Lisa Scottoline - Gente Legal

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A Mark lo asesinaron alrededor de las doce de la noche, mientras trabajaba en un acuerdo, un contrato para la liquidación del bufete que había fundado con Bennie Rosato, horas después de anunciar a su socia y ex amante su determinación de constituir su propia empresa. A medianoche Bennie remaba sola en la oscuridad, en la quietud del río, tratando de recobrar la calma, ajena a cuanto sucedía en el despacho y a la sórdida trampa que le habían tendido.
«Una novela trepidante que dejará sin aliento al lector más valiente.»

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P: Habiente de sus relaciones, de las relaciones que han marcado su vida.

R: Solo las cosas calientes, ¿verdad? (Risitas)

P: Verdad.

R: Bueno, Bill, por supuesto, no fue el primero.

P: Se refiere a Kleeb. ¿Quién fue el primero?

R: Un chico de mi pueblo. Cuando yo tenía… ¿catorce?

P: Era muy joven.

R: No, no para mí. Estaba preparada.

P: ¿Quién fue?

R: Otro chico del pueblo. Me gustaban los granjeros, supongo.

P: ¿Por qué piensa que es así?

R: Buenos músculos. Tatuajes. Nada de sesos. (Risitas) Incluso llegué a casarme.

P: Oh, no lo sabía.

R: Nadie lo sabe.

P: ¿Cuándo sucedió?

Traté de concentrarme, pero no me resultaba nada fácil. Intentaba escuchar a esa tipeja petulante, pero no había dormido en toda la noche. Y no había tomado café. Trabajaba en pésimas condiciones criminales: ni alicates ni cafeína.

R: A los dieciocho. Él tenía veinte. Un viejo.

P: ¿Veinte? Un auténtico Matusalén.

R: ¿Un qué?

P: Olvídelo. Prosiga con su boda. Es una buena información para el personaje.

R: ¿Cree realmente que será la película de la semana?

P: No estaría aquí de no ser así. Por tanto, prosiga, acuerdo? Quiero enviarle las cintas al agente lo antes posible

R: ¿Me hará una copia?

P: (Suspirando) Le haré una. Ahora cuénteme la historia, por favor.

R: Bueno, mi marido era (ininteligible)

P: ¿Era qué?

R: Era un… canalla. Solía pegarme cuando bebía.

P: ¿De verdad?

R: Pues sí. Un mierda.

P: ¿Alguna vez tuvo que ir al hospital?

R: No.

P: (Desilusionado) ¿Con qué frecuencia le pegaba?

R: Una vez por semana, o dos veces, durante mucho tiempo.

P: Entonces, se divorció. Se cansó y luego se divorció, ¿verdad?

R: No, simplemente un buen día lo dejé. Los abogados no me prestaron ninguna ayuda. Luego recibí las citaciones, una tras otra, pero él siempre volvía. Y me pegaba. No había nada que pudieran hacer los jueces. La mitad de las veces la policía ni siquiera venía.

Me empezaba a doler la cabeza. Me froté los ojos para permanecer despierta. No me conmovía la sordidez de la historia. Era una víctima: por tanto, victimizaba a los demás. Pero yo no aceptaba excusas para un asesinato. Tenía sobre sus espaldas un muerto inocente y posiblemente también a Bill.

Me moví en la silla y mi mirada se detuvo en un dibujo de Daumier en la pared. Un abogado que metía mano en el bolsillo de su cliente, o todo lo contrario, pero el cristal reflejaba algo más. Una silueta. Un hombre entre las estanterías de la biblioteca, de traje oscuro, agachado y leyendo un libro. No le podía ver la cabeza ni el rostro, pero su espalda me resultaba familiar. Agaché la cabeza para evitar que me reconociera.

P: Por tanto, ¿nunca se divorció?

R: No.

P: Entonces, ¿aún está casada con él?

R: No, me enteré de que había muerto. De un tiro.

P: (Impresionado) No me diga. ¿En un bar? ¿O por una banda o algo así?

R: No, no. Un accidente de caza. Siempre se emborrachaba cuando salía a cazar. Lo mismo que sus amigos. Todos unos mierdas.

De caza. Recordé la cabaña en el bosque, el cadáver frío de Bill. ¿Existía una conexión? Mientras le daba vueltas, la figura encogida dobló una página del libro. ¿Quién era? ¿Me espiaba? ¿Me seguía? Me cubrí la cara con una mano como si me doliera la cabeza, lo cual era verdad.

P: De acuerdo, prosigamos.

R: Los jueces la cagaron.

P: Eileen, se lo he dicho. No hable así durante la grabación.

R: Lo siento, pero así fue. Me enviaron a un centro de asistencia jurídica, ¿sabe?, para tratar de hacer lo que fuera para mantenerlo alejado de mí.

P: ¿ Una orden de amparo temporal?

R: Exacto, eso es. Pero esos tribunales, esos jueces… No saben lo que es la vida.

Entonces lo vi. La figura había guardado el libro en la estantería y avanzaba por el pasillo justamente hacia mi cabina. ¿Me había reconocido? Me agaché y simulé que tosía.

R: (Excitada) No me importa, no saben una mierda.

P: ¿Quién era su abogado?

R: ¿En la ciudad?

P: Sí.

R: Una de las abogadas de allí.

P: ¿Puede recordar cómo se llamaba?

De improviso, oí que golpeaban la puerta de la cabina. ¿Era él? Se me hizo un nudo en el estómago. No supe qué hacer. Subí el volumen y esperé a que se alejara.

P: ¿Para qué necesita el nombre?

R: Por si necesitamos una declaración suya para la película. Se necesitan declaraciones si se trata de gente real.

R: (Haciendo una pausa) Oh… Renee. Renee algo, creo. Ya me acordaré. De cualquier modo, ahora no sé por dónde anda.

¿Eh? ¿Qué? ¿Renee? ¿Podía Renee haber sido la abogada de Eileen? No podía creer lo que había oído. Apreté el botón para volver a escuchar justo cuando la puerta se abrió ante mis narices.

34

– -¿Eres tú? -preguntó, atónito.

– -¿Eres tú? --repetí yo, igualmente atónita. Era Grady mi abogado e infiel amante. Me pregunté fugazmente s estas cosas siempre irían juntas en mi vida. Quizá fuera ese el problema.

– ¡Bennie! -Cerró rápidamente la puerta, con una expresión de alivio en la mirada.

– Grady, ¿cómo diablos estás? Mira, una buena pregunta: ¿cómo sabes cuándo un hombre te miente?

– -¿Qué?

– Porque mueve los labios.

Me pareció que lo confundía.

– ¿De qué estás hablando? ¿Dónde has estado? ¿Qué estás haciendo aquí? He estado muy preocupado.

– -No tengo la menor duda. Por eso necesitabas con suelo el otro día.

– -¿De qué estás hablando? --Se puso de cuclillas par poder estar al nivel de mis ojos.

– -¡De qué estoy hablando! --Hice rodar mi silla hacia atrás, aunque Grady tenía puesta mi camisa azul favorita. Tendría que haber sabido que me engañaría. Nadie puede usar una camisa tan atractiva y no hacerlo--. Estoy hablando de esa mujer. ¿Era tu ex novia? ¿Un encuentro furtivo, tal vez?

– -¿Quién? Ya no me veo con ella. Rompimos.

– -Entonces, ¿quién contestó al teléfono, Grady? Fue por la mañana. Dormías.

– ¿El domingo?

– Supongo.

Su frente se relajó y sonrió.

– Era Marshall. Me dijo que alguien con una voz parecida a la tuya había llamado. Vino y se quedó a pasar la noche. En el sofá, por supuesto.

– ¿Marshall? -Me oí hablar como una estúpida y me sentí aún más estúpida que el sonido de mis palabras-. Habló en voz tan baja… No la reconocí.

– Estaba muy preocupada y quería saber de ti. Por eso desapareció; le preocupaba que tú pudieras haberlo hecho. Pensó que habías descubierto los archivos ocultos de Mark. Ella sabía que estaba montando la nueva firma. Hablamos hasta tarde y se quedó a dormir.

– Marshall, ¿eh? -Sentí que me subían los colores. Me había equivocado al sospechar de cualquiera de los dos. Quise cambiar de tema-. ¿Y qué haces tú aquí?

– Espera un momento. Estabas celosa.

– No lo estaba.

– Creo que sí. -Sonrió.

– Déjalo, Grady, y dime qué estás haciendo aquí.

– Estoy estudiando un asunto, pero no puedo hacerlo en el despacho. Está lleno de policías. Tienen a uno de guardia todo el tiempo por si tú apareces. -Me cogió de los brazos y me acercó a él-. Me gusta tu vestido. Nunca lo había visto. ¿Cuándo te lo has comprado?

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