John Verdon - Deja en paz al diablo

Здесь есть возможность читать онлайн «John Verdon - Deja en paz al diablo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Deja en paz al diablo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Deja en paz al diablo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Nada es nunca lo que parece. Y menos si David Gurney está involucrado.
Han pasado seis meses. David Gurney apenas ha conseguido reincorporarse a una cierta normalidad después de haberse encontrado al borde de la muerte tras resolver el caso más peligroso al que se había enfrentado. Madeleine, su esposa, está preocupada: ha sido diagnosticado con síndrome de estrés postraumático; nada parece alegrarle.
Hasta que recibe una llamada. Connie Clark, la periodista que creó la leyenda de superpoli, lo puso en la portada de una revista y lo catapultó a la fama, quiere pedirle ayuda. Su hija Kim está realizando un documental sobre las familias de las víctimas de un asesino en serie al que nunca atraparon, el Buen Pastor, y Connie quiere que Gurney supervise sus investigaciones y la guíe. En parte por aburrimiento y en parte por hacerle un favor a Connie, Gurney acepta.
Sin embargo, esto no será más que el principio. Incapaz de ponerle coto a su curiosidad y a su necesidad de resolver cada una de las incógnitas que se le presentan, David Gurney se verá arrastrado a una investigación para descubrir la verdadera identidad del asesino. Un asesino que es tan imprevisible como peligroso.
Si en Sé lo que estás pensando te asombró y en No abras los ojos te aterró, con Deja en paz al diablo, John Verdon consigue lo inesperado: sorprender al lector a cada página hasta dejarlo sin aliento.

Deja en paz al diablo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Deja en paz al diablo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Otra vez la voz tras el megáfono: «Tire las armas y abra la puerta».

Gurney observó a aquel tipo pequeño y común que vestía con un cárdigan color habano.

– ¿Dígame una cosa, Larry? ¿Se arrepiente de algo?

Parecía sorprendido.

– Por supuesto que no. Todo tiene perfecto sentido.

– ¿Incluido Lila?

– ¿Perdón?

– ¿Incluido matar a su mujer, Lila?

– ¿Qué pasa con eso?

– ¿También tiene perfecto sentido?

– Por supuesto. De lo contrario no lo habría hecho, siempre hablando en hipótesis. En realidad, debería decir que más bien teníamos un acuerdo comercial, no tanto un matrimonio convencional. Lila era una atleta sexual muy refinada. Pero eso es otra historia.

Pasó al lado de Gurney, se acercó a la puerta de la cabaña, la abrió y arrojó la gran pistola a la hierba.

«Muestre las manos… Levántelas por encima de la cabeza… Camine hacia delante muy poco a poco.»

Sterne levantó las manos y salió de la cabaña. Al dirigirse hacia el camino elevado, el foco del helicóptero se centró en él. Un vehículo en el otro extremo del paso elevado, con luces antiniebla y dos faros encendidos empezó a avanzar.

Era extraño. Lo normal era mantener la posición y dejar que el sospechoso avanzara hasta un punto preseleccionado. Allí, con la intervención de un equipo de apoyo, la situación podría controlarse mejor.

Y por cierto, ¿dónde estaban los refuerzos? ¿En el helicóptero que sobrevolaba la cabaña? Ningún jefe de equipo en su sano juicio lo manejaría de ese modo.

Había varios focos instalados, pero ningún faro más. No había coches de policía. Dios, si había uno, debería de haber una docena.

Gurney cogió la Beretta de la mesa y miró por la ventana.

Era difícil ver gran cosa del vehículo que se acercaba por el camino elevado, con aquellas luces enfocadas hacia delante. Pero había una cosa evidente: los faros estaban demasiado separados para pertenecer a un coche patrulla. El Departamento de Policía del estado de Nueva York tenía diversos todoterrenos, pero el que se acercaba por el paso elevado era un vehículo demasiado grande.

Y era lo bastante ancho como para ser el Humvee de Clinter.

Eso significaba que el helicóptero tampoco era de la policía.

¿Qué cojones?

Sterne ya estaba en el camino elevado, con las manos levantadas, a cinco o seis metros del vehículo que se acercaba.

Gurney salió de la cabaña. Con la Beretta a punto, levantó la mirada. A pesar del destello del faro del helicóptero no le costó reconocer el gigante logo de RAM en su vientre.

El faro barrió el camino elevado, iluminando primero a Sterne y luego al vehículo que tenía delante, que desde luego parecía el Humvee de Clinter. Había algo sobre el capó. ¿Quizás una clase de arma? La luz del helicóptero barrió el agua, volvió a la cabaña y regresó al camino elevado.

¿Qué coño estaba pasando ahí? ¿Qué pretendía hacer Max Clinter?

La respuesta llegó en un horrendo shock . El artefacto del capó disparó una llamarada que al momento envolvió a Sterne de la cabeza a los pies en un fuego naranja que se fue haciendo cada vez mayor. El hombre empezó a tambalearse, gritando. El helicóptero se inclinó para acercarse, pero la corriente de aire provocada por el rotor intensificó las llamas y el aparato se alejó elevándose rápidamente.

Gurney corrió desde la cabaña al camino elevado, pero cuando llegó Sterne ya había caído al suelo, inconsciente, por suerte. Estaba envuelto en un fuego que ardía con el calor cegador de un napalm casero.

Cuando Gurney levantó la mirada del cuerpo que ardía, vio a Max Clinter de pie, junto a la puerta del Humvee, con uniforme de camuflaje y botas de piel de serpiente. Tenía los labios retraídos y mostraba los dientes. Sostenía una ametralladora de las que Gurney solo había visto en viejas películas de guerra, siempre sobre un soporte. Parecía demasiado grande y pesada para que la llevara un hombre, pero Clinter no parecía tener problemas para aguantar su peso. Se separó varios pasos del Humvee y levantó el enorme cañón hacia el cielo.

Por un momento, por el ángulo del arma y la ferocidad demente en los ojos de Clinter tuvo la sensación de que estaba a punto de cargar contra la luna. Pero entonces el cañón se movió firmemente hacia el helicóptero de RAM, cuyo rugiente rotor estaba convirtiendo la plácida superficie del estanque en una masa de agua ondulada.

– ¡Max, no! -gritó Gurney.

Sin embargo, Clinter estaba lejos de su alcance y no le escuchaba. Parecía que nada podía detenerle. Separó los pies, gritó algo que Gurney no pudo descifrar en medio de aquel estruendo y empezó a disparar.

Al principio la andanada de balas pareció no provocar efecto alguno, pero luego el helicóptero se inclinó y empezó a caer en pequeño arcos descendentes. Max siguió disparando. Gurney estaba tratando de llegar a él, pero el fuego que se extendía desde el cuerpo de Sterne le bloqueaba el paso. El calor y el hedor de carne quemada eran horrendos.

Entonces, con una abrupta sacudida, el helicóptero giró noventa grados de costado, estalló en llamas y se estrelló en el camino elevado justo detrás del Humvee. Hubo una segunda explosión y luego una tercera, cuando el vehículo de Clinter quedó envuelto en la conflagración. Clinter no pareció fijarse en que lo había rodeado una salpicadura de combustible ardiendo.

Gurney saltó al estanque para rodear el cuerpo de Sterne y avanzó por el agua, que le llegaba hasta la cadera, sobreponiéndose al efecto ventosa del barro del fondo. Cuando logró auparse otra vez al camino elevado, medio reptando, medio tambaleándose hacia Clinter, la ropa y el cabello del hombre ya estaban en llamas. Todavía sosteniendo el arma, Clinter empezó a correr como un loco en dirección a la cabaña: el aire que generaba al correr alimentaba el fuego que lo estaba consumiendo. Gurney se propulsó hacia delante para intentar arrojarlo al estanque, pero cayeron juntos al suelo, al borde del agua, mientras la enorme ametralladora, entre ellos, no dejaba de disparar balas en la noche.

51

Gracia

A la mañana siguiente, casi a mediodía, Gurney todavía estaba en la cama de una habitación de urgencias del hospital municipal de Ithaca. Aunque el personal de urgencias había estado relativamente seguro de que su estado no revestía gravedad -tenía algunas quemaduras de primer grado y algunas de segundo grado-, Madeleine había insistido después en que llamaran al dermatólogo de guardia. Una vez que este -que les pareció un niño jugando a ser médico en el recreo- se fue, después de confirmar el diagnóstico primero, estaban esperando a que se solucionara una confusión con el seguro y terminaran con el papeleo. El sistema informático de alguien había caído, no estaba claro el de quién, y les habían advertido con despreocupación de que todo el proceso podría prolongarse.

Kyle, que había acompañado a Madeleine al hospital, estaba vagando entre la habitación de Gurney y la sala de espera, entre la tienda de regalos y la cafetería, entre la sala de enfermeras y el aparcamiento. Estaba claro que quería estar allí e igual de claro que se sentía frustrado por no poder ocuparse de nada. Esa misma mañana, había entrado y había salido numerosas veces de la pequeña habitación de su padre. En un momento dado, con torpeza, dijo: -¿Sabes, papá, tenemos la cabeza más o menos del mismo tamaño? Me preguntaba… Quería saber… Quiero decir…, bueno, si podría quedarme con tu casco.

Se lo había querido pedir desde que Madeleine le había mencionado que el viejo casco de motocicleta de Gurney estaba guardado en el desván.

– Claro, por supuesto. Te lo daré cuando volvamos a casa. -Sonrió al pensar que, al parecer, su hijo había heredado esa forma indirecta de expresar afecto.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Deja en paz al diablo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Deja en paz al diablo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


John Verdon - No abras los ojos
John Verdon
John Verdon - Think of a Number
John Verdon
John Lindqvist - Descansa En Paz
John Lindqvist
John Katzenbach - Dzień zapłaty
John Katzenbach
libcat.ru: книга без обложки
John van Dijk
John B. Smith - Before The Devil
John B. Smith
Diego Goldemberg - ¿Al diablo con el amor?
Diego Goldemberg
Jesús María López-Davalillo y López de Torre - María, la Innovadora. La innovación aplicada a la empresa
Jesús María López-Davalillo y López de Torre
Отзывы о книге «Deja en paz al diablo»

Обсуждение, отзывы о книге «Deja en paz al diablo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x