A menudo tratamos de ignorar nuestros problemas o negamos que los tenemos: «No tengo un problema. ¿Qué problema?» Con frecuencia razonamos: «Es que soy así», «Todo el mundo lo hace». A veces culpamos a otros: «Si tuviera otros padres», «El diablo me hizo hacerlo». ¿Sabe algo? Podemos culpar a cualquiera, pero mientras sigamos perdiendo nuestra energía tratando de arreglar la culpa, no podremos arreglar el problema.
Santiago dice que nos gusta seguir el camino con menos resistencia, y ceder a la tentación es por lo general el camino más fácil. El punto para comenzar a desarrollar el dominio propio es encarar lo que Dios ya dijo acerca de mí: Soy responsable de mi conducta. ¿Quiere más dominio propio? El primer paso es admitir que tiene un problema y ser específico acerca del mismo. «Tengo este problema. En esto es donde necesito ayuda.» Puede ser que tenga problema con la comida, la bebida, su vocabulario, su temperamento, el dinero, el ejercicio, el sexo, la ropa, el tiempo; todas estas esferas necesitan dominio propio. Comience orando específicamente por sus esferas problemáticas.
Deje atrás el pasado
El segundo paso para desarrollar el dominio propio, y este es muy importante, es dejar atrás el pasado. Nótese que Pablo dice en Filipenses 3:13-14: «Olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta.» Este versículo pone de manifiesto un concepto erróneo que le impide ganar el dominio propio: una vez fracasado, siempre será un fracasado. Tal vez usted diga: «Ay, pero yo traté de dejar mi mal hábito. En efecto, lo traté de hacer quince veces. Creo que nunca lograré controlar esto.» Esto es una equivocación. El fracaso del pasado no significa que nunca podrá cambiar. Sin embargo, el concentrarse en los fracasos del pasado sí le garantiza que se repetirán. Es como manejar un carro mirando todo el tiempo por el espejo retrovisor. Va a chocar con lo que tenga al frente. Usted tiene que dejar atrás el pasado.
¿Ha observado a un bebé aprendiendo a caminar? Tal vez se caiga muchas veces, pero no se queda en el piso. Sigue probando hasta que al final alcanza el éxito. Un bebé aprende a caminar gracias a la persistencia. ¿Se imagina dónde estaría si se hubiera dado por vencido cuando tropezó y se cayó dos o tres veces? No hay esperanzas. Soy un fracasado. Nunca caminaré. Seamos sinceros. Alguna gente está hecha para caminar, mientras que otros no están hechos para caminar. Yo sé que no estoy hecho para caminar porque ya probé y me caí tres veces .
La primera vez que besé a una muchacha estaba muy nervioso. Es decir, no quería que las narices chocaran. Así que de alguna forma incliné la cabeza un poco, y ella inclinó su cabeza un poco, y logramos una conexión. Me da vergüenza admitir lo que pasó después. Ella tenía el pelo largo y mis espejuelos se enredaron con su pelo. Mi primer beso fue un fracaso. ¡Pero me alegro mucho de no haberme dado por vencido con los besos!
Deje atrás su pasado. No importa cuántas veces haya fracasado. Pruebe de nuevo. Solo que esta vez hágalo de otra forma, admitiendo que tiene un problema. Ponga el pasado atrás. Como Thomas Edison dijo una vez: «No lo llame fracaso, ¡llámelo educación! ¡Ahora sabe qué es lo que no resulta!»
Contéstele a sus sentimientos
El próximo paso para tener más dominio propio es contestarle a sus sentimientos. Rételos. Hoy día, enfatizamos demasiado en nuestros sentimientos. Pensamos que todo tiene que sentirse bien o no vale la pena. «No tengo deseos de estudiar. No tengo deseos de trabajar. No tengo deseos de levantarme. No tengo deseos de leer la Biblia. No tengo deseos de lavar el carro.» O: «Tengo deseos de servirme más comida u otro trago. Tengo deseos de ver televisión por diez horas.» No le dé tanta autoridad a sus deseos. Los deseos no son de fiar.
Déjeme preguntarle, ¿usted permite que su estado de ánimo lo manipule? Dios no quiere que sus deseos lo controlen. Él quiere que sea usted quien domine su estado de ánimo. Con Cristo como el amo de su vida usted puede aprender a dominar sus sentimientos. Contésteles. Dios dice que él quiere que usted aprenda a retar sus emociones.
Por ejemplo, digamos que usted está peleando la batalla de una cintura abultada. Antes de comenzar a caminar hacia la cocina y abrir la puerta del refrigerador ya comenzó a hablarse acerca de la comida. Si en realidad quiere perder peso, tendrá que retar algunas de estas actitudes subconscientes con respecto a la comida. Cuando se oiga diciéndose: «Me tengo que comer una merienda o me muero», entonces debe contestarse y decirse algo así: «No, no me voy a morir si dejo de comer una merienda. Por el contrario, estaré más saludable si no me la como.»
En Tito 2:11-12 leemos: «En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio.» La gracia de Dios nos da el poder de hacer lo que es correcto. Dios le da la habilidad de decir no a ese sentimiento, deseo o impulso. Es un poder sobrenatural. Con la ayuda de Dios usted puede dominar sus actitudes.
Crea que puede cambiar
Si va a cambiar y a tener más dominio propio, debe comenzar por creerlo. La verdad es que sus creencias controlan su conducta. En casi todos los capítulos mencioné que el fruto del Espíritu comienza en sus pensamientos. La semilla debe plantarse en su mente. La manera de pensar determina la manera en que se siente, y la manera en que se siente determina la manera en la que actúa.
Tanto la persona que dice: «No puedo hacerlo», como la persona que dice: «puedo hacerlo», están correctas. La mayoría del tiempo usted se prepara para ser derrotado por el hábito de decir: «Nunca podré dejar esto. Es que soy así. Nunca me será posible cambiar.» Su creencia personal se convierte en una profecía capaz de cumplirse.
Tres veces, en 1 Pedro, Dios nos recuerda que debemos tener claridad mental y dominio propio. ¿Por qué? Porque una mente clara tiene mucho que ver con el dominio propio. Dios nos dio el poder para cambiar nuestros hábitos al darnos el poder de elegir nuestros pensamientos. ¿Acaso Romanos 1:12 nos dice que seamos transformados trabajando fuertemente en eso o simplemente con toda nuestra voluntad? No. ¿Cómo seremos transformados? Por la renovación de nuestra mente. Cuando su dominio propio sea probado, usted necesita llenar su mente con las promesas de Dios. Veamos una de estas bellas promesas.
Primera de Corintios 10:13 dice: «Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir.» Eso es un hecho. Si usted es cristiano nunca puede decir: «La tentación era muy fuerte; no pude resistirla.» La Biblia dice que Dios es fiel. Si usted es cristiano, él no le dejará ser tentado más allá de lo que pueda soportar. Él nunca pondrá sobre usted más de lo que pone dentro para soportarlo.
Así que concéntrese en las promesas positivas de Dios de ayuda y fortaleza. Filipenses 4:13 dice: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.» Puedo cambiar . Puedo ser diferente. Deje de entrenarse para el fracaso al criticarse constantemente. Deje de criticarse, condenarse y rebajarse: «Ah, no valgo nada. No soy bueno. Ni siquiera debo ir a la iglesia. Sencillamente no tengo control sobre mi vida.» ¡Criticarse no resulta, ni en usted ni en nadie más! En cambio, recuerde lo que Jesús dijo: «Para el que cree, todo es posible» (Marcos 9:23).
Rinda cuentas a alguien
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