Qué relajante es llegar al punto de poder decir: esto es lo que puedo hacer, esto es lo bueno para mí. No hay un modelo de vida: lo que a mí me encanta a ti no te gusta, y todo está bien, ¿por qué tengo que convencerte de que mirar el río es más divertido que entrar en Internet? Tú quédate con el ordenador y yo me voy a patinar al río, nos vemos luego.
Tardé años en aceptar que Carlos no disfrutara el río como yo lo hago. La mayoría de la gente se pelea porque quiere convencer al otro de que su postura es la correcta. Entonces partamos de la base de que no hay una postura correcta.
Creo que la gente necesita ser convalidada por el otro para afírmarse en lo que piensa o siente. Sería genial poder decir: “esto para mí es bueno, aunque a todo el mundo le guste otra cosa”, y poder respetarlo. No necesitar la autorización del otro sino aceptar la diferencia.
No hay una manera de vivir, cada uno se monta su circo como puede. Cada pareja tiene que armar su propio circo.
Y la vida va fluyendo cuando uno se abre así. Es maravilloso todo lo que pasa cuando nos lanzamos a la aventura de vivir, el camino del héroe. Los conflictos se convierten en algo interesante, en una aventura hacia el descubrimiento de uno mismo.
¿No te parece aburrido saber todo lo que quieres que te pase? Es igual que estar solo, no tiene magia.
Como dice mi amigo Luis Halfen: “Podemos vivir la vida como si fuéramos un conductor de metro, sabiendo exactamente a dónde vamos y cómo es la ruta, o como un surfista: siguiendo la ola. Te propongo que sigamos las olas. Nos vamos a divertir, y de eso se trata también.
¿Lo ves? Tus e-mails me inspiran para seguir escribiendo.
Besos.
Laura
Roberto terminó de leer y sintió la misma urgencia que Laura decía que la empujaba a escribir.
Lncreiblemente, sin pensar si era él o Fredy el que escribía, mecanografió de un tirón este mensaje y lo envió:
Hola Laura
Recibí tu e-mail.
¡Cómo me ha gustado esa imagen del surfista y del conductor de metro!
Me parece una idea poderosa. De hecho la vida es un delicado equilibrio impredecible. No sólo hay que dejarse llevar por la ola, sino que también es cierto que no todas las olas sirven para surfear. La metáfora se ajusta a todo lo que pensamos: Para hacer surf tienes que estar dispuesto a encontrarte con cosas que no puedes prever (nadie sabe cómo vendrá la ola). Todo es una mezcla de arte y entrenamiento. Nadie nace sabiendo hacerlo y, además, es imprescindible estar dispuesto a correr el riesgo de darse algún que otro chapuzón y de algunas caídas que nos dejarán llenos de moratones y de experiencias para enfrentarnos la próxima ola.
Es verdad, no basta con los sueños, no basta con la fantasía, no basta con las ilusiones, no basta con el deseo y con los proyectos… Y sin embargo, sin ellos no hay camino.
Te mando algunas ideas sobre las que he estado trabajando.
Yo creo que todas nuestras acciones coherentes empiezan en un sueño, eso que vulgarmente llamamos fantasía, y que se expresa diciendo:
Qué hermoso sería…
Qué increíble debe ser…
Sería maravilloso…
Si nos adueñamos de esa fantasía y nos la probamos como si fuera una camisa, entonces la fantasía se transforma en una ilusión:
Cómo me gustaría…
Me encantaría que…
Sería genial que yo pudiera, algún día…
Si dejo que esa ilusión anide en mí, si la riego y la dejo crecer, un día la ilusión se vuelve deseo:
Quisiera estar en…
Lo que más deseo es…
Verdaderamente quiero…
Llegado este punto, quizás suceda que sea capaz de imaginarme a mí mismo llevando a cabo ese deseo, haciéndolo realidad. En ese momento el deseo se vuelve proyecto:
Voy a hacerlo…
En algún momento…
Pronto yo…
De aquí en adelante sólo me falta elaborar mi plan, la táctica o la estrategia que me permitirán ser un fantástico mago que materialice la realización de mi sueño.
Fíjate que hasta aquí no he movido un dedo, todas mis acciones son internas y, sin embargo, cuántas cosas han pasado en mi interior desde que sólo fantaseaba.
Me dirás que con eso no basta. Es verdad, muchas veces no es suficiente. Hace falta llevar a cabo lo planificado y corregir los errores.
Hace falta ponerse el traje de baño, tomar la tabla de nuestros proyectos, lanzarse a la vida y esperar atentamente la ola de la realidad para subirse a ella y surfear hasta la mágica playa de la satisfacción.
Besos
Fredy
Roberto releyó lo escrito. Se sentía pleno. Aunque todo aquello no fuera más que un juego efímero, este juego lo había estimulado a estudiar, leer y pensar como pocas veces antes lo había hecho. Hasta aquel momento no sabía que guardaba dentro de sí esta capacidad de poner por escrito sus pensamientos.
Si el amor estaba conectado con los aspectos más sabios e iluminados de cada uno, Roberto debía estar indudablemente enamorado.
Roberto se levanto satisfecho, sentía la convicción de que, por el momento, había conseguido darle la vuelta a la decisión de Laura. Le gustaba pensar que estaba salvando un libro para el futuro, aunque eso significara ayudar a Fredy, ese estúpido que sin saberlo le debía la continuidad de su participación en ese trabajo.
En la oficina todo iba sobre ruedas. Esa mañana terminó de diagramar la publicidad institucional para una empresa de administración de fondos de pensiones. Inundado su pensamiento por los mails de ida y de vuelta del día anterior, planteó la campaña sobre la idea de aceptar el paso del tiempo. Basó la propuesta en abandonar la ilusión de la juventud eterna y en volver realidad el sueño de una vejez protegida y segura.
A última hora de la tarde, de regreso a su casa, todavía resonaban en sus oídos los espontáneos aplausos y felicitaciones que había recibido en la reunión con la dirección, donde expuso el anteproyecto publicitario.
Algo más para agradecerle a Laura, pensó.
Llegó apurado para releer los mensajes. Tenía la sensación de haberlos pasado demasiado rápido.
Roberto siempre había odiado esas promociones para turistas que ofrecían visitar doce ciudades en diez días. Desde su primer viaje, él siempre sentía ganas de quedarse por un tiempo en el lugar donde aterrizaba, necesitaba “volver a pasar” por un lugar para poder registrarlo en su retina, en su oído, en sus pies, en su mente. La misma sensación tenía con las palabras de Laura; no le alcanzaba con leer una vez sus mensajes, necesitaba volver y extraer de allí lo que le parecía más importante o más impactante, o simplemente lo que le llegaba más.
Salirse de la ilusión para ver al ser que tenemos enfrente.
Duele dejar de lado las ilusiones y aceptar la realidad.
La realidad ES y frente a ella las ilusiones se disipan.
Renuncio a llevar adelante sola un proyecto que soñamos juntos.
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