– ¿Qué demonios está haciendo aquí?
Jane miró por encima del hombro y vio a MacDuff parado en la entrada.
– ¿A usted que le parece? -Volvió la cabeza y le dio los últimos toques al dibujo. Arrancó la hoja del cuaderno y se la tendió a Jock-. Aquí lo tienes. Es lo mejor que sé hacerlo. Ya te dije que se me dan mejor las caras.
Jock se quedó quieto, sin moverse, mirando a MacDuff de hito en hito.
– No estoy cerca de ella. No he roto mi promesa.
– Sí, sí la has roto. Sabías lo que quería decir. -MacDuff cogió el dibujo que sostenía Jane y se lo arrojó al chico-. Estoy disgustado, Jock.
El chico parecía estar completamente aplastado, y Jane sintió que le invadía la ira.
– ¡Por el amor del cielo! Me entran ganas de atizarle. Fui yo quién se ofreció a hacerle el dibujo. Él no ha hecho nada.
– ¡Vaya, mierda! -MacDuff estaba mirando a Jock fijamente-. ¡Cierre la boca y salga de aquí de una puñetera vez!
– No lo haré. -Jane fue hasta la gardenia y la desató con cuidado-. No, hasta que le pida perdón por comportarse como un absoluto borrico. -Atravesó el jardín hasta Jock y le entregó el cordel-. Ya no hace falta. Espero que a tu madre le guste el dibujo.
El chico guardó silencio y se quedó mirando el cordel que tenía en la mano.
– ¿Le vas a hacer daño?
– ¿A MacDuff? Me gustaría estrangularlo. -Jean oyó que MacDuff murmuraba algo a su lado-. No debería tratarte así, y si tuvieras sentido común, le atizarías un puñetazo.
– No podría hacer eso. -Miró fijamente el dibujo durante un buen rato, y luego se metió lentamente el cordel en el bolsillo-. Y tú tampoco debes hacerlo. Tengo que impedir que nadie le haga daño-. Volvió a echar un vistazo al dibujo, y una sonrisa iluminó lentamente su cara-. Gracias.
– No hay de qué. -Ella le devolvió la sonrisa-. Si me quieres dar las gracias de verdad, podrías hacerme un favor. Me gustaría dibujarte. Te prometo que será mucho mejor que el de tu gardenia.
Jock miró con indecisión hacia MacDuff.
El terrateniente titubeó y acabó por asentir lentamente con la cabeza.
– Adelante. Siempre que esté yo presente, Jock.
– No quiero que esté usted, MacDuff. -Vio que Jock empezaba a arrugar la frente de nuevo, y suspiró con resignación. No servía de nada inquietar al chico. El terrateniente parecía tenerlo bien metido en el puño-. De acuerdo. Muy bien. -Se volvió y se dirigió a la puerta. Era hora de volver a Cira y a Julius y de alejarse de aquel hermoso muchacho y del hombre que parecía controlar todos sus movimientos-. Hasta mañana, Jock.
– Espere. -MacDuff la estaba siguiendo por la hilera de compartimiento hacia la puerta del patio-. Quiero hablar con usted.
– Pero yo no quiero hablar con usted. No me gusta la manera en que trata a ese muchacho. Si tiene problemas, debería recibir ayuda, no coacciones.
– Lo estoy ayudando. -MacDuff hizo una pausa-. Pero usted también podría ayudarlo. El chico no reaccionó de la manera en que pensé que lo haría. Podría ser… saludable.
– ¿Ser tratado como un ser humano y no como un robot? Diría que eso es saludable.
El hombre ignoró el sarcasmo.
– Las normas son las mismas para usted como para él. Estaré presente cuando dibuje a Jock. No hay excepciones.
– ¿Algo más?
– Si se lo cuenta a Trevor, no dejará que lo haga. Creerá que Jock le va a hacer daño; sabe que el muchacho está desequilibrado. -Le sostuvo la mirada-. Es verdad. Podría hacerle daño.
– No podría haber sido más amable conmigo.
– Créame, no haría falta más que un detonante.
Jane lo miró de hito en hito, recordando la escena que acaba de tener lugar.
– Y el detonante es usted. Es muy protector con él. Debería intentar hablarle de…
– ¿Y cree que no lo he hecho? -dijo con brusquedad-. No me escuchará.
– ¿Por qué no? El chico no parece necesitar protección.
– Le hice un favor, y se siente obligado. Espero que poco a poco lo vaya olvidando.
Jane menó la cabeza al recordar la expresión de Jock cuando MacDuff le había dicho que lo había disgustado. De devoción absoluta; de dependencia absoluta.
– Si espera a que ocurra, tardará mucho.
– Entonces que tarde -dijo con aspereza-. No lo tengo metido entre rejas para que experimenten con él un puñado de médicos a los que el muchacho les trae sin cuidado. Lo estoy cuidando solo.
– Bartlett me dijo que el chico era del pueblo, y Jock mencionó a su madre. ¿Tiene más familia?
– Dos hermanos pequeños.
– ¿Y su familia no lo ayudará?
– Él no lo permitiría. -Y añadió con impaciencia-: No le pido mucho. La mantendré a salvo. Sólo esté con él, háblele. Fue usted quien dijo que quería dibujarlo. ¿Ha cambiado de idea porque pueda haber algún riesgo? ¿Sí o no?
Ella ya tenía demasiadas cosas entre manos sin necesidad de tener que ayudar a aquel guapo muchacho. Sí, quería dibujarlo, pero no tenía necesidad de más complicaciones. Le resultaba difícil creer que el chico fuera tan inestable y peligroso como MacDuff aseguraba, pero no había duda de que algo debía de haber cuando MacDuff se sentía en la obligación de protegerla.
– ¿Por qué yo?
MacDuff se encogió de hombros.
– No lo sé. Vi la estatua de Cira de Trevor y empecé a hacerme preguntas acerca de los motivos de la presencia de Trevor aquí. Jock es muy visual, así que encontré el artículo sobre Cira en Internet, y usted aparece en él de forma muy destacada.
Cira otra vez.
– ¿Y él cree que soy Cira?
– No, no es idiota. Tiene sus problemas. -Se corrigió-: Bueno, puede que a veces se sienta un poco confuso.
Y era evidente que MacDuff se mostraba tan protector y a la defensiva con Jock como éste con él. Por primera vez Jane sintió un arrebato de simpatía y comprensión hacia MacDuff. Y no era sólo por sentido del deber por lo que estaba asumiendo el cuidado del chico.
– Usted lo quiere.
– Lo vi creer. Su madre era el ama de llaves de la casa, y el chico ha estado entrando y saliendo del castillo desde que era un chaval. No siempre fue así. Era un muchacho brillante y feliz y… -Se interrumpió-. Sí, quiero a Jock. ¿Lo hará o no?
Jane asintió lentamente con la cabeza.
– Lo haré. Pero no sé cuánto tiempo me quedaré aquí. -Hizo una mueca-. Según parece a usted no le hace gracia que esté aquí.
– La situación ya es demasiado complicada. -Y añadió con seriedad-: Aunque está bien que me vaya a ser de utilidad.
Ella lo miró estupefacta.
– Yo no formo parte de su maldita «gente» y nadie me va a utilizar… -MacDuff estaba sonriendo, y ella se dio cuenta de que estaba de broma-. ¡Uy Dios!, ¿es sentido del humor lo que percibo?
– No se lo diga a Trevor. No hay que bajar la guardia. ¿Va a decirle que va a dibujar a Jock?
– Si me apetece, sí. -Pero sabía a qué se refería MacDuff. Había estado en guardia contra Trevor desde que éste apareciera de nuevo en su vida-. Pero ese no es asunto de la incumbencia de Trevor.
– Él no estará de acuerdo en eso. No la habría traído aquí, si usted no fuera de su incumbencia. -Abrió la puerta del establo para que pasara Jane-. Si no está aquí mañana, lo comprenderé.
El bastardo estaba diciendo lo único que la decidiría a ir; era casi tan manipulador como Trevor, pensó Jane con regocijo. ¿Y por qué no se irritaba, como se habría irritado con Trevor?
– Estaré aquí a las nueve de la mañana.
– Le estoy… muy agradecido. -Le sostuvo la mirada-. Y yo pago mis deudas.
– Estupendo. -Jane empezó a cruzar el patio-. Está bien que puedo utilizarlo, MacDuff.
Oyó una risita de sorpresa detrás de ella, pero no se volvió para mirar. Probablemente estuviera cometiendo un error al involucrarse con Jock Gavin. El chico no era asunto suyo. No había ningún dibujo que mereciera correr el riesgo del que MacDuff la había avisado.
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