Se pusieron en camino María Guavaira y Joaquim Sassa, el animal iba delante, olfateando y comprobando las sombras. La expedición tenía algo de absurdo, buscar un caballo, Una mula serviría también, dijo María Guavaira, sin saber si existirá un animal de ésos en cinco leguas a la redonda, quizá sería más fácil encontrar un buey, pero no podemos uncir juntos un buey y un caballo en una galera, o un burro, en este caso, para tanta carga, sería lo mismo que unir dos debilidades para hacer con ellas una fuerza, cosa que sólo acontece en las parábolas, como la de los mimbres, ya citada. Caminaron, caminaron, salían de la carretera siempre que veían en los claros de los campos habitaciones y casas de labor, si caballos hubiera es allí donde se encontrarían, pues es de bestias de tiro de lo que precisamos, no corceles de parada o trotones de pista. Apenas se acercaban, empezaban a ladrar los perros, pero pronto se callaban, nunca se puede saber qué artes eran las del Can, el más ruidoso y frenético guardián quedaba súbitamente mudo, y no porque lo matase la fiera llegada del Más Allá, se habrían oído rumores de lucha, gemidos de dolor, el silencio no es sepulcral porque, realmente, no ha muerto nadie.
Iba alta la madrugada, María Guavaira y Joaquim Sassa apenas podían con sus pies por la fatiga, él dijo, Tenemos que encontrar un sitio para descansar, pero ella insistía, Busquemos, busquemos, y tanto buscaron que encontraron, que encontrar fue y no descubrir, y ocurrió todo de la manera más sencilla del mundo, ya el cielo clareaba, la negra noche a oriente se había vuelto de un azul profundo, cuando, en una vaguada, oyeron un relincho sofocado, un suave milagro, aquí estoy yo, fueron a ver y era un caballo atado, no había sido Dios quien lo puso allí para enriquecer el catálogo de sus milagros propios, sino el legítimo dueño del animal a quien el herrero dijera, Ponle este ungüento en la matadura y déjalo esta noche a la intemperie, haz lo mismo tres noches seguidas empezando un viernes, y si el caballo no se cura te devuelvo el dinero y pierdo el nombre que tengo. Un caballo trabado, si no hay ahí una navaja rápida para cortar la cuerda, no es animal que se pueda llevar a cuestas, pero María Guavaira sabe cómo hablar a estos animales, y, pese al nerviosismo de la bestia, que no reconoce a quien lo lleva, puede dirigirlo hacia las sombras de unos árboles, y allí, arriesgándose a ser pisada o llevarse una coz violenta, consiguió deshacer el nudo de cuerda áspera, en general en estos casos se ata con un nudo propio, fácil de desatar, aunque quizá sea ciencia que aquí ya no se practique. Valió también que el caballo comprendiese que lo querían liberar, siempre es buena la libertad, hasta cuando vamos hacia lo desconocido.
Regresaron por caminos extraviados, confiando más que nunca en el mérito del can para prevenir aproximaciones sospechosas y remediar vecindades inoportunas. Cuando clareó el día, distantes ya del lugar del robo, empezaron a encontrar gentes por campos y caminos, pero nadie reconocía el caballo, y aunque, conociéndolo, lo pudieran reconocer, acaso no repararían en él, tan admirable e inocente era el cuadro, medieval se podría decir, la doncella sentada a la amazona en la hacanea, delante el caballero, pedestremente caminando, llevando al caballo por la reata, que por suerte no se habían olvidado de traer. El dogo completaba la visión encantadora, que a algunos pareció sueño y a otros señal de cambios de la vida, no saben unos y otros que allí van sólo dos malvados cuatreros, bien verdad es que las apariencias engañan, lo que generalmente se ignora es que engañan dos veces, razón por la que quizá sería mejor confiar en las primeras impresiones y no llevar más adelante la investigación. Por eso hoy no va a faltar quien diga, Esta mañana he visto a Amadís y a Oriana, ella a caballo, él a pie, iba con ellos un perro, Amadís y Oriana no pueden haber sido, que nunca se vio con ellos perro alguno, Los vi, y basta, un testigo vale tanto como cien, Pero en la vida, amores y aventuras de esos dos no se habla de perro, Pues que vuelvan a escribir su vida, y que lo hagan todas las veces que sean precisas para que quepa todo, Todo, En fin, lo más posible.
Al comenzar la tarde llegaron al campamento y fueron recibidos con abrazos y risas. El caballo pigarzo miró de lado al alazán que tomaba aliento, Tiene una matadura en el lomo, casi seca, seguro que le pusieron un emplasto y lo dejaron al relente tres noches contando desde el viernes, es remedio infalible.
Mientras regresa la gente a sus hogares y la vida recobra poco a poco, como suele decirse, el curso normal, van viento en popa los debates entre los científicos sobre las causas del desvío in extremis de la península, cuando ya nada parecía poder evitar la catástrofe. Las tesis son diversas, casi todas antagónicas entre sí, lo que, matemáticamente, contribuye a la irreductibilidad de los sabios polemistas.
Una primera tesis sustenta la absoluta casualidad del nuevo rumbo, dado que, formando un ángulo rigurosamente recto con el anterior, sería y inaceptable cualquier explicación que supusiera, llamémosle así, un acto de voluntad, que además no se sabría a quién atribuir, dado que nadie osará pretender que una enorme masa de piedra y tierra en la que se agitan varias decenas de millones de personas, pueda producir, por simple adición o multiplicación recíproca, una inteligencia y un poder capaces de conducirse con una precisión, apetece decirlo, diabólica.
Otra tesis defiende que el avance de la península, o, con más rigor, su progresión, y luego veremos por qué se usa esta palabra, se hará, cada vez, en un nuevo ángulo recto, lo que, ipso facto, permite admitir la asombrosa posibilidad del regreso de la península al punto de partida, tras una sucesión, o, aquí está, progresión de lances, que podrán ser, a partir de un momento determinado, menos que milimétricos, hasta el ajuste final, perfecto.
La tercera tesis propone la hipótesis de que exista un campo magnético o fuerza similar en la península, que, ante la aproximación de un cuerpo extraño suficientemente voluminoso, reaccione y desencadene un proceso de rechazo de naturaleza muy particular, dado que este rechazo, como se vio, no procede en sentido inverso del sentido del movimiento inicial, o último, pero sí, para usar una comparación procedente de la práctica de la conducción de automóviles, derrapando, por qué hacia el norte o por qué hacia el sur, fue una cuestión que la propuesta se olvidó de contemplar.
Finalmente, la cuarta tesis, más heterodoxa, recurre a las potencias que llama metapsíquicas, afirmando que la península fue desviada de la colisión por un vector formado por la concentración, en una décima de segundo, de las ansias de salvación y de los terrores de las poblaciones afligidas. Esta explicación ganó gran popularidad, sobre todo cuando, para hacerla accesible a los cerebros del vulgo no preparado, su defensor usó un símil de los dominios de la física, mostrando cómo la incidencia de los rayos solares sobre una lente biconvexa logra la convergencia de los rayos en un punto o foco real, con los conocidos resultados, calor, quemadura, fuego, luego, por tanto y por consiguiente, el efecto intensificador de la lente tiene paralelo obvio en la fuerza de la mente colectiva, que sería aquí el caótico sol, estimulada, concentrada y potenciada, en un momento de crisis, hasta el paroxismo. La incongruencia de la explicación no asombró a nadie, al contrario, no faltó quien propusiera que de ahora en adelante todos los fenómenos de la psique, del espíritu, del alma, de la voluntad, de la creación, pasaran a ser explicados en términos físicos, aunque por simple analogía o por inducción imperfecta. La tesis está siendo estudiada y desarrollada con vistas a la aplicación de sus principios fundamentales a la vida cotidiana, en particular al funcionamiento de los partidos políticos y las competiciones deportivas, por citar sólo dos ejemplos comunes.
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