Sergey Baksheev - Una esquirla en la cabeza

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Es una novela policial y fantástica. Unos eventos misteriosos suceden en la estepa centro asiática. El piloto de un avión caza militar ve gente y ejércitos mongoles en el pasado. Frente a los ojos de unos estudiantes desaparece un profesor. Un preso convicto se escapa de su custodia en un tren y toma rehenes. Un buscador de tesoros cree lo que ve en un mapa antiguo… El estudiante Tikhon Zakolov sospecha que todos estos acontecimientos están relacionados con una antigua leyenda.

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Tikhon se fue a su habitación y rápidamente metió, en una bolsa, ropa para trabajar y dos latas de carne conservada, que había traído el día anterior de la casa paterna.

A la media hora, por la ventana, se oyó la corneta de un automóvil. Los gemelos llegaron corriendo a la habitación.

– Vámonos. Nos vinieron a buscar. – dijo o Vlad, o Stas. Los dos vestían chaquetas de lona verde y sombreros de soldado con los lados plegados, de tal manera que Zakolov no podía diferenciarlos.

El automóvil que los llevaría resultó ser un “UAZ” de la policía con una banda ancha azul a lo largo de la carrocería. Al volante iba el sargento Fedorchuk, bien conocido por Zakolov por el asunto del año anterior sobre la desaparición de las estudiantes. El sargento reconoció a Tikhon.

– Mira quien está aquí! Un viejo conocido – Casi gritó el sargento.

– Conocido, pero joven. – bromeó Tikhon. – Le deseo buena salud camarada general! Aquí estamos estos tres vagabundos a sus órdenes —

– Nada de etiqueta, por favor – las puntas del bigote se levantaron un poco, mostrando que le gustó como se dirigieron a él. – Soy Nikolay o simplemente Niko. Siéntense. —

– Espero que esta vez no me ponga en un calabozo. – preguntó Zakolov poniendo, en broma, voz de asustado.

– Si sigues con los chistes. – Se rio el sargento. – A propósito, ¿saben qué hacer cuando lleguen al sitio? —

– Nos instruyeron. – Corto y seco respondió por todos Vlad Peregudov.

Como siempre, por su tono de líder, él fue nombrado jefe de grupo.

“Y cuando lo instruyeron?”, Zakolov se rio en su interior.

Como jefe de grupo, Vlad se sentó en el asiento de adelante. Tikhon y Stas, se sentaron atrás.

– Fedorchuk, por qué todos los sargentos de la policía tienen bigotes? – riéndose, preguntó Zakolov

– ¿Si? Y directo el tipo. – Fedorchuk se alisó los bigotes y, pensativo, dijo, – Es para diferenciarnos de los militares. A ellos no se les permite, y nosotros somos voluntariosos. —

Tardaron cerca de dos horas en llegar donde iban. Apenas salieron de la ciudad, las señas de la civilización, poco a poco, desaparecieron. La carretera asfaltada dio paso a la de granzón. Pronto, bajo las ruedas, ya era la simple pista trazada, y al final, el auto iba en la propia estepa. Ya no había camino y las pequeñas piedrecitas crujían bajo las ruedas.

Fedorchuk conducía el auto lentamente, mirando al horizonte y, de vez en cuando, cambiaba la dirección de movimiento.

– Vaya, como odio esta estepa pelada. – gruñía. – Aparentemente es inofensiva, pero, puedo caer en un hueco grande o atascarme en un arenero. Y si tienes que salir del auto por el viento, hay que tener cuidado con las culebras peligrosas y estos bichos con tenazas como los cangrejos: los escorpiones venenosos. Parece un escarabajo, y tiene tanto veneno que puede matar a un perro o un becerro, y hasta un hombre. —

– Los escorpiones no son escarabajos. Más bien son cercanos a las arañas. – aclaró Tikhon.

– Tú, ¡quédate tranquilo! – Graznó el policía como si estuviera disgustado.

– Además, en honor del escorpión han llamado una constelación zodiacal, hace varios miles de años. Quiere decir que hay algo particular en él. —

– Cual constelación? – preguntó Fedorchuk.

– Una del zodíaco. ¿No has escuchado hablar del zodíaco? —

– Ah! Eso. Mejor la debieron llamar hormiga, es inofensiva y más bonita. ¿Y que tiene de particular el escorpión? La culebra solo muerde, pero el escorpión tiene sus tenazas y el veneno en la cola. ¿Como puede la naturaleza soportar esa criatura? —

– En los países occidentales, los astrólogos hacen horóscopos a partir de los signos del zodíaco. – Stas intervino en la conversación. – Allá publican los horóscopos. La gente lee y cree en sus predicciones. Ojalá y publicaran los horóscopos aquí. —

– Astrología, alquimia. – Esas son pseudo ciencias antiguas. – Con autoridad expresó Tikhon. – En nuestro país, con nuestra alta instrucción, esos desvaríos no los leería nadie, aunque los publicaran. Eso es en los países del oriente donde los gobernantes tienen al pueblo poco instruido y así lo pueden controlar. —

– Y aquí, ¿estamos en el Occidente acaso? – se rio Fedorchuk, poniendo atención en el camino, buscando en el paisaje desértico una orientación.

– Aquí estamos en el verdadero Oriente. A cincuenta millas están los cohetes con los cosmonautas, y aquí, todavía la gente teme que algún hechicero los embruje. —

– Hechicería. Brujería…. Tonterías. – Tikhon sonreía. – No estamos en la edad de piedra. ¿Quién cree en eso? —

– A lo mejor, en Moscú, no creen. Pero vives en este desierto y te sorprenderías. Pregunta por ahí. – Fedorchuk movió su mano como abarcando todo el panorama. – Aquí, en quinientos años, probablemente, nada ha cambiado. Un lugar salvaje. No hay gente. Ni siquiera hay un camino.

– Miren! ¡Allá hay dos camellos! – Vlad señaló asombrado.

– Supongo que son del hechicero. Significa que llegamos. Puede ser que los camellos se hayan escapado. Por aquí pastorean como en su casa. —

Fedorchuk estiró la cabeza sobre el volante, mirando a lo lejos, y por fin, vio el techo de un galpón largo y se alegró.

– Coño!, ¡lo conseguí! Hacía dos años que no venía y estaba perdido. Cuando comience la cosecha vendrán los camiones. El año pasado no vinieron estudiantes. Después de aquel asunto, los profesores tenían miedo de venir para acá. Entonces mandaron a todos al lugar de acopio, a cernir granos. —

– Después de cuál asunto? – se interesó Vlad.

Pero el automóvil ya se aproximaba al galponcito, el sargento de la policía miraba atentamente la construcción y no escuchó la pregunta.

– Llegamos. – ruidosamente informó Fedorchuk cuando detuvo el carro. – Aquí está su cueva. ¡Un hueco en ninguna parte! Pero para la juventud está bien. Perdido y lejos de la familia. ¿Es así, muchachos? —

– De todas maneras, estamos lejos de ellos. – Zakolov respondió por todos. – Y cincuenta kilómetros más, no significan nada. —

– Si, es una residencia. – asintió el sargento, recordando donde los había recogido. – De todos modos, aquí no es la ciudad. Aquí es otra cosa. —

Los muchachos salieron del auto y consideraron el lugar. En la estepa pelada, sin árboles y sin siquiera arbustos, estaban dos galpones alargados. Por los restos lamentables del cubrimiento de yeso que tenían, se podía adivinar que alguna vez las paredes fueron blancas. Entre los galpones había una mesa larga cubierta en un cobertizo. De un lado del toldo había una especie de parrillera con una gran plancha de hierro y la cual estaba prevista, aparentemente, alimentar con leña. A su lado, en una pequeña construcción de ladrillo, había un tonel para agua. Al otro lado estaban los baños, con paredes de madera. Todo esto estaba cubierto de polvo.

– Hace tiempo no venía nadie. ¡Dos años! Los mandaron para la mierda a ustedes, y de todos modos tienen que agradecer – Esto lo dijo Fedorchuk muy alegremente, como si tratara de espantar el silencio acumulado.

Después del zumbido ruidoso del “UAZ”, el silencio traía inquietud.

– Ahora, este es su campamento. Ahí están los galpones, ¡solo falta la alambrada con púas! – El policía se carcajeó solo con la voz, manteniendo la mirada seria como un director de orquesta, que, con un chiste rutinario, trata de despertar la sala al comienzo del concierto. – Es la tercera vez que traigo estudiantes para acá. Controlo la parte policial. La primera vez todo pasó bien, pero la segunda, faltó uno. Veremos cómo será ahora. —

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