Unknown - i c40a5069f5c85ef3
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La noche era húmeda y ventosa, dos ni˜nos disfrazados de calabazas caminaban bamboleándose a través de la plaza, y los escaparates estaban cubiertos de ara˜nas de papel, todos adornos muggle de mal gusto de un mundo en el cual no cre´ıan... Y él se deslizaba hacia delante, con esa sensación de resolución y poder y corrección que siempre sent´ıa en estas ocasiones... no furia... que era para almas más débiles que las de él... sino triunfo, aunque... hab´ıa anhelado esto, lo hab´ıa esperado...
“¡Bonito disfraz, se˜nor!”
Vio la sonrisa del peque˜no ni˜no vacilar cuando se acercó lo suficiente como para ver bajo la capucha de la capa, vio el miedo nublar su cara pintada: Entonces el ni˜no se giró y huyó... Bajo la túnica sosten´ıa el mango de su varita... Un movimiento simple y el ni˜no nunca alcanzar´ıa a su madre... pero era innecesario, realmente innecesario...
Y recorrió una calle nueva y más oscura, y ahora su destino estaba a la vista a fin de cuentas, el Encantamiento Fidelius roto, aunque ellos no lo supieran aún... E hizo menos ruido que las hojas muertas, reptando sobre el pavimento hasta llegar al nivel del oscuro seto y miraba por encima de él.
No hab´ıan corrido las cortinas, los ve´ıa muy cari˜nosos en su peque˜no salón, el hombre alto de pelo negro con sus gafas, haciendo que ráfagas de humo de colores salieran de su varita para diversión del peque˜no de pelo negro en su pijama azul. El ni˜no se re´ıa y trataba de coger el humo, agarrándolo en su peque˜no pu˜no.
Una puerta se abrió y la madre entró, pronunciando palabras que él no pod´ıa o´ır, su largo pelo rojo oscuro le ca´ıa sobre la cara. Ahora el padre cog´ıa en brazos al hijo, y se lo entregaba a la madre. Arrojó su varita al sofá y se desperezó, bostezando.
La verja rechinó un poco cuando la abrió, pero James Potter no lo oyó. Su mano blanca aferró la varita bajo su capa y apuntó a la puerta, la cual se abrió de golpe.
Estaba en el umbral cuando James llegó corriendo al vest´ıbulo. Fue fácil, demasiado fácil, ni siquiera hab´ıa recogido su varita.
“¡Lily, coge a Harry y vete! ¡Es él! ¡Vete! ¡Huye! ¡Le retendré!”
¡Retenerle, sin una varita en la mano! ... Se rió antes de lanzar la maldición.
“¡Avada Kedavra! ”
La luz verde llenó el estrecho vest´ıbulo, dibujando la silueta del cochecito de ni˜no contra la pared, hizo que los pasamanos brillaran intensamente igual que relámpagos, y James Potter cayó como una marioneta cuyas cuerdas hubieran sido cortadas.
Pod´ıa oirla gritar en el piso de arriba, atrapada, pero mientras fuera sensata, ella, al menos, no ten´ıa nada que temer... subió las escaleras, notando con diversión sus débiles intentos por bloquearle con una barricada desde dentro... No llevaba encima la varita...
Qué estúpidos hab´ıan sido, y qué confiados, creyendo estar seguros confiando su seguridad a sus amigos, esas armas deb´ıan descartarse en determinados momentos...
Forzó la cerradura de la puerta, arrojó a un lado la silla y las cajas precipitadamente amontonadas contra ella con una perezosa onda de su varita... y all´ı de pie estaba ella, con el ni˜no entre sus brazos. Al verle, dejó a su hijo en la cuna tras ella y abrió los brazos, CAPÍTULO 17. EL SECRETO DE BATHILDA
196
como si eso fuera a ayudar, como si ocultándole a su vista esperara ser elegida en su lugar...
“¡Harry no, Harry no, por favor Harry no!”
“Apártate, muchacha estúpida... hazte a un lado, ahora.”
“Harry no, por favor no, llévame, mátame en su lugar...”
“Ésta es mi última advertencia”
“¡Harry no! ¡Por favor... ten misericordia... ten misericordia. ¡Harry no! ¡Harry no! Por favor, haré cualquier cosa”
“Apártate. ¡Apártate, muchacha!”
Pudo haberla apartado a la fuerza de delante de la cuna, pero parec´ıa más prudente matarlos a todos....
La luz verde brilló intermitentemente en toda la habitación y cayó como su marido.
El ni˜no no hab´ıa llorado en todo ese tiempo. Estaba de pie, aferrando firmemente los barrotes de su cuna, y levantando la mirada hacia la cara del intruso con brillante interés, quizá pensando que era su padre el que se escond´ıa bajo la capucha, para hacer más luces bonitas, y que su madre se levantar´ıa en cualquier momento, riendo.
Apuntó con mucho cuidado la varita a la cara del ni˜no. Quer´ıa ver como ocurr´ıa, la destrucción de este inexplicable peligro. El ni˜no comenzó a llorar. Hab´ıa visto que no era James. No le gustó que llorase, nunca hab´ıa podido soportar a los peque˜nos lloriqueando en el orfanato.
“¡Avada Kedavra! ”
Y entonces se rompió. Él no era nada, nada excepto dolor y terror, y deb´ıa esconderse, no aqu´ı entre los escombros de la casa en ruinas, donde el ni˜no estaba atrapado y gritando sino lejos... muy lejos...
“No” gimió.
La serpiente murmuraba en el piso asqueroso y desordenado, y él hab´ıa matado al ni˜no, y s´ı él era el ni˜no...
“No.”
Y ahora estaba de pie ante la ventana rota de la casa de Bathilda, inmerso en los recuerdos de su mayor pérdida, y a sus pies la gran serpiente murmuraba sobre los cristales y la porcelana china rota... Bajó la mirada y vio algo ... algo incre´ıble...
“No”
“¡Harry, está bien, estás bien!”
Se agachó y recogió la foto hecha pedazos. All´ı estaba, el desconocido ladrón, el ladrón al que buscaba...
“No... la dejé caer... la dejé caer...”
“¡Harry, estás bien, despierta, despierta!”
Él era Harry... Harry, no Voldemort... y la cosa que murmuraba no era una serpiente...
Abrió los ojos.
“Harry,” murmuró Hermione. “¿Te sientes... bien?”
“S´ı” mintió.
CAPÍTULO 17. EL SECRETO DE BATHILDA
197
Estaba en la tienda de campa˜na, tendido sobre una de las literas inferiores bajo un montón de mantas. Supo que estaba amaneciendo por la quietud y la calidad fresca y uniforme de la luz más allá del techo de lona. Estaba empapado en sudor, pod´ıa sentirlo en las sábanas y mantas.
“Escapamos.”
“S´ı” dijo Hermione. “Tuve que usar a un Encantamiento Levitatorio para meterte en la litera, no te pod´ıa levantar. Has estado... Bueno, no has estado muy...”
Hab´ıa sombras púrpuras bajo sus ojos café y advirtió una peque˜na esponja en su mano.
Le hab´ıa estado enjuagando la cara.
“Has estado enfermo” terminó. “Muy mal.”
“¿Cuánto hace que salimos?”
“Han pasado horas. Es casi de d´ıa.”
“Y he estado... ¿qué?, ¿inconsciente?”
“No exactamente,” dijo Hermione con inquietud. “Has estado gritando y gimiendo y...
diciendo cosas” a˜nadió en un tono que hizo que Harry se sintiera intranquilo. ¿Qué hab´ıa dicho? ¿Hab´ıa gritado maldiciones como Voldemort, hab´ıa llorado como el bebé de la cuna?
“No pod´ıa quitarte el Horrocrux,” dijo Hermione, y vio que quer´ıa cambiar de tema.
“Estaba pegado, pegado a tu pecho. Te ha quedado una marca, lo siento. Tuve que usar un Hechizo Separador para quitártelo. La serpiente te mordió también, pero he limpiado la herida y he puesto algo de d´ıctamo en ella...”
Tiró de la sudorosa camiseta que llevaba puesta y se miró. Hab´ıa un óvalo de color escarlata sobre su corazón donde el guardapelo le hab´ıa quemado. También pod´ıa ver las marcas de colmillos medio cicatrizadas en el antebrazo.
“¿Dónde has puesto el Horrocrux?”
“En mi bolso, creo que deber´ıamos mantenerlo a distancia durante algún tiempo.”
Harry se recostó contra las almohadas y examinó la cara gris de ella.
“No deber´ıamos haber ido al Valle de Godric. Es culpa m´ıa. Todo es culpa m´ıa, Hermione. Lo siento.”
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