– ¿Harry imagina un aterrador calamar y, de repente, tenemos un aterrador calamar al otro lado de nuestra ventana?
– Exactamente. Y cuando Harry pierde su estado consciente el calamar desaparece.
– ¿Y obtuvo su poder de la esfera?
– Sí.
Beth frunció el entrecejo y preguntó:
– ¿Por qué está haciendo esto? ¿Está tratando de matarnos?
Norman hizo un gesto negativo con la cabeza.
– No. Creo que las circunstancias lo superaron.
– ¿Qué quieres decir con eso?
– Pues hemos tomado en cuenta numerosas ideas, relativas a que esa esfera podría ser de otra civilización. Ted imaginaba que era un trofeo o un mensaje; lo vio como un obsequio. Harry pensaba que tenía algo en su interior; la vio como un recipiente. Pero yo me pregunto si no podría ser una mina.
– ¿Quieres decir un artefacto explosivo?
– No exactamente… Pero sí una defensa, o un test. Una civilización de otro planeta podría sembrar estas cosas por toda la galaxia, y cualquier ser inteligente que las recogiera llegaría a experimentar el poder de la esfera, que consiste en que cualquier cosa que pienses se vuelve realidad. Si tienes pensamientos positivos, obtienes deliciosos camarones para la cena. Si tienes pensamientos negativos, te encuentras con monstruos que intentan matarte. El proceso es el mismo; se trata únicamente de una cuestión de tema.
– ¿Así, del mismo modo en que una mina terrestre vuela si la pisas, esta esfera destruye a la gente si tiene pensamientos negativos?
– O si, simplemente, esa gente no controla su fase consciente. Porque si dominas tu fase consciente, la esfera no produce ningún efecto en particular; pero si no la dominas, se deshace de ti.
– ¿Cómo es posible controlar un pensamiento negativo? -preguntó Beth, que de repente se mostró muy excitada-. ¿Cómo le puedes decir a alguien: «no pienses en un calamar gigante»? En el preciso momento en que se lo dices, esa persona, en el propio proceso de no pensar en el calamar, automáticamente piensa en él.
– Es posible controlar los pensamientos -afirmó Norman.
– Quizá lo sea para un yogui, o alguien por el estilo.
– Para cualquier persona. Es posible desviar la atención de los pensamientos indeseables. ¿Cómo hace la gente para dejar de fumar? ¿Cómo hace, cualquiera de nosotros, para cambiar de opinión sobre algo, en cualquier momento? Mediante el control de nuestros pensamientos.
– Sigo sin entender por qué Harry está haciendo esto.
– ¿Recuerdas tu idea de que la esfera nos podría dar un golpe bajo? ¿La manera en que el virus del sida golpea nuestro sistema inmunológico? El virus del sida nos ataca en un terreno en el que no estamos preparados para defendernos. Así, en cierto sentido, procede la esfera, porque damos por sentado que podemos pensar lo que queramos sin padecer las consecuencias. «Palos y rocas pueden romper mi boca, pero las palabras que se digan nunca me tocan.» Tenemos dichos como ése, que hacen hincapié en este hecho esencial. Pero ahora, de repente, una palabra es tan real como un palo, y nos puede herir de la misma manera. Nuestros pensamientos se manifiestan, lo cual es algo maravilloso; pero todos nuestros pensamientos se manifiestan, tanto los buenos como los malos. Y sencillamente no estamos preparados para controlarlos, porque nunca hasta ahora tuvimos necesidad de hacerlo.
– Cuando era niña -dijo Beth- estuve enojada con mi madre, y cuando ella enfermó de cáncer yo me sentía terriblemente culpable…
– Sí. Los chicos tienen tendencia a pensar de esa manera. Todos los chicos creen que sus pensamientos tienen poder. Pero, con paciencia, les enseñamos que eso es erróneo, aunque siempre existió otra tradición, la de creer en los pensamientos. La Biblia dice: «No desearás la mujer de tu prójimo», lo que interpretamos como una prohibición del acto del adulterio. Pero eso no es lo que, en realidad, dice la Biblia; lo que nos está diciendo es que el pensamiento del adulterio está tan prohibido como el acto en sí.
– ¿Y Harry?
– ¿Sabes algo sobre psicología jungiana?
– Nunca tuve la impresión de que eso viniera al caso.
– Pues viene al caso ahora -dijo Norman-. Jung se distanció de Freud a comienzos de siglo, y desarrolló su propia psicología. Jung sospechaba que en la psique humana existía una estructura subyacente que se reflejaba en una analogía, también subyacente, con nuestros mitos y arquetipos. Una de las ideas de Jung era que todos nosotros tenemos un lado oscuro en nuestra personalidad, al que llamaba las «sombras». Las sombras contienen todos los aspectos que rechazamos en nuestra personalidad: las partes odiosas, las partes sádicas, todo eso. Jung opinaba que la gente tenía la obligación de familiarizarse con su «lado sombra». Pero muy pocas personas lo hacen: todos preferimos pensar que somos buenos tipos, y que nunca experimentamos el deseo de matar, mutilar, violar o saquear.
– Sí…
– Según Jung, si no admites la existencia de tu «lado sombra», ese lado te dominará.
– ¿Y lo que estamos viendo es el «lado sombra» de Harry?
– En cierto sentido, sí. Harry necesita presentarse como el Señor Negro Arrogante Sabelotodo -dijo Norman.
– Y por cierto que lo hace.
– Por eso, si tiene miedo de estar aquí abajo, encerrado (¿y quién no lo tiene?), él no puede admitir sus miedos. Aunque los experimenta de todos modos, lo admita o no. Y, de esa manera, su lado de sombra justifica esos miedos… creando cosas que prueban que los miedos de Harry son explicables.
– ¿El calamar existe para justificar sus miedos?
– Algo así.
– No sé.
Beth se tendió hacia atrás en su asiento y alzó la cabeza: la luz le iluminó de lleno en los altos pómulos. Casi parecía una modelo, elegante, atractiva y fuerte.
– Soy zoóloga, Norman -dijo-. Quiero tocar las cosas y tenerlas en la mano, y ver que son reales. Todas estas teorías sobre manifestaciones son nada más que…, son sólo… psicológicas.
– El mundo de la mente es tan real, y obedece a reglas tan rigurosas, como el mundo de la realidad externa -defendió Norman.
– Sí, estoy segura de que tienes razón, pero… -se encogió de hombros- no me satisface mucho.
– Conoces todo lo que ha ocurrido desde que llegamos aquí abajo. Dame otra explicación de ello.
– No puedo -admitió Beth-. Lo estuve intentando durante todo el tiempo que estuviste hablando. No puedo. -Dobló el papel que tenía en las manos y meditó un momento-. ¿Sabes, Norman? Creo que hiciste una brillante serie de deducciones. Brillantísima. Ahora te veo desde una perspectiva diferente.
Norman sonrió con placer, ya que durante la mayor parte del tiempo que había estado en el habitáculo se había sentido como la quinta rueda del carro, como una persona innecesaria para el grupo. Ahora, alguien le estaba reconociendo su contribución, y él se sentía complacido.
– Gracias, Beth.
Ella lo miró con sus grandes ojos límpidos y dulces, y le dijo:
– Eres un hombre muy atractivo, Norman. No me había dado cuenta hasta ahora.
Con aire distraído Beth se tocó el pecho, cubierto por el ajustado mono. Sus manos apretaron la tela, que contorneó los duros pezones.
De repente se puso de pie y abrazó con fuerza a Norman; sus cuerpos quedaron muy Juntos.
– Tenemos que mantenernos unidos en este asunto -murmuró-. Tenemos que mantenernos juntos, tú y yo.
– Sí, lo estamos.
– Porque si lo que estás diciendo es cierto, entonces Harry es un hombre muy peligroso.
– Sí.
– El mero hecho de que vaya andando por ahí, totalmente consciente, lo hace peligroso.
– Sí.
– ¿Qué haremos respecto a él?
– Eh, vosotros -dijo Harry, que estaba subiendo la escalera y se acercaba a ellos-. ¿Es una fiesta privada, o se puede unir el que quiera?
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