Kiran Desai - El legado de la pérdida

Здесь есть возможность читать онлайн «Kiran Desai - El legado de la pérdida» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El legado de la pérdida: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El legado de la pérdida»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Por su inusual talento para entrelazar las emociones más sutiles con momentos de gran tensión dramática y punzante comicidad, Kiran Desai ha concitado en esta última novela la aclamación unánime de crítica y público. Además de lograr un notable éxito de ventas en Inglaterra y Estados Unidos, El legado de la pérdida ha merecido el Premio Man Booker 2006, convirtiendo a Desai en la ganadora más joven de la historia de este prestigioso galardón literario, el más importante de los que se conceden en el Reino Unido.
Si con su primera novela -Alboroto en el guayabal- Desai ya demostraba ser una agudísima observadora de la naturaleza humana, en esta ocasión sumerge al lector en los dramas íntimos de un mundo convulso y apasionante, a caballo entre la India y Nueva York, marcado por el febril antagonismo entre tradición y modernidad. Un viejo juez indio educado en Cambridge pasa sus últimos años retirado del mundo, recluido en un caserón en compañía de su nieta adolescente Sal y de un afable y locuaz cocinero cuyo hijo malvive en Nueva York.
El recrudecimiento de los viejos disturbios indo-nepalíes y el conflictivo romance de Sal con su joven profesor ponen a prueba la centenaria jerarquía social y por ende el precario equilibrio de la casa, obligando a los protagonistas a hacer balance de su pasado. Así pues, atrapados entre la resaca del colonialismo y el espejismo de la globalización, entre el conformismo y el deseo de alcanzar una vida mejor, los personajes constatan en carne propia que nada deja una huella tan honda como lo que se pierde, y que el paso del tiempo nos arrastra hacia una certeza ineludible y rotunda: el presente cambia el pasado, y al volver la vista uno no siempre encuentra lo que dejó tras de sí.

El legado de la pérdida — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El legado de la pérdida», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Aquélla era sensata.:Ésta era sensata.

Prevalecieron

Fue Pixie quien motivó el ritual nocturno de escuchar la radio.

– ¿Budhoo?

– Huzoor!

«Buenas noches… soy Piyali Bannerji con las noticias de la BBC.»

Por toda la India, la gente oía el nombre indio pronunciado con un engolado acento británico y se partían de risa hasta que les dolía el estómago.

Enfermedades. Guerra. Hambre. Noni exclamaba y se horrorizaba, pero Lola ronroneaba de orgullo y no oía salvo la elegancia aséptica de la voz de su hija, triunfante sobre cualquier horror con que el mundo pudiera castigar a otros. «Más vale que te vayas cuanto antes -había aconsejado a Pixie mucho tiempo atrás-. La India es un barco que se va a pique. No quiero avasallarte, querida, bonita, pensando únicamente en tu felicidad, pero las puertas no van a estar siempre abiertas…»

10

Biju había empezado su segundo año en América en el restaurante italiano Pinocchio, removiendo calderos de boloñesa borbollante mientras por un altavoz un cantante de ópera cantaba sobre amor y asesinato, venganza y congoja.

«Ese Biju huele -decía la mujer del propietario-. Creo que soy alérgica al aceite que se pone en el pelo.» Ella esperaba hombres de las partes más desfavorecidas de Europa, búlgaros tal vez, o checoslovacos. Al menos cabía la posibilidad de que tuvieran algo en común con ellos, como la religión y el color de la piel, abuelos que comían embutidos curados y tenían además un aspecto similar al suyo, pero no estaban llegando en número bastante elevado o no estaban llegando lo bastante desesperados, no lo sabía a ciencia cierta…

El dueño compró jabón y pasta dentífrica, cepillo de dientes, champú acondicionador, bastoncillos de algodón, cortaúñas y, sobre todo, desodorante. Le dijo a Biju que había adquirido unas cosas que igual le iban bien.

Se quedaron allí avergonzados por el carácter íntimo de los productos que había entre ellos.

Luego probó otra táctica:

– ¿Qué opinan del Papa en la India?

Al demostrar respeto por el intelecto de Biju alentaría su amor propio, pues sin duda el muchacho andaba necesitado en ese aspecto.

– Ya lo has intentado -dijo su esposa a modo de consuelo unos días después al no detectar la menor diferencia en Biju-. Incluso le has comprado jabón.

Biju se dirigió a Tom &Tomoko's: «No hay trabajo.»

El Pub McSweeney's: «No contratamos personal.»

Freddy's Wok: «¿Sabes montar en bici?»

Sí, sabía.

Alitas de pollo al estilo sichuan y patatas fritas, sólo tres dólares. Arroz frito un dólar con treinta y cinco, y un dólar por las bolas de masa fritas, rechonchas y apretadas como criaturas: ábrelas e inunda tu plato con un abundante chorro de delicioso aceite. ¡En este país los pobres comen como reyes! Pollo del general Tso, cerdo del emperador, y Biju en una bicicleta con la bolsa de reparto sobre el manillar, una figura trémula entre imponentes autobuses y taxis regurgitantes: qué gruñidos, qué flatulencias brotaban de aquel tráfico. Biju machacaba los pedales, importunado por las preguntas de taxistas recién llegados del Punjab: un hombre no es un ser enjaulado, un hombre es salvaje salvaje y tiene que conducir como tal, en un taxi que ulula y corcovea. Atosigaban a Biju con bocinazos capaces de dividir el mundo en sólidos y sueros:

¡meeeeeeCCC!

Una noche, enviaron a Biju a entregar sopas agridulces y foo yong de huevo a tres chicas indias, estudiantes, recién instaladas en el barrio en un apartamento que acababa de alquilarse con la renta incrementada según permitían las nueva normas legales. Unas horas antes los habitantes más antiguos del barrio habían izado pancartas de lado a lado de la calle en las que se leía «Jornada contra el aburguesamiento», y celebrado una fiesta con música, salchichas a la parrilla en plena calle y un mercadillo donde vendían todos sus trastos viejos. Algún día las chicas indias esperaban ser burguesas, pero ahora mismo, a pesar de no ser bien recibidas en el barrio, estaban en la etapa estudiantil de apoyar con vehemencia a los mismos pobres que no las querían allí.

La chica que respondió al timbre sonrió, dientes lustrosos, ojos lustrosos tras gafas lustrosas. Cogió la bolsa y fue por el dinero. El ambiente estaba impregnado de feminidad india, una gran abundancia de dulce cabello recién lavado, zapatillas Kolhapuri con bordados dorados tiradas por ahí. También había gruesos libros de contabilidad encima de la mesa, junto con un voluminoso Ganesh traído desde casa a pesar de su peso, como pieza decorativa y también como amuleto para el dinero y los exámenes.

– Bueno -una de ellas continuó con la conversación que Biju había interrumpido, centrada en una cuarta chica india que no estaba presente-, entonces, ¿por qué no se decide sencillamente por un chico indio que entienda todo ese asunto de las rabietas?

– No está dispuesta a mirar siquiera a ningún chico indio, no quiere un simpático chico indio que haya crecido charlando con sus tías en la cocina.

– ¿Qué quiere, entonces?

– Quiere al hombre de Marlboro con un doctorado.

Hacían gala de ese fariseísmo tan común entre muchas mujeres indias angloparlantes con educación superior, asistían al almuerzo más selecto o comían el roti de su abuelita con dedos ávidos, lucían un sari o se calzaban unas mallas para hacer aeróbic, eran capaces de decir «Namaste, tía Kusum, aayiye, baethiye, khayiye» con la misma naturalidad que «¡Joder!». Se aficionaban pronto al pelo corto, las entusiasmaba el romance al estilo occidental y se mostraban encantadas con una ceremonia tradicional con joyería en abundancia: juego verde (es decir, esmeralda), juego rojo (es decir, rubí), juego blanco (es decir, diamante). Se consideraban en una posición única para sermonear a todo el mundo sobre asuntos diversos: a los profesores de contabilidad sobre contabilidad, a los habitantes de Vermont sobre el follaje otoñal, a los indios sobre América, a los americanos sobre la India, a los indios sobre la India, a los americanos sobre América. Eran ecuánimes y causaban impresión. En Estados Unidos, donde por suerte seguía dándose por sentado que las mujeres indias estaban oprimidas, se las consideraba extraordinarias, lo que tenía el desafortunado efecto de reafirmarlas en aquello que ya eran.

Galletitas de la suerte, lo comprobaron, salsa picante, salsa de soja, salsa de pato, palillos, servilletas, cucharas cuchillos y tenedores de plástico.

– Dhanyawad. Shukria. Gracias. Propina extra. Deberías comprarte gorro-bufanda-guantes de cara al invierno.

La chica de ojos lustrosos lo dijo de distintas maneras para que el sentido se expresara desde todos los ángulos posibles, para que él comprendiera plenamente su cordialidad en ese encuentro en el extranjero entre indios de diferentes clases y lenguas, ricos y pobres, del norte y del sur, de casta superior e inferior.

Plantado en el umbral, Biju notó una mezcla de emociones: hambre, respeto, repugnancia. Subió a la bici que había dejado apoyada en la verja y estaba a punto de marcharse cuando algo le hizo detenerse y volver atrás. Era un apartamento en la planta baja con barrotes negros de seguridad. Se acercó a la ventana, fisgó y, con dos dedos en los labios, lanzó un silbido a las chicas, que comían con cuchara de los recipientes de plástico donde el líquido pardo y los trozos de huevo tenían un aspecto horrible en contraste con el plástico, fuiii fufiiiuuu. Antes de ver su reacción, pedaleó tan rápido como pudo hacia el tráfico ceñudo y clamoroso de Broadway, y mientras pedaleaba, cantó a voz en cuello: «O, yeh ladki zara si deewani lagti hai…»

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El legado de la pérdida»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El legado de la pérdida» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El legado de la pérdida»

Обсуждение, отзывы о книге «El legado de la pérdida» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x