Unknown - i c40a5069f5c85ef3

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Mundungus no parec´ıa particularmente tranquilizado, pero Moody ya estaba sacando media docena de vasos del tama˜no de hueveras de su abrigo, que repartió, antes de verter un poco de Poción Multijugos en cada uno de ellos.

“Juntos, ya...”

Ron, Hermoine, Fred, George, Fleur y Mundungos bebieron. Todos ellos jadearon e hicieron muecas cuando la poción golpeó sus gargantas; al instante, sus rasgos empezaron a burbujear y deformarse como cera caliente. Hermione y Mundungus se disparaban hacia arriba; Ron, Fred y George estaban encogiendo; su cabello se estaba oscureciendo, el de Hermione y Fleur pareció salir disparado hasta sus cráneos.

Moody, bastante despreocupado, estaba ahora soltando los lazos del mayor de los sacos que hab´ıa tra´ıdo con él. Cuando se volvió a enderezar, hab´ıa seis Harry Potters jadeando y resoplando frente a él.

Fred y George se giraron el uno hacia el otro y dijeron juntos. “Guau... ¡somos idénticos!”

“Sin embargo creo que aún as´ı yo sigo siendo más guapo,” dijo Fred, examinando su reflejo en un hervidor.”

“Bah,” dijo Fleur, comprobándose a s´ı misma en la puerta del microhondas. “Bill, no me miges... estoy hogenda.”

“Aquellos cuya ropa le venga un poco holgada, tengo alguna más peque˜na aqu´ı,” dijo Moody, se˜nalando al primer saco. “y viceversa. No olvidéis las gafas, hay seis pares en el bolsillo interior. Y cuando os vistáis, hay equipaje en el otro saco.”

El auténtico Harry pensaba que esto podr´ıa ser la cosa más rara que hab´ıa visto nunca, y hab´ıa visto algunas extremadamente raras. Observó a sus seis dobles rebuscando en los sacos, sacando juegos de ropa, poniéndose gafas, haciendo la suyas a un lado. Estuvo a CAPÍTULO 4. LOS SIETE POTTERS

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punto de pedirles que mostraran un poco de respeto por la privacidad cuando empezaron a quitársela con impunidad, claramente más a gusto al exponer su cuerpo de lo que hubieran estado con los suyos propios.

“Sab´ıa que Ginny ment´ıa sobre ese tatuaje,” dijo Ron, bajando la mirada a su pecho desnudo.

“Harry, tu vista es realmente fatal,” dijo Hermione, mientras se pon´ıa las gafas.

Una vez vestidos, los falsos Harry tomaron equipaje y jaulas de lechuzas, cada una conten´ıa una esponjosa lechuza nevada, del segundo saco.

“Bueno,” dijo Moody, cuando al fin siete Harrys vestidos, con gafas, y cargados de equipaje le miraron. “Las parejas serán las siguientes: Mundungus viajará conmigo, en escoba...”

“¿Por qué yo contigo?” gru˜no el Harry más cercano a la puerta trasera.”

“Porque tú eres el que necesita vigilancia,” gru˜nó Moody, y estaba claro, su ojo mágico no se despegaba de Mundungus mientras hablaba. “Arthur y Fred...”

“Soy George,” dijo el gemelo al que Moody estaba se˜nalando. “¿Ni siquieras puedes diferenciarnos cuando somos Harry?”

“Lo siento, George...”

“Solo me quedaba con tu varita, en realidad soy Fred...”

“¡Ya basta de liarla!” ladró Moody. “El otro... George o Fred o quienquiera que seas...

tú con Remus. La Se˜norita Delacour...”

“Yo llevo a Fleur en un thestral,” dijo Bill. “No le gustan mucho las escobas.”

Fleur se acercó para ponerse a su lado, lanzándole una mirada sentimentaloide y servil que Harry esperaba de todo corazón que nunca volviera a aparecer en su cara.

“La Se˜norita Granger con Kingsley, de nuevo en thestral...”

Hermione pareció tranquilizada mientras respond´ıa a la sonrisa de Kingsley; Harry sab´ıa que a Hermione le faltaba también confianza con la escoba.

“¡Lo que nos deja a t´ı y a m´ı, Ron!,” dijo Tonks alegremente, golpeando un soporte de papel de cocina mientras saludaba hacia él.

Ron no parec´ıa tan complacido como Hermione.

“Y tú conmigo, Harry. ¿Te parece bien?” dijo Hagrid, que parec´ıa un poco ansioso.

“Iremos en la moto, las escobas y los thestrals no pueden con mi peso, ya ves. No hay mucho espacio en el asiento conmigo, as´ı que tendrás que ir en el sidecar.”

“Genial,” dijo Harry, no muy sinceramente.

“Creemos que los mortifagos esperará que vayas en escoba,” dijo Moody, que pareció suponer lo que Harry estaba sintiendo. “Snape ha tenido tiempo suficiente para contarles de ti lo que nunca antes ha mencionado, as´ı que si topamos con algún mortifago, apostamos a que escogerá al Potter que parecezca a gusto en la escoba. Todo bien entonces,” siguió, atando el saco con la ropa de los falsos Potters y abriendo camino hacia la puerta. “Faltan tres minutos hasta la hora en la que se supone que debemos salir.

No servirá de nada cerrar la puerta trasera, no mantendrá fuera a los mortifagos cuando vengan. Vamos...”

Harry se apresuró a reunir su mochila, su Saeta de Fuego y la jaula de Hedwig y CAPÍTULO 4. LOS SIETE POTTERS

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siguió al grupo hacia el oscuro jard´ın trasero.

Por todas partes palos de escobas saltaban a las manos; Hermione estaba ya siendo ayudada por Kingsley a subir a un gran thestral, Fleur a otro por Bill. Hagrid estaba listo y de pie junto a la motocicleta, con los guantes puestos.

“¿Es esta? ¿La moto de Sirius?”

“La mism´ısima,” dijo Hagrid, sonriendo a Harry. “¡Y la última vez que montaste en ella, Harry, me cab´ıas en una mano!”

Harry no pudo evitar sentirse un poco humillado al meterse en el sidecar. Eso lo colocaba a varios pies más abajo que todos los demás. Ron sonrió burlonamente al verle sentado all´ı como un ni˜no en un cochecito de bebé. Harry colocó su mochila y escoba entre los pies y se encajó la jaula de Hedwing entre las rodillas. Estaba extremadamente incómodo.

“Arthur le ha hecho unos peque˜nos arreglos,” dijo Hagrid, totalmente ignorante de la incomodidad de Harry. Se colocó a horcajadas sobre la motocicleta, que crujió ligeramente y se hundió unos cent´ımetros en el suelo. “Ahora tiene unos cuantos ases en la manga. Eso fue idea m´ıa.” Se˜naló con un dedo grueso a un botón púrpura cerca del cuentakilómetros.

“Por favor ten cuidado, Hagrid,” dijo el Se˜nor Weasley, que estaba de pie junto a ellos, sujentando su escoba. “Todav´ıa no estoy seguro de que sea aconsejable e indudablemente solo para usar en caso de emergencia.”

“Bien entonces,” dijo Moody. “Todo el mundo preparado, por favor. Quiero que todos salgamos exactamente al mismo tiempo o el efecto de la diversión se perderá.”

Todo el mundo sacudió la cabeza.

“Agárrate fuerte, Ron,” dijo Tonks y Harry vio como Ron lanzaba una mirada forzada y culpable a Lupin antes de colocar las manos a cada lado de la cintura de Tonks. Hagrid pateó volviendo la motocicleta a la vida. Esta rugió como un dragón, y el sidecar empezó a vibrar.

“Buena suerte a todos,” gritó Moody. “Nos veremos más o menos en una hora en la Madriguera. A la de tres. Uno... dos... TRES.”

Hubo un gran rugido proviniente de la motocicleta, y Harry sintió como el sidecar daba una bandazo. Se estaba alzando en el aire con rapidez, sus ojos lagrimeaban ligeramente, el pero azotado hacia atrás de su cara. Alrededor de él las escobas alzaban también el vuelo; la larga cola de un thestral pasó a su lado. Sus piernas, atoradas en el sidecar por la jaula de Hedwig y su mochilla, ya estaban magulladas y empezaban a entumecerse. Tan grande era su incomodidad que casi olvidó echar un vistazo al número cuatro de Privet Drive. Para cuando miró por el borde del sidecar ya no pod´ıa decir cual de ellas era.

Y entonces, salidos de ninguna parte, de la nada, les rodearon. Al menos treinta figuras encapuchadas, suspendidas en medio del aire, formando un gran c´ırculo en el medio del que los miembros de la Orden hab´ıa alzado el bueno, ignorantes.

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