Un día, justo cuando le estoy hincando el diente a esta delicia, mezcla de dulce y salado, que tantos remordimientos me provoca, entra un hombre en la cocina, muelle y silencioso cual gato. Tiene las cejas pobladas y una intensa mirada azul y en cuanto lo miro sé que ha de ser uno de los locos del abuelo. O se ha perdido buscando la salida a la calle o ha decidido explorar la casa. Transcurrido un momento digo:
– ¡Hola!-Y él dice:
– ¡Hola, qué buen aspecto tiene eso!
– ¿Quiere un poco? -ofrezco, al tiempo que señalo el sándwich intacto en el plato.
– Oh, no; gracias de todas maneras -dice él-. Soy Jasper. ¿Cómo te llamas?
– Sadie.
– ¿Te importa si me siento?
– Como en su casa -le digo, con un agradable temblor por dentro porque constituye un Acontecimiento en mi Vida por lo demás Sin Incidentes, y él dice, mirando los tarros encima de la mesa:
– A mí me encantaba la mantequilla de cacahuete con mermelada, cuando era pequeño.
Justo entonces Regocijo , que ha olisqueado a un desconocido, viene derrapando a la cocina y empieza a lanzar ladridos y mordisquear los talones de Jasper, así que le pego la patada que llevaba meses reservándole y lanza un aullido de dolor como el perro en los dibujos de Tom y Jerry, pero el hombre se levanta con gesto afligido y dice:
– Eh, no, no debes castigar al perro así, Sadie. Los perros sólo pueden ser tan inteligentes como sus amos. Pobrecillo, pobrecillo. -Y se arrodilla para consolar a Regocijo , que sigue lamentándose.
Pero justo entonces llega la abuela corriendo escalones arriba desde el jardín con un par de tijeras de podar en las manos, que blande frente a él a la vez que grita:
– ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Váyase de esta casa ahora mismo o llamo a la policía!
E incorporándose, Jasper me ofrece la sonrisita más triste que he visto nunca.
– Ha sido un placer hablar contigo, Sadie -murmura, y el Acontecimiento toca a su fin antes de empezar siquiera.
Un día, mientras lee el periódico sentado a la mesa del desayuno, el abuelo lanza un pequeño gruñido de sorpresa porque sale una foto de mami con un artículo sobre su gira de conciertos.
– Fíjate -le dice a la abuela, y ella se pone a su espalda, se inclina y lanza también un pequeño gruñido cuando ve a su propia hija sonriéndole desde el periódico.
– ¡Por todos los santos! -exclama, y el abuelo comenta:
– No creo que los santos tengan mucho que ver en el asunto. Y no sé si me hace gracia ver mi apellido en el Globe and Mail asociado con esas onomatopeyas inhumanas. ¿Tú qué crees, Regocijo ?
Regocijo ladra jubiloso ante la inesperada posibilidad de salir a dar un paseo.
– ¡Excelente! -dice el abuelo, y le da un trozo de tostada-. ¡Un par de semanas más de ensayos y estarás listo para salir al escenario con Kristina!
¿Por qué no pueden enorgullecerse de mami por tener éxito en su gira de conciertos, en vez de reírse de ella? ¡Yo estoy muy orgullosa! Soy casi famosa porque mi madre sale en el periódico pero en la escuela nadie parece darse cuenta de ello, aunque las palabras «Krissy Kriswaty» salieron impresas en letras bastante grandes y me llamo Sadie Kriswaty y por lo que sé no hay tantos Kriswaty en la ciudad de Toronto. No quiero sacarlo a colación yo misma porque no me creerían (lo que sería embarazoso) o pensarían que alardeo (lo que sería peor).
Leo el artículo con mis propios ojos cuando regreso a casa del colegio y aunque hay una buena cantidad de palabras que no entiendo, me sonrojo y sudo con sólo pensar que de veras es de mi madre de quien hablan. Puedo imaginarme a los espectadores ahí sentados en Regina o Vancouver o dondequiera que sea con los ojos abiertos de incredulidad mientras esa mujercilla rubia vestida toda de negro sale al escenario, saluda a sus músicos, se acerca al micrófono y abre la boca y entonces, en vez de cantar Edelweiss o My Favourite Things o tonterías por el estilo, los lleva de viaje por el universo. La música es su pista y baila en ella, saltando sin esfuerzo de octava en octava; cuando asciende hasta las notas más agudas es capaz de dividir en dos la voz y hacer armonías consigo misma.
«Es increíble -dice el artículo-, y la nueva de su talento se está propagando como un incendio fuera de control.» En la entrevista, el periodista pregunta a Krissy Kriswaty qué tiene en contra de las palabras y ella contesta: «La voz es un lenguaje en sí misma.» El periodista le pregunta qué planes tiene para el futuro y ella contesta que «tengo previsto casarme en el futuro inmediato» (¿es posible que su manager, Peter Silbermann, sea el afortunado?, se pregunta el periodista) «mudarme a Nueva York y grabar allí mi primer disco.»
(no dice nada acerca de que tiene una hija)
En el mismo periódico hay un artículo sobre Marilyn Mon-roe, que anoche le cantó al presidente Kennedy Cumpleaños feliz con un vestido sexy y ceñido, y cuando después volvió al camerino se sintió desfallecer de repente porque el vestido le cortaba la circulación y no me cuesta trabajo identificarme con ella en esas ocasiones en que la falda a cuadros me queda tan prieta en la cintura que apenas puedo respirar, así que tuvieron que rasgarle el vestido hasta hacerlo pedazos a toda prisa para salvarle la vida, y eso que valía doce mil dólares.
***
Leo cada vez más aprisa y cada vez mejor, leo hasta hartarme, es lo único que se me da bien, si alguien me dijera que ya no me está permitido seguir leyendo, me daría un patatús.
Historias de perros que encuentran el camino de regreso a casa de sus amos, viajando kilómetros y kilómetros a través de montañas, bosques y ríos hasta llegar a su propio umbral.
Historias de gente que camina por el desierto hasta que están medio locos de sed, con los labios agrietados, la boca reseca, y ven un oasis allá a lo lejos pero no es más que un espejismo, no hay nada en absoluto. Cuando empiezas a ver espejismos es que te vas a morir.
Historias de gente que se pierde en el Gran Norte: deambulan sin rumbo por la nieve hasta que, agotados, se tumban en un montículo creyendo que se trata de una cálida cama y se congelan hasta morir en el delirio de que por fin han llegado a casa. Pero también La leyenda de Sam McGee , que es justo lo contrario, acerca de un hombre que formó parte de una expedición al Polo Norte y murió congelado, sus compañeros lanzaron el cadáver al horno y al abrirlo de nuevo quedaron pasmados al verlo allí sentado, fumando en pipa y tostándose los dedos de los pies:
Y una sonrisa lucía que a kilómetros se veía, y dijo:
«Haced el favor de cerrar esa puerta.
Aquí se está bien, pero mucho me temo que vais a dejar
entrar el frío y la tormenta…
Desde que me fui de Plumtree, allí en Tennessee,
es la primera vez que entro en calor.»
… eso sí que me hizo reír.
El Negrito Sambo también me hace reír, cuando engaña a los tigres y empiezan a perseguirlo alrededor del árbol, unos con la cola de los otros en las fauces, corriendo cada vez más deprisa hasta que no se les puede ver las patas para, al final, derretirse en un gran charco de mantequilla a los pies del árbol.
Me encantan los libros donde muere gente.
Sueño que mi madre muere y hay cientos de personas en su funeral y la abuela y el abuelo están al borde de la tumba con aspecto muy triste y yo les digo: «¿Por qué no os portasteis bien con ella cuando estaba viva?»
A lo largo de mayo mi puntuación media diaria es de ocho sobre diez, lo que no está mal en absoluto, pero luego cometo un error espantoso. Estamos en los vestuarios cambiándonos tras gimnasia, y cuando me estoy quitando los pantalones de deporte las bragas también se me bajan y se me queda el culo al aire, sólo dura un par de segundos pero es suficiente.
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