Y ahora que lo pensaba, también era cierto que Jerry sí había manifestado cosas diferentes… si se admitía que las medusas, los camarones, las gorgonias y ahora las serpientes marinas eran manifestaciones suyas. ¿Lo eran? ¿O solamente eran componentes normales del ambiente? ¿Había alguna manera de darse cuenta?
De repente, Norman recordó al marinero de la Armada. No debía olvidarse del marinero. ¿De dónde había salido? ¿Ese marinero era otra de las manifestaciones de Jerry? ¿Podría Jerry manifestar sus compañeros de juego a voluntad? En ese caso, realmente no le importaría matarlos a todos ellos.
«Creo que está claro -pensó Norman- que a Jerry no le importa matarnos. No quiere más que jugar, y no conoce su propia fuerza.»
Sin embargo, había algo más. Norman recorrió las hojas de texto impreso por el ordenador. Su instinto le decía que en todo aquello había un ordenamiento subyacente. Algo que él no llegaba a percibir con claridad, una cierta conexión que no alcanzaba a establecer.
Mientras pensaba acerca de eso, seguía volviendo a una pregunta en particular:
– ¿Por qué un calamar? ¿Por qué un calamar?
De pronto recordó que, durante la conversación que mantuvieron en la cena, habían estado hablando de los calamares. Seguramente Jerry logró oírlos y consideró que un calamar sería un objeto provocativo para manifestar…, y desde luego acertó.
Norman hojeó los papeles y se topó con el primer mensaje que Harry había descifrado.
HOLA. ¿CÓMO ESTÁ USTED? YO ESTOY BIEN. ¿CUÁL ES SU NOMBRE? MI NOMBRE ES JERRY.
Ése era un lugar tan bueno como el mejor para empezar. Norman pensó que descifrarlo había sido una hazaña de Harry, pues si el matemático no hubiese tenido éxito con eso, ni siquiera habrían logrado empezar a conversar con Jerry.
Norman se sentó frente a la consola y contempló el teclado. Harry había dicho que el teclado era una espiral: la letra G correspondía al número uno, B al número dos, y así sucesivamente. Fue muy sagaz al resolver eso; a Norman nunca se le habría ocurrido, ni en un millón de años.
Empezó a tratar de encontrar las letras de la primera secuencia:
Harry había dicho que 00 señalaba el comienzo del mensaje, y 03, era H. Ydespués 21, era E; 25 era L, y 25 otra L y, justo por encima de eso, 26 era 0… [ [26]]
HOLA.
Sí, todo encajaba. Siguió traduciendo: 032629 era cómo.
¿CÓMO ESTÁ USTED?
Todo iba bien hasta ahora. Norman experimentaba un gran placer, casi como si lo estuviera descifrando por primera vez. Luego venía 18: eso era yo…
YO ESTOY BIEN.
Se movía con más presteza, y anotaba las letras.
¿CUÁL ES SU NOMBRE?
Ahora, 1604 era mi… mi nombre es… Pero, en ese momento, encontró un error en una de las letras. ¿Sería posible? Norman continuó y halló un segundo error, después escribió el mensaje y se quedó mirándolo fijamente, presa de una creciente emoción.
MI NOMBRE ES HARRY.
– ¡Dios Santo! -exclamó.
Volvió a revisar el mensaje, pero no había errores. Ninguno cometido por él, al menos. El mensaje era clarísimo:
HOLA. ¿CÓMO ESTÁ USTED? YO ESTOY BIEN. ¿CUÁL ES SU NOMBRE? MI NOMBRE ES HARRY.
Beth se sentó en su cama del laboratorio y se quedó mirando con fijeza el mensaje que Norman le había dado:
– ¡Oh, Dios mío! -exclamó; se apartó el espeso cabello oscuro que le caía sobre la cara-. ¿Cómo es posible?
– Todo encaja a la perfección -repuso Norman-. Piensa sólo en esto: ¿Cuándo empezaron los mensajes? Después de que Harry salió de la esfera. ¿Cuándo aparecieron, por vez primera, los calamares y los demás animales? Después de que Harry salió de la esfera.
– Sí, pero…
– Al principio hubo pocos calamares; pero después, cuando los íbamos a comer, de repente aparecieron también camarones, justo a tiempo para la cena. ¿Por qué? Porque a Harry no le gustan los calamares.
Beth no decía nada, se limitaba a escuchar.
– ¿Y quién fue el que, cuando era pequeño, se aterrorizó con el calamar gigante de Veinte mil leguas de viaje submarino?
– Harry -contestó Beth-. Recuerdo que él lo dijo.
Norman prosiguió de un tirón:
– ¿Y cuándo aparece Jerry en la pantalla? Cuando Harry está presente. No en otro momento. ¿Y cuándo nos contesta Jerry si le hablamos? Tan sólo en los momentos en que Harry se encuentra en la sala y puede oír lo que estamos diciendo. ¿Y por qué Jerry no nos lee la mente? Porque Harry no puede hacerlo. ¿Y recuerdas cómo Barnes insistía en preguntar el nombre, y Harry no se lo preguntaba? ¿Por qué? Porque tenía miedo de que la pantalla dijera «Harry», no «Jerry».
– Y el tripulante…
– Exacto. El tripulante negro aparece justo en el momento en que Harry está soñando que lo rescatan. Un tripulante negro aparece para rescatarnos.
Beth fruncía el entrecejo, pensativa.
– ¿Y con respecto al calamar gigante?
– Bueno, pues a la mitad del ataque del calamar, Harry se golpeó la cabeza y quedó inconsciente. De inmediato, el calamar desapareció. Y no regresó hasta que Harry despertó de su siesta y te dijo que se haría cargo de la consola.
– ¡Dios mío! -exclamó Beth.
– Sí-dijo Norman-. Eso explica muchas cosas.
Beth permaneció en silencio durante un rato, mirando con fijeza el mensaje.
– Pero ¿cómo lo está haciendo? -preguntó al fin.
– Dudo de que lo esté haciendo. De forma consciente, por lo menos. -Norman había estado meditando respecto a ello-. Supongamos que algo le ocurrió a Harry cuando entró en la esfera, que adquirió alguna especie de poder mientras estaba allí dentro.
– ¿Qué clase de poder?
– El poder de hacer que las cosas ocurran nada más que con pensar en ellas. El poder de hacer que sus pensamientos se vuelvan reales.
Beth frunció el entrecejo y repitió:
– Hacer que sus pensamientos se hagan realidad…
– No es tan extraño -continuó Norman-. Piensa en esto: si fueras escultora, primero tendrías una idea y luego la reproducirías en piedra o en madera, para que se convirtiera en real. La idea viene primero, después sigue la ejecución, añadiendo un esfuerzo para crear una realidad que refleje tus pensamientos previos. Ese es para nosotros el proceso por el que hacemos el mundo: imaginamos algo y después tratamos de que ese algo ocurra. En algunas ocasiones, el modo de hacer que una cosa tenga lugar es inconsciente, como en el caso en que un tipo, por pura casualidad, llega inesperadamente a su casa a la hora del almuerzo y sorprende a su esposa en la cama con otro hombre. El marido no lo planeó. Eso es algo que, simplemente, ocurre porque sí.
– O la esposa que sorprende al marido en la cama, con otra mujer -apuntó Beth.
– Sí, por supuesto. El punto importante es que nos las arreglamos para hacer que las cosas sucedan continuamente, sin que pensemos demasiado en ellas. Cuando te hablo, no pienso en todas y cada una de las palabras que pronuncio: tan sólo pretendo decir algo, y me sale bien expresado.
– Sí…
– De esa manera podemos generar creaciones complicadas, como oraciones gramaticales, sin esfuerzo. Pero no podemos generar otras creaciones complicadas, como la escultura, sin esfuerzo. Aceptamos que tenemos que hacer algo, además de tener ideas.
– Y lo hacemos -dijo Beth.
– Pues Harry no lo hace. Harry ha ido un paso más allá. Ya no necesita tallar la estatua: se limita a tener la idea, y las cosas ocurren por sí mismas. Harry manifiesta cosas.
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