Peter Ackroyd - Los Lamb de Londres

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Esta es la historia de una familia londinense, los Lamb, poco conocida en España pero cuya importancia en la recuperación y valorización de Shakespeare es indiscutible.
Charles Lamb intenta hacerse un sitio en la sociedad literaria del siglo XIX (al tiempo que frecuenta en exceso los pubs), y Mary busca el modo de huir de una casa en la que convive con unos progenitores al borde de la locura. La pasión que comparten por la obra de Shakespeare es para ambos un perfecto modo de evasión. Sin embargo, cuando un joven y ambicioso librero les asegura haber encontrado diversos manuscritos de Shakespeare e incluso una obra teatral inédita, se sumergen en una estremecedora investigación que les puede llevar a la inmortalidad o al más estrepitoso de los ridículos.
Peter Ackroyd nos recrea con todo lujo de detalles, el ambiente literario y la sociedad del Londres del siglo XIX en esta intersante novela.

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buscando de tu bendita mano la compasión.

El actor le había parecido tan endeble y poco llamativo que, de pronto, William se sorprendió de que cobrase tanta vida; fue como si hubiese alcanzado un poderío hasta entonces invisible. Incluso pareció ganar en estatura. Fornido y rimbombante, Kemble hacía de Vortigern.

Ay, hubo un tiempo en el que no necesitaba esa súplica,

aunque hay una secreta y punzante espina

que se clava en mis perturbados nervios; oh, hijo; oh, hijo,

al aceptar osadamente tu horrible ambición,

si en la trama hay un ápice de malicia

fui yo quien te condujo a la más absoluta traición.

Descontento con la interpretación, Kemble se interrumpió y preguntó:

– Sheridan, ¿no debería dar a entender que el hijo es más responsable que el padre? -Su tono de voz siguió siendo el de Vortigern-. El hijo mata al tío para satisfacer al padre. Es lo que ocurre. ¿Debe entonces el padre asumir la responsabilidad?

El actor miró a William en busca de ayuda.

– El padre fue quien lo animó a hacerlo -opinó William-. La intriga no se le habría ocurrido sin la presencia del padre.

– ¿Ha dicho presencia? Es muy interesante. -Caminó hasta el proscenio y paseó la mirada por el auditorio a oscuras. A través de la linterna de la cúpula se colaron varios haces de luz, que parpadearon y rutilaron a causa de las motas de polvo-. ¿Debo hacer notar mi presencia incluso cuando no estoy en escena? -El actor se volvió hacia Sheridan-. ¿Es eso posible?

– Para ti todo es posible.

– Podrían oírme reír… o cantar. Mi voz llegaría desde bastidores.

– Señor, Vortigern no canta. -William manifestó su opinión sin inmutarse.

– Señor Ireland, ¿por qué no escribe una canción? Nos iría bien una balada en inglés de antaño.

– Señor Kemble, no soy escritor.

– ¿Está seguro? He leído sus trabajos en Westminster Words .

William se sintió halagado de que un personaje tan insigne se hubiera fijado en sus artículos.

– Si insiste, tal vez podría inventar unos versos…

– Que evoquen a Shakespeare y sean conmovedores. Escriba algo que tenga que ver con el choque de las armas y el vuelo de los cuervos. Ya sabe a qué me refiero.

La señora Siddons, que representaba a Edmunda, se mostraba cada vez más impaciente.

– Si el señor Kemble está listo, podemos continuar con el texto original. -Aunque de relativa corta estatura, cuando la mujer tomó la palabra a William le pareció un ser humano enorme; por expresarlo de alguna manera, la voz la precedió y anunció su llegada-. Yo siempre soy de la opinión que es un error distanciarse del texto original, ¿o no?

No se supo muy bien a quién dirigió la pregunta, pero Kemble acudió en su auxilio:

– Sarah, estamos preparados para escucharte.

La señora Siddons cogió su texto y comenzó a leer:

Ya está bien. Seréis juzgados como corresponde

por ensuciar el nombre y la fama de vuestro país amado.

La sentencia será presta y tajante

ante conspiración tan oscura y ultrajante.

No conozco laberinto más tortuoso…

– Sarah, querida, tienes algo en el pelo.

La actriz se llevó las manos a la cabeza y una polilla salió volando. Harcourt se mondó de risa, cayó de rodillas y rodó por el escenario. La señora Siddons lo miró con desagrado y espetó:

– Para ser alguien tan pequeño, haces mucho ruido.

Los ensayos continuaron hasta bien entrada la tarde, momento en el que la actriz declaró que «se desplomaría» si no tomaba una infusión de manzanilla. William estaba de excelente humor. Las palabras que hasta entonces sólo había visto en el manuscrito habían adquirido las dimensiones de un mundo de carne y hueso. Se habían convertido, según las interpretasen los actores, en sentimientos ampliados o indecisos.

***

Por la noche William abandonó el teatro en compañía de su padre. Caminaron deprisa, como si siguiesen el ritmo de sus pensamientos, hasta que William estuvo a punto de chocar con un joven alto que se disponía a cruzar Catherine Street. Lo identificó en el acto. Lo había conocido en la Salutation and Cat la noche de la discusión con Charles.

– ¡Dios todopoderoso, lo conozco! -exclamó William-. Charles nos presentó.

– Soy Drinkwater, señor, Siegfried Drinkwater.

William presentó a su padre, que se inclinó ante el joven y declaró que se sentía honrado y encantado.

– ¿Cómo van Píramo y Tisbe?

– ¿No se ha enterado? Se ha suspendido.

– ¿Por qué?

– La señorita Lamb se encuentra bastante mal y no puede salir de su habitación.

– ¿Cómo dice? -preguntó William, que no tenía noticias de los Lamb. Lamentó haberse peleado con Charles; no recordaba a qué se debía la disputa, aunque evocó la intensidad de su ebrio apasionamiento-. ¿Qué le pasa?

– Ha cogido algún tipo de fiebres. Charles no está muy seguro.

– Conozco el motivo. No se recuperó nunca del todo de la caída. -William se dirigió a su padre-: Tropezó accidentalmente y cayó al Támesis. Ya te lo conté.

– Bueno -añadió Siegfried-, en cualquier caso hemos tenido que decir adiós a Hocico y a Flauta.

***

A la mañana siguiente, William se dirigió a Laystall Street a una hora en la que sabía que Charles estaba en su trabajo.

Tizzy abrió la puerta y, al verlo, rió tontamente.

– Vaya, señor Ireland, usted por aquí. Hace mucho que no lo vemos.

– No sabía que la señorita Lamb estaba enferma. Vine en cuanto…

– Todavía no está del todo recuperada, pero ya se ha levantado. Tenga la amabilidad de esperar en la planta baja.

Cuando entró en el salón, William se topó con el señor Lamb que, con las piernas cruzadas, estaba sentado en la alfombra turca.

– Cuidado con el sereno -advirtió el señor Lamb-. El sereno se presenta cuando nadie lo espera.

– Disculpe, señor, pero no lo entiendo.

– Llega de noche. Es la obra de los siglos -declaró para sumirse tras ello en el silencio.

Tizzy apareció poco después.

– Señor Ireland, la señorita bajará enseguida.

– Por favor, que no lo haga por mí. Si aún no está del todo repuesta…

– Necesita cambiar de aires.

Cuando Mary entró en el salón, William se percató de los cambios en su persona. Parecía más tranquila, como si estuviese reconcentrada en un fin interior. Mary lo saludó con un leve beso en la mejilla, actitud que dejó pasmado a William. Tizzy ya había dado media vuelta y no vio la escena. El señor Lamb se cruzó de brazos y se balanceó sobre la alfombra.

– William, ha pasado mucho tiempo desde su última visita.

– No sabía que se encontraba indispuesta.

– ¿Ha dicho indispuesta? No me pasa nada. Simplemente, me he dedicado a reposar.

– Claro, por supuesto.

– De todos modos, me alegro de su visita. Mi padre y yo solemos hablar de usted. Papá, ¿no es así? -Atemorizado, el señor Lamb miró a su hija y continuó mudo-. Seguro que le apetece una taza de té. ¡Tizzy! -La criada se detuvo, se volvió y regresó a la sala-. Por favor, sirve té a nuestro invitado. -El tono de Mary fue severo e implacable-. William, tome asiento y cuénteme cómo va todo.

El joven se sintió desconcertado e incómodo.

– Están ensayando la obra en el Drury Lane. Kemble interpreta a Vortigern.

– ¿De verdad? Cuando se entere, Charles estará encantado. -Mary parecía ida y apenas hizo caso de lo que William le contaba-. Me gustaría saber dónde está ese té. Típico de Tizzy… Siempre se lía. Papá, dime con qué la has enredado esta vez. -El señor Lamb no dejó de balancearse-. ¿Se ha enterado de que Charles nos ha impedido representar «La muy dolorosa comedia y cruelísima muerte de Píramo y Tisbe»? Ha estado muy mal por su parte.

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