Trazado así el plan de vida, se fueron a acostar, siendo éste el momento de decir que lo hacen los cinco en la galera que ahora se llama Dos Caballos, y de este modo, Pedro Orce se queda delante, atravesado, en un jergón estrecho que da justo para él, después Joana Carda y José Anaiço, a lo largo, en el espacio lateral que queda de una parte de los objetos con que viajan, y lo mismo sucede con María Guavaira y Joaquim Sassa, más atrás. Hay telas colgadas que forman simbólicas divisorias, el respeto es grande, si Joana Carda y José Anaiço, que ocupan el medio de la galera, necesitan salir al aire libre durante la noche, pasan por el lado de Pedro Orce, que no se queja, la incomodidad, aquí, se comparte como se comparte todo. Y los besos, y los abrazos, los desahogos carnales, cuándo se practican y ejercitan, preguntarán aquellos espíritus curiosos a quienes la naturaleza dotó de una inclinación particular para la malicia. Digamos que ha habido dos maneras de satisfacer los amantes los dulces impulsos de la naturaleza, o van por esos campos en busca de un lugar aislado y apacible, o aprovechan el alejamiento temporal y propositado de sus compañeros, para lo que ni precisas son palabras, hay señales de gran elocuencia, sólo haciéndonos los desentendidos, aquí el dinero faltará, pero no el entendimiento.
No partieron al romper el alba como aconsejaría la poética, para qué madrugar si ahora tienen todo el tiempo del mundo para ellos, pero no fue ésta la única razón ni la más fuerte, ocurrió que se demoraron en los arreglos corporales, afeitados los hombres, pulidas las mujeres y las ropas cepilladas, en un rincón adecuado de la arboleda, adonde llevaron en cubos el agua de la ribera, se lavaron uno por uno, las parejas no se sabe si enteramente desnudas porque de ello no hubo testigos. Pedro Orce fue el último en bañarse, le acompañó el perro, parecían dos tontos, tanto reía el uno como el otro, el perro empujando a Pedro Orce y Pedro Orce tirándole agua al perro, un hombre de esta edad no debería exponerse tanto al ridículo público, alguien que pasó dijo, debería tenerse más respeto, que ya tiene edad. Del campamento no quedaron casi señales, sólo el suelo pisado, el charco del baño bajo los árboles, cenizas y piedras requemadas, los primeros vientos lo barrerán todo, el primer chaparrón alisará la tierra levantada, diluirá las cenizas, sólo las piedras mostrarán que por allí hubo gente, y si es preciso servirán para otra hoguera.
Está bonito el día para viajar. Desde la cuesta del cabezo donde se habían abrigado bajan a la carretera, de cochera va María Guavaira que no confía las riendas a nadie, es preciso saber hablar a los caballos, hay piedras, peñascos, partirse allí un eje sería el fin de los trabajos, dejemos el agüero. El alazán y el pigarzo aún no se entienden bien, Al parece desconfiar de la seguridad de los jarretes de Pig, y Pig, tras ser uncido en pareja, tiene tendencia a tirar hacia el lado de afuera, como si quisiera apartarse del compañero, obligando a Al a un esfuerzo suplementario de compensación. María Guavaira observa la falta de entendimiento, cuando lleguen a la carretera pondrá a Pig en orden, con dosis equilibradas de buenos modos, chicote y juego de riendas le enmendará la querencia. Los nombres de Pig y Al los inventó Joaquim Sassa, teniendo en cuenta que estos Dos Caballos no son como los del automóvil, que aquéllos, viviendo tan juntos, no se distinguían, y ambos querían lo mismo y al mismo tiempo, mientras que los de ahora son diferentes en todo, en color, en edad, en fuerza, en porte, en temperamento, entonces se justifica y se necesita que cada uno lleve su nombre propio, Pero Pig, en inglés, quiere decir puerco, y Al es abreviatura de Alfred, por ejemplo, protestó José Anaiço, a lo que Joaquim Sassa respondió, No estamos en tierra de ingleses, Pig es pigarzo, Al es alazán, y yo soy el padrino, Joana Carda y María Guavaira cambiaron sonrisas ante el infantilismo de sus hombres. Y Pedro Orce, inesperadamente, Si fueran yegua y caballo y tuviesen un hijo, podíamos llamarlo Pigal, los más informados de la cultura europea lo mirarán sorprendidos, cómo se habría acordado Pedro Orce de Pigalle, pero el equívoco sería suyo, coincidencias las ha habido siempre, y algunos juegos de palabras bien trabados son fruto involuntario de un momento. Pedro Orce, de Pigalle, no sabe nada.
En este primer día no recorrieron más de setenta kilómetros, en primer lugar porque no era bueno forzar a los caballos después del largo descanso en que habían vivido, uno por la matadura, otro por la espera de decisiones que tardaban, y en segundo lugar porque fue preciso pasar por Lugo, que les quedaba un poco fuera de camino, al nordeste, donde se abastecieron de mercancía para el negocio del que contaban poder vivir. Compraron un diario de la ciudad para saber las últimas noticias, lo más elocuente que encontraron fue una fotografía de la península, con un día de retraso, y era evidente el desplazamiento hacia el norte a partir del sentido de la derrota anterior, didácticamente señalada con un trazo por la redacción. No había dudas, el ángulo era tan recto que no podía serlo más. Pero sobre las célebres tesis en debate, ya aquí resumidas, poco adelanto había, y en cuanto a la posición propia del periódico se notaba, tal vez fruto de antiguas desilusiones, cierto escepticismo, quizá saludable, pero también podrá atribuirse a la reconocida cortedad de vista de una capital provinciana.
En las tiendas de confección, las mujeres, pues a ellas correspondió, naturalmente, la elección de la mercancía, con Joaquim Sassa al lado haciendo cálculos, dudaron mucho en cuanto a los criterios a seguir, si ropa para el invierno que se aproximaba, o, si trabajando a medios plazos, para la próxima primavera, Creo que no se dice a medios plazos sino a medio plazo, corrigió Joana, a lo que Joaquim Sassa respondió, con sequedad, En mi oficina decimos así, a cortos, medios y largos. Para la decisión final fueron determinantes sus propias necesidades, era evidente que iban todos mal trajeados, con ropas de media estación, añadiéndose a esto la imposibilidad de evitar que María Guavaira y Joana Carda cedieran a algunas tentaciones personales. Armonizándolo todo, pudo concluirse la adquisición de las mercancías en términos de buenas perspectivas cara al futuro, si es que la demanda resultaba a la altura de la oferta. Joaquim Sassa iba un tanto inquieto, Hemos metido en esto más de la mitad del dinero que teníamos, si dentro de una semana no hemos recuperado la mitad de esa mitad, vamos a tener problemas, en casos como el nuestro, sin reservas ni posibilidades de acudir al crédito bancario, es fundamental la buena gestión de los stocks, una perfecta armonía entre entradas y salidas, sin estrangulamientos, ni en déficit ni en superávit. Este discurso lo hizo Joaquim Sassa en la primera parada después de la salida de Lugo, con autoridad de administrador, benévolamente aceptada por los otros.
Que el negocio no iba a navegar en un mar de rosas lo entendieron todos cuando el talento regateador de una compradora los llevó a rebajar el precio de dos faldas hasta arrasar la posible ganancia. Por azar, la vendedora fue en esta ocasión Joana Carda, que pidió luego disculpas a la sociedad y prometió que, en el futuro, sería la más feroz de todas las vendedoras en activo de la península, Es que si no andamos con cuidado, hacemos un negocio como Juan de las cabras, nos quedamos sin negocio y sin mercancía, recordó una vez más Joaquim Sassa, no se trata sólo de nuestra subsistencia, tenemos además tres bocas que sustentar, el perro y los caballos, El perro se las arregla solo dijo Pedro Orce, Hasta ahora se las ha arreglado, pero si un día le va mal la caza ya lo veréis volver con el rabo caído, y a ver qué pasa si entonces no tenemos nada que darle, La mitad de mi ración para él, Muy bonita tu actitud, pero nuestra preocupación no es dividir la pobreza, sino aumentar la riqueza, Riqueza y pobreza, en este caso, observó José Anaiço, son maneras de decir, pero en este momento de nuestras vidas somos más pobres de lo que realmente somos, la situación es extraña, vivimos como si hubiéramos elegido ser pobres, Si se tratara de una elección, creo que no sería de buena fe, fueron las circunstancias, pero de ellas sólo aceptamos algunas, las que servían para nuestros fines personales, somos como actores, o somos sólo personajes, si, por ejemplo, yo volviera con mi marido, quién sería yo, el actor fuera de su personaje, o un personaje haciendo el papel de actor, entre uno y otro, dónde estaría, esto dijo y preguntó Joana Carda. María Guavaira la estuvo oyendo callada, ahora decía como quien inicia una nueva conversación, quizá no hubiera entendido bien lo que los otros dijeron, Las personas nacen todos los días, sólo de ellas depende seguir viviendo el día de ayer o empezar de raíz y desde la cuna el día nuevo, hoy, Pero está la experiencia, todo lo que fuimos aprendiendo, recordó Pedro Orce, Sí, tienes razón, dijo José Anaiço, pero la vida la hacemos generalmente como si no tuviéramos ninguna experiencia anterior, o nos servimos sólo de aquella parte que nos permite insistir en errores, alegando explicaciones y lecciones de la experiencia, y ahora se me ocurre una idea que tal vez os parezca absurda, un contrasentido, que tal vez el efecto de la experiencia sea mucho mayor en el conjunto de la sociedad que en cada uno de sus miembros, la sociedad aprovecha la experiencia de todos, pero nadie quiere, sabe o puede aprovechar por entero su propia experiencia.
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