Martha Grimes - Las Posadas Malditas

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La novelista norteamericana Martha Grimes es una verdadera revelación. Ha sido aclamada por la crítica por su habilidad para recrear en sus novelas el clima inglés con que supieron deleitar a sus lectores Agatha Christie, Margery Allingham o Ngaio Marsh.
En las típicas posadas de un lejano pueblo ocurren dos crímenes difíciles de entender, con autor o autores más difíciles de descubrir. Los sospechosos abundan, sin embargo. El vicario, un conde y su ridícula tía americana, un funcionario retirado o su aburrida esposa, un escritor de misterio de dudosa reputación, y su sensual "secretaria", el pulcro propietario de una de las posadas, un anticuario, una encantadora poetisa… El inspector Richard Jury, afable y pragmático, logra develar el misterio de las dos muertes pero no puede evitar una tercera. Las posadas malditas es una verdadera obra maestra de ingenio y de suspenso.

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Ella abrió más los ojos, sorprendida.

– ¡Inspector Jury! ¿Qué razones consideraría apropiadas para casarse?

Jury se levantó, fue hacia la ventana y miró la nieve que caía afuera.

– ¡Pasión! ¡Enamoramiento! Deseo, si quiere. ¡Que uno no pueda dejar pasar un segundo sin tocar al otro y no pueda pensar en otra cosa! – Se volvió de la ventana. – ¿Nunca sintió ninguna de esas emociones?

Por un momento ella sólo lo miró.

– No estoy segura. Pero usted parece que sí.

– No se preocupe por mí. ¿Cuánto dinero heredará?

– Un cuarto de millón de libras, si le parece que tiene algo que ver con esta conversación. – La voz de ella se había opacado.

– ¿Alguna vez se le ocurrió que Simon Matchett podría ser un cazafortunas?

– Claro que sí. Pero eso puede pasarme con cualquier hombre.

– Un comentario absurdamente cínico. No todos los hombres son así. Las mujeres como usted suelen atraer la desgracia. Se envuelven en su propia vulnerabilidad como si fuera una capa y luego se asombran si alguien aprovecha la oportunidad.

– Pues ese comentario no es cínico. – La voz de ella volvió al tono normal. – Más bien diría que es poético.

– Dejemos la poesía. ¿Conocía bien a Ruby Judd?

Vivian se llevó la mano a la frente.

– ¡Cielos santos! Hablar con usted es como intentar nadar en un remolino. Me marea.

– ¿Conocía a Ruby?

– Sí, por supuesto. Pero no muy bien. La veía a veces en el vicariato.

– ¿Qué le parecía? – Ella dudó. – No tiene sentido ocultar los verdaderos sentimientos, señorita Rivington.

– Bueno, no era que Ruby me desagradara. Pero siempre estaba escuchando a hurtadillas cuando yo hablaba con el vicario. Era demasiado curiosa. Entraba y salía mil veces. Creo que Ruby era una especie de oportunista, eso es todo. Dicen que anduvo detrás de Marshall Trueblood, aunque no pueda creerlo. Quizá Melrose Plant fue el único que se salvó. – Hizo una pausa. – Usted hablaba recién de cazafortunas. Al menos Melrose no lo es; de eso puedo estar segura – y rió artificialmente.

Jury miró sin ver el resto de líquido en su vaso. Había notado en el tono de ella una sonoridad muy particular.

– Isabel odia a Melrose. Nunca pude descubrir por qué.

La razón era obvia, si Isabel tenía a Simon en mente como candidato para Vivian. Pero otra vez el mismo interrogante: ¿por qué quería Isabel que Matchett controlara el dinero que sin duda recibiría Vivian, cuando podía controlarlo ella misma si su hermanastra no se casaba? A menos, claro, que pudiera controlarlo a través de Matchett. La idea se le había ocurrido mientras hablaba con Plant y le congeló la sangre en las venas.

– ¿Qué importancia tiene la opinión de su medio hermana? – preguntó.

Ella respondió en forma indirecta.

– ¿Le han dicho algo sobre mi padre? – Él asintió y ella continuó: – Fue culpa mía, ¿sabe? Yo estaba sobre mi caballo y él fue al establo. Estaba muy oscuro, no había luna aquella noche. Él se acercó por atrás del caballo. El caballo retrocedió y lo pateó. – Vivian se estremeció. – Murió instantáneamente.

– Lo siento mucho. – Jury calló un momento. – Eso sucedió en el norte de Escocia, me han dicho.

Ella asintió.

– En Sutherland.

– ¿Estaban los tres solos? ¿Usted, su padre e Isabel?

– Y una vieja cocinera que ya murió. – Vivian miraba fijamente el líquido en su vaso como si viera los restos del pasado reflejados en un estanque.

– ¿Cómo se llevaba su hermana, quiero decir, su medio hermana con su padre?

– No muy bien. A decir verdad, creo que siempre le ha disgustado que no le hubiera dejado algo directamente en el testamento.

– ¿Pero por qué su padre iba a dejarle dinero a una hijastra que había tenido por sólo tres o cuatro años?

– Eso es cierto. – Vivian tomó otro cigarrillo. El primero se había convertido en una serpiente de ceniza en el cenicero de porcelana. Agitó la mano para apagar el fósforo, como apartando los fantasmas del pasado.

– Usted quería mucho a su padre, ¿no? – Ella asintió. A él le pareció que estaba a punto de llorar. – Según Isabel, usted se enojó con él, salió corriendo de la casa hacia el establo y saltó sobre su caballo. ¿Tiene algún recuerdo claro de eso?

Ella pareció intrigada.

– ¿Un recuerdo? Bueno, sí. Quiero decir, no con exactitud.

– Lo recuerda porque se lo contaron, ¿no? Pero…

Una voz sonó a sus espaldas.

– ¿Emborrachándose juntos?

Los dos miraron hacia atrás sorprendidos. No habían oído entrar a Isabel. Estaba parada en la puerta, con aire misterioso y bellísima, aunque quizá con ropa demasiado lujosa para Jury. Tenía un traje sastre de terciopelo verde, collar de cuentas de ámbar y el saco de visón plateado al hombro.

– ¿Cómo está usted, inspector en jefe Jury?

Jury se puso de pie e hizo una pequeña inclinación.

– Muy bien, muchas gracias, señorita Rivington.

Ella entró, tiró el saco sobre una silla se dirigió al armario galés.

– ¿Les importa si los acompaño?

– Por supuesto que no – dijo Vivian sin entusiasmo. Su deuda moral con Isabel Rivington parecía angustiarla un poco.

Isabel se sirvió una gran medida de whisky, le agregó soda y se acercó a Vivian, pasándole el brazo por los hombros. El gesto le pareció a Jury posesivo, absorbente, más que afectuoso. Luego se dejó caer en el diván, acomodando los almohadones a su alrededor.

– Qué caras tan largas. ¿Melrose no les dio bien de comer? Tendrían que haber ido a lo de Lorraine. Qué comilona.

– Fue una cena estupenda – dijo Vivian con algo de acritud. Jury se alegró de ver algo de temperamento en ella.

– Simon no estaba muy contento con tu ausencia – agregó Isabel, como al pasar.

Vivian no respondió.

– Por desgracia, el reverendo Denzil Smith también estaba allí, así que pasamos casi toda la noche oyendo historias sobre cuevas de contrabandistas en posadas en la costa del mar e historias de los nombres de las posadas. Estos asesinatos lo han puesto en actividad. El resto del tiempo hablamos de Ruby. Es espantoso. El vicario dice que registraron la casa buscando una especie de pulsera. Y el diario de la chica.

Jury miró el reloj.

– Gracias por el trago. Tengo que irme.

Vivian lo acompañó hasta la puerta, y cuando él se dirigió hacia el Morris, lo llamó.

– ¡Espere! – Entró corriendo en la casa y volvió con un librito que le tendió. – No sé si le gusta la poesía, pero me pareció que alguien que sabe una cita de Virgilio quizá…

Jury miró el libro No alcanzaba a leer el título en la oscuridad.

– Me gusta la poesía, sí. ¿Es suyo?

Ella desvió los ojos, claramente avergonzada.

– Sí. Es mío. Fue publicado hace tres o cuatro años. No se vendió como pan caliente, se imaginará. – Como él no respondió ella agregó: – Claro que no tendrá mucho tiempo, supongo, para leer otra cosa que informes policiales. Pero no son muchos poemas. No escribo mucho. Quiero decir, me resulta difícil escribir incluso uno solo.

Mientras la voz de ella se perdía, Jury dijo:

– Me haré de tiempo para leerlo.

Pasó la noche en la cama, leyendo los poemas de Vivian. No eran por cierto la obra de una joven débil que se dejara dominar o que permitiría que la disuadieran de casarse con el hombre amado.

De pronto se le ocurrió algo: quizá fuera Melrose Plant quien no quería casarse con Vivian Rivington.

El libro de poemas se le cayó de las manos. Se quedó dormido pensando cómo podía existir alguien que no quisiera casarse con Vivian Rivington.

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