Julia Navarro - Dime quién soy

Здесь есть возможность читать онлайн «Julia Navarro - Dime quién soy» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Dime quién soy: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Dime quién soy»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La esperada nueva novela de Julia Navarro es el magnífico retrato de quienes vivieron intensa y apasionadamente un siglo turbulento. Ideología y compromiso en estado puro, amores y desamores desgarrados, aventura e historia de un siglo hecho pedazos.
Una periodista recibe una propuesta para investigar la azarosa vida de su bisabuela, una mujer de la que sólo se sabe que huyó de España abandonando a su marido y a su hijo poco antes de que estallara la Guerra Civil. Para rescatarla del olvido deberá reconstruir su historia desde los cimientos, siguiendo los pasos de su biografía y encajando, una a una, todas las piezas del inmenso y extraordinario puzzle de su existencia.

Dime quién soy — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Dime quién soy», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Gracias por su ayuda -le dijo Max a la camarera.

– Para servirle, señor -respondió mientras cogía apresuradamente el dinero que le daba el militar.

Max la auscultó, le puso el termómetro y examinó todo el cuerpo comprobando las huellas de las torturas sufridas. A duras penas lograba contener las lágrimas y la ira que le producía ver en aquel estado a la mujer que tanto amaba.

– Tiene tuberculosis -murmuró para sus adentros.

Cuando Hans Henke regresó con unas cuantas bolsas, encontró a Amelia durmiendo. Max le había hecho tomar una taza de leche y un calmante.

– He comprado unas cuantas cosas, espero que sirvan, es la primera vez que compro ropa para una mujer. La verdad es que nunca he acompañado a mi esposa a hacer compras.

– Gracias, comandante, le estoy muy agradecido.

– ¡Vamos, coronel, no tiene nada que agradecerme! Usted sabe cuánto le aprecio y que comparto su misma inquietud por Alemania. En cuanto a la señorita Garayoa, siempre he sentido simpatía por ella y me duele ver lo que le han hecho.

– Tiene tuberculosis.

– Entonces debería llevarla a un hospital donde la cuiden.

– No, no quiero dejarla sola en un hospital, sin amigos, sin nadie que la cuide. Quién sabe lo que podría pasarle.

– Pero debemos volver a Rusia…

– Sí, pero creo que podré conseguir unos cuantos días más de permiso. Usted regresará al frente, yo le seguiré en cuanto pueda.

– ¿Y si no se lo permiten?

– Ya se me ocurrirá algo. Ahora le pido que se acerque a nuestro hospital y me traiga todo lo que he escrito en esta lista. Lo necesito para curarla.

Amelia tardó dos días en despertar del letargo en el que estaba sumida, y cuando lo hizo se sorprendió al comprobar que, efectivamente, allí estaba Max.

– ¿Cómo te encuentras? -le preguntó él, apretándole la mano.

– Entonces… es verdad… eres tú…

– ¿Y quién creías que era? -respondió él riendo.

– Creía que estaba soñando.

Pese a que Max le insistía para que descansara, no le hizo caso porque ella necesitaba hablar, recobrar parte de lo que había sido su vida. Hablaron durante horas.

– No me has preguntado si soy culpable -le dijo ella.

– ¿Culpable? ¿De qué ibas a ser culpable?

– Me detuvieron, me acusaron de conspirar contra el Reich, de ayudar a los judíos…

– Espero que todo eso sea verdad -respondió él riendo.

– No te lo dije para no implicarte, pero Grazyna… bueno… ella ayudaba a los judíos, íbamos al gueto a llevar comida, y algunas otras cosas.

– No te reprocho nada, Amelia, lo que hicieras bien hecho está.

– Pero… yo necesito decírtelo.

– Ya me lo contarás todo cuando estés mejor, ahora tienes que descansar.

– Quiero hablar, necesito hablar, no sabes cuánto te he echado de menos. Pensé que nunca volvería a verte, ni a ti ni… ni a mi hijo, ni a mi familia. Pawiak es un infierno, Max, un infierno.

Tres días después Max le explicó a Amelia que había conseguido un salvoconducto para que llegara hasta Lisboa y desde allí pudiera ir a España.

– Aún estás enferma, pero hemos de correr ese riesgo. Yo debo volver al frente, no me permiten quedarme más tiempo en Varsovia y aquí no estarías segura. ¿Crees que podrás valerte por ti misma? Yo te daré las medicinas que debes tomar.

– Otra vez nos separamos -se lamentó ella.

– Muy a mi pesar. Pero además de médico soy un soldado y debo cumplir órdenes. Mis amigos han conseguido que pudiera quedarme unos días en Varsovia, pero no pueden cubrirme más.

– Lo sé y no debo quejarme. ¡Has hecho tanto por mí! Sí, iré a España, no querría ir a ninguna otra parte. Puede que me permitan ver a mi hijo. Hace tantos meses que no sé nada de mi familia, deben de pensar que me he muerto.

– ¡No digas eso! Claro que verás a tu hijo y… he de decirte algo, que sé te va a doler.

Amelia miró asustada a Max. Temía lo que pudiera decirle.

– He tenido un hijo. Ludovica me ha dado un varón.

– Lo sé, Max, tu mujer me dijo que estaba embarazada. No sabía que tú y Ludovica… en realidad creía que…

– No te engañé. Entre Ludovica y yo hacía tiempo que todo había terminado. Tú no estabas, Amelia, y no sabía qué iba a pasar entre nosotros. En realidad en aquel momento tú estabas con Albert James o eso creía yo. Ella me pidió que le diéramos una oportunidad a nuestro matrimonio y… no me negué. Ahora tengo un hijo, se llama Friedrich, y le quiero, Amelia, le quiero al igual que tú quieres a tu hijo. No puedo evitar quererle. Es parte de mí, lo mejor de mí.

Se hizo un silencio tenso y Amelia sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas. No tenía derecho a reprocharle nada, pero se sentía herida.

– No puedo pedirte perdón por Friedrich -le dijo el barón.

– Me duele, Max, claro que me duele, pero no tengo derecho a hacerte ningún reproche. Nunca me has engañado, siempre supe que Ludovica estaba ahí y que tu sentido del honor para con tu familia te impediría separarte de ella. También sabía, aunque nunca me lo dijiste, que añorabas tener un hijo que continuara tu estirpe, y eso sé que yo no te lo podía dar porque al fin y al cabo sigo estando casada. Pero me duele, Max, me duele mucho.

El la abrazó y notó cómo ella temblaba ahogando un sollozo. La sintió más frágil por su extrema delgadez, pero no quiso engañarla diciendo que le hubiera gustado que Friedrich no existiera porque no era cierto. Se sentía orgulloso de aquel niño diminuto al que añoraba tener en sus brazos.

Amaba a Amelia pero también a Friedrich y no quería renunciar a ninguno de los dos.

No les resultó nada fácil separarse de nuevo. Max acompañó a Amelia al aeropuerto. Ella apenas lograba sostenerse en pie. Estaba muy débil.

Se despidieron sin saber cuándo se volverían a ver, pero prometiéndose que no permitirían que nadie les separase.

– Si no pudieras ponerte directamente en contacto conmigo, inténtalo con mi ayudante, el comandante Henke.

– Los dos habéis ascendido, tú ahora eres coronel y él comandante…

– Así es la guerra, Amelia. Pero atiéndeme: si tampoco lograras ponerte en contacto con el comandante Henke, siempre podrías recurrir al profesor Schatzhauser, a él no le resultará difícil saber dónde estoy.

A Amelia le costó reprimir las lágrimas cuando se dirigía al avión y se volvió varias veces agitando la mano mientras Max la contemplaba conteniendo la emoción.

Muchas horas después, y tras una larga escala en Berlín, Amelia miraba por la ventanilla del avión intentando divisar el perfil de Lisboa.

Estaba impaciente por pisar tierra portuguesa porque era el preludio de su vuelta a casa. No pensaba quedarse más tiempo del imprescindible. Primero iría al hotel Oriente. Aquél era el lugar de contacto donde la Inteligencia británica la había dirigido en ocasiones anteriores. En Londres debían de estar preguntándose qué le había sucedido después de tantos meses de silencio. Posiblemente la habrían dado por muerta.

El hotel Oriente parecía languidecer. Su propietario, el británico John Brown, la reconoció nada más verla.

– ¡Vaya, la señorita Garayoa! No esperaba verla por aquí… No tiene usted muy buen aspecto. Le daré la habitación de siempre, ¿le parece bien?

Sin darle tiempo a responder, comenzó a llamar a su esposa portuguesa, doña Mencia.

– ¡Mencia, Mencia! ¿Dónde te metes? Tenemos una huésped.

– No voy a quedarme, señor Brown, sólo quiero saber si puedo contactar con alguno de sus amigos…

– Así que está interesada en hablar con alguno de mis compatriotas.

– ¿Puede arreglarlo?

– Naturalmente; mientras, suba a la habitación y descanse, perdone que insista en su mal aspecto. Mencia le traerá algo de comer.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Dime quién soy»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Dime quién soy» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Dime quién soy»

Обсуждение, отзывы о книге «Dime quién soy» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x