Ellery Queen - El Misterio De Los Hermanos Siameses
Здесь есть возможность читать онлайн «Ellery Queen - El Misterio De Los Hermanos Siameses» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El Misterio De Los Hermanos Siameses
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El Misterio De Los Hermanos Siameses: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Misterio De Los Hermanos Siameses»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El Misterio De Los Hermanos Siameses — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Misterio De Los Hermanos Siameses», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
El inspector se dejó caer.
– Vamos a verlo. En último caso podemos echarnos monte arriba. ¡Echa a andar!
– A la orden, señor -musitó Ellery, con los ojos doliendo no precisamente por el humo. El Duesenberg se removió-. No sirve de nada mirar, puedes creerme -dijo con la voz teñida de piedad de pronto-. No hay salida. Esta carretera es única, no hay desviaciones… ¡Padre! No te pongas más de pie. ¡Ponte el pañuelo alrededor de la boca y la nariz!
– ¡Te he dicho que sigas! -bramó el viejo con exasperación. Sus ojos estaban rojos y lacrimosos; brillaban como carbones mojados.
El Duesenberg siguió adelante como borracho. El brillo combinado de los tres faros sólo servía para hacer más visibles las serpientes amarillo-blancuzcas de humo que envolvían el coche. Ellery conducía más por instinto que por vista. Trataba desesperadamente, en medio de todo, de recordar con precisión los detalles de la complicada carretera. Había una curva… Tosían constantemente; los ojos de Ellery, protegidos por los anteojos, lloraban también. Un nuevo olor llegó a su nariz, olor a goma quemada. Los neumáticos…
Goteando suavemente, copos de ceniza llegaban a salpicar sus trajes.
De algún punto lejano, allá abajo, llegaba el débil ruido de una sirena persistente. Una alarma, pensó Ellery tristemente, en Osquewa. Habrían visto el fuego y estaban organizando los grupos. Pronto habría hordas de hormiguitas humanas con cubos, regaderas y mangueras hechas en casa, avanzando hacia el bosque incendiado. Esa gente está acostumbrada a luchar con el fuego. Sin duda llegarían a controlar éste, o él mismo se controlaría, o una lluvia providencial lo ahogaría Pero lo que era cierto para Ellery, mientras avanzaba entre el humo, tosiendo y llorando, era que dos caballeros llamados Queen estaban destinados a cumplir con su sino achicharrados en una carretera solitaria de montaña, a muchas millas de Centre Street y de Broadway, y que no habría nadie para contemplar su salida de un mundo que de pronto aparecía imposiblemente dulce y precioso…
– ¡Allí! -chilló el inspector, saltando-. ¡Allí, El! ¡Lo sabía, lo sabía! -y bailaba sobre el asiento, señalando hacia la izquierda con la voz estremecida por las lágrimas de alivio y satisfacción-. Recordaba un camino lateral. ¡Para el coche!
Ellery apretó los frenos con el corazón latiendo alocadamente. Entre una brecha a través del humo aparecía un corte cavernoso. Parecía un camino que subía entre la espesa selva de árboles que cubría el monte Flecha como cabellera de gigante.
Ellery torció fuertemente el volante. El Duesenberg se echó atrás, chirrió, se lanzó adelante con un rugido. Entró en segunda en una carretera de tierra dura, inclinándose en el fuerte ángulo con la ruta principal. El motor protestó, bramó y cantó, y el coche trepó monte arriba. Tomó velocidad, subiendo. Aceleraba, corría. La carretera comenzaba a dar vueltas; una curva, un leve viento increíblemente dulce, perfumado de pinos, un delicioso frescor en el aire…
En menos de veinte segundos habían dejado atrás humo, fuego, destino y muerte.
Todo estaba oscuro por completo: cielo, árboles, carretera. El aire parecía licor; bañaba sus pulmones torturados, sus gargantas, con un frescor que era a su vez cálido, y ambos se dejaron intoxicar por él en silencio. Aspiraban, tragándolo hasta sentir los pulmones hervir. Luego se echaron a reír a dúo.
– ¡Oh, Dios! -susurró Ellery, deteniendo el coche-. ¡Es todo… es todo demasiado fantástico!
El inspector reía:
– ¡Eso es! ¡Fiiu! -sacó el pañuelo, temblando, y se lo pasó por la boca.
Se quitaron sus sombreros y disfrutaron el fresco soplo del viento. Se miraron, tratando de penetrar la oscuridad. Callaron pronto, dejando sentar el ánimo; y, por fin, Ellery soltó el freno de mano y arrancó el Duesenberg.
Si la carretera de abajo había sido mala, esta otra era imposible. Era más bien un camino de carros pedregoso y desigual. Pero ninguno sentía el menor deseo de quejarse. Era un don caído del cielo. Subía dando vueltas, y daban vueltas y subían con él. Ni rastro de presencia humana Las luces trepaban delante de ellos, como antenas de insectos. El aire se hacía más y más cortante, y el dulce filo con olor a árboles era como vino. Insectos alados saltaban y se estrellaban contra las luces.
De repente Ellery paró el coche otra vez.
El inspector, que dormitaba, despertó agitado:
– ¿Qué pasa ahora? -farfulló entre sueños. Ellery escuchaba atentamente:
– Creo que he oído algo por ahí.
El inspector ladeó su cabeza gris.
– ¿Gente por aquí arriba?
– Parece poco probable -dijo Ellery, seco. Se oía un leve crujido a lo lejos, más arriba de ellos, algo como un animal grande.
– ¿Un puma, tú crees? -musitó el inspector, buscando un poco nervioso su revólver de reglamento.
– No creo. Si es eso, te aseguro que estará más asustado que nosotros. ¿Hay gatos monteses por esta zona? Tal vez un oso, o un ciervo, o algo.
Echó a andar el coche de nuevo. Ambos estaban bien despiertos, y ambos claramente incómodos. El crujido aumentó.
– ¡Señor, suena como un elefante! -murmuró el viejo. Había sacado su revólver.
Repentinamente, Ellery se echó a reír. Ante ellos estaba un trozo relativamente recto de carretera, y en la curva del fondo se notaban dos dedos de luz, cayendo de la oscuridad. Un momento después se enderezaron y alumbraron a los brillantes ojos del Duesenberg.
– Un coche -rió Ellery-. Aparta ese cañón, vieja dama. ¡Un puma!
– ¿Y tú no has dicho algo de un ciervo? -replicó el inspector. De todas formas, no volvió a guardar el revólver.
Ellery detuvo el coche una vez más; las luces del otro auto estaban ya muy cerca.
– Es bueno tener compañía en un sitio como éste -dijo alegremente, saltando del coche y caminando delante de sus propias luces-. ¡Eh! -gritó, alzando los brazos.
Era un viejo Buick destartalado que había visto tiempos mejores. Descansó, soplando el polvo del camino con su arrugado morro. Parecía ocupado por un solo pasajero: a través del polvoriento parabrisas iluminado por las luces cruzadas de los coches, se veían la cabeza y hombros de un hombre.
La cabeza salió por la ventanilla. Fuera del cristal, sus facciones eran perfectamente visibles. Un arrugado sombrero de fieltro calado hasta las orejas, separadas de la enorme cabeza. Era una cara monstruosa: gorda, enorme, enmarañada y húmeda. Ojos de rana embutidos en pliegues de carne. La nariz, ancha y abierta. Los labios, líneas apenas. Una cara enorme, poco sana, aunque dura y calma de alguna forma. Ellery notó enseguida que no se podía bromear con el propietario de una cara así.
Los ojos, puntos luminosos, se clavaron en la figura de Ellery con firmeza de batracio. Luego se posaron en el Duesenberg, observando el torso del inspector, y volvieron a Ellery.
– Usted, fuera del camino -era una voz ronca, agriamente vibrante en los tonos bajos-. ¡Quítese de en medio!
Ellery parpadeó bajo la fuerte luz. La cabeza de gárgola había vuelto a meterse tras el parabrisas. Pudo descubrir el esbozo de unos hombros anchísimos. No tenía cuello, pensó irritado. Tío indecente. Hay que tener cuello.
– Óigame -empezó amablemente-. No es muy correcto.
El Buick roncó y comenzó a arrastrarse hacia delante. Los ojos de Ellery relucieron.
– ¡Párese! -gritó-. ¡No puede usted bajar por ahí, estúpido! ¡Hay un incendio monte abajo!
El Buick se paró a dos pies de Ellery, a diez del Duesenberg. La cabeza volvió a salir.
– ¿Cómo dice? -dijo la voz de bajo, pesadamente.
– Estaba seguro de que eso le interesaría -replicó Ellery con satisfacción-. Por todos los diablos, ¿ya no queda el menor asomo de cortesía en este país? Le he dicho que hay una enorme y amplia conflagración monte abajo; probablemente ya haya cruzado la carretera, así que lo mejor que puede hacer es dar la vuelta y volver por donde ha venido.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El Misterio De Los Hermanos Siameses»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Misterio De Los Hermanos Siameses» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El Misterio De Los Hermanos Siameses» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.