Array Array - Atlas de geografía humana
Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Atlas de geografía humana» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на русском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Atlas de geografía humana
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Atlas de geografía humana: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Atlas de geografía humana»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Atlas de geografía humana — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Atlas de geografía humana», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—¿Qué, a ver? —dijo inmediatamente, como si llevara horas esperándome.
—Pues es que… Este fin de semana me ha pasado una cosa tremenda, tremenda… —cogí aire y lo solté de golpe—. Me he enamorado.
—¿Qué? —repitió, mirándome con una expresión cercana a la que habría adoptado si acabara de confesarle que tenía un cáncer.
—Que me he enamorado.
—¿De un tío?
—No, del arte barroco… ¿Tú qué crees?
—Pero… ¿tú?—estaba absolutamente perpleja—. ¿A–así de claro?
—Así de claro.
—¡ Joder! —se quedó callada, como si necesitara masticar despacio mis palabras y de repente se echó a reír—-. ¡ Joder, joder, joder!
—Sí —añadí sin poder evitarlo, riendo yo también—, la verdad es que eso ha tenido algo que ver…
—¡Mira, n–ni me lo digas! —chilló, apoyando el dorso de su mano derecha sobre la frente para fingir que estaba al borde del desmayo—. Eso no me lo digas siquiera. ¡Serás puta, cabrona, a–asquerosa, suertuda de m–inierda…!
—Llámame lo que quieras, pero ponte en mi lugar.
—Ya–a me gustaría.
—No. en serio… Tengo a Mari Pili esperando en mi despacho y no puedo cargar con ella, Marisa, no puedo, te juro que no, hoy no, esta semana no… Cámbiamela, por favor, cámbiame esta semana por la próxima que te toque y te lo agradeceré hasta en la hora de mi muerte, seré tu esclava, haré lo que tú quieras, te lo juro, te lo juro… Hace demasiado tiempo que no me monto en
una nube, Y no me quiero bajar tan rápido, no quiero, no puedo, no sería justo.
—Pero es que estuvo conmigo la semana pa–asada. Va a pa–arecer muy raro…
—Dile a Fran que ha mejorado mucho, que está muy dotada para la informática…
—Pero si es completamente tonta —aceptó mi sugerencia igual que si acabara de contarle un chiste—. Y ella lo sabe de sobra, es su cuñada. No se lo va–a a creer.
—Bueno, pues dile que esta semana tienes muchísimo trabajo y que te viene muy bien un ayudante…
—No se lo va a creer tampoco, pero… —se quedó un momento en silencio, mirando hacia arriba sólo con los ojos, como si todavía estuviera calculando algo que yo sabía que ya estaba decidido— Vale. Ca–argaré con Mari Pili… con una condición.
—Lo que tú quieras, ya te lo he dicho.
—Tienes que contármelo. Todo. Lo a–antes posible.
—Desde luego —ya contaba con esa especie de ineludible peaje—. ¿A la hora de comer te parece bien?
—Estupendo. Y una cosa más, para ir a–abriendo boca… ¿Le conozco?
—¿A él?
—No, a–a mi padre…
—Sí que le conoces.
—¿Y quién es?
Mi primera respuesta fue un ataque de risa nerviosa. Después, todavía intenté ganar un poco de tiempo.
—Es que no te lo vas a creer.
—¡Pero qué dices, tía! A esta–as alturas yo ya me creo lo que me cuen…
Muy bien, tú te lo has buscado, dije para mis adentros antes de interrumpirla sin más preámbulos.
—Javier Álvarez.
— ¡¿Qué?!
Si le hubiera confesado que me acababa de acostar con Dios, sus ojos habrían reflejado el mismo purísimo estupor, pero ni una gota más del que pude contemplar en aquel instante. Luego se frotó la cara con las dos manos, como preparándose para lo que le faltaba por conocer, y recordé en voz alta mi advertencia para sugerirle que, a pesar de todo, podía entender muy bien su asombro.
—Ya te dije que no te lo ibas a creer…
—¿Pero lo estás diciendo en serio?
—No he dicho nada más en serio en toda mi vida.
—Ja–avier Álvarez… El único que yo conozco, o sea, el riguroso autor…
—Ese mismo.
—¡Joder…! —y me miró como si las dos nos hubiéramos vuelto locas—. Mándame a la tonta esa, anda, que al final hasta voy a a–acabar haciendo un buen negocio…
—Muchas gracias, Marisa —le di dos besos para cerrar el trato.
—Na–ada de gracias —me advirtió—. A la hora de comer te espero.
Mari Pili hizo como que lo entendía todo y aceptó el cambio de planes sin protestar. La acompañé hasta la puerta con una profunda sensación de alivio, aunque su irrupción hubiera desbaratado irremediablemente ya el milagro de aquella mañana, porque el simple hecho de haber tenido que contarle a Marisa lo que había ocurrido, por muy escueta que hubiera sido nuestra conversación, había trazado una línea nítida, implacable, en mi confusa percepción del tiempo, y mi historia con Javier, que había seguido sucediendo en presente hasta el instante en que la cuñada de Fran empujó la puerta, ya era eso, una historia, algo sucedido en el pasado y tal vez completo, circular, acabado, un puro recuerdo prematuro. Sólo de pensarlo, sentí que me quedaba sin aire.
Cuando regresó, el jueves a la hora de comer, ya había desechado de golpe todas mis preocupaciones previas acerca del futuro, clasificándolas como las indeseables consecuencias de
una neurosis típicamente femenina y precisamente por eso impropia de mí. El lunes por la mañana, la llegada del avión procedente de Santander que desembarcaría en Barajas a una mujer borrosa, acompañada de dos niños igual de inconcretos, y un perro al que conocía mucho mejor, gracias al riguroso parecido físico entre todos los individuos de su misma raza, me parecía un destino lejanísimo, una fecha tan astronómicamente distante que bien podría no llegar a cumplirse nunca. Esa sensación se prolongó durante todo el viernes, y alcanzó también al sábado, mientras apuraba cada momento como un regalo y el lunes se perfilaba como una meta distinta, un lugar al que llegar, y no en el que separarse. El domingo, en cambio, contagiada quizás de la intrínseca tristeza de ese día de despedidas, sí fui capaz de comprender lo que se me venía encima, y hasta me atreví a lanzar una pregunta oblicua sobre sus planes más inmediatos que él comprendió perfectamente, aunque prefiriera contestarla sólo a medias.
—Y por cierto… —le interrumpí, mientras se quejaba entre risas de no haber dedicado ni un solo minuto del puente a empezar a leer una tesis doctoral de cuatro tomos sobre la evolución morfológica de la meseta meridional, un proyecto muy interesante, según él, cuyo tribunal estaba convocado para el siguiente jueves— ¿qué vas a hacer con Los Monegros?
—¡Oh! —me contestó, después de un rato—, pues dejarlos en su sitio. No me echarán de menos, ¿sabes? Eso es lo bueno de trabajar sobre el relieve, las montañas no caducan ni se pasan de moda, hacen taita dos, o tres mil años, para llegar tarde… Sin embargo, como lamentablemente yo no voy a vivir tanto, tendré que ir algún fin de semana de éstos, no me queda más remedio… Podrías venirte conmigo. Desde la ventanilla de un coche, parece un sitio muy feo, pero cuando lo conozcas te darás cuenta de que no existe un paisaje más intenso, más auténtico, más representativo de la realidad de este planeta… —parecía tan emocionado que no pude reprimir una sonrisa—. De verdad, no te rías. Todas esas montañas cambiando de forma sin parar, cediendo al agua, al hielo, asumiendo cada cambio climático… Son los testigos más fieles de la historia de la Tierra, guardan huellas precisas y ordenadas de los ciclos que se han sucedido desde mucho antes de que nosotros existiéramos, no nos las merecemos, en serio. Es algo fabuloso…
—A mí me gusta más el mar —me atreví a opinar.
—¿Qué? ¿Los pueblecitos de pescadores, las calas escondidas, las islas del Mediterráneo y demás? —asentí con la cabeza—. ¡Bah! Menuda mariconada…
Creo que ésa fue la única vez que uno de nosotros sugirió la posibilidad de un encuentro posterior, y como la iniciativa fue suya, a mí me pareció bastante. No me atreví a decirle que iría con él a Los Monegros, a una pensión de Móstoles o al fin del mundo, adonde quisiera llevarme, pbrque él eludía aquel tema con tanto cuidado como yo, aunque por razones distintas. Yo procuraba no parecer exigente, posesiva, pesada, para demostrarle que no formo parte de esa legión de mujeres que ceden su cuerpo a cambio de algo, esos fantasmagóricos derechos fundados en el sexo que acaban sugiriendo siempre que sus orgasmos son fingidos y su piel artificial, ajena, incapaz de satisfacerse en la piel del otro. Él, y de eso me di cuenta desde el principio, y desde el principio se lo agradecí, evitaba tratarme como a una querida, una amante típica, estable, canónica, y se apresuró a aprovechar la primera oportunidad que se le presentó para dejar claro que nunca había estado liado con nadie que pudiera encajar en aquel papel.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Atlas de geografía humana»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Atlas de geografía humana» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Atlas de geografía humana» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.