Liza Marklund - Dinamita

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En las bulliciosas y estresantes oficinas editoriales del periódico Kvällspressen la periodista Annika Bengtzon intenta conseguir el artículo entre los artículos. Para ello se debate en una constante lucha interior entre las exigencias que le suponen su vida familiar y su ambición profesional. Valiente, compasiva, inteligente, con un lado oscuro y autodestructivo, se obstina por informar sobre la verdad, sin importarle cómo conseguirla.
Durante los meses pre-Olímpicos una bomba estalla en uno de los estadios de la ciudad. Christina Furhage, una de las mujeres más importantes del país, vuela en pedazos. Ésta es la oportunidad de Annika para catapultarse a la fama y el reconocimiento de sus compañeros. Tendrá que averiguar quién intenta sabotear los Juegos y por qué. Tiene una pista como punto de partida: en la explosión se utilizó dinamita de la empleada en la construcción.

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En ese instante aparecieron una serie de datos en la pantalla. Inmediatamente les dio la espalda a Schyman y a los policías y se sentó en su silla. Tecleó durante un par de minutos, luego resopló.

– No encuentro nada -dijo-. ¿Están seguros de que la llamada provenía de su móvil?

El pulso de Anders Schyman se aceleró. ¡Ahora no podía ir mal! Notó que crecía el desconcierto; ¿sabían estos hombres lo que había pasado en realidad? ¿Sabían lo importante que esto era?

– Nuestro jefe de noche conoce su número de memoria. Todavía estaban escuchando el zumbido de su teléfono cuando me fui del periódico -informó y se pasó la lengua por los labios.

– ¡Ah! Eso lo explica todo -dijo el operador y pulsó otro mando. Los datos desaparecieron y la pantalla se oscureció.

– Ahora sólo podemos esperar -anunció y se volvió hacia Schyman y los policías de nuevo.

– ¿Qué pasa? -inquirió Schyman, dándose cuenta de su irritación.

– Si la llamada todavía continúa, entonces aún no hemos podido recibir ninguna información. Esta se almacena en el teléfono durante treinta minutos -informó y se levantó de la silla.

– Después de media hora el teléfono crea una factura y nos la manda a nosotros. Entre los datos podemos ver el número A y el número B, la estación base y la celda.

Anders Schyman observó las pantallas parpadeantes y notó que aumentaba su desconcierto. El cansancio le golpeaba el cerebro, se sentía inmerso en una pesadilla surrealista.

– ¿Qué significa… eso?

– Según sus datos la llamada de Annika Bengtzon a la redacción del Kvällspressen llegó justo después de las seis, ¿no? Si la línea no se corta, la primera información de la llamada llegará aquí alrededor de las seis y media. Dentro de poco.

– No lo entiendo -dijo Schyman-. ¿Cómo pueden saber dónde se encuentra el móvil?

– Así es como funciona -aclaró el operador amablemente-. Los teléfonos móviles funcionan igual que un transmisor y un receptor de radio. La señal se manda a través de diferentes estaciones base, las antenas de telefonía móvil, a lo largo del país. Cada estación base tiene diferentes celdas que captan las señales de distintas partes. Todos los teléfonos móviles en funcionamiento mantienen contacto con la centralita cada cuatro horas. Ayer noche hicimos el primer rastreo del móvil de Annika Bengtzon.

– ¿Sí? -dijo Schyman sorprendido-. ¿Pueden hacerlo con cualquiera, por las buenas?

– Claro que no -repuso el técnico con calma-. Para poder hacer un rastreo se necesita la orden de un fiscal. Las penas relacionadas con esa acción suelen ser de más de dos años de cárcel.

Se fue a otra pantalla y tecleó. Luego se dirigió a una impresora y esperó.

– La última llamada desde el móvil de Annika, aparte de la que tiene lugar ahora, se realizó a las 13.09 -informó y estudió el papel-. Fue a la guardería en Scheelegatan 38 B en Kungsholmen.

Colocó el papel impreso en las rodillas.

– La señal del móvil de Annika salió de la estación de Nacka.

El policía tomó la palabra.

– La llamada fue confirmada por la directora de la guardería. Annika no sonaba ni rara ni presionada. Se tranquilizó al saber que la guardería estaba abierta hasta las cinco de la tarde. Por consiguiente todavía estaba en libertad sobre las trece horas, y se encontraba en algún lugar al este de la Danvikstull.

El técnico continuó leyendo su papel.

– La siguiente señal del teléfono se produjo a las 17.09. Un teléfono móvil conectado se comunica con la centralita del operador cada cuatro horas.

Anders Schyman apenas tenía fuerzas para escuchar al técnico. Se sentó en una silla y se frotó la frente con la yema de los dedos.

– Cada teléfono tiene un reloj que comienza la cuenta atrás cada vez que se enciende -continuó explicando el técnico-. La cuenta atrás acaba a las cuatro horas. Entonces emite una señal que le indica al sistema dónde se encuentra el teléfono. Como la señal ha llegado por la noche, parece ser que Annika ha tenido su móvil encendido. Por lo que sabemos no se ha alejado del lugar por la noche.

Schyman se quedó petrificado.

– ¿Saben dónde está? -preguntó aturdido.

– Sabemos que su móvil se encuentra en los alrededores de Estocolmo -comunicó el técnico-. Sólo podemos saber en qué zona se encuentra, y son los barrios del centro y los suburbios más cercanos.

– ¿Así que puede estar aquí cerca?

– Sí, su móvil no se ha movido de la zona durante la noche.

– ¿Por eso no podíamos llamarla?

El policía se adelantó.

– Sí, entre otras razones. Si alguien está con ella y se da cuenta de que la llaman quizá apagaría el teléfono, y entonces no sabríamos si la mueven.

– Si ella está junto al móvil -añadió Schyman.

– ¿No han pasado ya los quince minutos? -preguntó el policía.

– Todavía no -respondió el operador.

Fijaron su atención en la pantalla y esperaron. Anders Schyman sintió ganas de ir al baño y abandonó la gran sala unos minutos. Mientras vaciaba la vejiga notó que le temblaban las piernas.

No había ocurrido nada cuando regresó.

– Nacka -dijo Schyman ausente-. ¿Qué diablos hace ahí?

– Aquí llega -anunció el técnico-. ¡Ajá! Aquí la tenemos. El número A es el móvil de Annika Bengtzon, el número B es la centralita del periódico Kvällspressen.

¿Aparece dónde se encuentra? -preguntó el policía tenso.

– Sí, aquí hay un código, un momento.

El técnico tecleó y Schyman sintió un escalofrío.

– 527 D -pronunció el técnico desconfiado.

– ¿Qué ocurre? -indagó el policía-. ¿Pasa algo?

– Sólo suele haber tres celdas por cada estación, A, B y C. Aquí hay más. No es nada frecuente. La celda D suele ser especial.

– ¿Dónde se encuentra? -interrogó el policía.

– Un segundo -contestó el técnico, se levantó rápidamente y fue a otra terminal.

– ¿Qué hace? -preguntó Schyman.

– Tenemos más de mil antenas en toda Suecia; por desgracia no puedo recordarlas todas -respondió disculpándose-. Aquí la tenemos, estación base 527, Södra Hammarbyhamnen.

Anders Schyman sintió que la cabeza le daba vueltas y se le enfriaba el cuello; ¡joder! Ahí era donde estaba la villa olímpica.

El técnico siguió buscando.

– La celda D se encuentra en el túnel entre el estadio Victoria y la zona de entrenamientos A.

El policía se quedó aún más pálido.

– ¿Qué túnel, mierda? -preguntó.

– Lo siento pero no se lo puedo decir; sólo que parece ser que hay un túnel entre el estadio y una zona de entrenamiento en los alrededores.

– ¿Está totalmente seguro?

– La conexión se hizo a través de una celda que está en el mismo túnel. Generalmente una celda cubre una amplia zona, pero en los túneles la recepción es muy limitada. Por ejemplo, en el túnel Sur hay una celda para cubrirlo.

– ¿Se encuentra en un túnel debajo de la villa olímpica? -preguntó el policía.

– Por lo menos su teléfono se encuentra ahí, eso lo puedo garantizar -contestó el técnico.

El policía ya estaba saliendo de la sala.

– Gracias -dijo Anders Schyman y estrechó la mano derecha del técnico entre las suyas.

Después se apresuró a salir, detrás del policía.

Annika se había adormecido cuando de repente sintió que Beata arreglaba algo en su espalda.

– ¿Qué haces? -preguntó Annika.

– Puedes seguir durmiendo. Sólo controlo que la carga esté bien. Se acerca la hora.

Annika tuvo la misma sensación que si hubiera recibido un cubo de agua helada encima. Todos los nervios se le contrajeron en un tenso nudo en algún lugar de su diafragma. Intentó hablar pero no pudo. Todo el cuerpo comenzó a temblar descontroladamente.

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