Julia Navarro - Dime quién soy

Здесь есть возможность читать онлайн «Julia Navarro - Dime quién soy» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Dime quién soy: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Dime quién soy»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La esperada nueva novela de Julia Navarro es el magnífico retrato de quienes vivieron intensa y apasionadamente un siglo turbulento. Ideología y compromiso en estado puro, amores y desamores desgarrados, aventura e historia de un siglo hecho pedazos.
Una periodista recibe una propuesta para investigar la azarosa vida de su bisabuela, una mujer de la que sólo se sabe que huyó de España abandonando a su marido y a su hijo poco antes de que estallara la Guerra Civil. Para rescatarla del olvido deberá reconstruir su historia desde los cimientos, siguiendo los pasos de su biografía y encajando, una a una, todas las piezas del inmenso y extraordinario puzzle de su existencia.

Dime quién soy — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Dime quién soy», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Sin usted no podría llevar adelante mi investigación -dije para halagarle.

– Desde luego que no, pero como puede comprender, tengo otros deberes y responsabilidades; de manera que hasta dentro de unos días, pongamos el miércoles de la próxima semana, no volveré a recibirle. Telefonee el martes a mi secretaria para confirmar si estoy disponible.

Salí malhumorado de casa del mayor. Pensé eso de que no hay mal que por bien no venga, porque podía llamar a Francesca, reprocharle que no me hubiese dicho ni una palabra sobre las actividades políticas de Carla Alessandrini y con tal excusa ir a verla a Roma. No quería abusar de los medios que doña Laura estaba poniendo a mi disposición para que investigara sobre Amelia, pero me convencí de que el viaje a Roma estaba más que justificado. Me pasaba como a mi bisabuela: no me terminaba de encontrar en Londres.

Llamé a mi madre dispuesto a la bronca de rigor, y la encontré sarcástica y distante.

– ¿Así que eres Guillermo? Pues me alegro.

– ¡Vaya, mamá!, no te veo muy contenta de saber que estoy bien.

– Bueno, supongo que lo estarás, ya eres mayorcito, de manera que para qué vas a llamarme, con que me felicites las Navidades y por mi cumpleaños es suficiente, claro que para eso tendrías que acordarte, y como estás abrumado de trabajo…

¡Ahí estaba el problema! ¡Había sido su cumpleaños y yo no la había felicitado. Mi madre no me lo iba a perdonar porque entre sus ritos inalterables estaban las cenas del día de su cumpleaños, del mío y la de Nochebuena. El resto de las noches del niño le daban igual, pero esas tres para ella eran sagradas.

– Perdona, mamá, pero es que no sabes lo liado que estoy investigando a tu abuela.

– Ya te he dicho que a mí me da lo mismo lo que hiciera esa buena señora, y no te disculpes, no tienes por qué, eres muy libre de llamar a quien quieras y cuando quieras.

– Pues había pensado en ir a Madrid e invitarte a cenar -mentí, improvisando.

– ¿No me digas? ¡Qué considerado!

– Mira, mañana estaré en Madrid y a las nueve te voy a buscar. Piensa dónde te apetece que te invite a cenar.

9

Cuando entré en mi apartamento sentí la alegría de estar de nuevo en casa. Pensé en lo reconfortante que me resultaban aquellas cuatro paredes decoradas con muebles de Ikea. Llevaba tanto tiempo yendo de un lugar a otro en busca de Amelia Garayoa, que apenas había estado en casa. Bastó un solo vistazo para darme cuenta de que el apartamento necesitaba una limpieza urgente, y me prometí que debía convencer a mi madre para que me mandara a su asistenta con la promesa expresa de pagarla yo.

Me di una ducha y luego me tumbé en la cama. ¡Cuánto echaba de menos mi cama! Me quedé dormido en el acto. Mi ángel de la guarda decidió despertarme para librarme de la ira de mi madre porque si aquel día no me hubiera presentado en su casa para invitarla a cenar habría sido capaz de no volverme a hablar durante el resto de su vida. Me desperté sobresaltado buscando el reloj. ¡Las ocho y media de la tarde! Me levanté de un salto y volví a meterme en la ducha. A las nueve en punto, con el pelo empapado, me presenté en su casa.

– ¡Menuda pinta tienes! -me dijo a modo de saludo, sin ni siquiera darme un beso.

– ¿No te gusta? Pues yo a ti te encuentro guapísima.

– Ya, ya, pues tú estás hecho un desastre. ¿Sabes para qué sirven las planchas? Seguro que sí, porque listo lo eres un rato.

Me fastidió la ironía de mi madre por más que tuviera razón y la camisa que llevaba estuviera arrugada y los pantalones vaqueros necesitaran una pasada por la lavadora.

– Apenas he tenido tiempo de deshacer la maleta. Pero lo importante es que estoy aquí, no sabes las ganas que tenía de verte.

– ¡Agua! ¡Por favor, que me traigan agua! -gritó mi madre.

– ¡Pero qué te sucede! -pregunté alarmado.

– Que me producen palpitaciones la cara dura que tienes.

– ¡Vaya susto que me has dado!

Fuimos al restaurante que ella había elegido. La conversación transcurrió en el mismo tono el resto de la velada. La verdad es que me arrepentí de haberla invitado a cenar. Además, para zarandear mi débil economía, mi madre decidió, ella que era prácticamente abstemia, acompañar la cena con champán, y como si de una gaseosa se tratara, pidió una botella de Bollinger.

Por la mañana telefoneé a doña Laura y le pregunté si quería que fuese a su casa a contarle todo lo averiguado hasta el momento.

– Prefiero que me entregue la historia por escrito cuando la tenga completa.

– Es para que usted compruebe lo que voy avanzando. Le aseguro que la vida de Amelia Garayoa es digna de una novela.

– Bien, bien, pues cuando ya lo sepa todo, la escribe y me la trae. Es lo que hemos acordado, ¿no?

– Desde luego, doña Laura, y así lo haré.

– ¿Necesita algo más?

– No, por ahora me voy arreglando. El profesor Soler está siendo de gran ayuda. Por cierto, que me he ofrecido a contarle lo que voy investigando, pero me ha dicho que no quiere saber nada salvo lo imprescindible para ayudarme.

– Y así debe ser. Pablo es un buen amigo de la familia pero no es de la familia, y hay cosas… en fin, que ni él ni nadie tienen porqué saber.

– Pues tengo que llamarle porque necesito que me cuente si Amelia estuvo en Madrid a principios de septiembre de 1940.

– Si quiere puede hablar con Edurne, ella puede ayudarle.

– Y usted, doña Laura, ¿no recuerda nada de esas fechas?

– ¡Pues claro que sí! Pero no quiero que sea mi memoria la que dicte lo que sucedió, sino la memoria neutral de quienes estuvieron con nosotros.

– Y Edurne, ¿recordará? A la pobre mujer parece que le afecta mucho tener que recordar.

– Es lógico, a los viejos no nos gusta que hurguen en nuestros recuerdos. Edurne es muy pudorosa y leal y no le resulta fácil contarle cosas de la familia a un extraño.

– Yo soy de la familia, no se olvide que Amelia era mi bisabuela. Usted misma es una especie de tía bisabuela.

– ¡No diga usted tonterías! En fin, creo que debería de hablar con Edurne. Si le parece bien, pase por casa mañana temprano, que es cuando ella tiene la cabeza más despejada.

No sé por qué doña Laura se empeñaba en que Edurne hablara conmigo. La pobre mujer no podía ocultar su incomodidad al tener que contarle a un extraño aspectos íntimos de la familia a la que había dedicado toda su vida.

Cuando llegué a casa de las Garayoa, el ama de llaves me anunció que Edurne me esperaba pero que antes debía pasar al salón a ver a las señoras.

Allí estaba doña Laura y doña Melita. Me pareció que esta última no tenía muy buen aspecto, se la veía cansada.

– ¿Le está costando mucho juntar la historia? -me preguntó con un hilo de voz.

– No está resultando fácil, doña Melita, pero no se preocupe, creo que al menos lograré conocer los hechos más importantes de la vida de mi bisabuela.

Doña Laura se movió incómoda en el sofá y me ordenó que procurara no perder el tiempo.

– No es sólo por los gastos que todo esto nos está acarreando, es que somos demasiado viejas para esperar.

– No se preocupen, que soy el primer interesado en terminar cuanto antes esta investigación. Tengo abandonado el periodismo y mi madre está a punto de dejarme de hablar.

– ¿Tiene madre? -me preguntó doña Melita, y su pregunta me sorprendió puesto que ya les había explicado mis circunstancias familiares.

– Sí, sí, afortunadamente aún tengo madre -respondí desconcertado.

– Ya. Pues qué suerte, yo perdí a la mía cuando era muy joven.

– Bueno, basta de cháchara -interrumpió doña Laura-. Guillermo está aquí para trabajar, de manera que vaya usted a hablar con Edurne, lo espera en la biblioteca.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Dime quién soy»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Dime quién soy» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Dime quién soy»

Обсуждение, отзывы о книге «Dime quién soy» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x