al destino por haberle hecho poner el silenciador en su arma. Sus disparos eran mucho más precisos de lo esperado.

Estaba en el negocio musical Sam Goody, que estaba colmado de estudiantes. Además, no tenía salida posterior, pues estaba muy cerca de la entrada principal del oeste. Abdulá entró en la tienda luciendo una amplia sonrisa mientras disparaba sin dejar de andar. Los rostros que vio lucían expresiones de incredulidad -y por un momento, pensó, divertido, que justamente los estaba matando porque eran infieles que no creían. Vació rápidamente su primer cargador y el hecho es que el silenciador le permitió que la mitad de sus disparos diesen en el blanco. Hombres y mujeres – niños y niñas – gritaron y quedaron inmóviles, mirando, durante unos preciosos, letales segundos, hasta que comenzaron a huir. Pero a menos de diez metros, darles en la espalda era igualmente fácil y, de todas formas, no tenían a dónde huir. Simplemente se quedó donde estaba, barriendo el ambiente con sus disparos, dejando que los blancos se pusieran por su propia cuenta en la línea de fuego. Algunos corrieron al otro lado de las estanterías de CDs, tratando de escapar por la puerta principal. A éstos les disparó cuando pasaban a apenas dos metros de él. En segundos ya había vaciado su primer par de cargadores. Lo descartó, sacó otro del bolsillo de sus pantalones, lo encajó en su lugar y corrió el cerrojo. Pero al fondo del local había un espejo y allí vio…

"iDios, otro!", dijo Dominic.

"De acuerdo". Brian corrió como una flecha hasta el otro lado de la entrada y tomó posición contra la pared, alzando su Beretta. De esa forma, quedaba en el mismo pasillo que el terrorista, pero esto no beneficiaba a alguien acostumbrado a tirar con la derecha, por más bueno que fuera. Debía elegir entre disparar con la izquierda -algo que no practicaba tanto como debiera- o exponer su cuerpo al fuego de respuesta. Pero algo en su mente de infante de marina dijo ¡a la mierda! y dio un paso a la izquierda, sosteniendo su pistola con las dos manos.

Abdulá lo vio y sonrió, llevándose su arma al hombro -o intentando hacerla.

Aldo disparó dos tiros bien apuntados al pecho del sujeto, no vio ningún efecto, y entonces vació el cargador. Más de doce balas entraron en el cuerpo del hombre…

Abdulá las sintió todas y su cuerpo se sacudió con cada impacto. Trató de disparar su arma, pero todos sus disparos fallaron y luego ya no pudo controlar su cuerpo.

Brian eyectó el cargador vacío y sacó el otro de su riñonera, encajándolo en su lugar y bajando el seguro lateral de su arma. Ahora, estaba en piloto automático. iEl hijo de puta aún se movía! Había que ocuparse de eso. Se acercó al cuerpo yacente, alejó la metralleta de un puntapié y le tiró uno en la parte posterior de la cabeza. El cráneo estalló, esparciendo sangre y sesos por el suelo.

"iPor Dios, Aldo!", dijo Dominic acercándose a su hermano.

"iA la mierda con eso! Hay al menos otro de ellos por ahí. Me queda sólo un cargador, Enzo".

"A mí también, hermano".

Asombrosamente, la mayor parte de las personas que yacían en el, suelo, incluso los que habían sido alcanzados, estaban vivos. Había tanta sangre en el suelo que parecía como si hubiese llovido del cielo. Pero ambos hermanos estaban demasiado electrizados por la acción para que lo que veían les repugnara. Regresaron al centro comercial y se dirigieron hacia el este.

Allí, la masacre era igualmente terrible. Había charcos de sangre por todos lados. Se oían gritos y gemidos. Brian pasó junto a una niñita de unos tres años, parada junto al cuerpo de su madre, agitando los brazos como un pajarito. No había tiempo, no había maldito tiempo para ocuparse de ella. Deseó tener junto a él a Pete Randall. Era un buen infante de marina. Pero incluso el segundo oficial Randall hubiera quedado abrumado por el horror.

Se seguía oyendo el tableteo de una metralleta silenciada. Provenía de la sección de mujeres de Belk's, a la izquierda. No muy lejos, a juzgar por el sonido. El sonido del fuego de automática es característico. Ninguna otra cosa suena de esa forma. Se dividieron y cada uno de ellos fue por un lado del breve pasillo que, pasando frente a Coffee Beanery y Bostonian Shoes, llevaba a la siguiente área de combate.

Lo primero que contenía el primer piso de Belk's era la sección perfumes y maquillaje. Había seis mujeres caídas en perfumes, otras tres en maquillaje. Estaba claro que algunas estaban muertas. Otras estaban obviamente vivas. Algunas pidieron auxilio, pero no había tiempo para eso. Los gemelos se volvieron a separar. El ruido se había detenido. Había sonado desde delante de ellos y a la izquierda, pero ya no estaba allí. ¿El terrorista había huido? ¿Se había quedado sin municiones?

Había vainas servidas por todo el piso; ambos notaron que eran de bronce, 9 milfmetros. Dominic vio que el tipo se había divertido aquí. Casi todos los espejos que revestían los pilares internos del edificio en esta sección estaban hechos añicos por los disparos. Su ojo entrenado estimó que el terrorista había entrado por la puerta principal, acribillado a las primeras personas con que se topó -todas mujeres- y luego había vuelto sobre sus pasos y girado a la izquierda, probablemente dirigiéndose a donde vio más posibles blancos. Posiblemente fuese uno solo, le dijo su mente a Brian.

Bien ¿a qué nos enfrentamos?, se preguntó Dominic. ¿Cómo va a reaccionar? ¿Cómo piensa?

Para Brian era más simple: ¿Dónde estás, hijo de puta? Para el infante de marina, sólo se trataba de un enemigo armado. No una persona, no un ser humano, ni siquiera un cerebro pensante, sólo un blanco que tenía un arma.

Zuhayr experimentó una abrupta disminución de su excitación. Nunca se había sentido tan excitado en su vida. Sólo había tenido unas pocas mujeres en su vida, y sin duda había matado a más aquí que las que se había cogido… pero para él, aquí y ahora, la sensación era la misma.

Y eso le pareció muy satisfactorio. No había oído los disparos anteriores, ni uno solo. Apenas si había oído sus propios tiros, tan concentrado estaba en hacer su trabajo. Y había hecho un buen trabajo. Sus expresiones cuando lo vieron a él y su ametralladora… y su expresión cuando los alcanzaron las balas… ése había sido un agradable espectáculo. Pero ahora sólo le quedaban dos pares de cargadores. Uno estaba en el arma, el otro, en su bolsillo.

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