Jussi Adler-Olsen - El mensaje que llegó en una botella

Здесь есть возможность читать онлайн «Jussi Adler-Olsen - El mensaje que llegó en una botella» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El mensaje que llegó en una botella: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El mensaje que llegó en una botella»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

¿Puede un terrible hecho del pasado seguir teniendo consecuencias devastadoras? Cuando una botella que contiene un mensaje escrito con sangre humana llega al Departamento Q, el subcomisario Carl Mørck y sus asistentes Assad y Rose logran descifrar algunas palabras de lo que fue la última señal de vida de dos chicos desaparecidos en los años noventa. Pero ¿por qué su familia nunca denunció su desaparición? Carl Mørck intuye que no se trata de un caso aislado y que el criminal podría seguir actuando con total impunidad.

El mensaje que llegó en una botella — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El mensaje que llegó en una botella», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cerca de ti Señor,
quiero morar,
tu grande y tierno amor
quiero gozar.
Llena mi pobre ser,
limpia mi corazón,
hazme tu rostro ver
en la aflicción.

Después retiró con cuidado la tela asfáltica y aplicó las gafas nocturnas a la mirilla.

La cabeza de ella estaba inclinada hacia delante, y sus hombros caídos, así que parecía más pequeña de lo que era. Su cuerpo se balanceaba lentamente de lado a lado al compás del salmo que estaba cantando.

Y cuando terminó se quedó aspirando por las fosas nasales a intervalos cortos. Como ocurre con los animalitos asustados, casi podía intuirse lo duro que debía trabajar el corazón para seguir el paso de todo. De los pensamientos, de la sed y el hambre, del miedo por lo que podía ocurrir. El hombre dirigió su mirada hacia Samuel, y comprendió enseguida que Samuel no estaba tan resignado como su hermana.

Al contrario, retorcía el torso sin cesar contra la pared inclinada. Esta vez no para hacer el payaso.

No, ahora incluso oía lo que era. Antes había creído que era una discordancia más del generador.

Era evidente qué estaba haciendo el chico. Restregaba la correa de cuero contra las tablas del techo inclinado. La desgastaba para que cediera.

A lo mejor había encontrado algún pequeño saliente en la tabla contra el que desgastar la correa. A lo mejor era un nudo de la madera.

Ahora veía con mayor nitidez el rostro del chico. ¿Estaba sonriendo? ¿Habría progresado tanto que tenía razones para hacerlo?

La chica tosió un poco. Las últimas noches habían sido húmedas, y eso la había minado.

El cuerpo es débil, estaba pensando cuando ella se aclaró la garganta tras la cinta adhesiva y empezó a tararear de nuevo.

Dio un respingo. Aquel salmo era la introducción invariable de su padre a todos los funerales.

¡Permanece junto a mí! Ahora que cae la tarde,
pronto imperará la sombra, ¡no te separes de mí!
Cuando no valgan la ayuda y consuelo ajenos,
¡ayuda de los desvalidos, permanece junto a mí!
Mis días terrenos pronto se acabarán,
todo brillo y júbilo mundano marchito,
aquí todo se desvanece y transforma;
¡tú que no cambias, permanece junto a mí!

Se dio la vuelta con asco y volvió al anexo. Bajó dos pesadas cadenas de metro y medio que colgaban de un clavo y encontró dos candados en el cajón del banco de carpintero. La última vez que estuvo allí reparó en que las correas de cuero en torno a la cintura de los niños parecían algo desgastadas, claro que también las había utilizado bastante. Si Samuel seguía trabajándolas con la misma intensidad que hasta ahora, haría falta reforzarlas.

Los niños lo miraron confusos cuando encendió la luz y entró en la caseta. El chico, que estaba en la esquina, tiró una vez más de sus cadenas, pero de nada le valió. Pataleó y protestó con furia tras la cinta adhesiva cuando el hombre le rodeó la cintura con la cadena y luego la unió con candado a la cadena de la pared. Pero ya no le quedaban fuerzas para oponer resistencia. Los días de hambre y la postura forzada habían dejado su huella. Tenía un aspecto lastimoso, sentado allí sobre sus piernas dobladas.

Igual que las demás víctimas.

La chica había dejado de cantar de pronto. La presencia de él absorbía toda su energía. Quizá había pensado que los esfuerzos de su hermano valdrían para algo. Ahora ya sabía que no podía estar más equivocada.

Llenó la taza de agua y arrancó la cinta adhesiva de su boca.

Magdalena jadeó un par de veces, pero después alargó el cuello y abrió la boca. A pesar de todo, el instinto de supervivencia estaba intacto.

– No bebas tan rápido, Magdalena -susurró.

Ella alzó el rostro y lo miró un momento a los ojos. Confusa y aterrada.

– ¿Cuándo volvemos a casa? -preguntó con labios trémulos. Nada de arrebatos impetuosos. Solo aquella pregunta simple, y después un tirón para pedir más agua.

– Pasarán un día o dos -repuso.

Había lágrimas en los ojos de la chica.

– Quiero volver con papá y mamá -dijo llorando.

Él sonrió y levantó la taza hasta sus labios.

Tal vez ella notara lo que estaba pensando. Lo cierto es que dejó de beber, lo miró un momento con ojos húmedos y luego dirigió su rostro hacia su hermano.

– Va a matarnos, Samuel -dijo con voz temblorosa-. Estoy segura.

El hombre giró la cabeza y miró a los ojos al hermano.

– Tu hermana está confusa, Samuel -aseguró en voz baja-. Claro que no voy a mataros. Todo va a ir bien. Vuestros padres tienen dinero y no soy ningún monstruo.

Se volvió de nuevo hacia Magdalena, que estaba con la cabeza colgando, como si estuviera ya ante el fin de su vida.

– Sé muchas cosas de ti, Magdalena -aseguró, acariciándole el pelo con el dorso de la mano-. Ya sé que te gustaría cortarte el pelo. Que te gustaría poder decidir más cosas.

Metió la mano en el bolsillo interior.

– Tengo una cosa para enseñarte -dijo, sacando el papel de colores-. ¿Lo reconoces?

Percibió el sobresalto de la chica, aunque ella lo ocultó bien.

– No -se limitó a contestar.

– Sííí, Magdalena, claro que lo reconoces. Te he espiado cuando te sentabas en el rincón del jardín y mirabas en el agujero. Lo hacías a menudo.

Ella apartó la cabeza. Su inocencia había sido ultrajada. Sentía vergüenza.

Sostuvo el papel ante el rostro de ella. Era una página arrancada de una revista.

– Cinco mujeres famosas de pelo corto -empezó a leer-. Sharon Stone, Natalie Portman, Halle Berry, Winona Ryder y Keira Knightley. Bueno, no las conozco a todas, pero deben de ser artistas de cine, ¿verdad?

Tomó a Magdalena de la barbilla e hizo que girase el rostro hacia él.

– ¿Por qué está prohibido verlo? ¿Es porque todas tienen el pelo corto? Porque en la Iglesia Madre no se puede llevar el pelo así, ¿es por eso?

Asintió en silencio.

– Sí, ya veo que es por eso. A ti también te gustaría tener el pelo así, ¿verdad? Sacudes la cabeza, pero creo que sí, que es lo que quieres. Escucha, Magdalena. ¿He contado acaso a tus padres que tienes este pequeño secreto? No, no se lo he contado. Entonces no soy tan malo, ¿no?

Retrocedió un poco, sacó la navaja del bolsillo y la abrió. Siempre limpia y afilada.

– Con esta navaja puedo cortarte el pelo en un santiamén.

Cogió un mechón y lo cortó, mientras la chica daba un brinco y su hermano tiraba en vano de la cadena para acudir en su auxilio.

– ¿Lo ves? -confirmó.

La chica reaccionó como si le hubiera dado un tajo en la carne. El pelo corto era un auténtico tabú para una chica que había vivido toda su vida con el dogma religioso de que el pelo era sagrado; era algo evidente.

La chica se echó a llorar mientras él volvía a cerrarle la boca con cinta adhesiva. Los pantalones y la hoja de periódico del suelo se mojaron.

El hombre se volvió hacia el hermano y repitió la sesión de la cinta adhesiva y la taza de agua.

– Y también tú tienes tus secretos, Samuel. Miras a las chicas que no son de la comunidad. Te he visto hacerlo cuando volvías de la escuela a casa con tu hermano mayor. ¿Eso te está permitido, Samuel? -preguntó.

– Pongo a Dios por testigo de que te mataré en cuanto pueda -respondió el chico antes de que volviera a taparle la boca con cinta adhesiva. No quedaba mucho por hacer.

Sí. La elección era la correcta. Era la chica la que debía morir.

A pesar de sus sueños, ella era la más devota. La que más dominada estaba por la religión. La que, tal vez, se convirtiera en una nueva Rakel o en una nueva Eva.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El mensaje que llegó en una botella»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El mensaje que llegó en una botella» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El mensaje que llegó en una botella»

Обсуждение, отзывы о книге «El mensaje que llegó en una botella» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x