Logan se detuvo en un McDonald's, a unos veinte kilómetros al sur de Gainesville y compró hamburguesas y Coca-Cola para llevar. Abandonó la ruta, tomó por un camino de tierra, anduvo unos diez kilómetros y luego se detuvo cerca de una laguna.
– Esto nos dará suficiente privacidad -dijo, y apagó el motor-. Aunque seguro que hay una granja del otro lado de esa colina. No es fácil encontrar un sitio salvaje en esta época.
– ¿A qué distancia estamos del hospital?
– A cuarenta minutos, yendo a buena velocidad. -Descendió del automóvil, tomó el maletín con el cráneo de Ben y dio la vuelta para abrirle la puerta a Eve-. Ven, vamos a caminar junto a la laguna. Necesitamos algo de ejercicio.
Cualquier cosa para liberar un poco de tensión. Eve tomó su cartera y lo siguió.
La laguna era barrosa y la orilla estaba resbalosa. Debía de haber llovido hacía poco. El sol comenzaba a declinar y arrojaba barras brillantes de luz sobre la superficie del agua.
Después de una media hora, Logan preguntó:
– ¿Te sientes mejor?
– No. Sí. -Eve se detuvo junto a un árbol y apoyó la mejilla contra el tronco. -No lo sé, Logan.
– Quiero ayudarte. ¡Diablos, dime cómo ayudarte!
Resucita a Gary. Dime que Joe se va a poner bien.
Eve sacudió la cabeza.
– Quinn no es el único que puede ayudarte. Déjame intentarlo.
Eve se sentó en el suelo.
– Voy a estar bien, Logan. Sólo tengo que pensar. Sé que hay una forma de terminar con todo esto, pero tengo que verla con claridad y en este momento no puedo pensar con lucidez.
– ¿Tienes hambre?
– No.
– Pues deberías estar hambrienta. No has comido en casi veinticuatro horas.
Buba Blue's Barbecue. Gary había pedido que les trajeran…
– Quédate aquí. -Logan dejó el maletín junto a ella. -Te traeré la comida.
Eve lo observó trepar la pendiente. Vamos, contrólate, se dijo. Te estás comportando como una debilucha y él está preocupado. El ver el nombre de Gary tan fríamente escrito en esa lista la había sacudido terriblemente y le estaba costando…
Sonó el teléfono.
¿Su madre?
Buscó desesperadamente en la cartera hasta que lo encontró.
– ¿Eve?
Lisa Chadbourne.
Eve empezó a temblar.
– Maldita seas. Ojalá ardas en el infierno.
– No me diste opción. Traté de darte una salida.
– Y después mataste a Gary.
– Fiske lo mató… Bueno, no lo voy a negar. Le dije que quería que lo hiciera.
– ¿Y le dijiste que matara a Joe, también?
– No, eso no estaba en los planes inmediatos.
Pero no negaba que pudiera estar en los planes mediatos.
– Está muy grave.
– ¿Y supongo que el hombre muerto al que encontraron con él era Fiske?
– Trató de matar a Joe.
– Es evidente que no lo logró. Tengo entendido que tal vez Quinn se recupere.
– Será mejor que así sea.
– ¿Me estás amenazando? Entiendo tu amargura pero, ¿no te diste cuenta todavía de que no puedes ganar? ¿Cuánta gente más tiene que morir, Eve?
– Ya no tienes a Fiske.
– Timwick encontrará un reemplazante. Quinn está en una posición muy vulnerable, ahora. Está conectado a un respirador, ¿no es así?
Un relámpago de furia sacudió a Eve.
– Ni se te ocurra pensarlo.
– No quiero tener que pensarlo -respondió Lisa en tono cansado-. La idea me da náuseas, pero voy a hacerlo si es necesario, Eve. Del mismo modo en que tuve que hacer matar a Kessler. Y en que haré matar a toda la gente que quieres. Tienes que entregarme el cráneo y el informe de ADN.
– Vete al diablo.
– Escúchame, Eve. Piénsalo. ¿Vale la pena?
– ¿Dices que si te doy el cráneo Joe va a vivir?
– Sí.
– Mentirosa, Joe nunca estaría a salvo. Dios, si hasta mataste a Scott Maren y se suponía que era tu amigo.
Silencio.
– Esa no fue decisión mía. No me enteré de su muerte hasta que ya había sucedido. Timwick entró en pánico y reaccionó mal. Me encargaré de que Quinn quede a resguardo. Créeme.
– No te creo.
– ¿Qué quieres entonces, Eve? ¿Qué puedo darte?
– Quiero que te derriben. -Cerró los ojos y pronunció las palabras que jamás creyó que diría a nadie. -Te quiero ver muerta.
– Lamentablemente, creo que eso no es factible para ti.
– Es todo lo que deseo en la vida.
– No es cierto. -Lisa hizo una pausa. -Temía que Fiske fallara, de modo que he estado sentada aquí preguntándome qué podía ofrecerte. Y de pronto se me ocurrió. ¡Tan simple! Sé qué es lo que quieres más todavía que verme derrotada.
– No hay nada que quiera más que eso.
– Sí que lo hay, Eve.
Eve seguía mirando el teléfono cuando Logan regresó.
Él se detuvo a unos metros y la miró con atención.
– ¿Te llamó tu madre? ¿Cómo está Quinn?
Eve negó con la cabeza.
– Era Lisa Chadbourne.
Logan se puso rígido.
─¿Y?
– Quiere el cráneo.
– Bueno, eso ya lo sabíamos. ¿Eso es lo que te tiene tan mal?
– Sí. -Eve volvió a guardar el teléfono en la cartera. -Es eso.
– ¿Te amenazó?
– Amenazó a Joe y a mamá.
– Qué dulce.
– Pero no estoy segura de que pueda garantizar que estén a resguardo aun si hago un trato con ella. Dijo que Timwick entró en pánico y que ella no pudo controlarlo cuando mató a Maren. Podría no poder controlarlo otra vez.
– O tal vez todo eso sea mentira y la que dio la orden fue ella.
– Puede ser. No lo sé. No puedo pensar ahora.
Si hago un trato con ella…
De pronto las palabras de Eve cobraron sentido.
– Santo Cielo, estás realmente pensando en negociar. ¿Qué diablos te dijo?
Eve no respondió.
Logan se puso de rodillas junto a ella.
– Dímelo,
Eve sacudió la cabeza.
– No entiendo nada. Quizá más tarde.
– ¿Quizá?
Ella cambió de tema.
– Quiero que llames al hospital.
– ¿Para ver cómo está Quinn? Tu madre dijo que…
– No, quiero que llames a la enfermería. Quiero que les digas que vas a matar a Joe.
– ¿Qué?
– Quiero que te muestres grosero, obsceno, desagradable y explícito. Quiero que le digas a la enfermera que vas a fingir que eres un empleado del hospital y que te meterás en su habitación para desconectarle el respirador. O tal vez darle una inyección que lo mandará al otro mundo. Quiero que hables como un homicida demente.
Logan asintió lentamente.
– Informarán a la policía de la llamada anónima y ellos se pondrán a vigilar.
– Lo haría yo, pero en general, siempre a un hombre se lo percibe como más peligroso.
– Pues la percepción puede resultar muy engañosa. Llamaré de inmediato. -Frunció el entrecejo. -¿Qué haces?
Eve estaba de rodillas y había acercado el maletín hacia ella.
– Quiero tener el maletín en mis manos.
– ¿Para qué?
– No me voy a escapar con él. Simplemente lo quiero tener en las manos.
A Logan eso le gustó tan poco como la forma en que Eve se estaba comportando.
– Creo que deberíamos irnos de aquí. Necesitamos buscar un sitio donde dormir.
– Bueno, volveremos a Gainesville esta noche. -Eve bajó la vista hacia el maletín que tenía sobre las rodillas. -Vamos, haz la llamada.
Sandra llamó a Eve a las once de la noche.
– Los signos vitales de Joe se han estabilizado. Todavía está grave, pero el panorama es mejor.
Eve sintió una oleada de esperanza.
– ¿Cuándo podrán estar seguros?
– No lo sé. Mañana por la mañana, creo. ¿Cómo estás?
– Bien.
– No parece.
– Estoy bien, mamá. ¿Estás con Ron?
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