– Gracias. Sé que era lo que pretendías. -Jane suspiró-. Sólo espero que el oro no esté enterrado bajo el río de lava.
– Tienes que enfrentarte a la posibilidad de que muy bien podría estar allí.
– No me enfrentaré a nada, ¡maldita sea! Si esa era Cira, puede que estuviera intentando sacar el oro de la ciudad. Quizá lo lograra. -Apretó los puños-. Pero no es ella. Lo sé.
– No lo sabes. Y el oro es demasiado importante para detener a esos bastardos como para que lo fiemos al instinto. -Eve empezó a dirigirse a la puerta-. Eso podría pararnos en seco. El oro nunca fue algo seguro. ¡Ojalá lo fuera! Pero deberíamos empezar a buscar qué otra solución nos sacamos del sombrero.
– El puerto -murmuró Trevor mientras observaba el despegue del avión de Eve-. Aunque estuviera allí, sería dificilísimo encontrarlo y sacarlo. Seríamos mucho más afortunados si estuviera en el túnel de Julius.
– Pero sabemos que ella estaba intentando sacar el oro del túnel. Puede que lo consiguiera.
– ¿Y que lo llevara al puerto? Tal vez fuera sólo un intento de huida. Quizá cogiera una bolsa donde lo tenía escondido y echara a correr hacia el mar.
– ¿Y qué estaba haciendo en el puerto? Julius la tendría vigilada. No habría sido seguro para ella…
– Estás hablando como si esa fuera Cira. -Guardó silencio un instante-. Tienes que admitir que las posibilidades de que pudiera serlo son importantes. Eve tenía razón. Esas estatuas podrían tener la intención de halagarla a ella o al gusto de Julius.
– Lo admito. -Jane apretó los labios-. No puedo hacer otra cosa-. Se volvió y se dirigió al acceso del avión privado-. Hasta que Mario descifre se pergamino y nos enteremos de lo que tiene que decir Cira. ¿Y si no hay ninguna clave concreta de en dónde escondió el oro o tenía intención de esconderlo? Eve tiene razón; no podemos contar con el oro. Las posibilidades de encontrarlo parecen más escasas que nunca. Y eso me da muchísimo miedo. -Apretó los labios-. Volvamos a la Pista.
– He estado en contacto con Bartlett. Dice que todo está en orden. No hay ninguna urgencia.
– En este momento cada minuto es urgente y todas las posibilidades son importantes. -Volvió a mirar hacia el cielo, donde el avión de Eve había desaparecido entre las nubes-. Eve se percató de eso, o no habría venido hasta aquí para verme. No le resultó fácil.
– Me sorprende que no estés más enfadada con ella. Te mintió.
– Lo hizo porque estaba preocupada por mí. ¿Cómo podría enfadarme con ella, cuando era la primera en fustigarse? -Hizo una pausa-. Y la quiero. Eso es lo esencial. Hiciera lo que hiciese, la perdonaría.
– Esa es una afirmación general impresionante. -Trevor abrió la puerta-. Y hace que me pregunte qué sería necesario para estar incluido en ella.
– Años de confianza, de dar y de recibir, de saber que, con independencia de lo que ocurriera, ella estaría ahí para ayudarme. -Le lanzó una mirada-. ¿Alguna vez has tenido a alguien así en tu vida?
Trevor no dijo nada durante un instante.
– A mi padre. Éramos… amigos. Cuando era niño, no deseaba otra cosa que vivir en nuestra granja y ocuparme de los campos y ser exactamente igual que él.
– ¿Una granja? Se me hace inimaginable.
– Me gustaban las cosas que crecían. Supongo que igual que todos los niños.
– ¿Y ahora no?
Él negó con la cabeza.
– Pones el corazón y alma en la tierra, y ésta puede ser destruida en un momento.
Jane lo miró. La frase había sido dicha casi con indiferencia, pero su expresión era impenetrable.
– ¿Fue eso lo que ocurrió? -Y se apresuró a añadir-: No respondas. No es asunto mío.
– No me importa hablar de ello. Pasó hace mucho. -Aceleró el paso mientras atravesaban la pista-. Había una banda racista local que odiaba a mi padre porque trataba bien a sus trabajadores. Una noche asaltaron la granja y quemaron la casa y los campos. Mataron a dieciséis trabajadores que intentaron rechazarlos. Luego, violaron y asesinaron a mi madre y clavaron a mi padre en un árbol con una horca. Tuvo una muerte muy lenta.
– ¡Dios mío! Pero lograste sobrevivir.
– Oh, sí. Enfadé al jefe de la banda al intentar apuñalarlo, e hizo que me ataran para que viera la matanza. Estoy seguro de que planeaba matarme más tarde, pero le interrumpieron los soldados. Nuestros vecinos habían visto el fuego y el humo y los habían llamado. -Se hizo a un lado para que Jane subiera la escalinata del avión-. Dijeron que tuve suerte. Siempre recordaré que fue una pésima elección de palabras. Nunca me sentí afortunado.
– ¡Por Dios! -Jane casi podía percibir la desesperación, ver el horror de aquella escena y a aquel chico atado y obligado a contemplar el asesinato de sus padres-. ¿Los detuvieron?
Él negó con la cabeza.
– Desaparecieron entre la maleza, y el gobierno los dejó escapar. No querían la mala prensa que habría acarreado un juicio. Es comprensible.
– No creo que sea comprensible.
– Ni yo en su momento. Esa fue una de las razones por las que se consideraron incorregible durante el primer año que permanecí en el orfanato. Pero luego me amoldé y aprendí a tener paciencia. Mi padre decía siempre que con paciencia se consigue todo.
– No, si aquel asesino quedó impune.
– No he dicho que quedara impune. Justo antes de irme a Colombia, el jefe de la banda tuvo un fin horrible. Alguien lo ató, lo castró y dejó que se desangrara hasta morir. -Sonrió-. ¿No es maravillosa la manera que tiene el destino de echar una mano?
– Maravillosa -repitió ella sin dejar de mirarlo. Jamás había sido más consciente de lo letal que podía ser Trevor. En apariencia era cortés y sofisticado, y eso hacía que Jane tendiera a olvidar las violentas experiencias del pasado de Trevor-. ¿Y nunca descubrieron quién lo hizo?
– Algún viejo enemigo, supusieron. No se molestaron mucho en investigar. Considerando el delicado equilibrio de la política de la época, no quisieron remover el problema. -Cerró la puerta de la cabina-. Es mejor que te sientes y te abroches el cinturón de seguridad. Vamos a despegar.
Jane lo observó mientras Trevor se dirigía a la cabina del piloto. En los últimos instantes había averiguado más sobre Trevor que nunca. No estaba segura de si eso era bueno o malo. Una vez que podía imaginar el chico que había sido, no estaba segura de si sería capaz de mirarlo sin recordar. Eso le produjo una gran tristeza.
– No. -Trevor la estaba mirando por encima del hombro, leyendo su expresión-. Eso no es lo que quiero de ti. Sexo, puede incluso que amistad. Pero no compasión. No soy Mike, a quien tuviste que criar y proteger. Hiciste una pregunta, y respondí porque no es justo que sepa más sobre ti que tú sobre mí. Ahora estamos iguales. -Desapareció en la cabina del piloto.
No exactamente iguales, pensó Jane. Él sabía mucho acerca de ella, aunque nunca le había confiado algo tan íntimo y doloroso como la historia que le acababa de contar.
Alto. Trevor no quería compasión, y ella misma la habría odiado. Como Trevor decía, aquello había sucedido hacía mucho tiempo, y aquel niño se había hecho mayor y le habían salido armadura y colmillos.
MacDuff se reunió con ellos en el helicóptero cuando aterrizaron en la Pista.
– ¿Un viaje provechoso?
– Sí y no -respondió Jane-. Puede que hayamos encontrado a Cira.
El terrateniente se puso tenso.
– ¿Qué?
– Hay una reconstrucción en un museo de Nápoles que se le parece. Su esqueleto fue encontrado en el puerto. Junto con una bolsa de monedas de oro.
– Interesante.
Jane pensó que interesado no sería la palabra que ella le habría adjudicado a MacDuff a tenor de su expresión. Parecía cauteloso, abstraído, y ella casi podía oír los procesos mentales que tenían lugar tras aquella cara.
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