– Te vio, ¿sabes?
– ¿Quién? ¿Jay? -Galen se echó a reír-. Debo de estar perdiendo facultades.
– Eso le dije yo.
– No se habrá enfadado porque la estemos vigilando, ¿verdad?
– No. Sabe que cualquier persona cercana a Luke es un objetivo potencial. El asesino ha secuestrado ya a dos policías. Dudo que vacilara en secuestrar a un agente federal.
– No, en mi opinión ese tipo tiene huevos suficientes para hacer casi cualquier cosa. Y apuesto a que ahora mismo está muy cabreado.
– Me uno a la apuesta -dijo Bishop-. La pregunta es cuál será su siguiente movimiento.
El periodista, cuyos ojos se movían inquietos, salió de espaldas de la caseta de Samantha mientras mascullaba:
– Está bien, creo que ha valido la pena gastarme el dinero.
Lucas salió inmediatamente de detrás de la cortina, echó un vistazo a Samantha y le dio un pañuelo. Cuando Ellis entró en la caseta con las cejas levantadas, le dijo:
– Ya es suficiente. Diles que se ha acabado por esta noche.
Samantha, cuya nariz seguía sangrando pese a que se la había taponado con el pañuelo, dijo:
– Ese cerdo pega a su mujer.
Ellis sacudió la cabeza.
– Quizá puedas alertar al sheriff.
– No es del pueblo, maldita sea.
Ellis sacudió de nuevo la cabeza y volvió a salir para ofrecer vales a las personas que esperaban para ver a Madame Zarina.
– Sam…
Ella atajó a Lucas.
– Esto sólo ocurre cuando percibo violencia de alguna clase -contestó.
– Puede ser, pero nunca te había pasado, Sam. Es extraño. Y eso lo convierte en una señal de peligro. -No parecía especialmente preocupado. Hablaba con simple pragmatismo.
Samantha se quitó el turbante y lo dejó sobre la mesa, delante de ella, sin apartar la vista de la cara de Lucas.
– Está bien, pues haz algo para que no tenga que seguir haciendo esto. Encuentra a ese tipo.
– Por el amor de dios, ¿no crees que lo estamos intentando? -A pesar de sus palabras, su voz seguía sonando serena y su rostro parecía inexpresivo.
– La policía, sí. Los federales, también. Pero tú… Tú has estado mirando mapas y listas e informes de autopsias y compilando perfiles psicológicos. Hoy hasta has escalado media montaña. Pero no intentabas encontrarlo a él, corrías tras él intentando encontrar a sus víctimas. Como has estado haciendo el último año y medio.
– No sigas por ahí, Sam.
– ¿Por qué no? -Ella volvió a doblar el pañuelo y se limpió lo que quedaba de sangre, apartando por fin la mirada de él para ver lo que hacía-. De todos modos, cuando acabe todo esto me despreciarás, así que, ya que estamos, prefiero decir todo lo que pienso y sacarlo a la luz.
– Éste no es momento ni lugar…
– Es el único lugar que tenemos, Luke, y el tiempo se nos está agotando. ¿O es que no lo has notado? Hoy has ganado una jugada, ¿recuerdas? Has vencido a ese cabrón. Y los dos sabemos que no se va a tomar bien la derrota. Hará otro movimiento, seguramente ya esté haciéndolo. Estará eligiendo a su próxima víctima, si es que no la eligió hace mucho tiempo. Estará preparando una de las máquinas de matar que le quedan.
Lucas exhaló un suspiro y dijo con firmeza:
– Son casi las diez. ¿Por qué no te cambias y te quitas el maquillaje y nos vamos de aquí?
– Puedes encontrarle, ¿sabes?
– Sam, por favor.
– Se nutre del miedo, Luke. Si lo que vi cuando toqué ese colgante es cierto, lleva muchísimo tiempo alimentándose del miedo. Está todo dentro de él. Tú puedes sentir eso. Lo único que tienes que hacer es conectar con él.
– Te esperaré fuera. -Lucas salió de la caseta.
Samantha se quedó mirando un rato el lugar por donde había desaparecido; después se puso en pie y entró en la parte de atrás, protegida por una cortina. Se quitó el traje de Madame Zarina y se embadurnó la cara de crema para quitarse el maquillaje, y mientras estudiaba su rostro en el espejo pensó que últimamente cada vez había menos diferencias entre la cara envejecida de Madame Zarina y la suya.
Se quitó pulcramente el maquillaje y otros accesorios, con ademanes más lentos de lo que era costumbre en ella, acabó de recoger sus cosas y salió de la caseta para reunirse con Luke.
Al ver a su alrededor la feria iluminada y ruidosa dijo distraídamente:
– Me pregunto si estará aquí, observándonos. Me pregunto qué hay aquí que tanto le fascina.
– Estás tú -dijo Lucas.
Antes de que ella pudiera responder apareció Leo.
– Sam, Ellis me ha dicho que te ha sangrado la nariz -dijo, preocupado-. ¿Estás bien?
– Sí, estoy bien. Sólo un poco cansada.
– Voy a llevarla al motel -dijo Lucas.
– Intenta que duerma hasta tarde, ¿quieres? -dijo Leo-. Y, Sam, nada de trabajar mañana por la noche. De hecho, mañana no hay función. Ya he puesto el cartel de que cerramos.
– Por mí no hacía falta.
Leo sacudió la cabeza.
– Es por todos. Últimamente no pasas mucho tiempo por aquí, así que no te has dado cuenta de que todo el mundo está ansioso y con los nervios a flor de piel. Han pasado demasiadas cosas. Un par de personas hasta me han pedido que recojamos nuestros bártulos y nos larguemos de Golden.
Samantha no miró a Lucas.
– Se supone que sólo vamos a quedarnos hasta el lunes que viene.
– Sí. Y eso haremos… a no ser que cambies de idea.
– Ya veremos -dijo ella.
– Avísame si es así. -Leo suspiró-. Mientras tanto, a todos nos vendrá bien una noche de descanso. De hecho, creo que la mayoría quiere ir al pueblo y quedarse en el motel. No sé si es por los nervios o por la necesidad que todos tenemos de dormir de vez en cuando fuera de una caravana.
Lucas tomó a Samantha de la mano, lo cual la sorprendió, y le dijo a Leo:
– Cuida de tu gente. No creo que el asesino elija como objetivo a uno de los vuestros, pero no puedo estar seguro. Así que cubríos las espaldas.
– Lo haremos, Luke. Gracias.
Mientras Lucas la conducía hacia el aparcamiento y hacia su coche de alquiler, Samantha dijo con calma:
– Leo todavía te está agradecido porque salieras en defensa de la feria hace tres años. Cuando esa basura acerca de gitanos que robaban niños apareció en la prensa, empezaron a ocurrir cosas muy feas. Si no hubieras convencido a las autoridades locales para que nos protegieran y no hubieras insistido en que nadie de la feria estaba involucrado en el caso, sabe dios cómo habría acabado aquello.
– Sólo hacía mi trabajo.
– No hacías sólo tu trabajo y los dos lo sabemos.
Lucas abrió en silencio el coche de alquiler y sostuvo la puerta del acompañante para que ella entrara.
Samantha montó, consciente de nuevo de su cansancio. Y se preguntó, al rodear Lucas el coche para deslizarse tras el volante, si su plan iba a funcionar. Ya no estaba segura. Sí, Luke había sido capaz de encontrar al sheriff a tiempo y contra todo pronóstico, pero Samantha tenía de pronto la impresión de que sus barreras defensivas eran aún más altas y gruesas que antes.
Se había acercado demasiado y él había vuelto a replegarse sobre sí mismo. Tal vez para siempre.
Mientras salían de los terrenos de la feria, él dijo:
– Tengo que pasarme por mi habitación para recoger un par de cosas.
– No tienes que quedarte conmigo esta noche.
– No pienso discutir sobre esto, Sam. Voy a quedarme contigo. Hasta que esto acabe.
– Si es necesario que tenga un guardaespaldas, seguro que a Jaylene no le importaría tener una compañera de cuarto.
– Deja de presionarme, Sam.
– No te estoy presionando, sólo intento ofrecerte una salida.
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