Eduardo Mendoza - El Misterio De La Cripta Embrujada

Здесь есть возможность читать онлайн «Eduardo Mendoza - El Misterio De La Cripta Embrujada» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Misterio De La Cripta Embrujada: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Misterio De La Cripta Embrujada»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El protagonista se encuentra en un manicomio encerrado. Entonces, el comisario Flores y la monja del colegio de las Madres Lazarista, lo sacan del manicomio a cambio de que él descubra que pasa con las niñas que desaparecen en el colegio. Cundo sale del manicomio, va en busca de su hermana Cándida, para que le ayude, pero esta no quiere, y cuando se va se encuentra con el novio de esta, el sueco. El que horas más tarde aparece muerto en la pensión donde se hospedaba el protagonista.
El protagonista, empieza a investigar y empieza por Isabel Peraplana y a Mercedes Negrer. La primera de ellas desapareció hace seis años pero apareció sin saber a donde había ido. Esta no le contó nada, pero cuando encontró a Mercedes, se lo contó todo, puesto que aquella noche siguió a Isabel. Y se lo empezó a contar, cuando Isabel se iba, había alguien que le abría las puertas, hasta llegar a la cripta, donde se hallaba un hombre con una daga que le travesaba. Entonces Mercedes se desmayó, y no recordaba nada de lo que pasó después. Las expulsaron a las dos del colegio y a ella la hicieron ir a vivir al pueblo donde ahora se hallaban el protagonista y Mercedes.
El protagonista empezó a atar cabos. Un día que siguió al Sr. Peraplana, que llevaba un bulto que metió en el maletero. Era la hija del dentista. Por la noche el protagonista se introdujo al colegio, salteando a los perros que había en el jardín. Allí empezó a buscar a la hija del dentista, y la encontró. Le hizo oler éter, y la llevó a la cripta, pero la perdió por dentro de la cripta. Allí dentro, con el mareo del éter, el protagonista empezó a alucinar. Vio al muerto que le querían cargar, el sueco, y se desmayó. Cuando se despertó, estaban el comisario, el doctor que tenía en el manicomio, Mercedes y las monjas. Mercedes había llamado al comisario tal y como habían acordado ella y el protagonista. Luego, siguieron al comisario hasta el fin de la cripta, donde encontraron un funicular, al cual subieron y donde encontraron una mansión. Pero no encontraron nada, puesto que allí hacía diez años que vivía una familia.
El loco, cuenta que el Sr. Peraplana aún estaba metido en negocios sucios, y él era el que hacía que las niñas fueran a la cripta y encontraran el cadáver, puesto que anteriormente el colegio había sido suyo, y como conocía la cripta, por donde entrar y salir lo tuvo fácil, además que lo mas seguro, fuera que el Sr. Peraplana tuviera aún alguna llave. El comisario le dijo al protagonista, que no lo podían demostrar porque no tenían pruebas. A pesar de que a él le quedaban algunos cabos que atar lo tuvo que dejar. Y volvió a la rutina de siempre antes de salir del manicomio.

El Misterio De La Cripta Embrujada — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Misterio De La Cripta Embrujada», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Lo siento -dijo ella con ceño fruncido, mirada intensa y respiración agitada-: tengo por norma no aceptar chantajes sentimentales. No hay trato. Son las once y media. A las doce pasa el último tren. Si sales ahora mismo, tienes tiempo sobrado de llegar a la estación. Te daré dinero para el billete, si no lo tomas a mal.

– Nunca tomo el dinero a mal -respondí yo-, pero no son las once y media, sino las doce y media. En la estación vi a qué hora pasaba el último tren y, previendo su reacción, atrasé el reloj una hora mientras estaba usted en la cocina. Deploro pagar con una vileza su hospitalidad, pero ya le he dicho que me va mucho en el juego. Discúlpeme.

Transcurrieron unos segundos angustiosos en los que temí que me diera con algún objeto en la cabeza y me pusiera en la calle. Vi brillar en sus ojos el mismo destello de admiración algo infantil que había percibido cuando le di el billete robado en la fonda. Suspiré para mis adentros: no iba a tomar represalias. Si hubiera tenido presente que a pesar de su desparpajo Merceditas sólo contaba veinte tiernos años de edad, no habría pasado yo tanto miedo.

– Te odio -se limitó a decirme.

Y si mi experiencia sentimental no se hubiera limitado entonces a las cuatro guarras cuya amarga remembranza pespuntea el yermo de mi corazón, habría sentido en ese momento un miedo distinto y mucho más justificado. Pero del libro que los años a golpes me habían inculcado faltaba el capítulo de las pasiones limpias y no paré mientes en lo que juzgué un merecido denuesto ni en el cosquilleo que su voz dolida produjo en mis tripas y que tomé, loco de mí, por secuelas del atracón que acababa de darme.

– Será mejor -dije- que reanudemos la conversación donde la dejamos. ¿Por qué la expulsaron a usted del colegio?

– Por asesinar a un tío.

– ¿Cómo dice?

– ¿No querías respuestas concretas?

– Cuénteme lo que pasó.

– Isabel Peraplana y yo, ya sabes, éramos amigas. Ella era la niña buena y yo la mala influencia. Además, ella era la tonta y yo la lista; ella la ingenua y yo la precoz. Sus padres eran ricos; los míos, no. A mí me habían enviado a ese colegio a costa de enormes sacrificios. No lo hacían sólo por mí, claro: era su forma de trepar por la escala social, inconscientemente, al menos, etcétera. Supongo que yo también participaba en sus ensoñaciones aristocráticas: vivía a la sombra de los Peraplana, pasaba con ellos las vacaciones, iba y venía en sus coches, me regalaban vestidos y cosas… La historia de siempre.

– Es la primera vez en mi vida que la oigo -dije al tiempo que trataba de asimilar a mi ralo atrezzo de la opulencia la imagen de una Mercedes adolescente a la que, por otra parte, no lograba despojar mentalmente de sus patentes redondeces.

– Esta situación, como bien puedes suponer -siguió diciendo ella-, iba dejando en mí una herida narcisista que, sin embargo, mal podía en aquella fase del desarrollo de la personalidad, racionalizar. Quiero decir que mi ego debía de estar traumatizado.

– Pasemos a los hechos, por favor.

– No se cuándo ni cómo empezó todo. En alguna ocasión en la que yo no estuve presente, Isabel Peraplana debió de conocer a un tío. Tampoco sé lo que debió de pasar por su cabeza de niña mimada, qué vio en él o qué instintos profundos no soliviantaría él con sabe dios qué propósitos. El hecho es que, como vulgarmente se dice, la sedujo.

– ¿Se la…?

– No he dicho tanto -atajó Mercedes-. Me refiero a la seducción amorosa. Son sólo conjeturas.

– ¿Por qué sólo conjeturas? ¿No le contó nada ella?

– ¿Por qué había de contarme nada?

– Era usted su mejor amiga.

– Estas cosas nunca se cuentan a la mejor amiga, querido. Sea como fuese, una noche Isabel se fugó del colegio para reunirse con él.

– ¿Le comunicó a usted sus planes?

– No.

– ¿Entonces cómo sabe que se fugaba del colegio para reunirse con él?

– Por lo que pasó luego. Déjame hablar y no me interrumpas. Decía que Isabel se fugó del colegio para reunirse con él. Pero yo había advertido un cambio en su actitud y estaba sobre aviso. La sorprendí en su fuga y la seguí sin que se diera cuenta. No me interrumpas. Cuando llegué al lugar de la cita, que no me fue fácil descubrir, sorprendí una terrible escena. Pasaré por alto los detalles. Quizá la misma escena me habría parecido normal hoy. Pero entonces era yo aún muy niña y los Pirineos eran los Pirineos. Ya te he dicho que me sentía en deuda con Isabel Peraplana por todas las gentilezas de que me habían hecho objeto. Tal vez pensé que se me brindaba la ocasión de corresponder a unas dádivas que mi posición social no permitía compensar de otro modo. Sin detenerme a reflexionar, cogí un cuchillo y se lo clavé al muy canalla en la espalda. Murió en el acto. Luego no supimos qué hacer con el cadáver. Isabel estaba histérica y llamó a su padre, que acudió en seguida y se hizo cargo de la situación. Las monjas habían avisado a la policía, inquietas por la desaparición de Isabel. Peraplana habló con un tal Flores, de la Brigada Social…

– Criminal -corregí.

– Todos son iguales. La policía se mostró comprensiva. Isabel y yo no teníamos aún edad penal. Nos aguardaba el reformatorio y una vida truncada. Decidieron considerarlo legítima defensa. A Isabel la sacaron del colegio. Creo que la mandaron a Suiza, como se hacía entonces. A mí me enviaron aquí. La central lechera, propiedad de Peraplana, me pasaba dinero. Luego conseguí que me dejaran vivir por mi cuenta y trabajar en algo útil. Me convertí en maestra de escuela. El resto ya no hace oí caso.

– ¿Qué decían a todo esto tus padres?

– ¿Qué podían decir? Nada. Era lo que decía Peraplana o el reformatorio.

– ¿Vienen a visitarte?

– En Navidad y semana santa. Un incordio tolerable.

– ¿De dónde sacas tantos libros?

– Al principio me los enviaba mi madre, pero sólo se le ocurría comprar el premio Planeta. Al final me puse en contacto con un librero de Barcelona: me manda catálogos y cursa mis pedidos.

– ¿Qué pasaría ahora si regresara a Barcelona?

– No lo sé ni quiero saberlo. El delito no ha prescrito ni prescribirá hasta dentro de catorce años, según creo.

– ¿Por qué el amparo de Peraplana no surte efecto en Barcelona, o en Madrid, o en cualquier otro lugar?

– Surte efecto en la medida en que estoy alejada de todo… como si hubiera muerto. Un pueblo pequeño y cerrado. Éste ofrece la ventaja adicional de la central lechera.

El reloj dio doce campanadas.

– Una última pregunta. El cuchillo, ¿tenía mango de madera o de metal?

– ¿Qué más da?

– Me interesa saberlo.

– Por dios, basta de preguntas. Es la una. Vamonos a dormir.

– Vamonos a dormir, pero no es la una. Lo que dije antes del reloj no era verdad: me lo inventé para no tener que marcharme. Te pido disculpas nuevamente.

– ¿Qué más da? -repitió sin especificar si se refería al reloj o aún al cuchillo-. Dormirás en el cuarto de mis padres. El que ocupan cuando vienen, quiero decir. Las sábanas estarán un poco húmedas, pero están limpias. Te daré una manta, porque refresca mucho de madrugada.

– ¿Puedo ducharme antes de irme a la cama?

– No. Cortan el agua a partir de las diez. La vuelven a dar a las siete. Paciencia.

Subimos unos escalones desgastados y me mostró un cuarto amplio, de techo inclinado, vigas carcomidas y paredes de piedra desnuda, en el centro del cual había una cama de matrimonio con dosel y mosquitera. De un armario sacó Mercedes Negrer una manta parda que olía mucho a naftalina. Me explicó cómo funcionaba la pera de la luz y me deseó dulces sueños antes de retirarse y cerrar la puerta. Oí alejarse sus pasos, abrirse y cerrarse otra puerta y correr un pestillo. Estaba cansado. Me acosté sin desvestirme, apagué la luz tal como me habían enseñado a hacerlo y me quedé como un tronco cuando intentaba dar una explicación plausible a la sarta de mentiras que aquella mujer extraña acababa de contarme.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Misterio De La Cripta Embrujada»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Misterio De La Cripta Embrujada» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Eduardo Mendoza - La Isla Inaudita
Eduardo Mendoza
Eduardo Mendoza - Tres Vidas de Santos
Eduardo Mendoza
Robert Doherty - La Cuarta Cripta
Robert Doherty
Eduardo Mendoza - Pío Baroja
Eduardo Mendoza
Eduardo Mendoza - Sin noticias de Gurb
Eduardo Mendoza
Thelmy María del Carmen Mendoza Michilot - Proceso electoral 2016
Thelmy María del Carmen Mendoza Michilot
libcat.ru: книга без обложки
Chamarrita Farkas
William Wymark Jacobs - A Master Of Craft
William Wymark Jacobs
Отзывы о книге «El Misterio De La Cripta Embrujada»

Обсуждение, отзывы о книге «El Misterio De La Cripta Embrujada» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x