Penny Vincenzi - Reencuentro

Здесь есть возможность читать онлайн «Penny Vincenzi - Reencuentro» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Reencuentro: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Reencuentro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una noche de 1987, alguien abandona a una niña recién nacida en el aeropuerto de Heathrow. Un año antes, tres chicas, Martha, Clio y Jocasta, se habían conocido por casualidad en un viaje y habían prometido volver a encontrarse, aunque pasará mucho tiempo antes de que cumplan la promesa. Para entonces, Kate, la niña abandonada, ya será una adolescente. Vive con una familia adoptiva que la quiere, aunque ahora Kate desea conocer a su madre biológica. Es decir, una de aquellas tres jóvenes, ahora mujeres acomodadas. Pero ¿qué la llevó a una situación tan desesperada?
La trama que desgrana este libro se sitúa allí donde confluyen entre estas cuatro vidas. Y es que Kate verá cumplido su deseo aunque, como enseñan algunas fábulas, a veces sea mejor no desear ciertas cosas…

Reencuentro — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Reencuentro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Oh, sí -dijo Beatrice-, se está comportando. -Se rió forzadamente-. Parezco su madre. O su hermana mayor.

– Tú tienes mejor opinión de él que su hermana mayor -dijo Jocasta-. Debes de quererle mucho, Beatrice.

– Sí, supongo. En fin, de todas formas es lo mejor para Kate. Josh me ha dicho que está muy contenta.

– Sí, creo que sí. ¿Aún no la conoces?

– No, vendrá a tomar el té el domingo. Quiero conocerla oficialmente y he pensado que sería más fácil si venía a casa.

– Creo que te gustará -dijo Jocasta-, es muy agradable. Muy inteligente. Supongo que no se lo dirás a las niñas.

– No. Por ahora no. Oye, Jocasta, te he llamado para preguntarte una cosa.

– Dime.

– ¿Vas a volver con Gideon?

Eso pilló desprevenida a Jocasta.

– Ni hablar. De ninguna manera.

– Ya. Estábamos preocupados por ti. Esperábamos que las cosas se arreglaran.

– No se arreglarán. Pero volvemos a ser amigos. Seguramente porque hace semanas que no nos vemos. Pero nos divorciaremos. En general estoy bien, estoy muy contenta, de hecho, feliz como una perdiz. No te preocupes por mí, por favor.

– Bien, me alegro de saberlo.

– Gracias por llamar. Ahora tengo que irme, perdóname. Hablaremos pronto. Eres mi ídolo.

– Ojalá -dijo Beatrice.

Ed estaba tomando su tercer café del día y deseando poder sentir algún interés por lo que estaba haciendo, cuando le llamó su madre. Lo hacía casi todas las mañanas. Ed no estaba seguro de si le gustaba o no que lo hiciera.

– ¿Cómo estás hoy, hijo?

– Un poco mal…

– Claro -dijo ella con ternura-. Va y viene, lo sé. Sobre todo viene, al menos al principio.

– Sí. Tú lo sabes mejor que nadie, mamá.

El matrimonio de sus padres había sido especialmente feliz. Así había aprendido lo que era el amor, le había dicho Ed a Martha.

– Amor de verdad. Del que dura. Como tú y yo.

– Sí -dijo Maureen con dulzura-. Y te diré una cosa, Ed: con el tiempo, los recuerdos son más felices. Es verdad.

– Bien -dijo Ed-, algo es algo. Gracias, mamá.

– Esta mañana he pasado por la vicaría. El pobre señor Hartley está preocupadísimo por su esposa. Esta mañana se ha desmayado y parece que no quiere comer, se ha encerrado en sí misma. El médico dice que tendrán que hospitalizarla, dentro de un par de días.

– Oh, no, qué pena.

– En fin, el motivo por el que te he llamado es que el señor Hartley dice que lo único que ha animado a la señora Hartley últimamente han sido tus visitas. Dice que cree que es porque estabas tan cerca de Martha, y es como si se la devolvieras de alguna extraña manera.

– Es agradable -dijo Ed-. Ojalá alguien pudiera devolverle a Martha de alguna manera. Extraña o no.

– Sí. Bueno, cuídate mucho, cariño. Te llamaré mañana o pasado.

Nick había decidido que tenía que volver a Londres. Estaba bien estar en casa con sus padres cuando podía salir y hacer cosas, pero estar allí aislado, confinado en la casa, era diferente. Casi todos los demás se habían ido. No tenía nada que hacer aparte de leer y pasear solo.

Y pensar, mucho, en Jocasta. Y en lo estúpido que había sido. Un estúpido redomado. ¿Por qué no habían empezado a vivir juntos, por qué no se había casado con ella, si era lo que ella quería? Desde su perspectiva actual de soledad, ésa le parecía muy atractiva. Sus tres hermanos, uno de ellos menor que él, estaban casados, y parecían muy satisfechos. Y todos tenían hijos alegres. A menudo pensaba que le gustaría tener hijos. Se llevaba de maravilla con ellos. Aunque eso no sería posible con Jocasta, porque no superaría su fobia. Tal vez eso era un pequeño consuelo por haberla perdido. Quizás encontrara a otra chica a la que quisiera igual, que se muriera por tener hijos. Tal vez.

No cesaba de rememorar a Jocasta, cariñosa, sonriente, feliz, diciendo tonterías, y como estaba aquella tarde, en la cama, con su hermoso cuerpo desnudo, sus asombrosos cabellos esparcidos por la almohada, los enormes ojos brillantes cuando le miraba, alargando los brazos hacia él, diciéndole que le quería. Sí, le había dicho, de eso no había ninguna duda, que le quería, mientras hacían el amor, de esa manera tan maravillosa: «Me gusta, me gusta. Dios, es alucinante, fantástico…, ya estoy, Nick, no puedo más…, ya, ya…».

Meneó la cabeza. Era absurdo. Había vuelto con Keeble, y no podía culparla. Él tenía que seguir con su vida. Y empezaría regresando a Londres. Al día siguiente.

Jocasta llegó al piso de Clio a las seis. Había tardado más de lo normal. Conducir bajo el sol le había dado dolor de cabeza, y estaba bastante mareada. Se preguntó si eso sería el principio de las náuseas del embarazo. Si iba a empezar a encontrarse mal, significaba que lo que iba a hacer al día siguiente no podía esperar.

Apretó el timbre. Oyó la voz de Clio por el interfono.

– Sí, ¿quién es?

– Soy yo, Jocasta. ¿Puedo subir?

Hubo un silencio y después:

– Claro.

Clio tenía muy mala cara, estaba pálida y demacrada. Era evidente que había llorado.

– Oh, Clio -dijo Jocasta-. Clio, perdóname. Perdona que me comportara con tanta crueldad, que fuera tan insensible. Lo siento mucho por ti. Por favor, perdóname. No me lo merezco, pero te lo suplico.

Clio logró sonreír.

– Por supuesto. Lo comprendo.

– No me extraña que comprendas que soy una miserable, insensible y patética -dijo Jocasta-. Me merezco unos buenos azotes. ¿Te apetece dármelos? -añadió con una sonrisa-. Seguro que me haría bien.

– Ni se me ocurriría -comentó Clio con una débil sonrisa-. ¿Qué dirían los vecinos? -Se le escaparon un par de lágrimas.

– Oh, Clio -dijo Jocasta-. Deja que te dé un abrazo.

Abrió los brazos y Clio se dejó abrazar y lloró un buen rato.

– Es tan injusto -dijo-, ¡tan injusto!

– Lo sé. Es horrible para ti. ¿No se puede hacer nada?

– Parece que no. Tengo las trompas dañadas, y basta.

– Tú lo sabes mejor que nadie. ¿Y la inseminación artificial?

– Es una posibilidad, sin duda. Una buena posibilidad, en teoría.

– ¿Y en la práctica?

– Es un proceso desagradable. La pareja tiene que quererse mucho para someterse a eso. Además es muy azaroso. No es que funcione a la primera. Hay listas de espera largas. Y en la sanidad privada, cada intento vale miles de libras.

– ¿No podrías saltarte la lista, siendo médico?

– ¡Ni en broma! -gritó Clio muy ofendida-. Ni pensarlo. Y de todas formas, no sé por qué me pongo tan patética. ¿Con quién iba a tener un hijo? ¿En una nueva relación? Ya tengo treinta y cinco.

– ¿Con Fergus?

– Me temo que no. Eso está muerto.

– Clio, ¿estás segura?

– Muy segura.

– No es la impresión que me ha dado a mí.

– ¿Qué quieres decir?

– Le he llamado hoy, para pedirle que me ayudara a hablar contigo. Me ha dicho que no os iba bien, y ha dicho algo de un choque de ideologías. También ha dicho que había intentado llamarte. Que no querías hablar con él. A mí no me parece que la relación esté cadáver.

– Tal vez no ahora. Pero no funcionaría, Jocasta. Primero, porque no puedo aceptar lo que hace…

– ¿Por qué?

– Me parece una forma horrible de ganar dinero, aprovecharse de las desgracias de los demás. Sé que tú no lo ves así, pero…

– Clio, no es así. Lo que hace es ayudar a la gente.

– ¿Qué? ¿A futbolistas que se han tirado a seis chicas a la vez, presentando sus casos desde la perspectiva más favorable?

– No se trata sólo de eso. Mira lo que ha hecho por Kate, y ni siquiera ha cobrado, ni un penique. Acabo de enterarme. Por culpa de mi amado futuro ex marido. Aunque ya le ha pagado, creo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Reencuentro»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Reencuentro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Reencuentro»

Обсуждение, отзывы о книге «Reencuentro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x