Truman se volvió hacia los hermanos. Su postura bastó para darles a entender que tenían que seguirlo. Blair miró a su alrededor en busca de Lamb, echó un vistazo a su hermano, que se estaba secando las lágrimas de las gafas con un faldón de la camisa y por fin se levantó de su asiento. Los gemelos siguieron al hombre sin decir palabra por un pasillo y a través de otra puerta que se abrió con un zumbido. Al otro lado de ésta, un camino con focos en el techo se fue encendiendo de forma secuencial y estos focos iban apagándose uno a uno a medida que avanzaban. Truman guió a los gemelos hasta una sala tan grande como un supermercado. Era negra, iluminada con una luz como de satén y tenía una pared de cristal tintado -que era un espejo por el otro lado-, a través de la cual se veía todo el bar principal y la multitud. Conejo se colocó las gafas sobre la cabeza. Vio que estaban en una entreplanta. Por debajo de ellos, había una planta baja cuyas paredes también eran ventanas que daban a los distintos bares.
– Venid al foso -dijo Truman.
Blair se quedó pegado al ventanal. Su mirada recorrió de arriba abajo los cuerpos que se apiñaban sin sospechar nada.
– O sea, ¿esto es legal, esta clase de voyeurismo?
– Claro que es legal. Sería ilegal en el baño de señoras. Pero esto es legal. Es igual que tener una cámara de seguridad pero en directo. -Truman llevó a los gemelos a un despacho atiborrada de fotografías de sí mismo en compañía de un surtido de lumbreras, algunas de las cuales, pensó Conejo, seguro que debieron de morir antes de que naciera el americano.
Truman acompañó a los hombres hasta un sofá y allí esperó, silbando y echando miradas al lugar, a que se sentaran. Luego se dio la vuelta, tirándose de los puños de la camisa.
– Parece que no sabéis quién soy, chicos.
– No -dijo Blair.
El hombre se inclinó sonriente hacia la pareja.
– ¿Significan algo para vosotros las palabras Gepetto Global Liberty? Porque, ¿cómo explicároslo? -Mostró los dientes-. Estáis sentados en el centro neurálgico de las operaciones de Europa y Oriente Medio. ¿Cómo os hace sentir eso?
Blair se puso rígido y prestó atención.
– Bueno, ejem…
– Lo sé. A mí me pasa también. No todo el mundo consigue subir aquí arriba. De hecho., nadie consigue subir aquí arriba. Pero algo me dice que vosotros dos estáis haciendo cosas buenas por la causa. Y a mí me gustan las cosas buenas.
A Blair le tembló el labio superior como si se avecinara un estornudo. Su mirada osciló hacia arriba y hacia abajo.
– Bueno, ejem, Conejo no trabaja. Y yo he tenido la mala fortuna de…
– Maldición, Bob, ya sabes que estoy hablando de ti. No me hace falta decírtelo.
– Bueno, lo que quiero decir es…
– ¿Dónde trabajas?
– Oh, ejem… en GE Solutions. Pero estoy a prueba, la verdad, y no he…
– ¿GL Solutions?
– En el proyecto de los aplicadores de sándwiches.
– Te lo aseguro, Bobby, es una bomba… Y es mi criatura, no me preguntes de dónde me vienen las ideas. Un día, mientras estaba comiendo, simplemente pensé: ¿por qué tengo que mancharme los dedos de mayonesa? Pumba. El manipulador de sándwiches: acceso a los bocados sin ensuciarse. Entre eso, y el negocio del espectáculo, y la franquicia petrolífera…
– Y la sanidad pública británica -dijo Conejo en tono solícito.
– Y la sanidad pública británica, y el cóctel de bebidas… -Truman hizo una pausa-. Eso sí que es una bomba: el Howitzer, la bebida que más levanta el ánimo, ya mezclada y envasada. Es el futuro, chicos, va a transformar el modo en que la gente disfruta de su ocio, probablemente sus vidas.
– Caray -dijo Conejo-. ¿Y se mezcla con alcohol?
– No, ya está todo incorporado y liofilizado. ¿Qué clase de anfitrión sería si no les sacara uno a mis chicos? -Se alejó para pulsar un botón en su escritorio. Al cabo de un momento, apareció una joven oriental caminando con afectación con un vestido de satén. Era tan flaca y tenía unos rasgos tan finos, y un cuello tan largo y delicado, que parecía un pájaro zancudo. Llevaba una bandeja con vasos, una jarra y una caja para el té llena de bolsitas de papel de aluminio. Les dirigió una sonrisa radiante a los hombres.
Blair se puso tenso y le dirigió una mirada a Conejo.
La chica se desabrochó el vestido, que cayó al suelo dejando entre sus piernas un simple triángulo íntimo de seda blanca, sin más, sin un solo pelo, ni el asomo. Con precisión ceremonial vertió un líquido de color claro en los vasos, sacó una bolsita del cuenco y la vació en las bebidas. El contenido provocó un destello violento, primero rojo y luego azul, antes de diluirse. La mujer se llevó la bebida a la boca, la retuvo sin tragarla y empujó a Blair contra el respaldo de su asiento para subirse a horcajadas encima de él. Le atenazó las caderas con las rodillas, arqueó la espalda hacia atrás y le puso la cara delante con la boca llena.
La mirada de Blair se desplazó hacia su hermano.
– Adelante. -Truman hizo un gesto con la mano-. Es bueno.
Arqueándose hacia la cara de Blair, la chica se encajó en la entrepierna de él, soltó un suspiro por la nariz que parecía el primer aliento de un pájaro y vació la boca en la de él. A Blair se le derritieron los hombros. Su mano fue temblando hasta la cabeza de ella. Tragó, escupió y se puso a toser.
La chica se apartó y se levantó con delicadeza de su regazo. Luego, durante unos momentos, tuvo la mirada de quien ha tenido un orgasmo de forma poco habitual. Por fin recompuso la cara y se dio la vuelta para dedicarle una sonrisa a Conejo.
Los dientes de conejo asomaron bajo su labio.
– Ya me bebo la mía yo solo, creo.
– Espera, Conejo -dijo Blair-. Ni siquiera sabemos qué es. Yo nunca he visto nada que suelte esos destellos dentro de un vaso, son fuegos artificiales líquidos. Todo esto es muy raro. Muy raro, lo siento.
– No te pierdes detalle, colega.
– Chicos, chicos, chicos. -Truman hizo un gesto con la mano para que le hicieran sitio en el sofá y se acomodó con un suspiro entre los hermanos. Miró a uno y después a otro-. Lleváis tiempo fuera de circulación, y lo entiendo. Quiero que sepáis que estamos aquí para ayudaros a entrar de nuevo. Es un mundo nuevo y fascinante, y está ahí para quien se lo lleve. O sea, ¿tenéis alguna idea de dónde estamos?
Cuatro ojos escrutaron el despacho. Dos cabezas negaron despacio, sincronizadas entre ellas.
– ¿Qué quiere decir exactamente?
– ¿A vosotros que os parece? ¡En el tiempo y en el espacio!
Los gemelos retrocedieron.
– Dejadme que os lo plantee en términos simples. En vuestras vidas, ¿buscáis la felicidad o la tristeza?
La pareja se lo pensó un momento. Batieron las pestañas.
– ¿Lo pregunta en un sentido aristotélico? -se aventuró a decir Conejo-. ¿Como por ejemplo, en el drama de…?
– ¡Me refiero a si queréis estar felices o tristes, joder!
Los gemelos se encogieron del susto. Al cabo de un momento largo e incómodo, Conejo levantó una ceja.
– ¿Nos está tomando el pelo?
Traman les apretujó las manos, se las colocó en el regazo y levantó la vista al techo con expresión de paciencia.
– Chicos, chicos, chicos, dejadme que os cuente algo sobre nuestra especie. Es indiscutible que el cuerpo humanoide, conocido científicamente como homo saxonis, no ha movido el culo evolutivo en diez mil años. Estamos igual que cuando salimos de los pantanos. Sin embargo, nuestros cerebros se han desarrollado más allá de toda comprensión. ¿Creéis que es un accidente de la naturaleza? ¡No! -Traman se acercó a la cara de Blair-. De ahora en adelante, la evolución es mental. El cerebro es la vía de avance. ¿Estamos de acuerdo en eso?
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