Miguel Delibes - Diario de un cazador
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El de Francés me sonrió esta mañana al darle la hora. ¡Buen guaje! Desde el lunes es con el único que entran. Cuando se largó la gente, me llamó y trancó la puerta. Yo ya sabía por dónde iba. El tío empezó a darme coba con que si la boda afecta al Centro y que si tal y que si cual. Pensé decirle escapado que nones, pero su mirada me imponía, la verdad, y acabó enredándome. No hay duda que el marrajo sabe dar incienso, y a uno, aunque presuma de estar de vuelta, le gusta que le enjabonen. Ésta es la fetén. Y tanto «apuesto» y tanta historia, que terminé diciéndole que bueno y que sí, que abriría las portezuelas de los coches de uniforme. Todavía no sé dónde empezó a liarme el tolondro de él, pero me enredó y yo como un cagueta dije que sí. Después de todo, si caen unos pavos, bueno está lo bueno. Se lo conté a Melecio y dijo que había hecho la del otro. Le pregunté si no repetíamos lo de San Miguel y me dijo que no queda otro día que el sábado. Quedamos para el sábado si no hubiera novedad.
El tiempo se ha metido en agua. No cesa de diluviar. Malo será que no tengamos que desistir de la excursión. El primero de abril empieza la veda del pato. Me fui donde don Rafael, echándole cara, a ver si sabe de alguna colocación para por las tardes. Según él, es difícil, más que por el salario, por los barullos de seguros e historias. De ahí me llegué donde don Basilio, que estuvo tieso como un ajo, no sé si porque a él le dije que no y al otro que sí. En resumidas cuentas, flor de cantueso. Con la disculpa de los apuntes me fui a casa de don Rodrigo. Empecé por decirle que la venta va mal porque el curso está muy avanzado. Respondió que no esperaba otra cosa a estas alturas, pero si sé de algún alumno de alemán no deje de enviárselo. Me fijó los honorarios: un alumno, 200 pelas hora; 150 en grupos de dos a cuatro; de cuatro en adelante, 125. Empezó con la perra de siempre y yo le dije a todo que sí para que callase, pero la gibé, porque entonces salió con que si dar clases de alemán era una cosa lícita, porque no es lo suyo, ni forma tribunal ni moverá un dedo en favor de sus alumnos por bajo cuerda. El patoso terminó por mostrarme las mangas de la chaqueta y preguntarme qué años le echaba al traje. Le dije lealmente que no entendía y él entonces dijo que nueve. Cuando calló la boca, le expliqué lo mío y él me ofreció ponerme de acomodador en un cine. Le dije que al pelo. Eso, por lo visto, le es posible, porque lleva la crítica de películas en la emisora. Me preguntó si sabía lo que cobraba por cada comentario semanal y respondí que no y él me dijo que treinta y cinco pelas. Al final me dijo una verdad como un templo: que en estos tiempos uno va a comprar y le piden la luna, pero va a vender y la gente quiere saldos. Quedé en volver por su casa.
La lluvia no para. ¡Esto es el diluvio! En todo el día se ha visto un claro en el cielo. Buen agua, dicen los labradores, pero a nosotros nos ha hecho la santísima. Melecio avisó a mediodía que dejábamos el bureo. Esto quiere decir que puedo colgar la escopeta hasta agosto. ¡San Pedro, hasta agosto! Los dedos se me van a oxidar.
Hubo carta de mi hermano. El condenado es ciego por el chico. La Veva dice, en cambio, que tiene malos instintos y está mal enseñado. Tochano me dio la noticia de que don David ha endosado el café a la Banca Guipuzcoana. Juan andaba muy murrio esta tarde. ¡Hay que ver lo que son 35 años sin moverse de un sitio! Dice, y con razón, que el jefe se mete un buen fajo, pero que él a esconder. También a nosotros nos parten. Uno se hace a un rincón y aunque digan que otro es lo mismo, no es lo mismo. Zacarías propuso el Hogar del Productor, pero Tochano dijo que ni hablar y que él no era sospechoso. Yo indiqué entonces lo del Novelty y no cayó mal. Don David se acercó a última hora a dar explicaciones. Dice, y con razón, que a su edad le es más cómodo cortar cuatro cupones que no andar a cuestas con un negocio que tiene más quiebras que otra cosa. Si yo pudiera hacer lo mismo lo haría por más que diga Melecio.
El tiempo empieza a arreglarse. Hoy, siquiera, vimos el sol. A ratos, pero lo vimos. Estuve donde don Rodrigo y me facturó al empresario del Cine-Salón. Hablé con el cabo y quedé en volver a la tarde, porque don Acisclo no iba hasta las siete. Volví a las 7 y don Acisclo me recibió en el foyer. Me dijo que casualmente había una plaza y que si me petaba podía quedarme. Acepté y él entonces me explicó el horario y me dijo que eran ocho pelas diarias. Empezaré después de Semana Santa. Antes de marchar, charlé otra vez con el cabo, que tiene así una cara como de estar mochales. Me dijo que hace veinte años que existe allí una comandita para las propinas, porque el pasillo central es negocio y los laterales, sobre todo arriba, una miseria. Le dije que contase conmigo. Luego le pregunté qué suponían las propis y contestó que del orden de las 40 o 50 semanales. Unos meses con otros, 450 líquidas, que no está mal. Después, el cabo me llevó al ropero para que me probara el uniforme. Me quedaba chico y el cabo dijo que no le chocaba porque Higinio, el anterior, se había marchado a morir tísico a un Sanatorio. Le dije lealmente que no estaba dispuesto a usar la misma ropa que un tísico, pero el cabo se fue donde don Acisclo y volvió con la embajada de que le sacara la sisa y los botones y si me gustaba bien y si no ya conocía la puerta. Vi allí las lámparas y le pregunté si también las pilas corrían de nuestra cuenta. Respondió que no. Al despedirnos, me dijo Fermín, el cabo, que el Viernes Santo que no hay función vaya por allí a tomar las medidas de la sala. La madre se puso loca al saberlo.
Pasé la tarde tomando las medidas a la sala. Fermín me daba una fila y un número y yo los buscaba. La fila 15 tiene un pasillo más ancho por delante y lo guipé de entrada para orientarme. Primero lo hice con luz y luego a oscuras. Repetí varias veces. Según el cabo basta con retener dos cosas: que los pares son a la derecha y que la planta baja cuenta 34 filas y 19 el piso alto. Luego me aconsejó que me detenga junto al cliente después de servirle si quiero que se rasque el bolso. Le pregunté si eran frecuentes las propinas y me dijo que cada vez la gente es más amarreta y que si vivimos es gracias al pasillo central. Nos sentamos un rato y le pregunté si nadie sisaba a la comandita. Dice que aunque no hay un control no es fácil, al menos en cantidad, pues existe una cifra aproximada para los días de estreno, otra para la noche del sábado, otra para la tarde del domingo y así todo. Me explicó luego que los turnos giran semanalmente, ya que todos hemos de pasar por todos los puestos. Por lo visto antes las parejas se colocaban atrás y soltaban buenas propinas para que no se les molestara, pero ahora, con la campaña gubernativa, la cosa ha variado.
Estuve a última hora con Anita a ver entrar a la Virgen.
Pasé por casa de don Rodrigo a decirle que lo de la colocación es un hecho. Tenía sobre la mesa la liquidación de haberes de marzo y me la enseñó, advirtiéndome que mirase primero donde decía «líquido en nómina» y luego donde decía «neto a percibir». En «líquido en nómina» decía 1.930 pelas y en «neto a percibir» mil quinientas y tantas. Él se echó a reír y dijo que me fijase en las partidas a descontar. Eran cinco: Utilidades, Mutualidad, Pólizas, Habilitación y Defunciones. Yo, por caerle en gracia, le dije que era una vergüenza y me despedí para no empezar con retraso.
Para foguearme me han dado arriba. A las ocho no entraba un alma y Fermín me dijo que podía largarme a cenar para volver a las nueve y media. Hice 1,35 a todo tirar. Una risión, vamos. En cambio, Manolo, en el pasillo central, seis barbos. Cuando levantaba las butacas encontré un guante de señora y le dije, por guasa, al cabo si las cosas olvidadas eran para la comandita o para devolver. Creí que iba a gozarla, pero me preguntó qué era, y yo le dije que un guante y él me dijo, entonces, que lo dejara en el guardarropa. En la sesión de la noche se ocuparon veintidós butacas contadas. ¡Y para eso cuatro acomodadores! A las once me senté más tranquilo que el Bomba y me vi la película. Echan «Mi mula Francis» y pasé el rato. Luego me desvelé y sentí el exprés de Galicia.
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