Manuel Gonzalez - Un año en quince minutos
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Manuel Garcia y Gonzalez
Un año en quince minutos
ACTO ÚNICO
Salon amueblado con lujo: puerta al foro y laterales: á la izquierda una ventana; á la derecha y en primer término, chimenea con espejo encima. Mas allá de la chimenea una mesa de escritorio. A la izquierda un velador con recado de escribir. Dos butacas al lado de la chimenea. Sillas al rededor de la mesa y del velador.
ESCENA PRIMERA
Julia. Qué haces, Dolores?
Dolor. Nada, señorita; estaba arreglando los visillos.
Julia. No sé qué te se ha perdido ahí; nunca te apartas de la ventana: en todo el dia haces otra cosa, y ya sabes que eso no me gusta.
Dolor. Pues ahora, señorita, ha sido una casualidad.
Julia. Quiero que te llegues á la librería, á ver si ha salido la última entrega de esta obra: en ella tal vez encontraré los pormenores de la desgraciada muerte de mi pobre hermano, víctima de la desastrosa guerra civil. Dícese que ha sido escrita por uno de los testigos presenciales que se hallaban en el ejército de la Reina. Quisiera conocerlo! (Vuelve á leer).
Dolor. (Mirando el libro por detrás de la silla).«Página 114.» Cómo, señorita! Está usted todavía en el mismo pasage al cabo de tantos dias? En la toma de Morella?..
Julia. Si, quiero aprender de memoria hasta los menores detalles de aquella reñida lucha, que tantas lágrimas costó, y que tan estéril fué para algunos.
Dolor. Vaya, vaya!.. Olvide usted eso, señorita, y haga por distraerse: ya sabe lo que dice el refran: «lo que no tiene remedio, olvidarlo es lo mejor.» Mire usted, no sé en qué consistirá, pero lo cierto es que desde que hizo usted el último viaje á Sevilla, me parece que no es usted la misma: antes tan alegre… ahora siempre triste.
Julia. Yo triste? No lo creas. (Aparte). Tiene razon, no puedo olvidar á aquel jóven.
Dolor. Vamos, señorita; esas cosas nunca se pueden ocultar por mucho disimulo que se tenga. Habrá acaso algun caballerito?..
Julia. Quieres callar, tonta? Ya sabes que mi tio me ha mandado llamar á Valencia, y que dentro de dos semanas tenemos que ponernos en camino. Hace cerca de tres años que murió mi esposo, y desde entonces, te lo juro, no he vuelto á mirar á ningun hombre á la cara.
Dolor. Y por qué?
Julia. Porque no quiero volverme á casar; porque no puedo ver á los hombres; porque todos son iguales; y en fin, porque si yo volviese á querer á alguno, de lo que Dios me libre, habia de ser con la condicion de que no se pareciese á nadie.
Dolor. Cosa muy difícil, señorita.
Julia. En primer lugar, si empezaba por hacerme la córte, le despediria acto contínuo; y si tenia la nécia pretension de solicitar mi mano sin hacerme la córte, le daba calabazas.
Dolor. Pues entonces…
Julia. Será un capricho; pero para agradarme, habia de hacer en un cuarto de hora lo que todos hacen en dos ó tres años: es decir, habia de proceder de un modo hábil, discreto, y sobre todo muy breve, sin rodeos, y sin perder un momento: ya sabes que mi genio es como una pólvora.
Dolor. Es verdad, señorita; aquí estoy yo que lo puedo decir.
Julia. Pero vamos, qué haces que no vas á lo que te he dicho? Ah! has puesto papeles en el balcón?
Dolor. Sí, señora, desde esta mañana temprano, y ya puede venir nuevo inquilino cuando quiera.
Julia. Cómo cuando quiera! Todavía no dejaremos la casa hasta fines de mes, y hoy estamos á diez y seis.
Dolor. Bien; asi lo diré á quien venga.
Julia. Vé á lo que te he mandado, mientras yo me arreglo para salir.
Dolor. Vuelvo al momento. (Julia entra en la habitacion de la izquierda).
ESCENA II
Dolor. Pues señor, decididamente vamos á viajar, cómo me gusta á mi viajar!.. Sobre todo de noche, en el verano, al resplandor de la luna, y con muchos viajeros alegren y divertidos: el uno cuenta un chascarrillo; el otro una aventura; aquel refiere sus amores, este las diabluras de su juventud. En fin, todos ayudan á que el camino sea mas corto, y cuando una menos piensa, se encuentra en el término de su viaje.
Porter. (Desde adentro foro). Muchacha, aquí está un caballero que quiere ver el cuarto.
Dolor. Que entre.
Porter. Entre usted, caballero.
ESCENA III
Luis. Parece, segun veo, que no está todavía desocupado.
Dolor. No señor, pero muy pronto lo estará. Mi señora y yo nos vamos fuera de Madrid.
Luis. Hola! Conque tienes una señora? La puedo ver?
Dolor. Curioso es usted, caballero. Acaso cree que nosotras hacemos parte de los muebles?
Luis. No?.. Pues lo siento.
Dolor. De veras, don… Cómo se llama usted?
Luis. Luis Peralta y Aguilar. Y tú?
Dolor. Dolores, para servir á usted.
Luis. Conque vamos á ver si me enseñas las habitaciones.
Dolor. Con mucho gusto, don Luis. En primer lugar, este es el salon.
Luis. No me disgusta.
Dolor. (Señalando la puerta de la derecha). Aquel es el gabinete.
Luis. Sí, pero desde aquí no puedo…
Dolor. Lo mismo dá. Esta es la alcoba. (Señalando la puerta izquierda).
Luis. Vamos á verla.
Dolor. No se puede entrar… no está hecha la cama.
Luis. Ah! ya! seria una imprudencia… Hay alguien tal vez?
Dolor. No señor, pero…
Luis. Vamos, no insisto.
Dolor. (Señalando la puerta segunda izquierda). Ese es el tocador.
Luis. (Dando un paso para entrar). Ah!
Dolor. (Deteniéndolo). Pero no tendrá usted la indiscrecion.
Luis. Bien, bien; no entraré. (Pues señor, vaya un modo de enseñar las habitaciones!)
Dolor. Mi señora se está vistiendo…
Luis. Ah! tu señora!.. Y dime, es soltera?
Dolor. Diré á usted: mi señora era casada, pero hace bastante tiempo que murió su marido y se quedó viuda. De consiguiente, es soltera?
Luis. Como yo.
Dolor. Conque vamos, le conviene á usted el cuarto?
Luis. Qué cuarto?
Dolor. Toma!.. El que acabo de enseñarle.
Luis. El que acabas de… Te diré me convendria… si lo hubiese visto.
Dolor. Pues una vez que es usted tan curioso, avisaré á mi señorita Julia.
Luis. Julia!.. Precioso nombre!
Dolor. Usted se arreglará con ella. Asi como asi no estará desocupado hasta dentro de quince dias…
Luis. Es que yo lo necesitaba mucho antes.
Dolor. Para cuándo?
Luis. Para dentro de diez minutos.
Dolor. De diez minutos!
Luis. Justamente.
Dolor. Pero á qué viene esa prisa?
Luis. Te diré lo que me ha sucedido. Hace tres meses que teniendo que hacer un viaje bastante corto, salí de casa sin avisar al casero, porque creia volver á los cuatro ó cinco dias; pero mi ausencia se ha prolongado demasiado, y esta mañana al volver á mi habitación me encuentro con un nuevo inquilino que habia tomado posesion de mi techo en uso de las facultades que el casero le ha otorgado. Hace dos meses, segun me ha dicho, que habita mi cuarto, y gracias que ha tenido la delicadeza de respetar mis muebles, conservándolos hasta mi vuelta. De suerte que ahora me encuentro en medio de la calle, sin tener donde dormir, ni donde colocarlos.
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