Sara Paretsky - Fuego

Здесь есть возможность читать онлайн «Sara Paretsky - Fuego» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Fuego: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Fuego»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Victoria Warshawski es una investigadora privada que procede de los barrios del sur de Chicago, donde la inmigración, las drogas, los embarazos adolescentes y el absentismo escolar son una constante. Aquejada de cáncer, la entrenadora de baloncesto del instituto donde ella estudió le pide que asuma el control del equipo femenino, y Warshawski no puede negarse.
El equipo está compuesto por adolescentes de minorías raciales, algunas de ellas con hijos, y todas procedentes de familias humildes. La mayoría de los padres de las chicas trabaja en By-Smart, una cadena de hipermercados que explota y discrimina a sus empleados.

Fuego — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Fuego», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Más una hora de viaje de ida y otra de vuelta -repuse-. No puedo asumirlo: tengo una agencia de investigación muy activa, trabajo sin ayudantes, cuido de un amante cosido a balazos en Afganistán. Y encima tengo que ocuparme de mi casa y de mis dos perros.

La entrenadora McFarlane no se dejó impresionar; todo aquello no eran más que burdas excusas.

– Qaotidie damnatur qui semper timet -dijo con acritud.

Tuve que recitar la frase varias veces antes de poder traducirla: «Quien siempre tiene miedo se condena a diario».

– Sí, es posible, pero llevo décadas sin practicar el baloncesto de competición. Las jovencitas que se unen a nuestros partidos de los sábados en la YWCA tienen un juego más rápido y agresivo que el de mis mejores tiempos. Quizás una de esas veinteañeras tenga un par de tardes libres a la semana para dedicarte. Hablaré con ellas este fin de semana.

– Ninguna de esas jóvenes querrá venir al cruce de la Diecinueve con Houston por nada del mundo -espetó-. Este es tu barrio, estos son tus vecinos, no esos pijos de Lakewood, donde crees que estás escondida.

Aquello me molestó tanto que me disponía a dar por terminada la conversación cuando agregó:

– Sólo hasta que el instituto encuentre a otra persona, Victoria. O a lo mejor ocurre un milagro y yo misma puedo volver.

Así fue como supe que se estaba muriendo. Así fue como supe que iba a tener que regresar a South Chicago una vez más, a emprender un nuevo viaje hacia el dolor.

Capítulo 2

Colegas

El ruido era ensordecedor. Las pelotas aporreaban el viejo entarimado amarillo. Rebotaban contra los tableros de las canastas y las gradas que circundaban el perímetro de la pista, creando un tamborileo sincopado tan fuerte como un viento de tormenta. En la pista las chicas practicaban ganchos y tiros libres, rebotes, regateos entre las piernas y por detrás de la espalda. No todas tenían pelota, el presupuesto del instituto no daba para más, pero incluso con diez pelotas se arma un barullo sensacional.

El propio pabellón daba la impresión de que nunca se hubiese pintado, o ni siquiera limpiado, desde la última vez que había jugado allí. Olía a sudor rancio, y dos de los focos del techo estaban rotos, de modo que allí dentro siempre parecía que fuese febrero. En la pista había desconchones y tablas combadas; cada dos por tres una de las chicas se olvidaba de vigilar dónde pisaba en el pasillo de tiros libres o en el rincón izquierdo, las dos zonas más deterioradas, y sufría una caída. La semana anterior, una de nuestras aleros más prometedoras se había hecho un esguince en un tobillo.

Procuré que tan desalentadora atmósfera no me afectara. Al fin y al cabo, el Bertha Palmer tenía dieciséis chicas que deseaban jugar y algunas se entregaban al juego en cuerpo y alma. Mi trabajo consistía en ayudarlas hasta que el instituto encontrara un entrenador fijo. Y en infundirles ánimo cuando comenzase la temporada y tuvieran que enfrentarse a equipos con instalaciones mejores, en mejor forma física y con entrenadores mucho más capacitados.

Las que aguardaban turno bajo las canastas se suponía que debían de estar corriendo o haciendo estiramientos, pero tendían a acosar a las chicas que tenían la pelota, tratando de arrebatársela o exigiendo acaloradamente a April Czernin o a Celine Jackman que dejaran de acaparar tiempo de lanzamientos.

«Tu mamá no se abrió de piernas para comprarte esa pelota, así que pásala», era una pulla frecuente. Debía estar alerta a las riñas que podían acabar en auténticas batallas campales mientras corregía los defectos en la manera de lanzar. Y pasar por alto los berridos del bebé y del crío en las gradas. Los niños eran de la pívot, Sancia, una chica desgarbada de dieciséis años que, pese a medir casi dos metros de estatura, parecía un bebé. En teoría, los niños estaban al cuidado de su novio, pero éste se limitaba a sentarse hoscamente a su lado, con los auriculares del Discman en los orejas, tan ajeno a sus hijos como a lo que sucedía en la pista.

También procuraba que Marcena Love no me distrajera, aunque su mera presencia bastaba para dar cuerda a mi equipo, intensificando el ritmo de los insultos así como el del entrenamiento. No se trataba de que Marcena fuese una cazatalentos ni una entrenadora o que supiese siquiera gran cosa acerca del juego, pero el equipo era ferozmente consciente de su presencia.

Había llegado conmigo, impecable con sus pantalones elásticos de Prada y un enorme bolso de cuero al hombro; la presenté brevemente: era inglesa, era periodista, quería tomar unas cuantas notas y tal vez hablar con alguna de las chicas durante los descansos.

Se habrían derretido por ella de todos modos, pero al enterarse de que había entrevistado a Usher en el estadio de Wembley se pusieron a chillar de excitación.

– ¡Hable conmigo, señorita, hable conmigo!

– No le haga caso, es la mayor embustera del South Side.

– ¿Quiere sacarme una foto haciendo mi tiro en suspensión? Voy a jugar en la liga nacional este año.

Tuve que emplear una palanca para despegarlas de Love y hacerlas volver a la pista. Incluso mientras se elegían los equipos y los turnos de lanzamiento mantenían un ojo puesto en ella.

Sacudí la cabeza: yo misma estaba prestando demasiada atención a Love. Intercepté una pelota de April Czernin, otra prometedora alero, y traté de mostrarle cómo retroceder hacia el pasillo de tiros libres, volviéndome en el último instante para efectuar el lanzamiento saltando hacia atrás que hiciera famoso Michael Jordán. Al menos encesté, lo cual siempre es un plus cuando intentas lucirte con una jugada. April repitió el lanzamiento unas cuantas veces mientras otra jugadora se quejaba:

– ¿Por qué la dejas seguir mientras yo me quedo sin tiempo, entrenadora?

Que me llamasen «entrenadora» todavía me desconcertaba. No quería acostumbrarme, aquello sólo era temporal. De hecho, esperaba conseguir una empresa patrocinadora esa misma tarde, alguien dispuesto a pagar una buena suma para contratar a un profesional, o al menos a un semiprofesional, que se hiciera cargo del equipo.

Cuando hice sonar el silbato para poner fin al calentamiento libre, Theresa Díaz se plantó ante mí.

– Entrenadora, tengo el período.

– Fantástico -dije-. Eso significa que no estás embarazada.

Se sonrojó y frunció el entrecejo: pese a que casi el quince por ciento de sus compañeras estaban encinta, las chicas se aturullaban y avergonzaban cuando se hablaba de su cuerpo.

– Entrenadora, tengo que ir al lavabo.

– De una en una; ya conoces las reglas. Cuando Celine regrese, irás tú.

– Pero, entrenadora, mis pantalones se… ya sabe…

– Puedes aguardar en el banquillo hasta que Celine regrese -dije-. Las demás: poneos en dos filas; vamos a practicar bandejas y rebotes.

Theresa soltó un suspiro exagerado y caminó con afectación hasta el banquillo.

– ¿Qué sentido tiene semejante abuso de autoridad? ¿Acaso humillando a una chica conseguirá que sea mejor jugadora?

La voz clara y aguda de Marcena fue lo bastante alta como para que las dos chicas que estaban más cerca dejaran de pelear por la pelota y aguzaran el oído.

Josie Dorrado y April Czernin desplazaron su atención de Love a mí para ver cómo iba a responder. No podía, ni debía, perder los estribos. Al fin y al cabo, tal vez sólo fuesen imaginaciones mías que Love se estuviera metiendo donde no la llamaban para sacarme de quicio.

– Si quisiera humillarla, iría con ella al lavabo para comprobar si realmente tiene el período. -También lo dije en voz lo bastante alta como para que el equipo me oyera-. Hago como que me lo creo porque podría ser verdad.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Fuego»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Fuego» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Sara Paretsky - Body Work
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Golpe de Sangre
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Marcas de Fuego
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Indemnity Only
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Deadlock
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Sin previo Aviso
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Medicina amarga
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Sisters on the Case
Sara Paretsky
Sara Paretsky - A Woman’s Eye
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Windy City Blues
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Fire Sale
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Punto Muerto
Sara Paretsky
Отзывы о книге «Fuego»

Обсуждение, отзывы о книге «Fuego» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x