– Creo que su herida es bastante evidente. -Jane intentó que no le temblara la voz-. ¡Dios mío, qué hemos hecho!
– Lo que teníamos que hacer. -MacDuff agarró a Jock por los hombros y lo obligó a mirarlo-. Ya estamos aquí. No va a ocurrir nada. No tienes nada que temer.
– Cuatro ocho dos. -De repente se inclinó hacia delante con expresión de dolor y cerró los ojos-. No. No puedo. Es pequeña. Demasiado pequeña. Cuatro ocho dos.
– ¡Dios bendito! -susurró Jane.
MacDuff le entregó la linterna.
– Tenemos que llevarlo de vuelta al chalé. -Cogió a Jock en brazos-. Conduzca usted. Yo iré en el asiento trasero con él. No sé qué va a hacer a continuación.
– No tengo miedo. ¡Por Dios!, como está sufriendo.
– Conduzca -repitió él, y se incorporó-. Si hay algún riesgo, lo asumiré.
Porque Jock era uno de los suyos. Jane se dio cuenta por la manera dominante con que MacDuff sostenía a Jock que no cabía discutir con él. Y no tenía ningún deseo de hacer nada que no fuera llevar al muchacho de vuelta al chalé tan pronto como…
El haz de la linterna que MacDuff le había dado alumbró la tierra donde Jock había estado sentado.
482. Los números estaban grabados con fuerza en la tierra. Y se repetían una y otra vez: 482,482, 482…
– Jane.
Levantó la cabeza al oír la llamada de MacDuff y se dirigió al coche corriendo
– ¿Cómo está? -preguntó Mario cuando Jane salía de la habitación de Jock.
– No lo sé. -Echó un vistazo a la puerta por encima del hombro-. Parece estar casi catatónico. Pobre chico.
– Puede que sea mi educación religiosa, pero tengo problemas para apiadarme de un asesino. -Mario apretó los labios-. Y si piensas en ello, si trabajó para Reilly, entonces es que es uno de ellos. -Levantó la mano-. Lo sé. Aquí estoy en minoría. Pero no soy capaz de concederle ni comprensión ni perdón.
– Entonces deberías mantenerte lejos de MacDuff -dijo Trevor-. En estos momentos está un poco susceptible.
Mario asintió con la cabeza.
– No tengo ningún deseo de fastidiarlo. Puede que todavía sea capaz de sacarle algo a Jock. -Se dirigió a la cocina-. Voy a preparar café.
– Cuatro ocho dos -repitió Trevor sin apartar la mirada de la puerta del dormitorio. -¿Sigue diciéndolo?
Ella asintió con la cabeza.
– Como si fuera un mantra.
– Pero ese mantra no empezó hasta que llegó a ese tramo concreto de carretera. ¿Ha intentado MacDuff hacerle más preguntas?
– Todavía no. ¿Tú lo harías?
– Probablemente no. No nos sirve de nada hacer que el chico explote.
– Es bastante triste tener que preocuparnos de lo que necesitamos, y no de lo que Jock necesita. -Ella lo paró cuando Trevor empezó a abrir la boca para hablar-. Lo sé -dijo cansinamente-. Es necesario. Y soy yo la que estuvo totalmente de acuerdo en presionarlo para conseguir las respuestas. Es sólo que me rompe el corazón al verlo sufrir de esta manera.
– Entonces el remedio es o seguir adelante hasta que lo supere o renunciar y dejar que vuelva a meterse en su concha. En unos cuantos años podría mejorar. Aunque por otro lado podría ser que no. ¿Y puedes justificar las consecuencias de la espera?
– No.
– Eso me parecía. -Se dio la vuelta-. Pero estarás mejor preparada, si sabes a lo que se enfrenta Jock. Me pondré a trabajar en ello.
– ¿En cuatro ocho dos?
Él asintió con la cabeza.
– No se me da bien criar y tranquilizar, pero dame un problema abstracto y estaré en mi salsa. He escrito exactamente lo que me dijiste que Jock dijo esta noche, e intentaré encontrar algo que corresponda a su obsesión por ese número. Puede que no sea fácil. Cuatro ocho dos podría ser la combinación de una cerradura, parte del número de una matrícula, un número de marcación rápida de un teléfono, una dirección, un número de lotería, el código de un sistema de seguridad, una palabra clave para acceder a un ordenador…
– Sé lo que quieres decir -dijo Jane-. Y no sigues enumerando opciones. Hazlo y punto.
Trevor asintió con la cabeza.
– Empezaré por el más fácil y seguiré con el resto de la lista. -Hizo una pausa y le puso la mano delicadamente en el brazo-. Ve a tomarte una taza de ese café de Mario. Parece que lo necesitas.
– Tal vez sí. -El tacto de Trevor resultaba cálido y reconfortante, y no quería dejar de sentirlo. Se concedió un instante antes de ponerse derecha y alejarse de él-. Y también le llevaré uno a MacDuff. No va a dejar a Jock. Está encima de él como una madre con su bebé. Se hace extraño ver a un hombre tan fuerte como MacDuff actuar tan maternalmente.
– Puede que pensara que estaba haciendo lo mejor al abandonar a Jock esta noche, pero en situaciones así siempre queda un elemento de culpabilidad. Volveré a buscarte en cuanto elabore una lista de soluciones posibles.
– Despierta. -Jane abrió los ojos y vio a Trevor arrodillado junto a su sillón, acariciándole la mejilla con la mano.
– ¿Qué…?
– Despierta. -Trevor sonrió-. Puede que haya encontrado algo. No hay ninguna garantía, pero merece la pena intentarlo.
Jane se incorporó en el sillón y sacudió la cabeza para quitarse la somnolencia.
– ¿Qué es lo que merece la pena intentar?
– Cuatro ocho dos. Estuve haciendo el tonto un rato con los números de marcación rápida, y luego pasé a las direcciones. Dijiste que Jock no empezó a asustarse hasta que llegasteis al tramo de carretera que bordean esos dos complejos residenciales. Accedí a los callejeros a través de internet. No hay ningún cuatro ocho-dos en el club de campo de golf, pero en el complejo residencial Mountain Streams hay un cuatro ocho-dos. -Le entregó una fotocopia-. El cuatro ocho-dos de Lilac Drive [2] .
Una oleada de excitación recorrió a Jane, aunque intentó mostrarse fríamente razonable.
– Podría ser una coincidencia.
– Sí.
Al carajo con lo de ser razonable. No se iba a privar de la esperanza.
– ¿Podría ser el domicilio de Reilly?
Él negó con la cabeza.
– Según la red, los actuales residentes son Matthew Falgow, su esposa, Nora, y su hija, Jenny. Falgow es un líder sindical local con una reputación más limpia que una patena. -Le entregó otra hoja-. Aquí están sus fotos en las últimas elecciones sindicales a las que concurrieron. Un buen chico.
Jane asintió con aire ausente mientras estudiaba las fotos. Una atractiva pareja de cuarentones con una adorable niñita de pelo rubio que aparentaba unos cuatro o cinco años de edad. El expediente sobre Falgow era tan inmaculado como Trevor había señalado, y en él no había el menor atisbo de mácula subversiva.
– No existe ninguna relación con Reilly…
– Tal vez. Tal vez no. -Trevor se sentó-. Recuerda lo que dijo Jock esta noche. Y luego, enfócalo desde otro punto de vista.
Jane lo miró fijamente a los ojos, y se estremeció de pies a cabeza cuando se dio cuenta de a dónde quería ir a parar Trevor.
Tenía que dejar de ser una cobarde; tenía que afrontarlo. Había sabido que no sería agradable. Todo lo relacionado con Reilly era corrupto y espantoso.
Respiró hondo y volvió a mirar la foto de Falgow.
– ¿Está Jock despierto? -le preguntó Jane a MacDuff sin dejar de mirar al muchacho. Éste tenía los ojos cerrados, pero la tensión que había en sus músculos delataba que estaba de todo menos relajado.
– Está despierto -dijo MacDuff-. No me responderá cuando le hable, pero no está catatónico y sabe que le estoy hablando.
– ¿Puedo intentarlo?
– Faltaría más.
– ¿Nos dejará solos?
MacDuff la miró a la cara con los ojos entrecerrados.
– A Trevor no le gustaría eso.
Читать дальше