Maan Meyers - El médico de Nueva York

Здесь есть возможность читать онлайн «Maan Meyers - El médico de Nueva York» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Исторический детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El médico de Nueva York: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El médico de Nueva York»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Varias mujeres mueren decapitadas. Una de las víctimas es el ama de llaves de John Tonneman, un joven médico neoyorquino que en 1775 regresa a su ciudad para ocuparse de la consulta de su padre, recién fallecido. Para John, la mujer asesinada era más una madre que una criada, y dolido por su pérdida se vuelca con implacable determinación en la búsqueda de! criminal. Al revuelo ocasionado por las atrocidades del psicópata, se une la violencia social de un país al borde de una guerra por la independencia. En medio de ese caos, John hallará consuelo en el amor de una hermosa muchacha.

El médico de Nueva York — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El médico de Nueva York», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Simulando preocupación, Bushnell subió presuroso a su habitación. Una vez en ella, espió a Hickey desde la ventana que daba a Bridge Street; luego encendió una vela y la pipa y aguardó. Al cabo de un rato, apagó la llama y continuó esperando. Tenía mucha paciencia. Transcurrieron dos horas antes de que Hickey decidiera que Bushnell ya dormía.

Hickey se alejó, seguido de Bushnell. El primero se dirigió a la taberna Serjeant.

Al ver que entraba en una de las habitaciones reservadas, Bushnell preguntó a un camarero si había alguna libre.

El camarero sonrió socarronamente.

– ¿Se ha excitado con una mujer, señor?

– Sí, con una mujer.

– Podré arreglarlo -replicó al tiempo que volvía a sonreír y tendía la mano.

A Bushnell sólo le quedaban unos pocos peniques; decidió que aquel asunto era más importante que el desayuno del día siguiente. Le puso una moneda en la mano y con la cabeza señaló el reservado contiguo al de Hickey.

– Ése me irá bien.

El camarero observó el penique con desdén. Bushnell añadió otro más. El camarero sonrió de nuevo y se encogió de hombros, resignado a que no obtendría más dinero de ese cliente.

– La habitación es suya. ¿Qué quiere tomar?

Bushnell no respondió. El camarero escupió.

– Tiene que tomar algo.

– Cerveza. En un vaso.

La habitación estaba iluminada por una única vela. Bushnell aplicó la oreja a la pared; sólo oyó murmullo de voces. El camarero abrió la puerta de un puntapié y depositó la cerveza violentamente sobre la mesa.

– Dos peniques.

A Bushnell sólo le quedaba un chelín. Se lo ofreció y esperó a que le diera el cambio; dieciocho peniques.

– Tiene una hora.

Bushnell apuró la bebida de un trago y apoyó el vaso contra la pared. Oyó que hablaban sobre un encuentro con el gobernador Tryon para luego maldecir al congreso, Washington y algunos notables líderes patriotas; nada, en definitiva, que valiera la pena.

– Quiero más dinero. -La voz que había pronunciado esta frase en voz alta sin duda pertenecía al irlandés.

Se oyó una carcajada.

– ¿Dinero? ¿Sólo quieres dinero? Coge esta maleta, está llena de dinero. Fue robada en Boston. Cógela. Hay muchas más como ésta.

La puerta del reservado de Bushnell se abrió de golpe, el hombre se asustó. Por suerte, fue lo bastante rápido como para esconder el vaso.

– Sal.

– No; no quiero.

– Tienes que salir. Alguien más quiere el reservado.

– He pagado por él.

– No lo suficiente.

– Pagaré más.

Los del reservado contiguo alzaron la voz. Bushnell deseaba escuchar la conversación que mantenían al precio que fuera. Se vació los bolsillos.

– ¿Cuánto quieres?

– Demasiado tarde. Hay un tipo cuya mujer ya ha llegado. Me ha dado un chelín.

Bushnell recogió las monedas, salió de la habitación y se entretuvo un rato en el bar. Hickey salió al cabo de poco. Bushnell siguió al soldado atezado hasta Little Dock Street. Observó que entraba en la carnicería Gunderson. Aguardó fuera más de una hora, con la esperanza de que Hickey volviera a salir a la calle; mientras tanto, pensaba que tendría que contar todo al general Washington. Al final, decidió abrir la puerta de la carnicería; entró con mucha cautela.

Estaba vacía.

60

Viernes 14 de junio. Mañana temprano

La puerta del infierno se abrió de par en par. La cerró de un portazo. Volvió a abrirla. La cerró de nuevo. La selló con clavos para que permaneciera cerrada durante toda la eternidad.

– Abran.

Hickey despertó de golpe. Salió de la cama medio aturdido.

– Abran.

– ¿Quién es?

– El congreso provincial.

Se dirigió hacia la puerta con paso vacilante.

– ¿Qué ocurre?

– Pronto lo averiguarás.

A Hickey no le quedó más remedio que abrir la puerta. Tras ella había dos hombres, o mejor dicho, un viejo y un chico. El primero llevaba el uniforme azul de la milicia de Nueva York, y el muchacho unos calzones gastados y un tricornio azul que le identificaba. Le apuntaban con sendos mosquetes.

Hickey pensó en salir corriendo. Esa mañana no llevaba el cuchillo que normalmente escondía en la espalda. Siempre le ocurría lo mismo cuando se emborrachaba por la noche. Recordó que había tomado dos botellas de ron. Con el cuchillo habría podido degollar al viejo en un santiamén. El mozalbete probablemente se esfumaría al ver la primera gota de sangre.

– ¿Para qué habéis venido?

El hombre, que debía de pasar de los sesenta, carraspeó y escupió a los pies de Hickey.

– Hemos venido a arrestarte.

– ¿Por qué? Soy un soldado. Trabajo para el general Washington. Si he hecho algo mal, deben ser los militares quienes me arresten; o mejor dicho, el mismísimo George.

– Da gracias a Dios de que hayamos venido nosotros; el ejército ya te habría asestado algunos latigazos en el culo. El comité de conspiraciones sólo quiere hablar contigo, eso es todo. Seguramente dentro de una hora podrás tomar una cerveza.

– ¿Qué cargos se me imputan?

– Falsificación -respondió el viejo. El joven, mientras tanto, miraba fijamente a Hickey.

– ¿Falsificación?

Hickey estaba confuso. Al cabo de unos segundos comprendió todo. «¡Maldito Matthews!» Había pagado a sus secuaces con billetes continentales que ese desgraciado de Matthews había falsificado. El muy hijo de puta le había preparado una encerrona.

– No entiendo qué tiene que ver eso conmigo.

Retrocedió unos pasos. Ignoraba dónde se hallaba el cuchillo, pero la pistola seguía bajo la cama, cebada, lista para disparar.

«Mierda.» Había pagado el ron con el dinero que le había entregado Matthews. Hickey se inclinó sobre la cama. Enseguida notó un pinchazo en la nuca; el mosquete del viejo. Se volvió despacio, sonriente.

– ¿Qué demonios crees que estás haciendo?

– Estás acusado de falsificación de billetes; si no vienes por las buenas, tenemos órdenes de arrestarte.

Volvió a apuntarle con el mosquete, esta vez en el pecho.

No podía hacer nada. Hickey eructó y se arregló las ropas con que había dormido.

– Vamos.

Los tres salieron por la tienda, dónde la esposa de Gunderson y una hija limpiaban para abrir cuanto antes. Observaron en silencio cómo se llevaban a Hickey.

– ¿Qué coño significa eso de la falsificación, chicos? -preguntó Hickey, cada vez más preocupado, aunque esforzándose por mostrarse jovial-. Podéis dejar de apuntarme. Yo también soy un patriota.

– No lo dudo -repuso el viejo sin dejar de apuntarle-. Se rumorea que hay una conspiración para depreciar nuestro dinero. Cuentan que el dinero se falsifica en el barco de Su Majestad, el Asia; en fin, que hay que terminar con esto o perderemos la guerra antes de empezarla. No te gustaría que ocurriera, ¿verdad?

– Claro que no -respondió Hickey.

Pasaron por delante de las fortificaciones de Hunter's Key y Burnett Street. Las calles estaban casi desiertas. Hickey se percató de que el chico estaba despistado. Si quería huir, ése era el momento. No obstante, el viejo sí se mantenía atento. Si trataba de escapar, el viejo bastardo le clavaría el mosquete en la espalda. Mientras caminaban por Little Dock Street en dirección a la muralla, Hickey pensó que se había metido en un buen lío. Le irritaba pensar que había sido arrestado por un viejo y un niñato por unos billetes falsos. Los dos hombres le entregaron al carcelero, y Hickey fue encerrado en el calabozo del ayuntamiento.

La celda era pequeña; oyó el correteo de las ratas. Se dijo que había pasado por situaciones peores. Por lo menos había una vela. El irlandés se tumbó en el suelo. No se estaba tan mal; sólo necesitaba una botella. Tenía algo de dinero. Decidió intentar sobornar al carcelero para que le consiguiera ron, o mejor aún, coñac. Además, trataría de ponerse en contacto con Matthews. Ese bastardo iba a enterarse. Ese maldito bribón era, después de todo, el maldito alcalde. Matthews podría sacarle de allí, si quería; naturalmente, tendría que querer. Sin Hickey, ya no habría más explosiones, ni ningún general muerto.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El médico de Nueva York»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El médico de Nueva York» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El médico de Nueva York»

Обсуждение, отзывы о книге «El médico de Nueva York» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x