– Confiado. Era un hombro confiado -dijo Harriet Whitby-. Y sabía que nuestros padres no sólo lo querían mucho, sino que además estaban convencidos de que él llegaría lejos. Quedó finalista del Premio Pulitzer con una obra para el Proyecto Federal de Teatro Negro y había ganado muchos otros premios. Él no habría hecho algo así a sus padres.
Me abstuve de dar mi opinión. Debe de ser duro, cuando los demás confían en ti, hacerles saber que estás desesperado, pero pensé que no sería una buena idea sugerirlo.
– ¿Cómo lo encontró? -preguntó Harriet-. No conozco Chicago, pero Amy dice que la mansión donde… donde murió… está a unos sesenta o setenta kilómetros de distancia, en una lujosa urbanización de la que casi nadie ha oído hablar.
– ¿Su hermano no mencionó nunca New Solway ni Larchmont Hall a usted o a sus padres?
Ella negó con la cabeza.
– Pero trabajaba en historias muy diferentes. Ignoro si estaba llevando a cabo una investigación, o si tenía algún amigo allí. Hablábamos una vez a la semana, más o menos, pero nunca entraba en detalles, a menos que se tratara de algo que se estuviera convirtiendo… bueno, en algo cotidiano. ¿Creía que estaba en peligro? ¿Es por eso por lo que estaba usted allí?
Les hablé de Darraugh Graham y de su madre, y de la conexión familiar con Larchmont. A petición de Harriet, les conté cómo encontré a su hermano, cómo lo saqué del agua y traté de reanimarlo. Pero no mencioné a Catherine Bayard.
Pensé que, llegado ese momento, se marcharían, pero se miraron mutuamente con esa clase de comunicación sin palabras que se da entre los viejos amigos o los amantes. A un gesto de Harriet, Amy Blount dijo:
– Queremos que usted haga algunas averiguaciones sobre la muerte de Marc. El señor y la señora Whitby están demasiado afectados como para tomar ningún tipo de medidas, pero creemos que alguien debería darnos una mejor explicación de lo que le ocurrió que la que nos ha ofrecido el comisario del condado de DuPage.
Harriet Whitby volvió a hacer un gesto de asentimiento.
– No es que Marc no bebiera, pero no era bebedor, no sé si me entiende, y no utilizaba el alcohol para armarse de valor. La versión que han dado en la televisión era más superficial que la que nos han contado esta tarde cuando mis padres y yo nos hemos reunido con ellos, que había bebido, que se cayó a ese estanque y que se ahogó. Si él… oh, es difícil de explicar, pero su muerte no tiene ningún sentido para mí. Si hubiera querido suicidarse, algo que de ninguna manera me creo, jamás lo habría hecho de esa manera. Pero ellos dicen que el examen médico dejaba muy claro que se ahogó y que había bebido. ¿Podrían inventárselo?
– No. Pero no siempre hacen autopsias completas a todos los cadáveres que les llegan. Resulta demasiado caro, y éste, su hermano, debe haberles parecido un caso muy evidente. No suelen buscar drogas o veneno si ya han encontrado restos de alcohol.
Harriet y Amy volvieron a intercambiar miradas, y de nuevo fue Amy quien habló.
– ¿Cree que se lo están inventando? ¿Lo del alcohol?
Fruncí el ceño mientras lo pensaba.
– Parece poco probable. Supongo que se podría exigir ver el informe médico a través de un abogado. ¿Tiene alguna razón para creer que todo sea un montaje?
– La indiferencia general -dijo Harriet-. Ni siquiera nos atendió el comisario, sino un simple portavoz. Fue amable con mamá, pero no mostró mucho interés. Da la impresión de que no sienten curiosidad por saber qué hacía Marcus allí. Ellos quieren hacernos creer que se emborrachó, tropezó en una mansión deshabitada y se ahogó. Que fuera accidentalmente o a propósito les da igual.
– Y eso es lo que nos gustaría saber -apostilló Amy-. Por qué estaba allí. Y cómo murió realmente.
Yo también sentía la suficiente curiosidad como para querer aceptar el caso, pero tuve que explicar que no podía hacerlo gratis. Odio tener que hablar de dinero a alguien que está de luto por la muerte de un ser querido, pero les adelanté a grandes rasgos cuáles eran mis honorarios: si Harriet Whitby vivía de una beca de posgrado, como Amy Blount, podría sorprenderse de la rapidez con que se acumulan las facturas.
– No se preocupe; no soy como Amy. Yo fui lo bastante avispada como para buscar un empleo de verdad cuando terminamos los estudios en Spelman. -Esbozó una sonrisa-. Soy consciente de que está enferma, pero si va a aceptar el trabajo, me gustaría que empezara ahora mismo.
– ¿Se refiere a esta noche? -Yo estaba anonadada-. No hay mucho que pueda hacerse esta noche. La gente a la que podría querer preguntar algo, conocidos de la revista, por ejemplo, o sus vecinos, no estará localizable hasta mañana por la mañana.
– No lo comprende -dijo Amy-. Los Whitby se llevarán a Marc por la mañana. Quieren que el funeral se celebre en Atlanta. De modo que si hay algo que preguntar sobre el cadáver, pensábamos que usted sabría a quién dirigirse incluso a estas horas. La idea de que estuviera borracho sin más nos parece tan extraña que dudamos de que le hayan hecho la autopsia.
Tenía los ojos hinchados y llorosos, con tal cansancio que se me hacía difícil pensar. Pero de pronto oí la pregunta que nadie en la habitación se había atrevido a formular: ¿acaso el médico forense de DuPage había hecho un examen superficial a Marcus Whitby sólo porque era negro y porque no pintaba nada en un lugar como New Solway?
No conocía a nadie en el condado de DuPage, salvo a la oficial que me prestó los pantalones y la camiseta, y ella no estaba en situación de presionar al médico forense para que reabriera la autopsia. De haber muerto en el condado de Cook, donde conocía a…
Me levanté bruscamente y empecé a quitar papeles de encima de la mesa que utilizo de escritorio en casa, buscando mi agenda digital. Como allí no estaba, vacié mi maletín. La agenda estaba en el fondo. Busqué a Bryant Vishnikov, el médico forense de la policía del condado de Cook, pero seguro que no estaría en su oficina a aquellas horas de la noche. Eran las once pasadas. Vacilé un instante, pero finalmente marqué el número de su casa.
No le hizo ninguna gracia que le despertara.
– Más vale que sea una verdadera emergencia, Vic. Mañana entro de guardia a las seis de la mañana.
– Nick, ¿conoces al médico forense de DuPage?
– Ésa no es una pregunta urgente -me interrumpió.
– Esto es serio. Tienen el cuerpo de Marcus Whitby allí. Ya sabes, el hombre que se ahogó en una de esas enormes propiedades cerca de Naperville el domingo por la noche. Yo lo encontré.
Soltó un gruñido.
– No puedo estar al tanto de todos los cadáveres con los que tropiezas en seis condados, Warshawski. Ya tengo suficientes problemas con los que hay aquí en Cook.
Pasé por alto su sarcasmo.
– Creo que en DuPage sólo le han echado un vistazo por encima y realmente es importante que le hagan una autopsia completa antes de que mañana se lo entreguen a su familia.
– ¿Y eso porque tú lo digas? -Vishnikov seguía con su sarcasmo.
– No, doctor Vishnikov, porque lo diga usted. El comisario dice que estaba borracho, pero parece poco probable. Es necesario que hagan un examen a fondo, por si se les ha pasado algo por alto.
– ¿Como qué? -refunfuñó.
– No lo sé. Un golpe en la cabeza o en el esternón, o curare en la sangre, o… yo no soy patóloga. Cualquier cosa. Cualquier cosa que le hubiera hecho ir a ese estanque. E incluso si es verdad que se ahogó allí. Tal vez murió en el lago Michigan y alguien lo llevó hasta Larchmont.
– Has estado viendo muchas reposiciones de Ley y orden. Date un respiro y déjame dormir.
– No hasta que me digas que hablarás con el médico forense del condado de DuPage.
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