– Estoy seguro de que no habrías tenido que echar mano de las habilidades de un ladrón para ver la estatua. Trevor nunca se ha opuesto a que la tuviera en mi estudio.
Jock se encogió de hombros.
– El señor no quería que lo molestara.
– Aunque no lo suficiente para decirte que no allanaras la propiedad y fueras a verla, ¿no?
– No la estaba allanando. Tenía derecho a darme permiso para verla.
– Trevor no estaría de acuerdo, me temo. -Mario sonrió-. Tiene alquilado el castillo, y la estatua de Cira es suya.
Jock meneó la cabeza.
– El señor tenía derecho.
– Bueno, no vamos a discutir por eso -dijo Mario-. Me alegra que compartamos la pasión por Cira. Es preciosa, ¿no te parece?
Jock asintió con la cabeza.
– Me siento… cerca de ella.
– Yo también. ¿Te gustaría leer sus cartas?
– Sí. -Jock estudió la expresión de Mario. Aunque la niebla que empañaba su mente estaba disminuyendo, desapareciendo a veces por completo, seguía resultándole difícil concentrarse. Se obligó a hacerlo-. ¿Por qué estás aquí?
– Pensé que debíamos llegar a conocernos.
Jock meneó la cabeza.
– Estás siendo amable conmigo. ¿Por qué?
– ¿Es que tiene que haber una razón?
– Sí. -Jock pensó en ello-. Quieres lo que quieren los demás. Quieres saber sobre Reilly.
– ¿Por qué habría…? -Mario asintió con la cabeza-. No te voy a mentir.
– No puedo decirte lo que no sé -dijo Jock cansinamente.
– Acabarás recordándolo. Y quiero estar ahí, cuando ocurra.
Jock volvió a menear la cabeza.
– Míralo de esta manera. Prometí que no te haría ninguna pregunta. Conmigo podrás estar relajado. Si quieres hablar de Reilly, estaré dispuesto a escuchar. No, estaré como loco por escuchar.
Jock le escudriñó el rostro.
– ¿Por qué?
– Grozak y Reilly mataron a mi padre. Lo decapitaron.
Así era, Jock recordaba a Jane diciendo algo sobre la muerte del padre de Mario.
– Lo siento. No fui yo. Nunca se me dijo que decapitara a alguien.
La expresión de Mario traicionó su conmoción.
– Sabemos quién lo hizo. No pensaba que fueras tú.
– Está bien. Eso complicaría las cosas.
Mario asintió con la cabeza.
– Yo diría que eso es un eufemismo. -Se había recuperado lo suficiente para obligarse a sonreír-. No eres como me esperaba. Pero eso no significa que no podamos llegar a un acuerdo y ayudarnos mutuamente.
Jock no habló durante un instante sin apartar la mirada de la cara de Mario. Aquel hombre quería utilizarlo y creía que él era lo bastante simple para dejar que lo hiciera. No podía culparlo. Cuando la niebla se cerraba apenas era capaz de funcionar, ni siquiera al nivel más elemental. Pero en ese momento había períodos en los que la niebla se levantaba, y él se sentía perspicaz y agudo como un puñal.
– ¿No quieres saber lo que hay en esos pergaminos? -preguntó Mario persuasivamente-. Acabo de traducir uno que todavía no he dejado leer a nadie más. Podría hablarte de él. Serías el primero.
Estaba intentado sobornarlo. Jock podía percibir la desesperación que impulsaba a Mario. Venganza y odio, y la urgencia que acompañaba a aquella desesperación. Era extraño ser capaz de saber cómo se sentían los demás, cuando había estado ensimismado durante tanto tiempo.
Tenía que aceptarlo. Seguía débil, y todos los que lo rodeaban eran fuertes. Tenía que fortalecerse, coger lo que fuera que Mario estuviera dispuesto a darle, permitir que lo utilizara.
Hasta que la niebla desapareciera por completo.
– No pensé que fuera a dar resultado. -Trevor tenía la mirada fija en Mario y Jock mientras estos paseaban por el embarcadero-. Pensé que te habías dejado influenciar por Mario. Pero han pasado dos días, y parecen amigos de toda la vida.
– Me influyó. Me dio pena. Pero no la suficiente para dejarlo seguir adelante, si veía algún indicio de que estaba molestando a Jock. Tuve que emplearme a fondo para conseguir que MacDuff dejara siquiera que Mario hablara con Jock. Pero fue una manera de llegar a un acuerdo con él para que nos diera el pergamino de Cira, y sabía que, si lo alteraba, podía apartarlo de Jock sin ningún miramiento. -Jane meneó la cabeza maravillada-. Y Mario parece tratarlo con tacto. Me recuerda, a cómo era cuando llegue al castillo. Jock me dice que bromea con él y que le cuenta historias de su vida en Italia. No creo que le haya hecho ni una sola pregunta a Jock. -Todavía.
– Todavía. -Jane cerró los puños en los costados-. Pero nosotros sí que tendremos que empezar pronto a hacer preguntas. Estar aquí sentada, esperando a que Jock consiga por fin recordar algo que pueda parar este horror, me está volviendo loca. No podemos esperar mucho más a que se cure. ¿Has tenido alguna noticia de Brenner?
– Sólo que ha estado informándose en la estación de esquí donde Jock estuvo trabajando. Estuvo vendiendo equipamiento en la tienda de esquí tres meses, y un buen día no apareció. El propietario estaba bastante disgustado; no creía que Jock fuera tan informal. Incluso estuvo a punto de denunciar su desaparición. -Pero no lo hizo, ¿verdad? Trevor negó con la cabeza.
– En esas estaciones hay un flujo permanente de culos inquietos. Se quedan para ganar unos cuantos pavos y disfrutar del esquí, y luego siguen camino. -¿Y nada sobre Reilly?
– Todavía no. Brenner está sondeando algunas fuentes, pero ha de ser cauteloso para no poner sobre aviso a nadie de que estamos buscando a Reilly. En este momento las filtraciones son muy peligrosas.
En ese momento era peligroso todo. Incluida aquella espera por Jock. ¡Dios bendito!, ojalá pudieran hacer algo más.
– ¿Has hablado con Bartlett últimamente?
– Anoche. -Trevor Sonrió-. El Departamento de Seguridad Nacional no ha invadido la fortaleza de MacDuff. Así que, básicamente, están observando y esperando.
– Y nosotros también. -Jane hizo una pausa-. Supongo que no habrás podido equipar mi nuevo teléfono con algún tipo de bloqueo para que pueda hablar libremente con Eve y Joe, ¿verdad?
– Es demasiado arriesgado. Ya lo sabes.
Había sabido que esa sería su respuesta. Y, ¡carajo!, era la respuesta correcta. Por más que quisiera confiar en Eve y Joe, sería una idiotez correr aquel riesgo.
– De acuerdo.
– Mira, esto te está destrozando. Fue decisión tuya, pero todos la secundamos. Tenías razón, si hubiéramos presionado a Jock podría haberse cerrado en banda. Pero si te lo estás pensando, entonces di la palabra y tendré una charla con él.
– Te refieres a que utilizarás la fuerza.
– Sí creo que es la única vía. Él es nuestra única esperanza y nuestro principal escollo. No quiero que te tengas que lamentar durante el resto de tu vida que fuiste demasiado blanda para hacer lo que tenías que hacer.
– No seré demasiado blanda. -Era verdad. Se conocía lo bastante bien para saber que, a pesar del sufrimiento, tomaría la decisión que tenía que tomar si no quedaba otra salida. Pero, ¡Por Dios!, con qué desesperación esperaba que hubiera otra salida. Volvió a observar a Mario y a Jock-. Pero Mario tendría que conseguir algo de Jock muy pronto. Si no lo hace, haremos lo que tengamos que hacer. Incluso hacer intervenir al Departamento de Seguridad Nacional, a la CIA y a cualquiera que tenga la posibilidad de ayudar. Y ellos no serán ni comprensivos ni delicados con él. Cogerán lo que puedan, aunque ello conlleve destrozarle la mente.
– No lo voy a discutir. Confiemos en que no sea necesario. -Trevor cambió de tema-. Pero sí que tengo otra información interesante que tal vez quisieras conocer. Demónidas.
Jane lo miró rápidamente a la cara.
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