Array Array - Historia de Mayta
Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Historia de Mayta» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на русском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Historia de Mayta
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Historia de Mayta: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Historia de Mayta»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Historia de Mayta — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Historia de Mayta», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—Viva la Revolución —gritó, eufórico, un chiquillo.
—¡Viva! —rugieron los demás josefinos. Uno de ellos apuntó su Máuser al cielo y tronó un disparo. El primero del día. Los otros cuatro lo imitaron. Invadieron la Plaza dando vivas a la Revolución, lanzando tiros al aire y gritando a la gente que se acercara.
—Todo el mundo le ha dicho que no hubo mitin, porque nadie quiso oírlo. Ellos llamaban a la gente que andaba por la glorieta, por el atrio, por los portales y nadie iba —dice Anthero Huillmo, ex–fotógrafo ambulante y ahora ciego que vende novenas, estampas y rosarios de ocho de la mañana a ocho de la noche en la puerta de la Catedral—. Hasta a los camiones les rogaban «Paren», «Bájense», «Vengan». Ellos aceleraban, desconfiando. Pero sí hubo mitin. Estuve ahí, lo vi y lo oí. Ese tiempo era antes de la granada lacrimógena que por voluntad del Señor me quemó la cara. Ahora no hubiera podido pero entonces sí lo vi. La verdad, fue un mitin para mí sólito.
¿Era el primer indicio de que los cálculos no sólo habían errado respecto a los propios conjurados sino, también, sobre el pueblo jaujino? La función del mitin, en su cabeza, era clarísima: aleccionar al hombre de la calle sobre las acciones de la mañana, explicarle su sentido histórico y social de lucha clasista, mostrarle la decisión con que se alzaban, acaso repartir parte del dinero entre los más pobres. Pero allí, frente a la glorieta donde Mayta se había trepado, no había sino un fotógrafo ambulante, el grupito de indios petrificados en una banca que evitaban mirarlos y los cinco josefinos. En vano llamaban con las manos y a gritos a los grupos de curiosos de las esquinas de la Catedral y del Colegio del Carmen. Si los josefinos hacían la tentativa de ir hacia ellos, corrían. ¿Los habían asustado los disparos? ¿Ya se habría extendido la noticia y temerían verse comprometidos o que, en cualquier momento, apareciera la policía? ¿Tenía sentido seguir esperando? Haciendo bocina con sus manos, Mayta gritó:
—¡Nos hemos alzado contra el orden burgués, para que el pueblo rompa sus cadenas! ¡Para acabar con la explotación de las masas! ¡Para repartir la tierra a quien la trabaja! ¡Para poner fin al saqueo imperialista de nuestro país!
—No te rajes la garganta, están muy lejos y no te oyen —dijo Vallejos, saltando del muro de la glorieta—. Estamos perdiendo el tiempo.
Mayta obedeció y echó a andar a su lado, hacia la esquina de Bolognesi, donde esperaban los taxis vigilados por Gualberto Bravo y Perico Temoche. Bueno, no hubo mitin, pero, por lo menos, se le había quitado el soroche. ¿Llegarían a Quero? ¿Estarían allá los que debían esperarlos con caballos y mulas? Como si hubiera habido telepatía entre ambos, oyó decir a Vallejos:
—Si los de Ricrán no aparecen por Quero, tampoco hay problema. Allá hay animales de sobra. Es comunidad ganadera.
—Se los compraremos, entonces —dijo Mayta, tocando la bolsa que cargaba en la mano derecha. Se volvió a Condori, que iba detrás de él—. ¿Cómo es el camino hasta Uchubamba?
—Cuando no hay lluvias, fácil —repuso Condori—. Lo he hecho mil veces. Es bravo sólo en la noche, por el frío. Pero, desde que se llega a la selva, pan comido.
Gualberto Bravo y Perico Temoche, que estaban sentados junto a los chóferes de los taxis, se bajaron a recibirlos. Envidiosos de no haberlos acompañado a los Bancos, decían: «Cuenten, cuenten». Pero Vallejos ordenó partir de inmediato.
—No separarse por ningún motivo —dijo el Subteniente, acercándose a Mayta, quien con Condori y los tres josefinos ya estaba en el taxi del señor Onaka—. No hay necesidad de correr mucho. Hasta Molinos, pues.
Se alejó hacia el otro taxi y Mayta pensó: «Llegaremos a Quero, cargaremos los Máuseres en acémilas, cruzaremos la Cordillera, bajaremos a la selva y en Uchubamba los comuneros nos recibirán con los brazos abiertos. Los armaremos y será nuestra primera base». Tenía que ser optimista. Aunque hubiera habido deserciones, aunque tampoco aparecieran los de Ricrán en Quero, no podía dudar. ¿No había salido todo tan bien esta mañana?
—Eso creíamos —dice el Coronel Felicio Tapia, médico asimilado al Ejército, casado y con cuatro hijos, uno minusválido y otro, militar, herido en acto de servicio en la región de Azángaro; está en Jauja de paso, pues visita continuamente las postas sanitarias de todo Junín—. Que los guardias y el Teniente que dejamos encerrados se demorarían en salir y que, como las comunicaciones estaban cortadas, tendrían que ir a Huancayo a buscar refuerzos. Cinco o seis horas, lo menos. Para entonces, ya estaríamos bajando hacia la selva. ¿Quién nos iba a encontrar? La zona estuvo muy bien escogida por Vallejitos. Es la región donde nos ha sido más difícil operar. Ideal para emboscadas. Los rojos están ahí, en sus guaridas, y la única manera es bombardear a ciegas, arrasar, o ir a sacarlos a la bayoneta, sacrificando mucho personal. Si supiera cuántos hombres hemos perdido sólo en esa zona, la gente se quedaría boquiabierta. Bueno, supongo que ya nadie se queda boquiabierto en el Perú por nada. ¿Dónde estábamos? Sí, eso creíamos. Pero el Teniente Dongo salió de su calabozo ahí mismo. Fue a Telégrafos y vio todo destrozado. Corrió a la estación y, ahí, el telégrafo estaba sanito y salvo. Telegrafió y el ómnibus con los policías partió de Huancayo cuando apenas salíamos de Jauja. En lugar de cinco, les sacamos a lo más un par de horitas. ¡Qué estupidez! Porque inutilizar el telégrafo del ferrocarril era cuestión de un segundo.
—¿Por qué no lo hicieron, entonces?
Se encoge de hombros y humea por la boca y la nariz. Es un hombre envejecido, de bigotitos manchados por la nicotina, acezante. Hablamos en la Enfermería del Cuartel de Jauja, y, de rato en rato, el Coronel Tapia echa una ojeada a la sala atestada de enfermos y heridos entre los que circulan enfermeras.
—¿Sabe que no lo sé? Subdesarrollo, supongo. En el plan original, en el que iban a participar unos cuarenta, creo, sin contarnos a los josefinos, un grupo debía tomar la estación. Creo recordar, al menos. Luego, en el zafarrancho del cambio de planes, a Vallejitos se le pasaría. O a lo mejor nadie se acordó que había un telégrafo en el ferrocarril. El hecho es que partimos muy tranquilos creyendo que teníamos todo el tiempo del mundo por delante.
En realidad, no muy tranquilos. Cuando el señor Onaka (gimoteando que no podía ir hasta Molinos teniendo a su esposa enferma, que al motor le faltaba gasolina para llegar allá) acababa de arrancar, se produjo el incidente del relojero. Mayta lo vio surgir, súbitamente, bufando como un toro bravo, en la puertecita encristalada de letras góticas: «Relojería y Joyería de Pedro Bautista Lozada». Era un hombre mayor, delgado, con anteojos, la cara roja de indignación y una escopeta en la mano. Alistó su metralleta, pero tuvo suficiente sangre fría para no disparar, pues el hombre, aunque rugía como un energúmeno, ni siquiera los apuntaba. Movía la escopeta como un bastón:
—Comunistas de mierda, a mí no me asustáis —trastabillaba a la orilla de la vereda, los anteojos zangoloteando en su nariz—. ¡Comunistas de mierda! ¡Apeaos si tenéis cojones, coño!
—Siga, no pare —ordenó Mayta al chófer, dándole un golpe en el hombro. Menos mal que nadie le clavó un tiro a este cascarrabias. «Es el español», se rió Felicio Tapia. «¿Qué querrá decir Apeaos?»
—Todo Jauja dice que era usted el ser más pacífico del mundo, Don Pedro, una persona que no se metía con nadie. ¿Qué le dio esa mañana por salir a insultar a los revolucionarios?
—No sé qué me dio —ganguea, con su boca babosa, sin dientes, bajo la manta de vicuña, en su sillón de la relojería donde ha pasado más de cuarenta años, desde que llegó a Jauja, Don Pedro Bautista Lozada—. O, mejor dicho, me dio rabia. Los vi meterse al Internacional y llevarse la plata en un bolsón. Eso no me importó. Luego los oí dar vítores comunistas y disparar. Sin pensar que las balas perdidas podían causar desgracias. ¿Qué era esa majadería? Así que cogí mi escopeta, esta que tengo entre las piernas para las malas visitas. Después, descubrí que ni siquiera la había cebado.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Historia de Mayta»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Historia de Mayta» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Historia de Mayta» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.