– Entonces lo haremos los dos. Bien sabe Dios que hay suficientes caminos que explorar para los dos.
– Demasiados. Y ahora no tenemos tiempo para hacerlo. No, con Reilly y Grozak.
– Ahora tenemos un poco de tiempo. Podría resultar importante. Si Cira estaba huyendo de Julius, ¿cabe la posibilidad de que se fuera sin el oro?
Jane se puso tensa.
– No.
– Entonces ¿no sería lógico que el oro fuera en ese barco?
– Sí. -Y ella añadió-: Estás hablando como si en realidad hubiera un Demónidas.
– Dijiste que lo creías a medias. Trabajaré sobre esa suposición. ¿Podrías haberte encontrado alguna vez con el nombre de Demónidas en el pasado y convertirlo en fantasía? Es posible. Pero ¿por qué no comprobarlo? Daño no puede hacer.
– Podría ser una pérdida de un tiempo que no tenemos.
– Dije que me creería lo que tú creyeras. Tengo el pálpito de que crees en Cira, Antonio y Demónidas más de lo que llegarás a admitir. Sigues sin confiar en mí lo suficiente.
– Confío… en ti.
Trevor soltó una carcajada.
– Esa es una respuesta bastante pobre. -Se puso encima de ella-. Pero no pasa nada. Respondes con mucho entusiasmo en otros campos. Sólo tendré que esforzarme en realizar un avance importantísimo. -Le separó los muslos y susurró-: Pero hay avances de todo tipo. Creo que puedo hacer uno muy interesante ahora mismo.
Jane sintió avanzar el calor por todo su cuerpo cuando levantó la vista hacia él. Trevor no se había dado cuenta de que esa noche ya había hecho un gran avance. No el sexual que había conmovido a Jane hasta las entretelas. Le había permitido trasponer sus barreras mentales y aquella parte íntima de ella que no había confiado a nadie. Se sentía unida, parte de él. Que sexualmente funcionaran de manera tan fantástica casi se quedaba pálido en comparación.
Casi. ¿En qué estaba pensando? El sexo con Trevor no tenía nada de pálido; era asombroso. Lo atrajo hacia ella.
– Estoy totalmente a favor de los grandes avances. -Intentó serenar su voz-. Enséñame…
– ¿Qué estás haciendo aquí fuera? -Joe salió al porche y se sentó al lado de Eve en el escalón superior-. Son casi las tres de la madrugada. ¿Preocupada?
– Pues claro que estoy preocupada. -Se apoyó en él cuando Joe la rodeó con el brazo-. Tengo un susto de muerte. ¿Por qué no? Los políticos todos siguen discutiendo sobre la responsabilidad por el once de septiembre. Me temo que no haremos lo suficiente para detener a ese loco de Grozak.
– Estamos haciendo todo lo que podemos. ¿Te devolvió John Logan la llamada?
Ella asintió con la cabeza.
– Ha cogido un avión a Washington para hablar con los peces gordos del Departamento de Seguridad Nacional. Gracias a sus contribuciones para las campañas, tiene la suficiente influencia en el Congreso para conseguir que al menos lo escuchen. Dice que puede prometer que, aunque sólo sea eso, darán la voz de alerta. Me volverá a llamar mañana.
– Y yo llamé al director de la Agencia. Se mostró reservado, pero le dije que si no hacía intervenir a la CIA, me pondría en contacto con los medios de comunicación. Así que deja de preocuparte, Eve.
– No estoy preocupada. -Torció el gesto-. Intento no tener que tomar una decisión dolorosa. No hay manera. No creo que haya manera de que pueda evitarlo.
– ¿De qué demonios estás hablando?
– Estoy diciendo que tenemos que hacer todo lo que podamos. No paro de decirme que probablemente no tenga ninguna relación, pero no puedo correr el riesgo. -Miró su reloj-. Son las ocho de la mañana en Escocia. No voy a despertar a Jane, si la llamo ahora. -Se levantó del escalón-. Voy a entrar a hacer café. Ven dentro y hablamos.
– Era Eve. -Jane colgó el teléfono lentamente-. Quiere que me reúna con ella en Nápoles esta noche.
– ¿Qué? -Trevor se retrepó en el sillón-. De ninguna manera.
Jane meneó la cabeza.
– Tengo que ir. Eve nunca me pide nada. Me ha pedido esto.
– ¿Por qué?
– No lo sé. Sólo me dijo que era importante para ella. Se reunirá conmigo en el aeropuerto. Su vuelo llega poco después de las seis. -Arrugó la frente-. ¡Dios santo!, estoy preocupada. Eve no… Parecía…
– Iré contigo.
Ella negó con la cabeza.
– No, me dijo que fuera sola.
– Y un cuerno vas a ir sola. Ella no querría que fueras, si supiera que hay peligro. ¿Va a estar Quinn allí?
– No. -Jane levantó la mano para detener la protesta que sabía se iba a producir-. Dijo que si quieres enviar a alguien para protegerme, que por ella no hay inconveniente. Lo único que quiere es que no haya ninguna intromisión.
– No voy a entrometerme.
Lo miró fijamente con escepticismo.
– De acuerdo, intentaría no entrometerme. -Trevor meneó la cabeza-. Te dejé que fueras a Lucerna sin mí. Esta vez no te lo voy a permitir. Me quedaré en segundo plano. Seré chófer y guardaespaldas. Puedes ignorarme.
– Eso es difícil. ¿Y qué pasa con Brenner?
– No descubrió nada sobre el padre de Mario. Lo envié de vuelta a Colorado. -Apretó los labios-. Voy a ir, Jane.
Ella lo miró fijamente, contrariada.
– Pero Eve no quiere que vayas.
– Entonces tendrá que sonreír y aguantarse. -Abrió la tapa del móvil-. Llamaré para pedir un helicóptero. -Y añadió-: Y luego, telefonearé a Venable para decirle que eche el freno y que el aeropuerto de Nápoles no esté tomado por sus hombres.
Jane se había olvidado de Venable y de que éste había pinchado el teléfono. Mejor Trevor que la CIA. Y tuvo que admitir para sí que se sentía más cómoda si iba Trevor.
– De acuerdo, pero mejor que te hagas invisible, ¡maldita sea! Le diré a Mario que nos vamos y luego cogeré mi bolsa y mi pasaporte.
MacDuff estaba parado en el patio cuando el helicóptero aterrizó una hora después.
– ¿Se van?
Jane asintió con la cabeza.
– A Nápoles. Pero volveremos esta noche o mañana. ¿Cómo está Jock?
– Callado. Muy callado. Casi encerrado en sí mismo. -Arrugó la frente-. Y esta noche tuvo una pesadilla. Confiaba en que hubieran acabado.
– ¿Ha sido por mi culpa?
– Puede. O por la mía. ¿Quién sabe? -MacDuff observó a Trevor cuando éste salía del castillo-. Pero siempre de Reilly. ¿Por qué Nápoles?
– Eve quiere reunirse conmigo allí.
– Eve Duncan. -Frunció el entrecejo-. ¿Por qué no vino aquí?
– Se lo diré cuando lo sepa. -Jane se dirigió al helicóptero-. Dígale a Jock que hablaré con él cuando vuelva. Dígale que… -No estaba segura de lo que quería que le dijera. No lamentaba haber investigado y pinchado y posiblemente abierto viejas heridas, porque había sido necesario. Sólo lamentaba el dolor que había provocado-. Adiós, MacDuff. Cuide de él.
– No es necesario que me lo diga.
Jane sonrió.
– Ya lo sé. -Y repitió la frase que le había oído a él-: Es uno de los suyos.
– Aja. -MacDuff se apartó-. De los míos.
Eve abrazó a Jane cuando ésta salió de la aduana y lanzó una mirada glacial a Trevor.
– ¿Qué estás haciendo aquí?
– ¿A ti que te parece? Hace unos días vi decapitar a un hombre. No iba a correr ningún riesgo con Jane. -Cogió el neceser de Jane-. Pero le prometí a ella que no me entrometería y que desaparecería en un segundo plano, a menos que me necesitéis.
– Eso debe de haber dolido -dijo Eve secamente.
– ¡Joder, sí! Acabemos con esto. -Le entregó un llavero a Eve, se dio la vuelta y se dirigió a la salida-. Vuestro coche de alquiler está aparcado fuera. Os seguiré en otro coche de alquiler. A menos que podáis mantener vuestra conversación aquí, en el aeropuerto.
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