Mario no respondió y siguió con los ojos cerrados. Era evidente que estaba dispuesto a ignorarla.
Bien, lo dejaría en paz, pensó Jane. Ya tendría oportunidad de darle la lata cuando llegaran a Colorado. Sonrió compungida ante la idea. MacDuff la había acusado de presionar a Jock, y en ese momento estaba haciendo lo mismo con Mario. Según parecía, su tiempo de inseguridad se había desvanecido con aquellas palabras qué le había dicho Trevor.
No, aquellas palabras la habían reconfortado, pero se había recuperado rápidamente, porque formaba parte de su carácter. Durante toda su vida la indecisión había sido su enemigo. Tenía que avanzar, nada de retroceder o quedarse en el sitio. No conocía otra manera.
Así que al diablo con MacDuff y Mario. Haría lo que siempre había hecho. Intentaría conformar su mundo a su medida. Era la única manera de…
– Ven conmigo. -Trevor estaba de pie a su lado-. Tengo que hablar contigo.
– ¿Por qué debería…? -Se interrumpió cuando vio la expresión de Trevor, se levantó y lo siguió hasta la cabina del piloto-. ¿Problemas?
– Tal vez. -Tenía los labios apretados-. Acabo de recibir una llamada de Venable. Dijo una frase y colgó-: «Lo siento, ya la advertí.»
– ¿Qué se supone que…?
– Llama a Eve -dijo-. Ahora. Comprueba si sabe algo.
Jane marcó el número.
– Eve, soy Jane. Ha ocurrido algo extraño…
– Cuelga -dijo Eve con sequedad-. Y sal de ahí. Joe acaba de averiguar que el Departamento de Seguridad Nacional se ha hecho cargo y han quitado a la CIA de en medio. Han planeado coger a todos los que estáis en la Pista de MacDuff, interrogaros y llevar a cabo su propia investigación.
– ¡Joder!, no pueden hacerlo. Eso pondría sobre aviso a Grozak y nos ataría de manos.
– Es lo que va a ocurrir. John Logan intentó convencerlos de que no lo hicieran, pero realizó su labor de espolearlos demasiado bien. Les ha entrado el pánico de parecer los malos, si no realizan alguna acción. Apaga el teléfono. Tenemos la línea intervenida y rastrearán tu llamada.
– Bueno. Entonces se darán cuenta de que ya no estamos en la Pista de MacDuff. No tendría sentido que entraran en tromba en el castillo con la intención de detenernos.
– De deteneros no, sólo pregunta…
– Para el caso es lo mismo. Nos atarán de manos. Y no podemos permitirnos eso en este momento. Tenemos una oportunidad, Eve. -Echó un vistazo a Trevor-. Voy a colgar y hacer que Trevor te llame. Así podrán rastrear su llamada y ver que tampoco está en la Pista. Intenta ponerte en contacto con alguien del Departamento de Seguridad Nacional y decirle que lo van a joder todo por nada.
– Ya te han oído decírselo -dijo Eve-. Y haré que John se lo explique de la manera que mejor lo pueden entender: que una metedura de pata monumental los situará derechitos en la línea de fuego política. Eso puede que los mantenga alejados de la Pista, aunque no confío en que les impida intentar encontraros. Cuídate. -Y colgó.
– Llámala -le dijo Jane a Trevor-. El Departamento de Seguridad Nacional se ha hecho cargo del asunto y ha intervenido su línea. Tenemos que intentar mantenerlos lejos de la Pista de MacDuff.
Trevor asintió y marcó el número en su teléfono. Jane se apoyó contra la pared y le escuchó hablar con Eve unos minutos antes de que colgara.
– Eso debería bastar. Vuelvo enseguida.
– ¿Adónde vas?
– A hacer que MacDuff llame a sus amigos del gobierno en Londres y les haga poner todo tipo de obstáculos que mantengan al Departamento de Seguridad Nacional lejos de la Pista. Tendrían que tener un permiso especial para actual en suelo extranjero, y no tienen ninguna prueba concreta de la comisión de un delito. El gobierno británico no se va a sentir inclinado a creer nada malo sobre MacDuff.
– Eso es cierto. Dijiste que MacDuff era una especie de héroe popular. Y eso puede acabar siendo una as en la manga.
Jane lo observó dirigirse hacia donde estaba sentado MacDuff y hablar con él. MacDuff asintió con la cabeza, sacó su teléfono y empezó a marcar.
Al cabo de un rato Trevor estaba de nuevo con Jane, mientras abría la cabina del piloto.
– Ahora tenemos que salir de aquí a toda pastilla. Dame tu teléfono. -Jane se lo entregó-. Haremos que Kimbrough vuele bajo y los arrojaremos al Atlántico en cuanto despeguemos. Haré que Brenner se encargue de conseguirnos otros teléfonos móviles cuando lleguemos a Colorado.
– ¿Pueden rastrear nuestros teléfonos con tanta precisión?
– Este es un mundo electrónico, y hay satélites espías que son utilizados por todas las agencias. Pueden localizar con precisión milimétrica prácticamente todo. Posiblemente ya hayan establecido nuestra posición. -Se dirigió a Kimbrough-: Tenemos que despegar. Ve si puedes meterle prisa a la torre de control. -Cerró la puerta de la cabina del piloto y se volvió a Jane-. Siéntate y abróchate el cinturón de seguridad.
Ella asintió con la cabeza, pero no se movió. Se sentía aturdida y estaba intentando entender las implicaciones de lo que estaba sucediendo.
– ¿Podemos conseguir que Venable se lo explique todo a los de Seguridad Nacional y nos los quite de encima?
– Probablemente ya habrá hablado con ellos hasta quedarse sin aire. En la actualidad el Departamento de Seguridad Nacional es todopoderoso, y a veces no juegan limpio con los demás. -Hizo una mueca-. Y como dijo Venable, ya te lo advirtió.
– Entonces no podemos contar con ayuda de la CIA -dijo ella lentamente-. Y no conocemos a nadie en el Departamento de Seguridad Nacional; no podemos confiar en que se crean nada de lo que les digamos ni que nos dejen hacer algo, excepto lo que ellos nos digan que hagamos. Estamos solos.
– Más o menos. -Enarcó las cejas-. Aunque por otro lado, antes también estábamos bastante solos.
– Pero teníamos a Venable, que era un respaldo poderoso. Me sentía más segura.
– No se trata de que no vayamos a meterlos en el ajo en cuanto tengamos a Reilly en nuestro punto de mira. -Y añadió-. Claro que podríamos llamar al Departamento de Seguridad Nacional y decirles que salgan a recibir a nuestro avión, si prefieres olvidarte de Jock y poner al chico en sus capacitadas manos.
– ¡No!
– Eso pensaba. -Abrió la puerta de la cabina del piloto-. Procura dormir un poco. Tengo que pedirle a Kimbrough que cambie nuestro plan de vuelo. Repostaremos en Detroit, llamaré a Bartlett y veré si Eve puede evitar que el Departamento de Seguridad Nacional haga una incursión en la Pista de MacDuff.
* * *
Trevor llamó desde Detroit a la Pista de MacDuff sólo unos minutos antes de que tuvieran que despegar.
Se alejó de la cabina telefónica.
– No hay rastro de nadie en la Pista. Y puesto que han pasado varias horas, probablemente tengamos el camino libre.
– ¡Gracias a Dios!
– Gracias a Eve y a su amigo John Logan. -Trevor se dirigió al avión a grandes zancadas-. Pero eso no significa que no vayan a intentar cogernos, si pueden seguirnos el rastro. Estamos en su territorio, y para rematarla, de forma ilegal. No se van a mostrar tan colaboradores como Venable. -Torció el gesto-. Nunca pensé que lamentaría perder a Venable.
– Porque no podías controlarlo -dijo Jane.
– No, porque, lo creas o no, lo respetaba. -Sonrió débilmente al empezar a subir las escaleras detrás de ella-. Y sí, podía controlarlo. Espero de todo corazón que ese bastardo no tenga problemas con Sabot.
El chalé era una pequeña casa de una sola planta y tres habitaciones enclavada entre dos montañas. Era una de las diversas casitas de campo desperdigadas alrededor de un lago cubierto de hielo.
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