– Les diré lo mismo que mis padres me dijeron a mí sobre lo que en realidad les ocurrió a los ingleses. Es cierto que estuvieron aquí. Eran tres, y nadie sabía quiénes eran ni por qué habían venido. No llevaban animales, cargaban con fardos a la espalda. Uno, que era el jefe, era viejo, y los otros dos, jóvenes. Tenían hambre y estaban cansados de tanto caminar, y la gente del poblado les dio pescado y beiju. A cambio de su ayuda, los ingleses les ofrecieron anzuelos, algo que nadie había visto nunca. Y cuchillos. Al final, el viejo dijo: «Ahora debemos irnos». La gente les preguntó: «¿Adonde vais?». Y ellos contestaron: «Por allí. Hacia el este». Nosotros dijimos: «Nadie va allí. Allí es donde están los indios hostiles. Os matarán». Pero el viejo insistió. Y se marcharon. -Vajuvi señaló hacia el este y sacudió la cabeza-. En aquellos tiempos, nadie iba allí.
Durante varios días, prosiguió Vajuvi, los kalapalo vieron columnas de humo entre los árboles -las hogueras de los campamentos de Fawcett-, pero el quinto día desaparecieron. Vajuvi dijo que un grupo de kalapalo, temiendo que les hubiera ocurrido algo, buscaron su campamento. Pero no había ni rastro de los ingleses.
Más tarde supe que lo que sus padres le habían contado era un relato oral, que se había transmitido de generación en generación con notable coherencia. En 1931, Vincenzo Petrullo, un antropólogo que trabajaba para el Pennsylvania University Museum de Filadelfia y uno de los primeros blancos que accedieron al Xingu, informó haber oído una historia similar. Sin embargo, existían otras versiones de lo sucedido mucho más sensacionalistas, de modo que pocos le prestaron atención. Unos cincuenta años después, Ellen Basso, 6antropóloga de la Universidad de Arizona, registró una versión más detallada de un kalapalo llamado Kambe, que tan solo era un niño cuando Fawcett y su partida llegaron al poblado. Tradujo su relato directamente de la lengua kalapalo, respetando los ritmos épicos de las historias orales de la tribu:
Uno de ellos se quedó apartado.
Mientras cantaba, tocaba un instrumento musical.
Su instrumento musical funcionaba así, así…
Él cantaba y cantaba.
Me rodeó con un brazo, así.
Mientras tocaba, nosotros mirábamos a los cristianos.
Mientras tocaba.
El padre y los otros.
Y entonces: «Voy a tener que irme», dijo.
Kambe también se refirió al humo que habían visto:
«Allí está el fuego cristiano», nos decíamos unos a otros.
Eso ocurría mientras se ponía el sol.
Al día siguiente, mientras se ponía el sol, volvió a alzarse su fuego.
Al día siguiente otra vez, solo un poco de humo dispersándose en el cielo.
Este día, mbouk, su fuego había desaparecido…
Era como si el fuego de los ingleses ya no estuviera vivo, como si lo hubiesen apagado.
«¡Qué pena! ¿Por qué insistieron tanto en irse?»
Cuando Vajuvi concluyó su versión del relato oral, comentó:
– La gente siempre dice que los kalapalo mataron a los ingleses, pero nosotros no hicimos eso. Nosotros intentamos salvarlos.
La habitación estaba a oscuras. Nina Fawcett, sentada a un lado de la mesa; al otro, una mujer con la mirada fija en una bola de cristal. Tras años de buscar a su esposo y a su hijo en este mundo, Nina había empezado a buscarlos en otra dimensión.
Se rodeó de videntes y adivinos, muchos de los cuales le enviaron largas cartas donde le detallaban sus intentos de contactar con los exploradores. En una ocasión, una médium le dijo que había percibido una presencia en la sala y que, tras alzar la mirada, había visto a Fawcett de pie junto a la ventana. La médium dijo a Nina que le había preguntado: «¿Está vivo o muerto?», y que Fawcett se había reído y le había contestado: «¿No puede ver que estoy vivo?». Y que había añadido: «Transmítale mi amor a Nina y dígale que estamos bien». 1
Otra médium informó que había visto a un joven con una larga barba flotando frente a ella. Era Jack. «Algún día nos veremos», dijo. Y luego desapareció, dejando «un agradable aroma tras de sí». 2
El hermano de Fawcett, Edward, refirió a la RGS la obsesión de Nina por lo oculto: «Su vida transcurre con más fluidez así». 3
No era la única que había recurrido a los videntes para encontrar respuestas a lo que el mundo visible se negaba obcecadamente a revelar. En la última etapa de su vida, Reeves, mentor de Fawcett en la RGS, había conmocionado a sus colegas haciéndose espiritista, o lo que en ocasiones se denominaba «investigador espiritual». En la década de 1930 asistió a sesiones de espiritismo en busca de indicios sobre la suerte de Fawcett. 4Lo mismo hizo sir Ralph Paget, amigo del explorador y antiguo embajador en Brasil. A principios de la década de 1940, mientras asistía a una reunión en Seaford (Inglaterra), en casa de la vidente Nell Montague, Paget colocó una carta de Fawcett sobre la bola de cristal de la médium. Montague afirmó ver tres siluetas blancas titilantes. Una yacía inmóvil en el suelo. Otra, de mayor edad, respiraba con dificultad y se aferraba a un hombre de pelo largo y barba. La bola de pronto se tornó roja, como anegada en sangre. Entonces Montague dijo que veía a indios con lanzas y flechas cargando contra los tres hombres blancos. Las personas congregadas en la sala contuvieron el aliento. Por primera vez, Paget sintió que su amigo había muerto. 5
En 1949, Geraldine Cummins, una célebre practicante del «automatismo», método por el cual una persona supuestamente entra en trance y transcribe mensajes de los espíritus, describió cómo Jack y Raleigh fueron asesinados por los indios. 6«¡Dolor […], que cese el dolor!», 7masculló Raleigh antes de morir. Fawcett, afirmó Cummins, finalmente se sumió en un estado de delirio: «Las voces y los sonidos se transformaron en un murmullo lejano mientras yo caía en el gris de la muerte. Es un momento de horror sobrenatural […], un instante en que el universo parece implacable y la soledad eterna se cierne como el aparente destino del hombre». 8
Aunque Nina desestimaba esas informaciones, sabía que se enfrentaba a su propia mortalidad. Incluso antes de la profecía de Cummins, Brian Fawcett, que cuidaba de Nina en Perú, escribió a Joan: «Ciertamente creo que sus días en la tierra no serán muchos […]. Ella misma es la primera en decir que empieza a flaquear». 9En una ocasión, Nina se despertó a las dos de la madrugada y escribió a Joan que había tenido la visión de que debía «estar preparada para "la Llamada" en cualquier momento». Pensaba: «¿Te has preguntado alguna vez con sinceridad: "¿Tengo miedo de la Muerte y del Más Allá?"»?. Confiaba en que su muerte fuera fácil… «Quizá me iré a dormir y ya no me despertaré.» 10Brian dijo a su hermana: «En cierto modo, sería bueno para ella ir allá. Habría algo plácido en la idea de dejar sus restos en el mismo continente que su esposo… y su hijo». 11
Con su salud cada vez más deteriorada, Nina dijo a Brian que necesitaba darle algo importante. Abrió el baúl que contenía todos los cuadernos de bitácora y los diarios de Fawcett. «Ha llegado el momento de entregarte todos los documentos que poseo.» 12
Aunque Brian aún no había cumplido los cuarenta años, su vida había estado marcada por la muerte: no solo había perdido a su padre y a su hermano, sino que también su primera esposa había muerto víctima de la diabetes cuando estaba embarazada de siete meses. Brian había vuelto a casarse, aunque no tenía hijos, y experimentaba fases de lo que él denominaba «sufrimientos feroces y desesperantes». 13
Brian hojeó los documentos de su padre y acabó describiéndolos como «las patéticas reliquias de una tragedia cuya naturaleza no tuvimos modo de conocer». 14Durante las siguientes semanas, se los llevó al trabajo. Tras más de veinte años como ingeniero ferroviario, se sentía aburrido y desasosegado. «Tengo la sensación de que estoy malgastando mi vida, yendo todos los días a una oficina asquerosa, firmando un montón de papeles estúpidos, y volviendo a casa otra vez -confesó a Joan-. Esto no lleva a ninguna parte. -Y proseguía-: Otros pueden encontrar la inmortalidad en sus hijos. Sin embargo, a mí se me ha negado, y quiero buscarla.» 15
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