Este libro ha sido auspiciado por LOM ediciones
Primera edición, 2013
ISBN Impreso: 9789560004116
ISBN digital: 9789560012760
RPI: 226.747
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Como sabes, pienso que un diplomático no debe limitarse al rol tradicional de fría objetividad y observador del analista. Yo soy de los que se involucran intensamente, como ahora en Chile. Entiendo que ese accionar comprometido es parte de las tareas de una Embajada. Considerar que el trabajo de un Embajador en un país lejano es un puesto de retiro es una política totalmente errónea. Es justamente en esos países donde Suecia debe perfilarse mejor.
(De carta de Harald Edelstam a su exesposa, inédita, aportada por Jan Sandquist)
El recuerdo del legendario diplomático sueco Harald Edelstam permanece vivo en quienes lo conocieron, en los que trabajaron con él y sobre todo en quienes se salvaron de la prisión, la tortura y la muerte gracias a su coraje y profundo e indomable respeto por la vida.
El periplo profesional de este héroe de las luchas por los derechos fundamentales se extiende por casi cinco décadas, pasando por la Italia fascista bajo Mussolini; la Alemania atenazada por los nazis y hasta entonces triunfante en la Segunda Guerra Mundial; una Noruega invadida por las huestes de Hitler; por Austria, Holanda y Polonia durante la posguerra en Europa y el montaje internacional de la Guerra Fría; por Turquía, Indonesia, Guatemala, además de varios países de América Central al mismo tiempo, y Chile; prácticamente todos convulsionados por guerras, golpes de Estado, tiranías brutales o profundos cambios políticos. Su carrera diplomática termina en una Argelia aún muy joven como nación independiente.
Su intensa actividad por estimular la solidaridad hacia Chile, su activa participación en los movimientos pacifistas y sus intentos de apoyar el comercio internacional de su país, una vez jubilado del cuerpo diplomático, fueron las labores que llenaron los últimos años de su vida.
En casi todos los países en que estuvo destinado, sus principios humanistas fueron impactados por la injusticia, la pobreza, la represión, la tortura y la dureza de sus regímenes. Su manera de concebir el humanismo y su rol como diplomático fueron consolidándose con esas experiencias, llevándolo a la postura de nuestra cita inicial y a acciones poco convencionales, inusitadas, espectaculares a veces, a menudo arriesgando su carrera y su vida.
El accionar diplomático en defensa de la vida de Harald Edelstam puede resumirse en la puesta en práctica de un principio bastante olvidado por la diplomacia formal: el deber –o responsabilidad– de proteger. En ello terminó siendo un paradigma y avanzado pionero. Su versión de ese principio era aparentemente más sencilla que su actual aplicación internacional, bastante discriminatoria, en manos de una Organización de las Naciones Unidas (ONU) dominada hoy por imperios pasados y presentes. Para él se trataba más bien de proteger al oprimido, de salvar a quien estuviera expuesto a ser ejecutado o torturado y de defender a quien estuviera en peligro de caer en prisión por el solo hecho de expresar su pensamiento o pertenecer a una etnia minoritaria, discriminada o perseguida.
Al poner en práctica sus principios en Chile en 1973, Harald Edelstam saltó definitivamente a la fama internacional. Contribuyeron a ello la espectacularidad de sus acciones allí y el que la prensa de muchos países estuviera presente, informando sobre el desarrollo del experimento socialista puesto en marcha por la Unidad Popular con el Gobierno encabezado por el presidente Salvador Allende. Con posterioridad al golpe, la misma prensa internacional informó profusamente sobre lo acontecido durante y después del 11 de septiembre de ese año y sus trágicas consecuencias. Además, durante los primeros meses de instalada la junta militar golpista, corresponsales y algunos embajadores emplazaron a sus respectivos Gobiernos a que implementaran acciones similares a lo que Edelstam estaba poniendo en práctica. Todo ello contribuyó a que el mundo fijara su atención en los luctuosos sucesos desatados por la junta militar y en el heroico embajador de Suecia.
Resultó espectacular también la expulsión de Edelstam del país por la junta golpista encabezada por Augusto Pinochet, después de lo cual Harald recorrió el mundo recabando solidaridad para Chile, el respeto a la vida y los derechos humanos, transformándose en un ferviente agitador pacifista, hasta el punto de ser propuesto para recibir el Premio Nobel de la Paz por el alcance de sus aportes en esos planos.
Se postula que su forma de actuar en defensa de los perseguidos se habría inspirado en un hecho similar, que a su vez devino en excepcional parábola. Habría tenido gran impacto en él la actitud del embajador chileno en España durante la guerra civil. Eran los tiempos en que el valiente embajador sueco se preparaba para trabajar en representación de su país como diplomático de carrera. Además, Edelstam, según el periodista Jan Sandquist, se habría encontrado personalmente en 1939 con el chileno en Berlín. Casi tres decenios después, las acciones más espectaculares de su carrera tuvieron como escenario justamente el país de aquel embajador.
A pesar de que se le reconocía y admiraba entre sus protegidos y colaboradores, el recuerdo de Harald Edelstam había entrado en la sombra con el correr del tiempo, tanto en su país como en los que su ayuda, valor y pericia habían salvado a miles de luchadores perseguidos. Poco o nada se refiere a él y su ejemplo en los debates internacionales sobre derechos humanos, o al momento de destacar acciones en defensa de estos. Se trata de principios que han sido internacionalmente reconocidos en innumerables documentos refrendados por la Comunidad de Naciones Unidas (ONU) y los países miembros. Además, los antecedentes a nuestro alcance para desarrollar este trabajo indican que su accionar despertó siempre reacciones encontradas en el seno de su empleador, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Suecia, desde donde incluso se habrían hecho desaparecer documentos incómodos para sus detractores. Probablemente radique, en parte en esos hechos, el injusto olvido en que había caído la obra de este diplomático de acción.
Por otra parte, además, poco o nada saben hoy de la existencia de Harald Edelstam las generaciones nuevas, de los países en que actuó e incluso de la propia Suecia, que hasta ahora no han tenido acceso al relato de su vida. Muchos no habían nacido cuando él actuó.
Desde hace algunos años, sus amigos y admiradores, y muy especialmente aquellos en deuda directa con él, venimos haciendo intentos por rescatar la memoria del hombre que, junto a otros valerosos e igualmente comprometidos ciudadanos suecos, han pasado a la historia como genuinos paradigmas mundiales de la acción en defensa del derecho internacional, la paz y la dignidad del ser humano. El ejemplo de esas vidas es parte fundamental de la esperanza en un mundo mejor, más justo y democrático, basado en el respeto irrestricto a la vida.
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