– Sí, me consta, y también que el camarada Krisov fue a verle allí. Curioso, ¿no?
– Informé a mi controlador de Buenos Aires de la visita de Krisov y de cuanto me había dicho.
– Lo sé, lo sé. Una manera de cubrirse por si alguien le había visto junto a Krisov. Bien pudieron preparar lo que usted debía decir a su controlador.
– ¡Desde luego que no! Krisov se presentó de improviso y tuvimos una discusión, incluso le llamé traidor.
– Queremos saber dónde se encuentra el camarada Krisov.
– No lo sé, no me lo dijo.
– ¿Y pretende que le crea? Veamos, un viejo agente como Krisov se escapa y se toma la molestia de viajar hasta Argentina para verle a usted y explicarle por qué ha decidido huir. ¿Nos toma por tontos?
– Pero fue así… Él… Bueno, él dijo que se sentía responsable de sus agentes, de todos los que habíamos trabajado con él. Además… insinuó que el mejor lugar para desaparecer era América Latina.
– El traidor Krisov tenía muchos amigos entre los seguidores del camarada Trotski.
– Lo desconocía, nunca hablamos de cuestiones personales, no sé quiénes eran sus amigos…
– Camarada Comte, quiero que refresque su memoria, que me diga dónde se encuentra el traidor Krisov. Sabremos agradecerle esa información… De lo contrario…
– ¡Pero es que no lo sé!
– Le ayudaremos a recordarlo.
El hombre se levantó y salió de la sala, dejando a Pierre temblando. Un minuto después entraron dos hombres que le llevaron de vuelta a la celda donde había permanecido encerrado los tres días anteriores. Pierre intentó protestar pero un fuerte puñetazo en el estómago le dejó sin habla. Y lloró tirado sobre el frío suelo de aquella celda oscura de la Lubianka.
La primera noche que Pierre no regresó a casa de sus tíos, Amelia aguardó impaciente hasta la madrugada; cuando ya no pudo resistir la angustia, despertó a Mijaíl.
– Tu primo no ha vuelto.
– ¿Y por eso me despiertas? Estará emborrachándose con algún amigo, o amiga, los franceses son así -respondió Mijaíl con tono malhumorado.
– Sé cómo es Pierre y si no ha regresado es porque le ha sucedido algo.
– No te preocupes y duerme, verás como cuando regrese te contará una buena historia.
Amelia volvió al colchón donde dormía, y contó los minutos que iban transcurriendo, hasta que oyó levantarse al tío Giorgi.
– Tío, Pierre no ha regresado, estoy preocupada.
– Irina y yo no hemos pegado ojo pensando en él. Intentaré averiguar qué ha pasado.
Amelia no quería ir a trabajar, pretendía presentarse en la Lubianka para preguntar por Pierre, pero la tía Irina le quitó la idea de la cabeza.
– No seas insensata, lo mejor que podemos hacer es esperar.
– ¡Pero no es normal que no haya venido! -se lamentó Amelia.
– No, no lo es, pero en Rusia ya nada es normal. Espera a que Giorgi nos diga algo, y… Bueno, le pediré a Mijaíl que también él trate de averiguar qué ha pasado.
Por la tarde, cuando Amelia regresaba del trabajo rezaba pidiendo encontrar a Pierre en casa de sus tíos. Pero Irina le dijo que no había sabido nada de él, de manera que las dos mujeres esperaron sentadas y en silencio a que llegara Giorgi, pero éste les confesó que no había podido averiguar nada. Había telefoneado a un amigo que tenía un cuñado trabajando en la Lubianka y en cuanto le dijo de qué se trataba el hombre le colgó el teléfono conminándole a no llamarle nunca jamás.
Mijaíl y Anushka llegaron un poco más tarde. Él sorprendió a Amelia diciéndole que había tenido mucho trabajo y ni siquiera había podido preocuparse por la ausencia de Pierre.
– ¡Cómo es posible que seas así! -le gritó Amelia-. ¡Pierre es tu primo!
– ¿Y por qué debo preocuparme por él? Ya es mayorcito. Si no ha regresado es porque no ha querido. Y si ha hecho algo, entonces que asuma las consecuencias.
Amelia salió de la casa dando un portazo. Estaba decidida a presentarse en la puerta de la Lubianka y preguntar por Pierre. El tío Giorgi salió tras ella, intentando convencerla de que fuera prudente o de lo contrario podía poner a toda la familia en un aprieto.
– Hay familias enteras que sufren represalias porque alguno de sus miembros es considerado un contrarrevolucionario. Les mandan a campos de trabajo, a las minas de sal, incluso a hospitales de los que salen completamente trastornados. No nos pongas en peligro Amelia, te lo ruego.
Pero ella no le escuchó y salió a la calle dispuesta a presentarse en la Lubianka. Caminaba deprisa, llena de miedo y de ira, cuando advirtió que un hombre se situaba a su lado.
– Por favor, dé la vuelta en la próxima esquina y sígame. Quiero ayudarla.
– ¿Quién es usted? -preguntó Amelia sobresaltada.
– Iván Vasiliev. Llevo aguardando toda la tarde en los alrededores de su casa, no me atrevía a subir al apartamento.
Amelia obedeció al hombre, lamentándose de no haber pensado en ir a verle. Si alguien podía decirle dónde estaba Pierre ése era Vasiliev.
Le siguió un buen trecho, hasta un edificio sombrío de apartamentos donde el hombre entró y subió rápidamente las escaleras hasta la primera planta. Allí introdujo la llave en una puerta y entró en el apartamento seguido de Amelia.
– No podemos estar mucho tiempo aquí- advirtió Iván Vasiliev.
– ¿No es su casa? -preguntó Amelia, extrañada.
– No, no lo es, aquí vive un amigo que ahora se encuentra fuera de Moscú. Podremos hablar tranquilos.
– ¿Dónde está Pierre?
– Detenido, le tienen en una celda de la Lubianka.
– Pero ¿por qué? No ha hecho nada. Pierre es un buen comunista.
– Lo sé, lo sé, no hace falta ser un mal comunista para que te detengan. Quieren a Krisov y están convencidos de que Pierre sabe dónde está.
– ¡Pero no lo sabe! No se lo dijo.
– Igor Krisov ha sido uno de mis mejores amigos, combatimos juntos y… Bueno, mantuvimos una amistad muy especial.
Amelia miró con asombro a Iván Vasiliev. Krisov había confesado a Pierre que era homosexual, y de las palabras de Vasiliev se deducía que éste también podía serlo. Él pareció leerle el pensamiento.
– No se equivoque. Fuimos buenos camaradas sólo eso, luego él se marchó a Londres. Tenía una cobertura perfecta, puesto que una de sus abuelas era irlandesa. Él dominaba el inglés, lo mismo que el francés y el alemán, tenía un gran talento para los idiomas. Pierre me ha dicho que usted también lo tiene. En fin, pese a nuestra separación siempre conservamos el afecto y la amistad, aunque ellos creen que nos odiábamos.
– ¿Ellos?
– Sí, los jefes del Servicio Exterior de la NKVD. Igor dijo que lo mejor para protegernos a ambos era que pasáramos por enemigos irreconciliables y durante años mantuvimos esa farsa. Yo le avisé de que había perdido la confianza de los jefes.
– Lo sé, se lo dijo a Pierre. ¿Por qué es tan importante Krisov?
– Era uno de los principales agentes en Europa y sabe mucho: nombres, claves, cuentas bancarias, modo de operar… Temen que le venda toda esa información a alguien.
– ¿Por qué?
– Porque son unos asesinos indecentes y ellos lo harían, de manera que piensan que los otros son igualmente capaces de sus mismas infamias.
– ¿Y quién podría comprar esa información?
– Cualquiera, la Unión Soviética tiene muchos enemigos. Inglaterra estaría dispuesta a pagar un buen precio por conocer los nombres de los agentes soviéticos que operan allí. El Gobierno británico está preocupado por el auge del comunismo entre los jóvenes universitarios de su país.
– Pero Krisov…
– Igor estaba asqueado con lo que pasa aquí, como todos los que tienen un mínimo de decencia. De la noche a la mañana cualquiera se puede convertir en un «enemigo del pueblo», basta con una denuncia, una sospecha. Están matando a la gente sin piedad.
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