Con las voces, Dios se manifiesta como Naturaleza exterior. Allí viven los empleados, y abren los brazos, pero no cae nada dentro de ellos. En lo que comen, se abren las heridas que el animal recibió en vida. Comen también las bolas de harina que han cocido, montones similares a sus cuerpos, sus risas desagradables. Informes también como su prole, la iracunda tropa sucesoria que corre tras ellos como los mocos por su rostro. ¡Sus hijos! Los que en una larga caravana (en el monte Calvario de la vida) atacan los nervios de la gente con lo que ellos y la TV llaman deporte. A veces se fragmenta una pequeña parte de la Humanidad, ¿no lo ha notado nunca cuando se sienta, con toda naturalidad, junto a alguien en un medio de transporte, porque, como él, no tiene usted recursos para comprarse un coche? Si la respuesta es sí, nadie más que usted se ha dado cuenta. Algunos de los descendientes que ha hecho usted de noche no sirven ni para la fábrica. Son presa del aliento que respiran en forma de alcohol. Ni siquiera sus enfermedades graves parecen afectarles. Es amable estar juntos, como puede observar aquí con el señor director, cuando se vive cálidamente con la mujer y el niño y las sombras de los cuerpos se proyectan la una sobre la otra, oscureciendo el mediodía, mientras otros tienen que ajetrearse: esto y más verá reproducido en la pantalla, ante su pobre curiosidad (y si quiere verse a sí mismo, sólo podrá ser en otro papel… ¡si es posible que no sea cartulina!). Bajo la quesera de sus anhelos, la gente del pueblo ve pasar a su director y observa que debajo de él queda sitio para por lo menos una persona, que él mismo se ha escogido. Todos van a trabajar a su fábrica. Estas reses en trenes pendulares, en departamentos mal acondicionados, en los que comen embutido y esperan a que el Estado los perjudique (los cubra con su sombra). La noche ha descendido lentamente y ha tomado asiento dentro de nosotros. Ahora durmamos.
El director va a alzar a su mujer medio del coche, medio de las propias manos húmedas del estudiante, y a ponerla en la superficie de este país. Al joven, para el que habrá un después y que no necesita ninguna fábrica de papel, a este émbolo rápido y joven lo vemos ayudar cortésmente, para que la mujer pueda ser llevada a su pocilga como mercancía de exposición. Ahora está hecho. Se oye contar que ha recogido a esta mujer, bebida, en la carretera. Ella sigue pareciendo confusa, desorientada, tiembla de frío. Junto a la entrada, se le ordena el esfuerzo de cruzar el umbral. Ésa es su caseta de perro, apareciendo allá donde descansan sus amores, que ha conseguido con su esfuerzo. Se tumban, apenas escapados de los ojos de Dios, ya con las manos entre los muslos. Sí, no pueden dejar su sexo descansar en paz, sus pequeñas pistolas tienen que escupir fuego constantemente. Les pertenece lo que (en sus eternos cuentos) han insuflado en el animal de rapiña de su miembro, que se desliza sin ruido. Incluso el niño desea ya esa doble presencia y gruñe (¡grita dos veces aquí! ¡Como persona y el representante de ellos, en pequeño, pero preciso!). El director carga, inmoderado, el arma en su panza. El niño escucha, además del arte y el deporte, la música pop en la radio, todo perfecto. En realidad el niño no me da pena, porque su madre ha vuelto a costas y cofres bien conocidos. Pesadamente, se pega al hombro de su marido, como brea a medio derretir. Desde el interior, el equipamiento de él ya tantea en busca de la pared del pantalón y el hogar de su agujero. La mujer se apoya flojamente en la vajilla que hoy no ha lavado, porque hay personal para ello. Los empleados domésticos son baratos, las mujeres ya no tienen sitio en la fábrica, donde, sin tener que convertirse en causa de seres vivos, podrían salir a la superficie del mundo. Estas mujeres son constantemente explotadas a cielo abierto o lanzadas a la noche. Paren niños. Si se nos ocurre que de noche solamente los ricos entran al reino del placer, entonces trabajan, ¡por fin! En algún momento tienen que hacerlo, ya que han nacido y se sientan en sus Mercedes: sólo ellos tienen derecho de conquista.
El pijama de vividora (comprado en el reino de la moda de los ricos. ¡En Viena!) baila en torno a la agotada mujer. El alcohol se ha enfriado en ella. ¿De qué vale el ruido que está armando ahora el director? ¿Por qué la mujer, vestida de forma indecente, se ha lanzado al antro de la Naturaleza? ¡Los perros no andan sueltos por ahí! Ella tose, cuando su marido le golpea en la nuca y en la conciencia. Él se deja vencer por la preocupación y abraza a la mujer contra su corazón, se enrosca en torno a ella, ya no necesitamos el pijama. Si se fuera de una vez el joven, que hace posible la comparación entre un cuerpo y este que estaba originariamente previsto y presentado a las autoridades de la construcción. En su momento, paciencia, podremos entretenernos todos con eso, salir de nuestra mala forma.
En su versión original, incluso este jefe de una fábrica de papel tenía mejor aspecto del que podemos imaginar ahora, en nuestra inhumana crueldad. Esta mujer ama y no es amada, eso la distingue de nada. Así como yo la señalo ahora con el dedo, no se puede en cambio prever el destino. La mujer es menos que nada. El joven se ríe del agradecido director, al que ha devuelto su perrito. Lee con frescura los gestos de un hombre que se considera su rival. Pero tampoco le importaría tener una fábrica de papel, en lugar de aprender trabajosamente el Derecho y la Ley. No puede sentirse igual y unido a los hombres que en la fábrica vacilan sobre inaccesibles escaleras, con los ojos plenos de beatitud, porque deben mirar a quien mantiene ocupados sus miembros y amores. ¿Y qué piensa el estudiante? Contra quién jugará al tenis mañana.
El señor director se lanza a un cálido fuego verbal. Allí se sientan y hierven aquellos que llevan ropa interior excitante y excitan a sus parejas hasta brotarles la sangre que se les dispara en los motores, de forma que quieren sin interrupción ir a trabajar con ellos. El rencor del mundo es más bien para los pobres, que no gustan de oírlo, caminando con sus hijos por la escarpada orilla donde la química se come el arroyo. Lo principal es que todos tengamos trabajo y nos llevemos de él una buena enfermedad a casa.
Como una pesada puerta descolgada, Gerti se hunde en el gozne de su marido. La pregunta es: ¿Aguantará cuando vengan las tormentas y la nieve, en un tiempo arrebatador? El joven aún tiene que tomar otro trago de ella, si es posible mañana mismo. Pero ahora será otro, más habitual, el que apriete sus fusibles hasta que se hagan las tinieblas. El director le ha dicho, en el lenguaje que le es propio, que esta mujer sólo debe descansar en el lugar que él le ha destinado como tumba, para que él pueda pellizcar sus mejores lados (izquierdo y derecho), sí, este ser le pertenece de forma tan cotidiana como su orinal. Ella siempre está allí, eternamente, de ahí la excitación cuando ella pierde el control y no se le puede encontrar. Todo lo que la fantasía inventa puede ser hecho con un miembro vivo, que se hincha y pronto desaparece, lo único que hay que preguntarse es con cuál. De amor se le aclaran a la mujer los ojos, como si se llamara a la puerta del paisaje. Se apoya el cayado en la pared y se mira si al fin fluye agua de la roca. A los sirvientes se les va el trabajo de las manos ¿y son felices? No.
Y el niño hace ruido, porque no puede dormir si la madre no tiene las ideas claras acerca de cómo el niño debe guiar sus pasos en la vida. Mamá, mamá, por la ventana sale una malvada cabecita, el fruto de su vientre con el gusano en él, asoma al viento. Sería mejor que este niño se durmiera ahora, para que no tuviera que ver. Hace mucho que su pasta ha sido amasada para poder andar y vagar en la noche. Y por la mañana temprano vagan los cansados, de cuyo cuello no cuelga belleza alguna, deambulan como los ciervos. Ahora el niño está ahí. Mañana estará embadurnado de mermelada, como su madre con el lodo de su padre y espíritu santo. A toda velocidad (a través del umbral) entra el hijo, que ha echado de menos a su mamá. El padre tiene que aclarar algo, y cierra la puerta en las narices del estudiante, para mostrarse divino y ponerse de acuerdo por las buenas. Para poder ir a abrir con toda tranquilidad los muslos de la mujer y mirar si ha habido alguien allí, en la pradera de la vaca sagrada. La madre cruza en diagonal el espacio hacia su hijo, esa tierra de nadie (en la que los gestos anuncian: estamos en casa, enteramente solos, pero tenemos que lavarnos todos juntos), bienvenida. El director quiere rodear a la mujer como el año al verano. Sólo falta que el día despunte. Sí, el niño tiene derecho a un entorno ordenado. Ese ladrón furtivo que es el amor, ¿quién no lo espera de hora en hora? ¡Usted también tendrá un cordero de peluche, que se dé a conocer! ¿Quién ha echado de menos a quién? Esta montaña existe por un solo motivo: el valle debe tener un fin, y debe volver a ir hacia arriba. La nieve es pálida. El hombre se dedica mucho a su fábrica, en la que se produce papel, para que a nosotros nos vaya bien. Y para que sepamos por qué. Ahora lo escribo claramente: Soy como cera en la mano del papel. También yo quisiera conocer a un hombre así, que tenga el poder de refabricarme en lo que yo diga.
Читать дальше