– Sí, estoy aquí.
Pocos minutos después Ronnie salió vestida de calle y Nate dijo:
– ¿Sabes cómo puedo dar con Bix?
Ella sacudió la cabeza.
– Lo he intentado cuatro veces -dijo-, sin suerte. Creo que ese extraño asesinato le ha afectado. La verdad es que estoy algo preocupada.
– ¿Su mujer no sabe dónde está? -preguntó Nate.
– Su mujer y los críos están fuera del estado visitando a los padres de ella. No volverán hasta pasado el fin de semana.
– ¿Así que no podré hablar con él hasta mañana?
– Quizá no -dijo-. Ha llamado al sargento para tomarse mañana el día libre. Tiene un montón de papeleo atrasado en la contabilidad doméstica y dijo que necesitaba un par de días para unos asuntos familiares.
– ¿Crees que ha salido de la ciudad?
– No lo sé, Nate -dijo Ronnie-. Bix es un tío misterioso. Y tú también lo eres últimamente.
– ¿Qué se supone que significa eso?
– Tú y Bix. ¿Cuál es el secreto que compartís? ¿O es un asunto de tíos?
Nate se quedó en silencio unos segundos y dijo:
– Se trata de esa mujer que vive allá arriba, en Mount Olympus. Igual le han robado hoy. Es una historia larga, pero Flotsam y Jetsam tienen un sospechoso, y ya sabes lo obsesivos que son. Quieren que alguien hable con ella ahora mismo, pero no está en casa. Acabo de llamarla.
– ¿Y qué tiene que ver Bix con esto?
– Ambos la conocemos y creo que Bix probablemente tenga su número de móvil. Es una larga historia.
– Así que es un asunto de tíos -dijo Ronnie, profundamente desilusionada. Bix Rumstead, el último de los polis monógamos, ¿era un mujeriego además de un alcohólico?
– Buena suerte -dijo Ronnie-. Me voy a casa.
Nate encontró a Flotsam y Jetsam en la sala de detectives.
– Bien -les dijo-, ambos sabéis que conozco a la mujer que vive en esa dirección de Mount Olympus, pero no la conozco tanto como creéis. Intenté dar con ella y le dejé un mensaje en el contestador. ¿Por qué no encerráis al capullo y dejáis a los detectives resolverlo todo mañana cuando la dama esté en casa?
– Eso es exactamente lo que queremos, hermano -dijo Jetsam-, pero Charlie Gilmore no nos quiere dar su aprobación para encerrarlo sin un testigo ocular, una cinta de vídeo y una confesión firmada con sangre.
En ese momento el Compasivo Charlie salió de la sala de interrogatorios donde había estado hablando con Leonard Stilwell. Llevaba en la mano un informe del 5.10 que dio esperanzas a los policías surfistas. No se metería en tanto papeleo si fuese a soltarlo.
– Vale, presentaré un 5.10 y aconsejaré un encierro por 4-5-9 -dijo Charlie-. Confiscad las herramientas de cerrajero y los mil pavos, y que el equipo de robos se ocupe de eso mañana.
– ¡Fantástico! -dijo Jetsam.
– Dijo que había ganado los mil apostando a los Giants contra nuestros Dodgers con un extraño que se encontró en la sala de billares -dijo el Compasivo Charlie con disgusto-. Cualquier habitante de esta ciudad que se meta en semejante apuesta desleal merece ir a la cárcel.
Margot Aziz había intentado dar con Bix Rumstead de nuevo. Estaba perfectamente al tanto de que su mujer y sus hijos volverían a casa dentro de cuatro días. Ése era todo el tiempo que tenía, todo el tiempo que iba a tener con ese hombre, estaba segura de eso. Si no funcionaba con Bix tendría que organizar un plan completamente nuevo. Pero ¿estaría Jasmine dispuesta a aceptarlo? Su avaricia estaba siendo vencida por el miedo y ya hablaba de abandonar el plan, incluso después de que Margot hubiese dedicado tanto tiempo y tantos esfuerzos a Bix Rumstead en los últimos meses. Nunca, ni una sola vez, había querido Bix pasar la noche entera en su cama. Nunca había tenido la oportunidad de poner el plan en marcha. Le daba dolor de cabeza pensarlo. La tensión empezaba a ser inaguantable.
La gente pensaba que ella podría vivir el resto de su vida con un patrimonio de siete millones de dólares. Su abogado estimaba que ésa sería más o menos su parte tras el reparto de bienes, que incluían también una cartera de acciones con tendencia al alza. Pero de esa cantidad había que descontar los exorbitantes emolumentos de su abogado.
El letrado le había dicho que con inversiones apropiadas, ella y Nicky podrían vivir «confortablemente». Y ella se había reído en su cara.
Margot le había recordado que cientos de hogares en Hollywood Hills estaban hoy en día a la venta por más dinero de lo que obtendría ella con esa vida «confortable», algunos de ellos incluso valían el doble. ¿Cómo iba Nicky a crecer con el estilo de vida actual si tenía que gastarse al menos cuatro o cinco millones en una casa decente? ¿Sabía el letrado cuáles eran los costes de mantenimiento de una casa? ¿Tenía idea de cuánto cobraba una niñera de confianza? ¿Y qué pasaba con los costes de un buen colegio? Nicky entraría en preescolar en septiembre, y las tasas anuales serían más elevadas que el valor de la casa que sus padres compraron en Bartow cuando se casaron. Margot le dijo que sabía muy bien lo que era luchar por el dinero día a día, pero no quería que Nicky tuviera que pasar nunca por esa situación.
Nicky. Ahí es donde ella y su abogado tenían sus mayores desacuerdos. Él le dijo que cuando se reunió con Alí Aziz, éste tenía miedo de atrasarse un solo día en los pagos de manutención del niño. Ella le dijo que eso era una broma, que conocía a Alí tan bien como se conocía a sí misma. No tenía ninguna duda: intentaría vender en secreto todos sus negocios y entonces se llevaría a su hijo lejos de ella, lejos de América para siempre.
El abogado había insistido en que Alí Aziz, un ciudadano naturalizado, nunca haría semejante cosa. Regresar a un país de Oriente Medio tras haber disfrutado del lujoso estilo de vida de Hollywood era algo que estaba más allá de la imaginación del letrado.
Margot le había recordado al abogado que Osama bin Laden también había sido rico y había acabado viviendo en una gruta. Y dudaba que Osama tuviera que gastar tantos pavos en cocaína para conseguir una felación. Y entonces le pidió al abogado que confirmase una suposición. Si se diera el hipotético caso de que Alí pasara a mejor vida durante o tras el proceso de divorcio, ¿iría a parar toda su fortuna a Nicky?
El abogado había contestado que, por lo que él sabía, el nuevo testamento de Alí nombraba a su abogado administrador de sus bienes, pero sí, su fortuna iría a parar a manos de Nicky. Y entonces ella pensó en el abogado de Alí. Parecía un hombre razonable, en la medida que pueden serlo los abogados. Había enrojecido cuando ella lo había mirado durante un largo rato. Podía trabajar con él por el interés de su hijo. Habría aproximadamente catorce millones para ella y Nicky. Podía tirar bien con eso. Ella todavía era joven, aún tenía buen aspecto. Había montones de hombres solventes ahí fuera.
E incluso si no encontraba al hombre adecuado, Nicky se quedaría con la herencia al cabo de trece años. Margot no era capaz de imaginar qué pinta tendría con sus siete millones, bien invertidos por el abogado de Alí, en esa época. Ella tendría cuarenta y tres años y su culo se caería como una bolsa de la colada, necesitaría a alguien que se ocupase de ella.
Margot echó un vistazo a la habitación de Nicky y vio que estaba profundamente dormido. Se fue a su dormitorio y se desvistió, tomó una ducha caliente y encendió el televisor de la habitación. Fue cambiando de canales hasta que se rindió y dejó encendido un canal por cable. Entonces puso la alarma antirrobo, había decidido acostarse pronto.
Margot fue al vestidor y bajó el joyero donde guardaba sus pastillas para dormir desde que había cazado a Nicky subido al lavabo y removiendo el armario de medicinas en busca de caramelitos para la tos. Cogió un vaso de agua del lavabo, se sentó frente a su tocador y se cepilló el pelo unos minutos. Entonces sacó el tapón del frasco.
Читать дальше