Ahora, lector amigo, ya que hemos recorrido juntos el Sendero del conocimiento, te diré que te he transmitido las palabras que recibí de otros que me precedieron en el Sendero. Consciente de mis limitaciones me atreví a esparcir las semillas de la Verdad con la esperanza de que algunas arraigaran en el corazón y en la mente de los lectores de este libro. Pero ahora que terminé mi labor, me entristece el pensamiento de que pocos serán aquellos en quienes la semilla germine y medre con mental y espiritual crecimiento para luego florecer y fructificar. Es la misma tristeza de todos los instructores que saben cuán inútil es gran parte de su labor, que de millares de semillas esparcidas sólo unas cuantas llegan a dar sazonados frutos. Pero cabe la compensación en el pensamiento de que uno, dos o una docena de lectores habrán recibido la semilla espiritual y la nutrirán con el mental mantillo que favorezca su florecimiento y fructificación.
He aquí, el sembrador salió a sembrar.
Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron.
Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra;
pero salido el sol, se quemó, y porque no tenía raíz, se secó.
y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.
Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.
El que tiene oídos para oír, oiga (Mateo 13, 3,9).
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[1]Dice textualmente el Evangelio de San Mateo que se alimentaba de langostas y miel silvestre. Esas langostas, no son, sin embargo, e! crustáceo conocido por este nombre, sino su homónimo e! insecto que asuela los campos y es llamado en España, vulgarmente, saltamontes. [T.]
[2]El lector puede consultar cualquier obra de exégesis moderna para comprobar la veracidad de esta afirmación. Las láminas de los textos escolares en que aparecen los Magos adorando a un niño recién nacido en un pesebre son tan apócrifas como las otras ya mencionadas. Los Magos no tuvieron nada que ver con el pesebre, porque según vetemos más adelante, José y María se alojaron en una casa de Belén.
[3]Según saben los ocultistas, este ángel fue la forma astral de uno de los Magos
[4]Era el tirso la mística varita que llevaba el iniciado y con la que el hierofante le golpeaba al conferirle la iniciación.