Durante la hora del almuerzo, leía los documentos de su padre y se imaginaba «en sus expediciones, compartiendo con él las penalidades, viendo por sus ojos el gran objetivo». 16Resentido por no haber sido el elegido para la expedición, Brian había mostrado en el pasado poco interés por el trabajo de su padre. Ahora se sentía consumido por él. Decidió dejar su empleo e hilvanar los escritos de su padre en A través de la selva amazónica. Mientras trabajaba con denuedo en el manuscrito, Brian dijo a su madre: «Siento a papá muy cerca de mí, como si estuviera guiándome en esta obra. Obviamente, hay momentos en que esto me oprime con fuerza el corazón». 17Cuando Brian acabó el borrador, en abril de 1952, entregó una copia a Nina y le dijo: «Ciertamente es un trabajo "monumental", y creo que papá habría estado orgulloso de él». 18Ya acostada, Nina empezó a leerlo. «¡Sencillamente, no podía dejarlo! -escribió a Joan-. Me ponía la ropa de dormir después de cenar y leía el libro hasta las cuatro de la madrugada.» Era como si su esposo estuviera a su lado; todos los recuerdos de él y de Jack afloraron tempestuosamente en su memoria. Cuando acabó de leer el manuscrito, exclamó: «¡Bravo! ¡Bravo!». 19
El libro, publicado en 1953, se convirtió en un éxito internacional y fue alabado por Graham Greene y Harold Nicolson. Poco después, Nina murió a los ochenta y cuatro años. Brian y Joan ya no podían cuidar de ella, y Nina había pasado sus últimos años en una humilde pensión de Brighton, Inglaterra, enajenada y literalmente sin un céntimo. 20Tal como un observador comentó, había «sacrificado» 21su vida por su esposo y su memoria.
A principios de la década de 1950, Brian decidió organizar su propia expedición en busca de los exploradores desaparecidos. Sospechaba que su padre, que rondaría ya los noventa años, estaba muerto y que Raleigh, debido a sus achaques, habría fallecido poco después de partir del Dead Horse Camp. Pero Jack…, él era la causa de las dudas que lo carcomían. ¿Y si había sobrevivido? A fin de cuentas, Jack era fuerte y joven cuando la partida había desaparecido. Brian envió una carta a la embajada británica en Brasil solicitando que le concedieran un permiso para llevar a cabo la búsqueda. Argumentó que, legalmente, nadie había dado por muerto a su hermano y que él no podía hacerlo «sin tener la certeza de que se ha hecho todo lo posible». 22Además, una misión así podría «llevar de vuelta a su país a una persona que ha estado desaparecida durante treinta años». Funcionarios gubernamentales consideraron que Brian estaba «tan loco como su padre», tal como lo definió un diplomático en un comunicado privado, y se negaron a facilitar su «suicidio». 23
Pese a ello, Brian perseveró en sus planes y se embarcó rumbo a Brasil; su llegada propició una tempestad mediática. «Ciudadano británico en busca de padre y hermano perdidos en la selva», anunció el Chicago Daily Tribune. Brian se compró un equipo de exploración, un cuaderno de bocetos y otro de notas. Un brasileño que había sido amigo de su padre se quedó estupefacto al verle. «Pero… pero… ¡yo creía que habías muerto!», 24dijo.
Brian dijo a su hermana que se estaba convirtiendo en un explorador contra su voluntad, pero que sabía que jamás sobreviviría a una caminata en la selva. Por ello, y confiando en los métodos que el doctor Rice había instaurado décadas antes y que ahora eran mucho más asequibles, alquiló una diminuta avioneta de hélices y, con un piloto, examinó la jungla desde el aire. Lanzó miles de folletos que planearon sobre los árboles como si fuera nieve. En los folletos se preguntaba: «¿Eres Jack Fawcett? Si tu respuesta es afirmativa, haz esta señal con los brazos en alto […]. ¿Podrás controlar a los indios si aterrizamos?».
Nunca recibió respuesta ni encontró pruebas de que Jack siguiera vivo. Pero en otra expedición fue en busca del mismo objetivo que su hermano y su padre: la Ciudad de Z. «Sin duda el destino debe de haber guiado mis pasos por este camino con un propósito», 25escribió. Con ayuda de unos binoculares, atisbo en una cadena montañosa distante una ciudad en ruinas con calles, torres y pirámides. «¡Debe de ser aquello!», 26gritó el piloto. Pero, cuando la avioneta se aproximó, advirtieron que se trataba de un afloramiento de tierra arenisca que la erosión había modelado en formas insólitas. «La ilusión fue notable, casi increíble», dijo Brian. Y, con el paso de los días, empezó a temer lo que nunca se había permitido considerar: que jamás hubiera existido una Ciudad de Z. Tal como escribió tiempo después: «Toda la romántica estructura de creencias falácicas, que ya oscilaba peligrosamente, se desmoronó ante mí dejándome aturdido». 27Brian empezó a cuestionar algunos de los extraños documentos que había encontrado entre los escritos de su padre, y que nunca había divulgado. Originalmente, Fawcett había descrito Z en términos estrictamente científicos y con cautela: «No doy por hecho que "La Ciudad" sea grande ni rica». 28Pero en 1924 Fawcett había llenado infinidad de hojas en las que se plasmaban ideas delirantes sobre el fin del mundo y sobre un reino atlante místico, que se asemejaba al Jardín del Edén. Z se transformó en «la cuna de todas las civilizaciones» 29y en el centro de una de las «Casas Blancas» de Blavatsky, donde un grupo de seres espirituales superiores dirigían el sino del universo. Fawcett confiaba en descubrir una Casa Blanca que había permanecido allí desde «los tiempos de la Atlántida» 30y trascender el mundo material para alcanzar la pureza del espíritu. Brian escribió en su diario: «¿Era el concepto de "Z" de papá un objetivo espiritual, y la forma de alcanzarlo, una alegoría religiosa?». 31¿Era posible que se hubieran perdido tres vidas por «un objetivo que nunca había existido»? 32El propio Fawcett escribió en una carta a un amigo: «Aquellos a quienes los Dioses pretenden destruir ¡los dioses primero los enajenan!». 33
– La cueva está en aquellas montañas -dijo el empresario brasileño-. Por allí descendió Fawcett a la ciudad subterránea y allí sigue viviendo.
Antes de que Paolo y yo partiéramos hacia la jungla, habíamos hecho una parada en Barra do Garças, una ciudad situada cerca de las montañas Roncador, en el extremo nordeste del Mato Grosso. Muchos brasileños nos habían dicho que, en las últimas décadas, habían surgido en la región cultos religiosos que veneraban a Fawcett como a una especie de dios. Creían que el explorador había accedido a una red de túneles subterráneos y descubierto que Z era, de entre todas las posibilidades, un portal a otra realidad. Aunque Brian Fawcett había ocultado los extraños textos que su padre había escrito hacia el final de su vida, aquellos místicos se habían fijado en las crípticas referencias que Fawcett había publicado en revistas como Occult Review en su búsqueda de «los tesoros del Mundo Invisible». Estos escritos, sumados a la desaparición de Fawcett y al fracaso de todos aquellos que con los años habían tratado de hallar sus restos, espolearon la idea de que, de algún modo, el explorador había desafiado las leyes de la física.
En 1968 apareció la secta Núcleo Mágico, 1fundada por un hombre llamado Udo Luckner, que se refería a sí mismo como Sumo Sacerdote de los Roncador. Llevaba un vestido largo y blanco y un sombrero cilíndrico con la Estrella de David. En la década de 1970, centenares de brasileños y europeos, entre ellos el sobrino nieto de Fawcett, ingresaron en masa en el Núcleo Mágico con la esperanza de encontrar el portal. Luckner construyó un recinto religioso al pie de las montañas Roncador, donde se prohibía a las familias comer carne y llevar alhajas. Luckner predijo el fin del mundo para 1982 y avisó a sus seguidores que estuvieran preparados para descender a las oquedades de la tierra. Pero el planeta permaneció intacto, y el Núcleo Mágico poco a poco se fue disolviendo.
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