Antonio Molina - Ardor guerrero

Здесь есть возможность читать онлайн «Antonio Molina - Ardor guerrero» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Ardor guerrero: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Ardor guerrero»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En el otoño de 1979, un joven que sueña con ser escritor se incorpora por reclutamiento obligatorio al Ejército Español. Su destino es el País Vasco. Su viaje, que atraviesa la península de sur a norte, es el preludio de una pesadilla. En las paredes de los cuarteles estaban todavía los retratos de Franco y su mensaje póstumo. Es una historia biográfica donde el autor nos cuenta cómo fue su servicio militar.

Ardor guerrero — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Ardor guerrero», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Sobre el porvenir del sargento Valdés no tengo que hacerme ninguna pregunta: supe que murió, y cuando me lo contaron el final de la mili estaba todavía demasiado cerca como para no sentir el alivio de una postergada venganza. Me acordaba de aquel soldado que por culpa del sargento Valdés fue sometido a un consejo de guerra y cumplió un año de prisión militar, y regresó al cuartel con la cabeza rapada y sin la mitad de los dientes, hinchado, con una blancura lívida de difunto, tan ausente de todo como si se moviera por los pasillos enlosados y enrejados de un hospital psiquiátrico.

Me acordé de una noche, a finales de julio, delante del monolito, recién empezada la formación de retreta. Los bisabuelos de la compañía, el reemplazo de Salcedo, estaban a punto de licenciarse, así que vivían en un estado permanente de euforia alcohólica, en un delirio histérico de impaciencia, de felicidad aplazada, de atrevimiento y pavor: en el Hogar del Soldado trasegaban litros de cubata, de lumumba y de calimocho, pero los que entraban de guardia cumplían sus últimas horas de garita con una precaución maniática, con una atención supersticiosa a todos los detalles, para no quedarse dormidos y que los sorprendiera en una ronda el oficial de guardia, para que no se les disparara el cetme, para que nadie los pudiera acusar de negligencia o indisciplina.

Valdés estaba de sargento de semana: el cabo de cuartel dirigió la formación, pasó lista, nos leyó las efemérides militares y el menú del día siguiente, incluyendo el valor calórico-energético de la papeleta de rancho, falsificado sin duda por mi sucesor como escribiente de cocina, nos dio la orden de firmes y luego la de girar a la izquierda, a fin de que el sargento, tras recibir las novedades, pudiera mandarle que nos mandara derecha y descanso. Bajo la luz de los reflectores, velada tenuemente a esa hora por la niebla del río, los mismos movimientos y las mismas órdenes se repetían como ecos en todas las compañías formadas en el patio.

El cabo de cuartel mandó firmes y se cuadró ante el sargento Valdés con un taconazo. Cuando más inmóviles estábamos alguien dio un traspié y se salió de la primera fila, canturreando algo: un bisabuelo borracho, con uniforme de paseo, con la boina torcida. Yo estaba varios puestos atrás, en una fila contigua a la suya, y lo había visto oscilar de espaldas, moverse inquieto, rascarse la nuca. También vi acercarse al sargento Valdés y oí el crujido de las suelas de sus botas en la grava: su cabeza y sus hombros sobresalían por encima de la estatura del soldado borracho, que intentó retroceder volviendo a la posición de firmes. Tenía dificultades para mantener el equilibrio: Valdés lo derribó de una bofetada. Todos lo vimos apoyar en la grava las rodillas y las palmas de las manos para ponerse en pie y escuchamos el ruido de su respiración mientras se levantaba. Valdés esperó a que estuviera de pie para darle in puñetazo en el estómago. Se le habían hinchado las venas del cuello y gritaba acercándose mucho a la cara del otro, que tenía la espalda encorvada y parecía no poder sostenerse sobre las rodillas. Le llamaba maricón y borracho, le ordenaba que se pusiera firmes, le golpeaba el pecho con el puño cerrado, le daba patadas en los tobillos, cada vez más fuera de sí, desafiándolo, diciéndole que si tenía cojones se defendiera, poniéndole la cara, anda, decía, si eres tan valiente pégame, borracho, maricón, que sois todos unos maricones, y le pegaba otra patada más fuerte, y adelantaba el pecho hacia él, con la camisa abierta, como presentándolo a las balas, venga, respóndeme, pídeles ayuda a tus amigos, míralos, gritaba ahora hacia nosotros, nadie sale en tu defensa, todos son tan maricones como tú.

Su propio sadismo lo excitaba, y ya no podía contenerse, lo emborrachaba y lo enloquecía la evidencia de su fuerza y la debilidad inerme del soldado que estaba frente a él, pues nada enciende más la crueldad de los canallas que la indefensión absoluta de sus víctimas, la potestad que eso les entrega de abusar de ellas hasta quedar exhaustos.

Nosotros asistíamos callados e inmóviles a aquella minuciosa vejación, y los gritos del sargento Valdés no daban tanto miedo como el ruido excitado que hacía al respirar. Poco a poco, el soldado había recuperado la verticalidad, y aunque lo veía de espaldas yo notaba que ya no estaba borracho, que agrupaba obstinadamente sus fuerzas para no caerse, para no responder, para no buscarse una desgracia cuando le faltaban uno o dos días para irse de allí y no ver nunca más la expresión desencajada del sargento Valdés.

Después de la orden de rompan filas el grito de ¡aire! estalló como si no hubiera ocurrido nada. El sargento Valdés le ordenó al soldado que se quedara en posición de firmes en el patio, y nadie tuvo el coraje de permanecer a su lado, o de hacerle un simple gesto de camaradería. Después del toque de silencio el sargento bajó al patio: desde la ventana de la oficina, con la luz apagada, lo vi acercarse a largas zancadas a la silueta que permanecía vertical y solitaria en medio de la casi oscuridad.

No lo golpeó: vi que hacía un gesto, ordenando algo, y que el soldado se arrodillaba, parecía que iba a tenderse, como en una actitud oriental de sumisión, pero enseguida comprendí lo que el sargento le había ordenado. Estaba haciendo flexiones, y en el silencio del patio se oía la voz del sargento, un, dos, un, dos, un, dos, cada vez más rápida, aunque el soldado era incapaz de sostener el ritmo, se quedaba aplastado contra el suelo, levantaba el cuello a la altura de las botas del sargento, era incapaz de no apoyar las rodillas y los codos para incorporarse. Cerré la ventana de la oficina y me negué a seguir mirando. A la mañana siguiente el bisabuelo castigado por Valdés tenía las dos manos vendadas: la grava del patio le había destrozado la piel.

Unos meses más tarde el sargento faltó durante varios días del cuartel. No tenía permiso ni había llamado para decir que estuviera enfermo. Nadie, ni sus compañeros de machadas en las fiestas de barrio y en los clubs de putas, sabía nada sobre su paradero. Lo encontraron en el apartamento de seductor macarra que tenía alquilado en un bloque de las afueras, tendido en la cama, desnudo, con la cabeza destrozada por un tiro. Se conjeturó la posibilidad del suicidio, o de un atentado terrorista. Pero ni apareció la pistola ni se supo nunca quién lo había matado.

XX.

A medida que se iba acercando el final cada uno buscaba con mayor vehemencia sus huidas secretas y sus paraísos artificiales, que tenían esa intensidad neurótica de los paraísos excesivos pero insuficientes a los que suelen entregarse quienes viven encerrados durante mucho tiempo. En los últimos meses de la mili la pornografía, el hachís y el alcohol revelaban sus máximas cualidades intoxicatorias, estableciendo una niebla de inexactitud entre el mundo real y la mirada de los veteranos más dañados por el abuso, por la mezcla continua entre el agotamiento de las guardias y la embriaguez de porros o cubatas, entre la ansiedad obsesiva de que el tiempo pasara y la saturación del aburrimiento y de la obediencia.

Al cabo de tantos meses de abstinencia sexual y onanismo de retrete en un lugar de varones solos -el hábito soldadesco de la masturbación era otro de los rasgos recobrados de la adolescencia- a las mujeres se las veía con una distancia aterrada y hambrienta como de internado de curas, o con una rapacidad en gran parte exagerada o fingida de masculinidad bruta y cinegética. Las mujeres de las revistas sucias nos envolvían la imaginación en sueños de lujuria que acababan siendo tan fantasmagóricos como las visiones lúbricas de San Antonio: cuando íbamos solos por la calle o nos desvelábamos de noche en nuestras literas teníamos algo de ermitaños rudos y sucios, pero en manada tendíamos a adquirir una agresividad de sementales ficticios, esa predisposición de crudeza o violencia sexual que parece innata en los grupos de varones jóvenes vestidos de uniforme y que suele desatarse en todas las guerras.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Ardor guerrero»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Ardor guerrero» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Antonio Molina - In the Night of Time
Antonio Molina
Antonio Molina - A Manuscript of Ashes
Antonio Molina
Antonio Molina - In Her Absence
Antonio Molina
Antonio Molina - Sepharad
Antonio Molina
Antonio Molina - Los misterios de Madrid
Antonio Molina
Antonio Molina - El viento de la Luna
Antonio Molina
libcat.ru: книга без обложки
Antonio Molina
Antonio Molina - Córdoba de los Omeyas
Antonio Molina
libcat.ru: книга без обложки
Antonio Molina
Antonio Molina - El Invierno En Lisboa
Antonio Molina
Antonio Molina - El jinete polaco
Antonio Molina
Отзывы о книге «Ardor guerrero»

Обсуждение, отзывы о книге «Ardor guerrero» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x