Jane se levantó.
– ¿Quieres que le diga a MacDuff que entre?
Él negó con la cabeza.
– No me gusta que me vea así. Reilly me hace débil. Me siento… avergonzado.
– No deberías avergonzarte.
– Sí, sí que debo. Para siempre. Soy un ser malvado, y nunca volveré a estar limpio. Pero MacDuff no dejará que me mate. Lo intenté, pero él me hizo volver. Así que si no puedo morir, tengo… que ser fuerte. -Su voz se endureció-. Pero, ¡Dios mío!, es difícil.
Jane tuvo un instante de titubeo.
– ¿Estás seguro de que no quieres que me quede y…? -Jock seguía meneando la cabeza-. De acuerdo, dejaré que descanses. -Se dirigió a la puerta-. Si me necesitas, estaré ahí. No tienes más que llamarme.
– No han estado mucho tiempo. -MacDuff se levantó de la silla en cuanto la puerta se cerró tras ella.
– ¿No? -A ella se le había antojado una eternidad-. Lo suficiente.
– ¿Jock me necesita?
– Probablemente. Pero no quiere que entre. En este momento no quiere que entre nadie. Y no ceo que corra ningún peligro inmediato.
La mirada de MacDuff se posó en el papel que Jane seguía teniendo en la mano.
– ¿Alguna reacción?
– Oh, sí. ¿Qué si es suficiente para provocar que surjan los recuerdos de Reilly? No lo sé. De ahora en adelante, tiene que salir de él. Parece que está… diferente.
– ¿En qué sentido?
Jane arrugó el entrecejo, intentando entenderlo.
– Antes me recordaba a ese pergamino en el que ha estado trabajando Mario. Había ciertas oraciones y frases que habían desaparecido y que Mario tuvo que reemplazar con conjeturas cultas para poder dar coherencia a todo el documento. Creo que ese es el punto en el que Jock se encuentra ahora.
– Entonces ha debido de producirle una impresión de mil demonios. -MacDuff apretó los labios con todas sus fuerzas-. Quiero ver ese papel.
– Y yo quiero que lo vea. -Jane se dirigió a la cocina-. Le hablaré de él mientras me tomo una taza de café. La necesito.
– Sin duda. Y abróchese la camisa.
– ¿Qué?
– Intente tapar esos cardenales que tiene en el cuello. No quiero que Trevor vaya a por Jock.
Jane se tocó el cuello.
– No me hizo daño. De verdad que no. Y no tenía intención…
– Eso dígaselo a Trevor. Está viva, y si fue demasiado estúpida para hacer lo que le dije que hiciera, entonces se merece esos cardenales. -Se sentó a la mesa de la cocina-. Ahora hábleme de cuatro ocho dos.
Cuatro ocho dos. Demasiado pequeña. Demasiado pequeña.
Es malvada. Es de la estirpe del diablo. Mátala.
Niña. Niña. Niña. Jock sintió cómo la palabra lo desgarraba, gritada por él.
No importa. Es tu deber. No eres nada sin el deber. Si fracasas, me enfadaré contigo. Y ya sabes lo que eso significa.
Dolor. Soledad. Oscuridad.
Y Reilly esperaba en esa oscuridad. Jock no podía verlo nunca, aunque sabía que estaba allí. Llevando el miedo. Llevando el dolor.
Cuatro ocho dos. Mata a la niña. Ve a la casa. No es demasiado tarde. Eso hará que te perdone.
– ¡No! -Jock abrió los ojos de golpe. El corazón le latía con fuerza, dolorosamente. Iba a morir. Reilly le había dicho que moriría si alguna vez lo traicionaba y lo desobedecía, e iba a ocurrir en ese momento-. No morí cuando no maté a esa niñita. No me puedes hacer daño.
Muere.
Sentía como se deslizaba, cada vez más frío, agonizando…
Debilidad. Culpa. No vale la pena vivir.
Muere.
Si moría, cedería a la culpa y el señor también moriría. Iría a por Reilly, y Jock no estaría allí para ayudarle.
Muere.
No moriré.
Muere.
En ese momento podía ver a Reilly con más claridad. Acechando en las sombras. No era un fantasma. No, no lo era. Era un hombre.
Muere. Deja de luchar. Te va a estallar el corazón. No tardará en detenerse. Quieres que se pare.
Reilly quería que se parase. Y Jock no quería hacer nada de lo que Reilly quería que hiciese. Aquel camino conducía a la culpa.
Que no te entre el pánico. Piensa en detener el dolor. Acompasa los latidos. Muere. ¡Que te jodan!
– Jock. -MacDuff le estaba sacudiendo del hombro-. Respóndeme. ¡Maldita sea!, Jane me dijo que estabas bien. Jamás debería haberte…
Jock abrió los ojos lentamente.
– No es eso… No voy a morir.
MacDuff suspiró aliviado.
– Todo el mundo muere. -Alborotó el pelo rubio del muchacho-. Pero a ti te queda mucho camino que recorrer.
– No lo creo. Reilly no quería… -Su expresión rebosaba preocupación-. Pero no importa lo que él quiera, ¿no es así? Puedo hacer cualquier cosa.
– No puedes tirarte de los edificios de un salto. -MacDuff carraspeó-. Pero, sí, cualquier cosa dentro de lo razonable.
– Él sigue ahí, esperándome. Pero no me puede hacer daño, si yo no se lo permito.
– Eso es lo que he estado intentando decirte.
– Sí. -Volvió la cabeza sobre la almohada-. Quiero volver a dormir. Estoy cansado… Él no se detenía nunca. Pero no me rendí a él.
– Eso está bien. -MacDuff hizo una pausa-. ¿Me puedes decir dónde encontrarlo?
– Todavía no. Puedo ver imágenes, pero sin relación. Y puede que no siga allí. No paraba de ir de un lado para otro.
– ¿En Idaho?
Jock asintió con la cabeza.
– No paro de pensar en que es en Idaho.
– ¿Dónde?
Jock guardó silencio durante un instante.
– Cerca de Boise.
– ¿Estás seguro?
– No. A veces Reilly podía proporcionarme recuerdos de cosas que no habían sucedido jamás. Pero yo estaba trabajando en una tienda de equipamientos en una estación de esquí cerca de allí la primera vez que lo vi. Él me ofreció un trabajo, y fuimos a tomar una copa a un bar de la ciudad. Después de la tercera copa perdí el conocimiento. Al menos supongo que lo perdí. Después de eso fui completamente de Reilly.
– ¿En qué estación de esquí?
Jock guardó silencio durante un instante.
– En Powder Mountain.
– ¿Y el nombre del bar?
– Harrigan's. -Jock arrugó la frente-. Pero ya se lo dije, a veces no puedo estar seguro de lo que era real y lo que era…
– Lo comprobaré. -MacDuff se levantó-. Te lo haré saber. Sólo sigue intentando recordar.
– No puedo hacer otra cosa. -Jock sonrió sin alegría-. No puedo desconectar. Todo gira y gira sin cesar, con Reilly en el centro.
– Necesitamos saber todo lo que podamos sobre él.
– Lo intentaré. Pero hay demasiadas cosas que se interponen en el camino. Obstáculos…
– Salta por encima de ellos. -MacDuff se apartó-. Puedes hacerlo.
– Lo sé -dijo Jock en voz baja-. Pero tal vez no a tiempo.
Hacía una semana MacDuff no habría apostado con que ocurriera tal cosa en absoluto. Pero el que Jock pudiera al menos sopesar las consecuencias lo animaba y llenaba de júbilo, y el chico estaba más normal de lo que lo había visto desde que lo conociera siendo un niño.
– Tonterías. Tengo fe en ti.
– ¿De verdad?
– ¿Habría pasado por todo hemos pasado juntos, si no la tuviera? -Sonrió al chico por encima del hombro-. Haz tu trabajo. Haz que me sienta orgulloso de ti, muchacho.
– Es demasiado tarde para eso. Pero haré mi trabajo. -Cerró los ojos-. Puede que me lleve algún tiempo.
– Te daremos tu tiempo.
– Bien. Él sigue interponiéndose. No puedo ver…
– Lo harás. Sólo deja que llegue.
* * *
– ¿Y bien? -preguntó Trevor cuando MacDuff salía de la habitación-. ¿Sabemos dónde está Reilly?
– Tal vez. Sigue inclinándose por Idaho. ¿Dónde está Jane?
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