Sara Paretsky - Medicina amarga
Здесь есть возможность читать онлайн «Sara Paretsky - Medicina amarga» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Medicina amarga
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Medicina amarga: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Medicina amarga»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Medicina amarga — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Medicina amarga», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Su voz sonó aún más dubitativa.
– Domenica Scarlatti.
Decidí que mis nervios no soportarían demasiadas colaboraciones con Max. Le dije a la secretaria que le diese las gracias, pero que le recordase que las personas más agudas a veces se pinchan a sí mismas.
– Le daré el recado -dijo educada-. La conferencia tendrá lugar en el auditorio Stanhope, en el segundo piso del ala principal de Friendship. ¿Necesita instrucciones para llegar?
Le dije que podría encontrarlo y colgué.
Rawlings estaba cuando le llamé.
– ¿Qué quiere, señora W?
– ¿Estará libre el viernes por la mañana? -le pregunté tan despreocupadamente como pude-. ¿Quiere ir a hacer trabajo de campo?
– ¿En qué anda metida, Warshawski?
– Hay una conferencia médica en Schaumburg, en el Friendship. Creo que van a hablar de estadísticas sobre mortalidad y morbilidad muy interesantes.
– ¿Mortalidad y morbilidad? Intenta liarme, pero está hablando de muertes. Sabe algo de la muerte de Fabiano Hernández. Tiene pruebas y me las está ocultando, y eso es un delito, Warshawski, y lo sabe usted perfectamente bien.
– No le estoy ocultando nada acerca de Fabiano -me había olvidado de él. Me detuve un minuto, tratando de encajarle en mi historia, pero no pude. Puede que Sergio le matase, pensando que estaba jugando a dos bandas-. Malcolm Tregiere. Y no sé nada; no hago más que figurarme cosas. Van a presentar un documento que puede, o que puede que no, revelar la verdad acerca de lo que le ocurrió.
Rawlings respiró muy fuerte en mi oído.
– ¿Puede o puede que no? ¿Y qué es lo que puede ser? ¿O no ser?
– Bueno, por eso pienso que debe ir usted a Schaumburg. Por si acaso. Le he inscrito a usted en la conferencia. Empieza a las nueve, y dan café con bollos a las ocho y media.
– Maldita sea su estampa, Warshawski. Como me provoque, la empapelo como testigo presencial.
– Pero se perdería usted la conferencia, detective, y se iría a la tumba preguntándose si de verdad habría averiguado alguna vez lo de Malcolm Tregiere.
– No me extraña que Bobby Mallory se ponga rojo ante la sola mención de su nombre. Lo malo es que es demasiado caballeroso como para poner en práctica la brutalidad policial… A las nueve en Schaumburg ¿eh? La recogeré a las siete y media.
– Ya estaré allí. ¿Por qué no queda con la doctora Herschel para ir con ella? Le puede ayudar a encontrar el lugar.
– Muy fuerte lo suyo, señora W. -refunfuñó.
– Siempre me gusta cumplir con mis deberes de ciudadana ayudando a la policía a mantener la ley, detective -le dije educada. Me colgó de golpe.
Después de aquello, ya no podía hacer nada más que esperar. El servicio de limpieza al que había llamado mandó a una multitud alrededor del mediodía. Les dije que lo recogiesen todo y lo pusiesen en cualquier parte, y que fregasen y encerasen todas las superficies. ¿Por qué no hacer una limpieza a fondo una vez al año? Llamé al amigo que me había fabricado la puerta extragruesa original y le encargué otra. Se disculpó profusamente cuando oyó que no había resistido un hacha, y se ofreció a forrar la nueva con acero por sólo quinientos dólares más.
Me cubrí la cara con una crema de protección solar extrafuerte y me fui a correr junto al lago, en donde pasé la mayor parte de la tarde. El Día del Trabajo estaba a la vuelta de la esquina, y normalmente en esa época hay una gran tormenta que revuelve las aguas del lago, volviéndolas demasiado frías para que se pueda nadar el resto del año. Era el momento de aprovechar. Floté de espaldas, disfrutando la sensación de estar meciéndome en la cuna de las profundidades, segura en los brazos de la Madre Naturaleza.
La secretaria de Max me llamó el jueves a las doce para decirme que las diapositivas estaban listas. Me fui a Beth Israel a buscarlas. Max estaba en una reunión, pero había dejado un paquetito con una etiqueta a mi nombre.
Jueves por la noche. De vuelta al trabajo disfrazada con la bata blanca de Lotty. En esta ocasión, llené una bolsa con cosas para pasar la noche y reservé una habitación en el Marriott. Me encontraría con Lotty y Rawlings allí a las ocho y media de la mañana. Max y Murray irían juntos y nos encontraríamos con ellos en la entrada del hospital.
A medianoche llegué a los terrenos del hospital. Me di una vuelta por el aparcamiento de personal antes de entrar, para asegurarme de que el Maxima de Peter no estaba allí. Luego, vestida con mi bata blanca, y, esperaba yo, con aspecto muy profesional, entré por la entrada principal y subí las escaleras hasta el segundo piso.
El auditorio Stanhope estaba en el extremo más alejado del pasillo que dominaba el aparcamiento. Las puertas dobles estaban cerradas con llave, pero también aquí habían usado un modelo estándar que se forzaba con facilidad. Cerré la puerta tras de mí y encendí una linterna.
Me encontraba en un pequeño teatro, ideal para aquel tipo de reuniones. Veinticinco filas de sillas cubiertas de felpa en gradas que descendían hasta el escenario. El telón estaba echado. Delante había una gran pantalla blanca, con un podio y un micrófono a un lado.
El equipo audiovisual se encontraba en una habitación al fondo. Abrí la puerta con manos un poco temblorosas, a causa del miedo, y comencé a examinar los carruseles llenos de diapositivas.
XXXII
Max y Murray nos esperaban en el aparcamiento para visitantes. En contraste con Lotty, cuyo rostro oscuro estaba lleno de angustia, y Rawlings, que aparentaba una actitud muy policial, Max estaba eufórico. Llevaba un traje de verano tostado con camisa de rayas naranjas y corbata ocre más oscura. Cuando nos vio, dio un salto para darnos la bienvenida, besándonos a Lotty y a mí, estrechando la mano entusiasmado al detective.
– Pareces muy eficiente, Vic, muy profesional -me dijo Max.
Yo llevaba un traje pantalón de lino color trigo, con una camisa de algodón verde oscuro. La chaqueta era suelta, cubriéndome el revólver, y llevaba zapatos de tacón bajo. Quería poder moverme rápido si había que hacerlo.
Murray, cuya camisa estaba ya algo arrugada por el viaje, se limitó a decir de mal humor: «Más vale que esto funcione.» Unió espiritualmente sus fuerzas con Rawlings, que se animó un poco cuando se dio cuenta de que ninguno de los de la reunión sabía exactamente lo que esperaba encontrar. Parece que había pensado que lo llevaba sólo por molestar a la policía.
A las ocho cincuenta y cinco entramos en el hospital, donde nos unimos a un amplio grupo que subía por las escaleras hacia el auditorio. El corazón me latía muy deprisa y sentí cómo las manos se me quedaban frías y algo húmedas. Lotty estaba enfrascada en sus propios pensamientos, pero Max me agarró la mano y me dio un apretoncito amistoso.
Max se hizo cargo del grupo a la puerta del auditorio, donde dos animadas jóvenes daban a la gente chapas con sus nombres. A través del montón de gente, distinguí a Peter y a Humphries en la parte delantera de la sala. Estaban hablando con un grupito de hombres. Peter llevaba el pelo oscuro peinado hacia atrás, mostrando una cara blanca y cansada. Estaba tenso, y no se unía a las risas del grupito.
Lotty y yo nos quedamos detrás, mientras Max conseguía las chapas con nuestros nombres y los programas. Los cinco nos deslizamos furtivamente hacia unos asientos en la parte trasera del auditorio. Deseé fervientemente que las luces tipo candilejas impidiesen a Peter ver a la gente. La sala, bien diseñada, permitía que todo el mundo tuviese una buena visión de y desde el escenario.
Rawlings se removía inquieto a mi izquierda. Su oscura chaqueta de sport de mezcla sintética destacaba entre la multitud vestida con trajes de seiscientos dólares.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Medicina amarga»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Medicina amarga» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Medicina amarga» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.