Tom Clancy - Los dientes del tigre

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"Si le vas a patear el trasero al tigre, más vale que tengas un plan para enfrentarte a sus dientes."
Tom Clancy. Durante la era del terrorismo global, donde cualquiera puede acceder tanto a un fusil Kalashnikov como a algunas fatales nociones de química, o simplemente está dispuesto a morir por una "causa justa", las antiguas reglas ya no corren.
Por más organizaciones gubernamentales creadas ad hoc, las únicas efectivas son las rápidas y ágiles, libres de supervisión y restricciones y fuera del sistema.
En un anónimo edificio suburbano, una empresa invierte con éxito en acciones, bonos y divisas pero, tras la fachada financiera, de lo que se ocupa en realidad es de identificar y localizar amenazas terroristas para eliminarlas del modo que sea.
Instalado con la venia del presidente norteamericano, "el Campus" recluta a tres nuevos talentos: el agente del FBI Dominic Caruso, su hermano Brian, combatiente en Afganistán, y Jack Ryan Jr., que ha crecido rodeado de intrigas mientras su padre llegaba a la Casa Blanca.
La frenética trama de Los dientes del tigre obligará a Jack a deshacerse de sus conocimientos sobre espionaje y operaciones de inteligencia para enfrentarse a un mundo que se ha vuelto mucho más peligroso, poblado por fanáticos islámicos y narcotraficantes colombianos.
El genio de Tom Clancy para las historias amplias y absorbentes lo ha convertido en uno de los narradores más destacados de la actualidad. Su nueva novela supera las marcas anteriores.

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"¿Quién eres ahora, Harry el Sucio?", preguntó Dominic mientras terminaba su McMuffin.

"En el Cuerpo, es el civil que más nos gusta, hermano. Probablemente habría sido un buen sargento artillero".

"Especialmente con su Smith.44"

"Un poco ruidosa para arma de mano. Dura para la mano, también. Tal vez la excepción sea la Auto-Mag. ¿Alguna vez disparaste con una de ésas?"

"No, pero empuñé una en el gabinete de armas en Quantico. Debería incluir un acoplado para transportarla, pero apostaría a que hace buenos agujeros".

"Sí, pero si quieres ocultada, más te vale ser Hulk Hogan".

"Ya lo creo, Aldo". En el aspecto práctico, sus riñoneras no ocultaban mucho sus armas, sólo hacía que fueran más fáciles de llevar. Cualquier policía se daría cuenta de lo que eran al primer vistazo, aunque pocos civiles las reconocerían. Ambos hermanos llevaban una pistola cargada y un cargador adicional en las riñoneras, cuando las usaban. Pete quería que lo hicieran así de modo que les fuese más dificil rastrear a Michelle Peters sin que lo notara. Bueno, algo así era de esperar en un oficial de entrenamiento, ¿verdad?

A cinco millas de allí, comenzaba el mismo día en el Holiday Inn Express. Ese día, a diferencia de los anteriores, todos desenrollaron sus alfombras de oración y, al unísono, dijeron su Salat matutino por lo que creían sería la última vez. Sólo les llevó unos minutos y luego todos hicieron sus abluciones, para purificarse para la tarea que llevarían a cabo. Zuhayr incluso se tomó el tiempo para retocarse la barba, hasta dejada exactamente como querría llevada por toda la eternidad. Satisfecho, se vistió.

Sólo cuando estuvieron completamente preparados se dieron cuenta de que faltaban horas para que llegase el momento. Abdulá fue al Dunkin'Donuts a buscar el desayuno y el café, y esta vez regresó incluso con un diario, que circuló por ambas habitaciones mientras los hombres bebían su café y fumaban sus cigarrillos.

Para sus enemigos, eran fanáticos, pero seguían siendo humanos y la tensión del momento era desagradable y no hacía más que aumentar. El café no hacía más que inundar sus mentes de cafeína, haciendo que las manos les temblaran y sus ojos se fijaran en las noticias de la televisión. Cada pocos segundos miraban sus relojes, deseando en vano que las manecillas dieran la vuelta al dial más rápido, y bebían más café.

"Ahora nos estamos entusiasmando ¿verdad?", le preguntó Jack a Tony en el Campus. Hizo un gesto hacia su computadora. "Qué ves allí que yo no vea, compadre?"

Wills se hamacó en su silla. "Una combinación de cosas. Quizá sea real. Quizá sea sólo una coincidencia. Quizá sea una deducción de las mentes de analistas profesionales. ¿Sabes cómo se hace para saber qué es en realidad?"

"¿Esperar una semana, volver a mirar y constatar si realmente ocurrió algo?"

Esto hizo reír a Tony Wills. "Junior, estás aprendiendo a ser espía. Dios, he visto más predicciones equivocadas en el negocio de la inteligencia que las que se hacen en las carreras de caballos en Pimlico. Sabes, a no ser que sepas, no sabes, pero a la gente del medio no le gusta pensar así.

"Recuerdo que, cuando era niño, papá a veces tenía un humor de perros…"

"Estuvo en la CIA durante la guerra fría. Los jefes siempre pedían predicciones que nadie estaba en condiciones de hacer, al menos no si la idea era que significaran algo. Habitualmente, tu padre era el que decía, 'esperen y verán', y eso realmente los enfurecía, pero, sabes, solía tener razón y nunca hubo desastres mientras él estaba de guardia".

"¿Llegaré a ser así de bueno?"

"Eso es esperar mucho, chico, pero nunca se sabe. Tienes la suerte de estar aquí. Al menos, el Senador sabe qué significa 'no sé' Significa que su gente le dice la verdad y que sabemos que no somos Dios".

"Sí, recuerdo eso de la Casa Blanca. Siempre me impresionó cuánta gente en Washington creía serlo".

Dominic conducía. Eran unas agradables tres o cuatro millas colina abajo hasta la ciudad.

"Victoria's Secret? ¿y si la sorprendemos comprándose un camisón?", se preguntó Brian.

"Sólo podemos soñar", dijo Dominic, girando a la izquierda en la calle Rio. "Llegamos temprano. ¿Compramos tus zapatillas antes?"

"Buena idea. Estaciona junto a la sección de hombres de tiendas Belk".

"Entendido, capitán".

"¿Ya es hora?", preguntó Rafi. Era la tercera vez que lo hacía en el transcurso de la última media hora.

Mustafá miró su reloj: 11:48. Faltaba poco. Asintió.

"Amigos míos, preparen sus cosas".

No cargaron las armas, sino que las metieron en bolsas de compras. Armadas, eran demasiado abultadas y obvias. Cada hombre tenía doce cargadores con treinta tiros cada uno, encintados de a pares. Cada arma tenía un gran silenciador listo para atornillar al cañón. El propósito de éstos no era tanto silenciar como controlar. Recordó lo que Juan le dijo en Nuevo México. Estas armas tendían a saltar y errarle al blanco hacia la derecha y arriba. Pero él y sus amigos ya habían repasado el tema de las armas y todos sabían cómo disparar, ya las habían disparado cuando se las entregaron, de modo que sabían qué esperar. Además, se dirigían a lo que los soldados estadounidenses llamaban "un medio rico en objetivos".

Zuhayr y Abdulá llevaron su equipo de viaje y lo guardaron en el maletero de su Ford alquilado. Tras pensarlo, Mustafá decidió poner allí también las armas, de modo que los cuatro, cada uno con su bolsa de compras, salieron del auto y pusieron sus bolsas en el suelo junto al maletero. Una vez hecho esto, Mustafá subió al auto, llevándose, sin pensarlo, la llave de su habitación en el bolsillo. El trayecto no era largo. El objetivo estaba a la vista.

El estacionamiento tenía los puntos de entrada habituales. Escogió la entrada noroeste, cerca de la sección para hombres de Belk's, cerca de la cual podían estacionar. Allí, apagó el motor y rezó su última plegaria de la mañana. Los otros tres hicieron lo mismo, salieron y caminaron hacia la parte trasera del vehículo. Mustafá abrió el maletero. Estaban a menos de cincuenta metros de la puerta. Estrictamente hablando, no tenía mucho sentido ocultarse, pero Mustafá recordó el puesto de seguridad. La forma de demorar la respuesta policial era comenzando por allí. De modo que les indicó que mantuvieran las armas en sus bolsas de compras, y con éstas pendiendo de sus manos izquierdas, entraron.

Era viernes, un día de compras menos activo que el sábado, pero lo suficientemente atestado para que les sirviera. Entraron, pasando LensCrafter, donde había mucha gente, la mayoría posiblemente escapara ilesa, lo cual era una pena, pero aún tenían por delante el área principal de compras.

Brian y Dominic estaban en Foot Locker, pero Brian no encontró allí nada que le gustara, El Stride Rite que quedaba alIado sólo era para niños, de modo que los gemelos siguieron camino y giraron a la derecha, Sin duda, American Eagle Dutfitters tendría algo, tal vez de cuero y caña alta, para proteger los tobillos,

Doblando a la izquierda, Mustafá pasó una juguetería y varias tiendas de ropa de camino al Patio Central. Sus ojos barrían rápidamente el área. Había tal vez unas cien personas en su campo de visión inmediata y a juzgar por los KB Toys, los negocios estarían bien llenos. Pasó el Sunglass Hut y dobló a la izquierda, en busca de la oficina de seguridad. Estaba convenientemente ubicada, tan sólo a pasos de los baños. Los cuatro entraron juntos en los baños para hombres.

Unas pocas personas los habían notado -cuatro hombres de apariencia igualmente exótica eran un espectáculo inusual- pero un centro comercial estadounidense es lo más parecido que existe a un zoológico para humanos, y hacía falta mucho para que las personas notaran algo fuera de lo común, por no hablar de peligroso.

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